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Juan Carlos Monedero

12/06/2025 - 12:05 am

Un Plan Cóndor 2.0 contra América Latina

En América Latina han empezado el Plan Cóndor 2.0 para golpear a todos los gobiernos de izquierda, o a los gobiernos de derecha, como el de Panamá, que no sean capaces de frenar las protestas populares que provocan la sumisión a las exigencias norteamericanas y de las multinacionales.

Cui prodest? Se preguntaban los latinos clásico: ¿a quién beneficia? Los latinos del siglo XXI ya pueden empezar a preguntarse: ¿a quién le interesa que arda América Latina?

La Secretaria de Seguridad de los EU, Kristi Noem, acusa al Gobierno de México de provocar la violencia en Los Ángeles y otros lugares de Norteamérica. Lo hace sin pruebas y presenta como una rebelión lo que no es sino la exigencia de un trato acorde a derecho de los migrantes mexicanos en el país. El Gobierno de Trump está lleno de maniquíes de diferentes ferias -desde las militares a las de empresarios enajenados, pasando por las de exclusivas modas para gente rica, que tienen la misma capacidad intelectual que un espantapájaros o una marioneta. Pero la declaración señalando al Gobierno de México es una provocación para subir la apuesta. Trump siempre hace lo mismo: amenaza e insulta para subir la apuesta.

Antes de morir, Samuel Huntington, que fue el gran intelectual junto con Zbigniew Brzezinski de la política, publicó en 2004 Quienes somos, una advertencia contra la inmigración latina en los EU. El subtítulo del libro era meridiano: "Los Desafíos a la Identidad Nacional Estadounidense". Según Huntington, los norteamericanos son descendientes de los peregrinos del Mayflower, anglosajones por tanto, mientras que los latinos son herederos de la Ilustración y la herencia española en el continente.

Me recuerda a cuando los hutus mataron en Ruanda a un millón de tutsis alimentados por una gran mentira: que eran dos razas diferentes. Se encargó una radio, la radio de las mil colinas, de propagar algo que se habían inventado los colonizadores de Bélgica para separar al pueblo ruandés. Huntington sabía que EU no puede vivir sin enemigos, porque cuando les falte, regresarán a la guerra civil. Lo hicieron con los españoles, con los mexicanos, con los nazis, los japoneses, los soviéticos, los vietnamitas, los árabes y, finalmente, los latinos.

Por supuesto que en la mirada de Huntington, donde el genocidio de los indios de Norteamérica no merece la pena ni ser mencionado, los indios al sur del Rio Bravo son también inexistentes y en su argumentación prefería descartar a todos los latinos como infectados por la Ilustración y la revolución francesa de la que, con dos siglos de antelación, huyeron los puritanos que abandonaron Inglaterra para robarle sus tierras a los indios en Plymouth. Todo es mentira, pero también es mentira la historia de los EU que ha contado Hollywood y los gringos se la creen, de John Ford a Yellowstone.

Todos los documentos de defensa norteamericanos contemplan una futura guerra en China. En ese escenario necesitaban separar a Europa de Rusia, prenderle fuego  a Asia, presionar a África y desestabilizar a América Latina.

Europa, después de más de 30 años en paz, vuelve a estar en guerra. Primero fue empujar a la OTAN hacia el Este, desde la desmembración de Yugoslavia, hasta pretender la incorporación a la alianza militar de Ucrania. A esa provocación y a la guerra en el Dombás, la parte prorrusa de Ucrania, se respondió por parte de Putin con la invasión. Luego vino la voladura del Nordstream 2, que ligaba a Alemania con Rusia. Esta semana pasada Trump, delante del Canciller alemán Merz, se ha atribuido la voladura de gasoducto: "Fui yo quien detuvo [el proyecto] Nord Stream 2, el mismo gasoducto que debía llegar a Alemania”. Luego, cuando Zelenski y Putin iban a sentarse hace tres años para terminar con la guerra, lo impidieron. Trump pone aranceles a Europa y le exige que aumente el presupuesto militar y que le compre las armas a EU. Europa está arrodillada.

Del genocidio en Palestina ya no podemos decir nada que no sea demostrar nuestro fracaso como seres humanos al no ser capaces de frenar esa barbarie que lleva por bombas, enfermedades y hambre 100 mil muertos, la mitad niños. África está igualmente ardiendo porque ni EU ni Francia quieren a los emergentes líderes de izquierda que empiezan a gobernar en la región.

Y en América Latina han empezado el Plan Cóndor 2.0 para golpear a todos los gobiernos de izquierda, o a los gobiernos de derecha, como el de Panamá, que no sean capaces de frenar las protestas populares que provocan la sumisión a las exigencias norteamericanas y de las multinacionales.

