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Susan Crowley

31/05/2025 - 12:03 am

Koyo Kouoh, curadora del alma

Con energía y sin dejar de moverse un minuto, Kouoh era una figura omnipresente en los sitios más representativos del arte. Siempre con una gran sonrisa y una prisa que hoy se entendería como consciencia de que sus días estaban contados. Lo mismo en Camerún que en Dublín, en Basilea que en Senegal, su capacidad para organizar y convocar estaban a la altura de sus ideas incluyentes.

África no es un país. Es una enorme e intrincada urdimbre de culturas con una de las diversidades más apabullantes del planeta. Naturalezas, idiomas, costumbres, identidades. Alegrías, anhelos, lucha por la sobrevivencia, pero también, hambrunas, guerras y desesperación. Una imagen típica de postal nos muestra el safari para millonarios con fascinantes especies animales o el apacible atardecer de la sabana instagrameable. Otra imagen nos permite ver lo que no se quiere contar, las consecuencias de un continente devastado. La poscolonización lo hundió en el rezago, la crisis política permanente y la pobreza. Otra imagen africana es la de miles de personas que nos rompen el corazón: mujeres y niños tratando de alcanzar una balsa, entregando sus vidas a las duras corrientes del mar para salvarse del horror. Una estampa de dolor, la prostitución a precios bajos que ha generado un peculiar turismo en las playas de Watamu en Kenia y por ello la proliferación del SIDA en sus comunidades jóvenes. Una terrorífica, los comandos de insurgentes reclutando niños y violando mujeres.

Pero aún hay otras más. Estas parecen ser resplandecientes, llenas de exuberantes colores, de expresión, de cuerpos que posan con elegancia y sensualidad, miradas inocentes y guiños traviesos, momentos íntimos en los que el placer rodea a las figuras. Es la forma en la que nosotros mismos nos miramos, podrían decir Njideka Akunyili Crosby, Jacob Lawrence, Chéri Samba o Archibald Motley, artistas que han sabido captar y dejar testimonio de la cotidianeidad, de los paraísos diarios y llenos de vida, de ternura.

En la exhibición When We See Us A century of black figuration on painting  (Cuando nos vemos, un siglo de figuración negra en la pintura), la curadora Marie-Noëlle Koyo Kouoh (1967- 10 de mayo de 2025), logró crear un fascinante mosaico en el que lo bello juega de forma ambivalente como un paliativo al sufrimiento. Kouoh cuenta esta historia, la entrelaza con ligereza y la construye como una edificación con ventanas, invitándonos a una danza interminable. Es muy probable que haya decidido continuar esta cadena y convertirla en su sinfonía personal al ser nombrada curadora de la 61 Bienal de Venecia. El título In Minor Keys que puede ser traducido al español como En claves menores o En tonalidades menores, no por pequeño, sino por ser la clave para penetrar un mundo que parece no cansarse del ritmo, de cantar, de encarar la adversidad; que no sólo es África, es todos los rincones donde existe un reducto de dolor.

Hoy, la alegre sonrisa y el entusiasmo de Kouoh, pero también su sabiduría, se han apagado. Víctima de cáncer, a los 59 años deja un legado con cualquier cantidad de páginas en blanco y claves sin resolver. Específicamente deja huérfano al equipo del que era guía para la Bienal. Una de las jerarquías de mayor lucimiento para el mundo del arte, la Bienal se ha convertido en centro de operaciones de los dueños del dinero. Especialistas, filántropos, mecenas, funcionarios de todos los museos, galeristas, mercantes, estudiantes. También en la lista, los engreídos coleccionistas dispuestos a engrandecer su prestigio con otro juguetito; influencers que ahora resultan más poderosos que los críticos, validando a un artista en su página. Artistas que son y los que sueñan con ser, turistas adinerados que pretenden figurar como cultos y que no entienden nada; curiosos que tampoco entienden, pero que se emocionan con todo y se conforman con subir kilometros de selfis a sus redes para validarse como conocedores. Una bienal controvertida por quien encabeza las decisiones. Pietrangelo Buttafuoco, su comisario, fue líder del partido neofascista y es cercano a Giorgia Maloni. Un Gobierno extremo metido en el arte con cierto permiso de tomarse libertades para simular una supuesta neutralidad. ¿Kouoh lograría quitar el estigma de la derecha?

