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Fabrizio Mejía Madrid

17/04/2025 - 12:05 am

Otra vez la chatarra

Así que, aunque escueto, el comunicado del Secretario de Educación resultó muy revelador si uno tiene conciencia de la historia de cómo las industrias de chatarra han elaborado las políticas de salud en cuanto a alimentación.

El escándalo que desató en la opinión pública la reunión del Secretario de Educación, Mario Delgado, con la industria de la obesidad, hipertensión, diabetes, y cáncer tiene muchas implicaciones. Empecemos con el “comunicado” que hizo el propio Secretario en la red X de esa reunión con las compañías agrupadas en el Consejo Mexicano de la Industria de Productos de Consumo AC (ConMéxico). Dice: “se comprometieron a donar básculas, elaborar materiales para promover la activación física y compartir información derivada de investigaciones científicas sobre alimentación y salud en los planteles escolares”. Lo de las básculas es una tomadura de pelo. Desvía la atención de lo que comen los niños y adolescentes mexicanos para poner el acento en cuánto pesan. Esto, además de provocar la psicosis del numerito en la báscula, las burlas sobre quién pesa más o menos, genera que la preocupación central sea la gravedad y no la alimentación. Para saber que existe un problema de sobrepeso y obsesidad en nuestras infancias y juventudes basta mirar un patio de la escuela. Si singularizamos a cada alumno y su peso en un báscula estamos repitiendo el esquema neoliberal de que la gordura es un asunto individual, de elecciones de comida, de dietas, y no un problema estructural, del sistema de distribución y acceso de alimentos saludables.

Vayamos un poco en extenso sobre la idea de la gordura y la salud. En el capitalismo, la enfermedad se mide por la incapacidad para trabajar. En el neoliberalismo la enfermedad es culpa tuya. Si no tienes voluntad, disciplina, y autoadministración, no eres un ser soberano y autónomo; eres víctima de tus antojos, pobre capacidad para decidir, y baja autoestima. La responsabilidad no es del sistema de salud, de la oferta de comida accesible, del mercado, ni de las empresas que envenenan productos añadiendo grasas saturadas, azúcares, y sodios. La privatización en sí misma es una desviación de las relaciones de responsabilidad gubernamental, corporativa y personal. Así, la industria de la chatarra se autoexime de su responsabilidad, que es lucrar con comida que no alimenta sino que crea adicciones, el Estado se disculpa de no prohibir la distribución de estos alimentos, la escuela de no ofrecer comedores saludables gratuitos y todo termina en la culpabilización de los propios niños y sus familias. Lo de la báscula en las escuelas como espectáculo de la gordura de los otros, refuerza la idea de que son los niños los que deben auto controlarse y no las empresas de la chatarra que les han creado esa necesidad, esos apetitos. En el caso de las escuelas, éstas deberían estar ya financiando sus comedores con alimentos saludables con productos de los agricultores mexicanos que van a tener un mercado semi cerrado en los Estados Unidos por la política de cierre de Donald Trump. Usted diría: no hay mejor tiempo para inundar de manzanas, peras, melones, leche, huevo a las escuelas que justo ahora cuando la exportación parece destinada a un impasse. Pero no lo opina así el Secretario Delgado que promueve la gordura individual. 

