El trabajo de quienes luchamos contra la explotación de los animales criados para el consumo humano es, en primera instancia, mostrar la verdad. Esto tiene una razón fundamental: la mayoría de la población desconoce lo que realmente pasa detrás en la industria de la carne, los lácteos y el huevo.
Si bien de cierta manera las personas tienen algún conocimiento o intuyen que la producción conlleva métodos dolorosos y la matanza de animales, la industria ha creado un hermetismo y una narrativa para ocultar decenas de prácticas comunes que provocan sufrimiento animal y con los que la gente no estaría de acuerdo. Una de ellas es tan común e invisibilizada que pareciera que no existe: el uso de jaulas.
Daño físico y psicológico
Cuando hablo de jaulas quiero que te imagines este escenario: miles de animales cuyos cuerpos son casi o totalmente inmovilizados por meses o años. Estamos hablando de seres conscientes y sintientes, lo cual implica que estos instrumentos limiten de manera forzada sus intereses y comportamientos naturales tan básicos como moverse, caminar, explorar y socializar, y que de manera paralela, les inflija daño físico y psicológico.
Esta es la realidad de millones de cerdas en la industria de la carne que son confinadas en las llamadas jaulas de gestación durante la inseminación y durante su estado de preñez.
La selección genética hecha por la industria ha llevado a que los cuerpos de estas cerdas sean cada vez más grandes, lo cual ha provocado que estos espacios de metal sean más reducidos. Estos instrumentos poco conocidos generan graves problemas para la salud física y psicológica de los animales, pues la inmovilización de sus cuerpos deriva en enfermedades y heridas que no son atendidas y se agravan por el estado de las jaulas, comúnmente llevas de heces y orina.
El uso de jaulas en la industria de la carne de cerdo ha sido documentado por Igualdad Animal en ocasiones anteriores y en semanas recientes exhibimos que las empresas siguen utilizando esta cruel práctica en pleno 2025. Una nueva investigación publicada por la organización reveló este método sistematizado en una granja vinculada a las principales cadenas de supermercados de Estados Unidos, todas pertenecientes a la multinacional Ahold Delhaize.
Se calcula que en Estados Unidos hay alrededor de unas 3.5 millones de cerdas en jaulas y que su vida continuará en ese ciclo hasta que dejen de parir el suficiente número de crías para la rentabilidad del mercado. Después serán simplemente matadas y reemplazadas.
Crueldad en rastros y granjas
El confinamiento extremo se extiende también a la industria del huevo, donde más de 130 millones de gallinas son explotadas en jaulas tan solo en México. Estos instrumentos de explotación masiva dan a cada ave apenas el espacio de una hoja de papel. Allí pasará cada día de su vida hasta que su producción disminuya y la industria considere que ya no es útil para el negocio. Durante esos dos años, la falta de movilidad provocará deformaciones a sus cuerpos, enfermedades y estrés crónico.
Lo he compartido antes y es necesario retirarlo: la crueldad contra los animales criados para el consumo humano no sólo está en el rastro, en su matanza, debemos voltear a ver las condiciones en las que son criados en las granjas, que es el lugar donde pasan la mayor parte de sus vidas.
Con campañas como "No Más Jaulas" seguiremos luchando contra estos instrumentos que provocan un sufrimiento animal prolongado y silencioso, exigiendo a las empresas que transiten hacia sistemas que mejoren el bienestar animal, siempre sabiendo que la herramienta más poderosa que tenemos para proteger a los animales es elegir una alimentación compasiva y de origen vegetal.
