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Tomás Calvillo Unna

12/03/2025 - 12:04 am

El gol de la Maga Ovalle

Nunca se empieza de cero, aunque se pretenda. Pero la voluntad de hacerlo, de iniciar algo distinto que corrija y mejore, que asuma y enfrente, ahí donde se hundieron los pasos y se aniquiló el porvenir, es más que una obligación ciudadana, es un acto de sobrevivencia que se advierte, que muchos, a pesar de que guarden silencio, advierten.

El gol de la Maga Ovalle.
El gol de la Maga Ovalle. Pintura: Tomás Calvillo Unna.

La plasticidad de las palabras
es el secreto de su arte.

En la distancia,
a cientos de kilómetros,
cambia el día,
de nublado y frío,
en un tronar de dedos
lo convierte
en soleado y tibio.

La acrobacia,
las alas del asombro;
su sacudida en un instante,
el salto del instinto,
la proeza inesperada
y anhelada,
acorta distancias
y tiempos,
edades e idiomas,
y se convierte
en un grito colectivo;
es ya un coro
y un ramo de emociones,
convocados
al esculpir sus segundos
en un minuto de oro,
y al firmar el autógrafo
como vocación
de eternidad.

El gol:
su elíptica gesta
su palpitar en las redes,
una ofrenda
a la inmensidad;
escorpión y águila,
la fijeza de su aleteo,
el asombro de la destreza,
el festivo acto de atreverse,
la pirueta,
para impregnar el esférico
en el vientre del estadio
que la multitud acoge.

La victoria solitaria:
el salto de la infancia,
de sus raspadas rodillas,
el descaro descubierto
de la adolescencia inaudita,
la convocatoria vital
de la juventud,
para afirmarse
y advertir su poder innato
atreverse a redactar
la hazaña
como ritmo de vida;
la hazaña compartida
de la intimidad colectiva.

Rendija

Nunca se empieza de cero, aunque se pretenda. Pero la voluntad de hacerlo, de iniciar algo distinto que corrija y mejore, que asuma y enfrente, ahí donde se hundieron los pasos y se aniquiló el porvenir, es más que una obligación ciudadana, es un acto de sobrevivencia que se advierte, que muchos, a pesar de que guarden silencio, advierten. Cómo hacerlo y lograr vencer, cuando la adversidad aparece por doquier. No hay recetas, pero cuales sean las opciones, la determinación de asumir la responsabilidad de esa verdad ardiente que se lleva, obliga a asumir el destino elegido.

La certeza de ello se expresa, en la confianza de no dar la espalda al presente que impera en su apremio, no voltear atrás, donde las estatuas de bronce se desmoronan como las esfinges de sal. Escuchar la voz interior, no más como un eco lejano, escucharla para dar la mano a quienes en su silencio y esperanza trabajan a brazo partido por una paz íntegra, que no permite el siniestro olvido de las víctimas.

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