El otro punto del comunicado es el que establece que la industria de la chatarra nos puede enseñar a los demás sobre nutrición. ¿De dónde sacaron esa idiotez? Esta tiene una larga historia que no voy a contar salvo por un episodio de estas mismas compañías de chatarra en Estados Unidos, donde tienen su origen, y otro en México. Empecemos por el de Estados Unidos. En 2015, la empresa Coca-Cola donó un millón de dólares a la Fundación de la Universidad de Colorado para financiar un instituto de investigación llamado Red Global de Equilibrio Energético. El objetivo declarado del instituto era proporcionar «un foro para que científicos de todo el mundo se reunieran y generaran los conocimientos y las vías basadas en pruebas necesarias para acabar con la obesidad.» Pero el verdadero objetivo de Coca-Cola era persuadir a la gente de que se estaba centrando demasiado en las calorías y el tamaño de las porciones y no lo suficiente en hacer ejercicio. Y la lista de colaboradores en este esfuerzo ---incluidos profesores de la Universidad de Colorado y otros científicos académicos--- estaba plagada de conflictos de intereses. En primer lugar, como parte del acuerdo de financiación, se permitió a Coca-Cola elegir a los directivos de la Global Energy Balance Network, redactar su declaración de objetivos y diseñar su página web, e incluso comparó su proyecto científico con «algo parecido a una campaña política». La empresa contrató a académicos que habían recibido financiación de Coca-Cola y otras empresas alimentarias en el pasado. James O'Hill cofundó la Global Energy Balance Network y fue su presidente. Según la base de datos Integrity in Science, mantenida por el Center for Science in the Public Interest, el Dr. Hill tiene vínculos con PepsiCo, McDonald's y la Sugar Association. También ha recibido anteriormente honorarios por consultoría de Coca-Cola y otras empresas alimentarias. Antes de que se fundara la organización, Coca-Cola también había recibido anteriormente honorarios de consultoría de Coca-Cola y otras empresas alimentarias. Antes de que se fundara la organización, Coca-Cola también había proporcionado cuatro millones de dólares en fondos de investigación a dos de sus miembros fundadores: El Dr. Steven N. Blair, científico del ejercicio de la Universidad de Carolina del Sur, y Gregory A. Hand, decano de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Virginia Occidental entre 2008 y 2015. El nuevo instituto de investigación, financiado por Coca-Cola, utilizó estudios financiados por la empresa para argumentar que había «pruebas sólidas» de que el aumento de peso se puede prevenir, no reduciendo el consumo de calorías, «sino manteniendo un estilo de vida activo y comiendo más calorías.» Coca-Cola pretendía utilizar el instituto para desplazar el diálogo sobre la obesidad del consumo de calorías al ejercicio, financiando ciencia favorable a la industria. ¿Son esos estudios de investigación científica las que prometieron en su reunión con la SEP? Sin duda. Ya en México han financiado supuestas investigaciones en el ITAM y El Colegio de México con el objetivo de oponerse a los impuestos a bebidas azucaradas. Dice El Poder del Consumidor: “La industria encargó estudios a profesionales del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) con el objetivo de concluir que el impuesto aplicado a los refrescos no disminuyó el consumo de calorías entre la población nacional. Otra investigación encargada a la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) concluyó que dicho impuesto estaría vinculado al despido de 11 mil trabajadores. Expertos del Colegio de México (Colmex), por otra parte, señalaron en otro estudio que la medida en cuestión impacta a los más pobres, ya que afecta su capacidad de compra”. La cosa ahora es desviar la responsabilidad de qué se oferta como alimento en las escuelas y decir que se necesitan más ejercicio físico. Así tenemos que en muchas escuelas Danone o Barcel financiaron la construcción de una cancha de basquetbol que, en el centro, tiene el logotipo de su marca. “Muévete, no cuentes calorías”, fue la consigna de estas políticas públicas diseñadas desde Coca-Cola.  

Por cierto, las marcas que están agrupadas en el tal “Consejo Mexicano” ConMéxico, que se reunió para comprometerse a decirnos qué es saludable y qué no, son, además de la Coca-Cola: Pepsi, Holanda, Knorr, Maizena, Magnum, Barcel, Bimbo, Campbells, La Costeña, FEMSA, es decir los OXXOs, Ferrero, los que hacen Gatorade ---porque hay que hidratarse después del ejercicio---, Danone, Herdez, Jumex, Peñafiel, Hershey, Kellog´s, Jugos del Valle, los que fabrican Milky Way y Snickers, Nestlé, FUD, pepperoni, las papas al vacío, la Phillip Morris, que vende cigarros y los ya prohibidos vapeadores. Nos van a decir lo que es saludable los que han generado la crisis de obesidad y diabetes en el país. Una crisis, por cierto, que fue decretada de emergencia nacional en México.  