El escenario provoca inquietud. Intentar hacer paralelismo con el pasado siempre es atrevido. Porque ni siquiera dos gotas de agua son iguales. La Primera Guerra Mundial empezó por un suceso que parecía irrelevante en términos regionales: el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono austrohúngaro. Ocurrió en Sarajevo el 28 de junio de 1914, y el asesino fue el nacionalista serbio bosnio Gavrilo Princip, ese hecho desencadenó la guerra entre Austria-Hungría contra Serbia, que terminó, inesperadamente, en una guerra global.

La ruptura del equilibrio en el continente americano puede tener resultados catastróficos, porque una chispa puede desencadenar que se prenda la pradera. Y la chispa puede salir de cualquier sitio.

En Panamá ha estallado un conflicto social que puede terminar con el Gobierno del conservador Mulino y romper el frágil equilibrio en Centroamérica, en un momento en donde Donald Trump quiere controlar las rutas marítimas y energéticas en su conflicto con China. El Canal de Panama vuelve a ser un negocio de espías y criminales que puede terminar entre bombas.

Desde el retorno de la democracia en 1989 a Panamá no se registraba tamaño descontrol social. Hace poco más de un mes, sindicatos obreros y gremios docentes iniciaron una huelga nacional para protestar, inicialmente, por una reforma por Ley al sistema de pensiones. El país se ha paralizado, sumándose a la queja sobre las pensiones al acuerdo por el cual el Gobierno ha garantizado a Estados Unidos regresar a sus antiguas bases militares, así como su voluntad de reabrir una mina a cielo abierto cerrada por decisión judicial de la Corte Suprema de Justicia en 2023, que declaró la reapertura como inconstitucional.

Sindicalistas, mujeres, estudiantes, pensionistas han paralizado el país, lo que ha provocado, en vez de un diálogo entre el Gobierno y los manifestantes, una enorme represión que, a su vez, alimenta la protesta. Pero llueve sobre mojado. Panamá, siempre tan obediente desde que los EU bombardearon el barrio popular El Chorrillo en la operación de destitución de Roger Noriega, es uno de los países con las tasas de desigualdad más altas del continente, carente de servicios básicos, con salarios de miseria, un alto desempleo y una enorme informalidad laboral.

De las pocas victorias populares fue el cierre del proyecto minero de la empresa canadiense First Quantum Minerals, lo que dio nuevos bríos a las protestas. Perderlo sería un golpe a la autoestima que ha echado a la gente a las calles. Por eso la respuesta del Gobierno de José Raúl Mulino ha sido, como en la Argentina de Milei o El Salvador de Bukele, la criminalización de la protesta, la brutalidad policial y la detención de líderes políticos y sindicales, lo que ha llevado a alguno de ellos a pedir asilo en embajadas extranjeras.

Como en otros momentos de la historia, las empresas bananeras forman parte de la gramática del conflicto. Los trabajadores de Chiquita Brands, la mayor empresa bananera en el país, llevan más de un mes en huelga, con cortes de carreteras que han afectado a todo el país. El recorte de beneficios a los empleados en las pensiones generó la protesta. El despido de personal y el cierre de operaciones en la región de Bocas del Toro, además de pérdidas millonarias ha avivado las protestas, que se han ido extendiendo por todo el país. La violencia policial, en un momento de descrédito del Gobierno, no hace sino alimentar la protesta.

La represión en Los Ángeles de mexicanos radicados en los EU renueva la identidad mexicana. Me recuerda a cuando en la Alemania Oriental se reprimían las protestas que, al calor de la perestroika, reclamaban más libertades. El aumento de la represión terminó tumbando el Muro de Berlín.

No hay que olvidar que la pretensión de Donald Trump de anexionarse el Canal de Panamá no hace sino alimentar el fervor patriótico de un país que, pese a su juventud, tiene la misma conciencia nacional que otros de más larga data. Un joven de 20 años o alguien de 40 no necesita que su país tenga más de un siglo para sentirlo como parte de su proyecto de trascendencia. Ni Trump ni Mulino han entendido esto y el acercamiento a Panamá de batallones de marines norteamericanos no va a hacer sino calentar aún más los ánimos. Es ahí donde hay que entender que el conflicto puede desatarse y afectar a toda la región.

La alemana Deutsche Welle, un medio conservador, no ha dudado en titular la situación como una “rebelión social en un país fracasado”. Igual que los medios norteamericanos están acusando a México de estar detrás de las protestas, pese a que la Presidenta Scheinmbaum lo ha negado categóricamente. Tratar a un país de Estado fallido es la antesala de su invasión.

En EU se ha militarizado la respuesta a las protestas contra las expulsiones. Tratar a los mexicanos, centroamericanos o venezolanos en EU peor que como tratan a sus perros en Beverly Hills no va a calmar los ánimos. Al contrario.

Stephen Miller, que es asesor presidencial y autor de la agenda antimigrante de la Casa Blanca, fue a presionar al Servicio de Inmigración y Aduanas:

“Salgan y arresten a extranjeros ilegales”, les gritó Miller a los funcionarios según cuenta el Wall Street Journal. No hagan listas de indocumentados “criminales”, sino vayan a “Home Depot donde típicamente se congregan jornaleros para esperar que los contraten, o las tiendas de autoservicio 7-Eleven”. Obedientes, empezaron redadas más agresivas en los lugares de trabajo, en los estacionamientos donde esperan jornaleros a que los contraten.

