Héctor Alejandro Quintanar
14/02/2025 - 12:05 am
Morena y Pedro Haces: ¿apertura o incongruencia?
"La agenda del hoy legislador es la preocupante, incluyendo la defensa de la tauromaquia y la posible vulneración del pago de nómina de los trabajadores".
Morena es un movimiento político y partido amplio, cuyas raíces datan de al menos dos décadas atrás, cuando debió nadar a contracorriente en el entonces llamado “régimen de la transición”, denunciando las arbitrariedades antidemocráticas más notorias del inicio del Siglo XXI, como fueron el sostenido proceso de desafuero y fraude en 2005-2006 y, asimismo, las chicanas que, pese a las leyes electorales, aún ocurrían, y quizá aún ocurren, a ras de suelo en las competencias electorales.
A lo largo de su historia, Morena ha sido sin embargo un espacio plural, a veces contradictorio, donde sin embargo existen algunos denominadores comunes, más allá del liderazgo fundacional de López Obrador, que se han construido a lo largo de los años, y donde destacan algunos que son inamovibles, como la defensa de la soberanía energética -hecho que reactivó la movilización anticalderonista en 2008-; y la recuperación de derechos sociales, donde sobresale el “por el bien de todos, primero los pobres”, que no es una simple consigna partidista, sino un referente cuyo origen se ancla en un antecedente crucial del movimiento: el gobierno de López Obrador en la Ciudad de México a partir del año 2000.
Esos puntos inamovibles han corrido paralelamente a la inclusión y apertura de puertas del movimiento-partido, que siempre ha visto en los ex perredistas, ex priistas y ex panistas, de abajo o de arriba, a posibles compañeros de ruta, por el hecho simple de que interpelar a un electorado o candidaturas exclusivamente de izquierdas en un país como México, podría resultar insuficiente para ganar una elección o que se respete el resultado si éste no es contundente, tal como ocurrió en 2006.
Así, Morena ha sido un partido ideológico pero también con un amplio espectro atrapa-todo, cuestión que se ciñe a un fenómeno global en los partidos políticos: después de la caída del Muro de Berlín, ya ninguno puede ganar elecciones apelando a un solo sector o clase, so pena de auto-marginarse, y todos han debido correrse al centro y abrirse a otras corrientes para ser electoralmente competitivos.
Ello para Morena ha tenido contraluces. Por un lado, algunos nuevos integrantes, provenientes del PAN o de PRI, han hecho un trabajo serio en sus respectivas trincheras. Ahí están los ejemplos de Fadlala Akabani, eficaz funcionario del gobierno de Claudia Sheinbaum en Ciudad de México, quien fue en su momento Jefe delegacional panista en Benito Juárez, o Miguel Ángel Navarro, ex priista que se opuso al desafuero de López Obrador en 2005 y desde entonces ha transitado la ruta del movimiento, apegado a sus puntos inamovibles.
Hay también oscuridades deleznables que, sumados como oportunistas a Morena, resultan ser personajes ambiciosos o traidores. Quizá el caso más notable es el de la ex senadora morenista Lili Téllez, hoy tornada no sólo en una panista estridente, sino también una vocera oficiosa de Donald Trump en México y una exponente de esa nueva derecha dizque libertaria, que tiene en el energúmeno Javier Milei a su más nítido ejemplar. O está también Alejandro Rojas Díaz Durán, quien de ser un morenista promotor de la Constitución de la Ciudad de México se convirtió en un aliado golpeador de Ricardo Monreal y el año pasado renunció al partido guinda para servir en un espacio digno de él: la candidatura de Xóchitl Gálvez.
En este abanico contradictorio, sobresale la figura de un personaje como Pedro Haces, hoy legislador de Morena y presunto líder sindical cuya historia es un visor de aquello que la llamada Cuarta Transformación debería rechazar. Y no se habla aquí de los panfletos de Claudio X González, cuya plataforma de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad ahora acusa a Haces de rico y dispendioso, sino que se señala la vena ideológica del personaje.
De entrada, se trata de alguien que, en conjunto con Gerardo Islas -proveniente del partido gordillista Nueva Alianza-, fundó en 2019 un partido paralelo llamado Fuerza por México, que no logró el tres por ciento de la votación en las elecciones federales y, salvo en Tlaxcala y algún estado norteño, perdió el registro. En un momento donde Morena lucía como nunca un carácter competitivo, como fue la coyuntura de 2021, donde el partido ganó varias gubernaturas y retuvo la mayoría en el Congreso, resultaba sospechoso que una organización desconocida se asumiera como una fuerza de centro izquierda impulsora del obradorismo. Más bien parecía querer medrar a su nombre, sobre todo si se observa que ni Haces ni Islas representan absolutamente nada en la historia de las izquierdas mexicanas y que en la fundación del obradorismo como movimiento ambos nombres brillaron por su ausencia.
Pero la agenda del hoy legislador es la preocupante. Se tratan de un defensor de la tauromaquia, esa caduca actividad de tortura, lo cual lo acerca más a Gabriel Qudri que a los principios rectores de Morena. Y lo peor está en que, pese a ser un presunto líder sindical, Haces ha sobresalido como un posible impulsor de leyes que podrían vulnerar el pago de nómina de trabajadores para que otras instituciones se cobren a la leonina e impidan a los obreros de disponer y organizar sus sueldos mensuales -mucho menores que la dieta y riqueza de Haces- no cómo mejor les parezca sino como la realidad se los imponga.
Y es ahí donde sobresale el aspecto central de Morena. Si algo ha dado lustre al primer gobierno federal emanado de ese partido, ha sido una política laboral importante, que ha incrementado sustancialmente el salario mínimo de los trabajadores, hecho que ayudó en el hito histórico de sacar de la pobreza a nueve millones de personas, para así constatar la premisa de que por el bien de todos primero los pobres.
¿Qué tendría que hacer alguien como Haces en Morena? No se trata de un mero problema de oportunismo o desconocimiento de los principios fundacionales del partido, sino de una práctica de la política caduca, donde mientras de dientes para afuera se defienden causas populares, en curul y en los hechos se atenta contra ellas, y, hasta en el camino de las banalidades, se animan acciones risibles, como usar y justificar paseos en helicópteros.
Mientras el gobierno de López Obrador batalló mucho para vender un avión presidencial que simbolizaba el dispendio de esas viejas prácticas, y tanto aquél como Claudia Sheinbaum transitan la ardua vía de combatir la pobreza mediante una política laboral acertada y derechos sociales, ¿qué aporta un personaje como Haces, cuyas ínfulas de líder de partido satélite sólo le dio para una llamarada insignificante en 2021 y cuya agenda discrepa de la fundación del partido y sus ejes rectores?
Personajes como Haces poco aportan a un proceso que se ha autodenominado “transformador”, no sólo porque su visión choca con la ideología fundacional del partido en que dicen militar, sino que su conducta es más propia de las acciones de forma y fondo propias del viejo régimen. Sí, las mismas que se ha hecho mucho por que sean transformadas.
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