Pero sigamos con la otra historia. La de México. El Poder del Consumidor que dirige Alejandro Calvillo ha documentado que en septiembre de 2016 más de 60 empresas y organizaciones -entre las cuáles están Bimbo, Coca-Cola, Walmart, PepsiCo y Nestlé- crearon la entidad, Movimiento por una Vida Saludable (MOVISA), con el objetivo supuesto de sumarse a la lucha contra la obesidad. Su presidente era Andrés Garza Herrera, también CEO de Qualtia Alimentos, que produce Zwan, y expresidente de ConMéxico. Dice el Poder del Consumidor: “International Life Sciences Institute trajo a México a unos expertos pagados por la industria del jarabe de maíz para dar un seminario en el Centro de Convenciones del Hospital Español, con la Universidad Iberoamericana y la Universidad del Valle de México. Los ponentes, liderados por el propio Dr. James Rippe, ofrecieron una serie de estudios que indicaban que no hay relación entre las bebidas endulzadas con la obesidad y la diabetes. El evento se realizó un par de meses antes de intentar reducir el impuesto a los refrescos. El presidente de ILSI en el momento del foro era el Ingeniero Raúl Portillo, a la vez director de Asuntos Científicos y Regulatorios de Coca-Cola”. Es decir, los estudios pagados por Coca-Cola al ITAM, el Colmex, y la Universidad de Nuevo León, tratan de desviar el tema de la obesidad al de la economía. Salud contra ganancias, otra vez. 

Escribe El Poder del Consumidor: “En México, la relación asociaciones-marcas es muy cercana. La Asociación Mexicana de Nutriología recibe financiamiento de Splenda, Yakult, Danone y Nestlé -entre otros- para su congreso anual. La Federación Mexicana de Diabetes en su página web muestra banners de la marca Lala y tiene una sección de productos avalados por ellos de empresas como Nestlé y Bimbo, entre otras. Cabe destacar que a fin del año 2012, cuando aún se discutía la medida de gravar los refrescos, la entidad se manifestó en contra del impuesto a las bebidas azucaradas: “no estamos de acuerdo en prohibir o asignar impuestos a bebidas y algunos productos” declaró María Guadalupe Fabián San Miguel, directora médica de esa federación en ese momento y ahora miembro del staff de otra organización patrocinada por Coca-Cola. La postura pro-industria de la Federación Mexicana de Diabetes contrasta con la de la Federación Internacional de Diabetes (FID) que pidió en el 2015, previo a la reunión de líderes del G20 poner el tema de la enfermedad en la agenda global y emplear un impuesto al azúcar para combatir la obesidad, con el argumento de que esta medida ayudaría a salvar vidas y a reducir los presupuestos sanitarios”. 

Sigue El Poder del Consumidor: “En agosto del 2015, el Instituto de Bebidas para la Salud y el Bienestar publicó el libro “Hidratación. Fundamentos en las diferentes etapas de la vida”, dirigido a profesionales de la salud y público en general con el fin de divulgar la importancia de una hidratación adecuada en las personas a lo largo de su vida. El volumen fue presentado a los medios como una publicación confiable y única en español, avalada por el Colegio de Medicina Interna de México, A.C. (CMIM), la Federación Mexicana de Diabetes (FMD), la Universidad del Valle de México (UVM) la Asociación Mexicana de Nutriología, A.C. (AMENAC); y por cuatro instancias Internacionales: Federación Iberoamericana de Nutrición (FINUT), Federación para la Investigación Nutricional (FIN), Grupo Latinoamericano de Nutrición Comunitaria, Fundación Española de la Nutrición (FEN)”. Hasta aquí no habría nada de malo, salvo porque el Instituto de Bebidas para la Salud y el Bienestar es de Coca-Cola. 

Así que, aunque escueto, el comunicado del Secretario de Educación resultó muy revelador si uno tiene conciencia de la historia de cómo las industrias de chatarra han elaborado las políticas de salud en cuanto a alimentación. Desde los tiempos de Josefina Vázquez Mota en la SEP, por allá en el sexenio de Felipe Calderón, ya la chatarra era dueña del programa Vida Saludable en las escuelas, es decir, en ese en que no importan las calorías, grasas saturadas, y sal que comes, sino si haces mucho ejercicio. Después, cuando entró Lujambio, se establecieron límites a las calorías por peso de la chatarra y, entonces, se hicieron pastelitos y papitas más chicos. Los niños, en lugar de comprar una bolsa, ahora compraban dos. Y así siguió la SEP fomentando la obesidad. Ahora, tal parece que la historia se repite. Las básculas y las investigaciones científicas a las que se comprometió ConMéxico así lo indican. Ojalá haya una vuelta atrás.   

Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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