I

Quien distingue al grito del bostezo,
no es la mirada, es el oído.

Ya no ven más allá de sí mismos,
las sombras de los muertos los rodean,
buscan sus nombres enterrados.
Se dicen poderosos y los son
en la brevedad del tiempo que ignoran
antes de derrumbarse en estatuas.

La adicción del aturdimiento,
sus engranajes,
cerrados circuitos de la colectiva alienación.
El naufragio civilizatorio,
millones de canoas sintéticas
arrojadas al mar del inconsciente.

Atrapados en las redes
de los pescadores de lo siniestro;
sueños y pesadillas por igual,
el viento helado golpea las puertas,
hogares derruidos por la ambición
en las arenas de la nada;
frenéticos consumos
de un rutinario calendario biológico.

Las escaleras eléctricas descompuestas,
la dentadura de la montaña a lo lejos.
Las ciénagas de la vanidad
que sacrifica miles de vidas;
el rencor de los pantanos
de una biografía más.
El delirio de los miedos
convertidos en multitud;
las primeras horas de la amenaza:
nómina de fratricida cobardía,
vacuas representaciones.

Los infames egos del crimen
en los fajos de billetes,
y las digitales transferencias
de la crueldad y el dolo.
Astutas bestias nocturnas
cuyas fugaces almas desaparecen.
Engreídas en la más escabrosa ignorancia
del quebradizo espejo del poder.

II

Acá
ya se ve el humo
y cae ceniza;
las lágrimas del bosque
no dejan de ser fértiles
en su último adiós;
los madroños
se resquebrajan entre las llamas;
el fuego inclemente
consume su resistencia:
volverán a brotar
son más que biblicos.

III
Caminar entre fragmentos
de historias inconclusas.
Son días de reverencia
de posar la frente
en la espada.
De abrazar
la entrañable confianza
del destino siempre inaudito;
que nos señala,
en su serenidad plena
los pasos y sus pausas.

La pureza
no necesita exhibir fuerza
para vencer.
Su presencia
es esencial triunfo
de la vida
en su desnuda exhibición.

Henos aquí
cada amanecer
durante meses,
años,
juntando nuestras manos
en silencio
en la oscuridad,
que no tarda en disiparse.

El minuto del hálito.
Los sesenta segundos del Sol y la Luna.
La Tierra, su rotación.
Los engranajes del ser.
El timbre de la voz.
Ahí están las señales entrañables.
Las frágiles velas de cera
en su esculpir de las primeras horas.

Rendija:

La reconfiguración del escenario internacional pareciera depender en parte, de las decisiones de dos líderes, que provienen de la llamada guerra fría: Trump y Putin. Ambos intercambian apoyos para definir el futuro inmediato de dos regiones en guerra: recobrar la Paz y terminar con el conflicto armado entre Ucrania y Rusia; y replantear la dinámica de Irán en el Medio Oriente y su influencia en la región de palestina, donde Israel y el llamado mundo árabe replantean sus relaciones.

El cambio generacional en las élites islámicas del Medio Oriente, advierte del debilitamiento del régimen iraní y su resquebrajada influencia en la región. Estratégico será que la renovación de su Gobierno, evite una violencia interna a la vez que retome el camino reformista de la democracia islámica que, fue suprimida durante las últimas dos décadas, pero que hoy puede ayudar a un cambio pacífico tanto dentro como fuera de sus fronteras. Una Confederación del Medio Oriente, donde los palestinos tengan su lugar, no es una utopía descabellada en un mundo como el nuestro, cuyos estados nacionales crujen en su anacronismo, sin encontrar aún los nuevos territorios para las identidades que atraviesan una profunda crisis cultural global que, nos desafía y nos advierte de las arenas movedizas que nos circundan.

Tomás Calvillo Unna

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