Para ella la muestra en Venecia no sólo era un asunto de lucimiento personal. Resistir las críticas adversas y las posibles comparaciones con otros curadores o llegar al más alto nivel: consolidar su carrera y dirigir cualquiera de las instituciones de mayor prestigio cultural del planeta. Un cheque en blanco que la Bienal ofrece. Pero quizás lo que más sinceramente albergó en el alma de Kouoh era continuar con un trabajo colosal que se había propuesto desde hace muchos años y cuyo sentido era justamente África. “Contar su historia, colocar su impronta y ver consolidado un sueño que tuvo desde niña. Hoy se esfuma y probablemente quedará como legado si es que su equipo lo protege”, afirmó uno de sus colaboradores.

Con energía y sin dejar de moverse un minuto, Kouoh era una figura omnipresente en los sitios más representativos del arte. Siempre con una gran sonrisa y una prisa que hoy se entendería como consciencia de que sus días estaban contados. Lo mismo en Camerún que en Dublín, en Basilea que en Senegal, su capacidad para organizar y convocar estaban a la altura de sus ideas incluyentes.

“Existe una energía panafricanista que está reviviendo en el continente y en su vasta diáspora” dijo Kouoh. Y así actuó para no sólo posicionar a los artistas negros por sus cualidades estéticas e inminente moda en los mercados internacionales. Quería que su voz regional y su diáspora impregnaran de comprensión a los mercaderes del arte, y convirtiera al público en cómplice de los olvidados. Más allá de que los precios se elevaran, que las obras fungieran como vehículos para concebir de forma distinta a las sociedades de la negritud. Hizo mucho. Marcó su impronta en los sitios más significativos con su cálida y fresca manera de expresar sus intenciones. Sin competir ni rivalizar, al contrario, buscando la ruta de la colaboración y la amistad, de la comprensión y la otredad. Explorando todas aquellas “geografías negras”que se han esparcido por el mundo. Para Kouoh son los sitios en los que su gente ha echado raíces y han sido parte de su florecimiento. “Brasil es un país africano, Cuba es un país africano, incluso Estados Unidos”, decía.

“Pertenezco a África y África me pertenece” agregaba con orgullo. Fruto de lo que llamó “la esencia de mi feminismo”, fue heredera de mujeres que sufrieron, la bisabuela obligada a un matrimonio adolescente polígamo, la abuela humilde costurera y la madre una emigrante en Suiza con la que Kouoh sólo pudo reunirse a los 13 años de edad y pudo estudiar. Políglota, graduada de una carrera de finanzas, su encuentro con el arte le permitió entender su condición en el mundo, “me di cuenta de que era africana y negra”. Senegal se convirtió en su proyecto personal, la primera de muchas historias que habría de contar y muchas otras que ahora dejó truncas.

Desde 2008, su nombre empezó a sonar fuerte. Creadora de la residencia Raw Material que poco después se convirtió en galería, espacio expositivo, programa de mecenazgo y estudio para jóvenes artistas senegaleses. En  2015 organizó la Feria de Arte Africano Contemporáneo 1:54 en Londres. Desde 2019 fue directora del Museo Zeitz de Arte Africano Contemporáneo (MOCAA) en la Ciudad del Cabo, Sudáfrica; uno de los centros culturales más ambiciosos del continente, pero que antes de Kouoh estaba a punto de cerrar. En poco tiempo y organizando exposiciones creativas, atrajo la atención internacional. En 2022 When we See Us, fue tal éxito que inició su itinerancia que concluye en Bruselas en agosto de este año. Fue parte del consejo curatorial de Documenta dos veces. Organizó la Bienal EVA de Irlanda. Y han sido relevantes las exposiciones que comisarió en Estados Unidos.

Singular título de la bienal 2026 In Minor Keys que evoca más a la música que a las artes visuales y que permitía a Kouoh continuar sembrando semillas de congruencia en un mundo del arte que se ha dejado invadir por la frivolidad, la ambición, la frialdad del dinero. Que incluye voces por conveniencia, pero no está dispuesto a escucharlas, que cierra los ojos ante la injusticia y las guerras, y premia a quienes encabezan las listas de ventas. El empobrecido mundo del arte de hoy necesita más figuras como Kouoh. Esperamos que esta bienal por venir se deje impregnar de sus teorías, ideas y sentido humano, un espíritu redentor en tanta mediocridad. En una de sus últimas entrevistas dijo: “Venecia me ha dado carta blanca y voy a jugar mi carta negra”.

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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