Milei, Netanyahu o Trump quieren convertir la violencia policial y la persecución judicial en la norma de las democracias occidentales. Señalarán a Panamá, a México, a Venezuela como “países fracasados”, alimentando así la necesidad, en nombre de la libertad y la democracia, de recibir a los marines y sus bombas.

El continente latinoamericano sigue en disputa y por eso tantas noticias de disturbios. En Colombia hay un intento de acorralar al Presidente Petro. Han sido los intereses de la derecha los que han buscado asesinar al conservador precandidato presidencial Miguel Uribe para intentar debilitar al Gobierno de Gustavo Petro y los que han sembrado el país de bombas. Así la derecha empieza a pedir una negociación con el ejército para “salvaguardar la paz”. Ya lo hicieron en Ecuador asesinando al candidato presidencial Villavicencio para echarle la culpa al correísmo.

En la Ciudad de México, un día antes de las elección popular de los jueces, 500 policías y militares interrumpían, sin autorización de los representantes políticos, un concierto del cantante vasco Fermín Muguruza, con la única voluntad de quebrar la normalidad y generar ruido y disturbar las elecciones.

Milei y su cancerbero Bulrich mandaban este sábado detener al líder popular Juan Grabois mientras protestaba por los recortes en el Instituto Juan Domingo Perón. Han culminado su estrategia condenando e inhabilitando de por vida a Cristina Fernández de Kirchner, sin ninguna prueba, con jueces amigos del mandatario Macri, en un caso, el llamado vialidad, donde se han quebrado las normas básicas del derecho. Y donde, una vez más, el lawfare opera justo antes de un proceso electoral donde CFK iba a presentarse por la provincia de Buenos Aires.

En Bolivia la derecha observa emocionada el enfrentamiento entre el Presidente Lucho Arce y el expresidente Evo Morales.

Y EU no va a dejar de provocar casi a diario a México, cuando no es con vuelos en la frontera será con la represión a los migrantes o con jueces diciendo que las fábricas de armas que venden a los cárteles sus artilugios de muerte en el fondo son hermanitas de la caridad que viven honestamente de su trabajo.

Sin embargo, en América Latina gobierna la izquierda en el 56 por ciento de los países, frente al 19 por ciento que lo hacen en Europa, según un reciente estudio de la CELAG que dirige Alfredo Serrano.

Está claro que el camino de una derecha que ha perdido pie en el continente incluye la violencia. Lo que reclama mucha inteligencia de la izquierda para no cometer el error de entrar al trapo y justificar la represión. Claudia Scheimbaum lo ha entendido perfectamente.

Pronto hay elecciones en Honduras que muy probablemente ganará Rixi Moncada, del Partido Libertad y Refundación (Libre) de Mel Zelaya. Venezuela, contra viento y marea, sigue su senda de democracia popular y elegirá en julio a los representantes municipales. Se vuelven e intentan desatar protestas en Cuba desde las universidades, alentadas desde fuera del país. Y la política migratoria de EU promete desestabilizar todo el continente regresando por la fuerza a los migrantes que estaban trabajando en el país.

América Latina debe consolidar la CELAC y la UNASUR, y estar atenta a las vulneraciones de los derechos humanos en este momento de disputa. Que, a todas luces, tendrán que ver con los intentos de los EU de volver a hacer del continente su patio trasero. Ya lo son los gobiernos de Bukele, Milei, Mulino, Noboa, Peña o Boluarte, pero no sus pueblos.

Porque sus pueblos, como los de México, Brasil, Chile, Venezuela, Uruguay, Colombia, Bolivia, Honduras están en la calle precisamente para que no les roben la paz.

Juan Carlos Monedero
Realizó estudios de licenciatura en Economía, Ciencias Políticas y Sociología. Es Doctor en Ciencias Políticas y profesor titular en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Ha dado clases en diferentes universidades de Europa y América Latina y es profesor honorario en las universidades argentinas de Quilmes y Lanús. Ha asesorado a diferentes gobiernos latinoamericanos. Entre otros libros, ha publicado La transición contada a nuestros padres, El gobierno de las palabras, Nuevos disfraces del Leviatán, Dormíamos y despertamos, Curso urgente de política para gente decente (15 ediciones y publicado en cinco países), La izquierda que asaltó el algoritmo, El paciente cero eras tú y Política para tiempos de indiferencia (2024). Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales de CLACSO en 2018. Ha sido ponente central en la conmemoración del Día Internacional de la Democracia en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y en la 28 Sesión Regular del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra. Tiene reconocidos tres sexenios de investigación. Es cofundador de Podemos, colabora en diferentes medios de comunicación y ha presentado durante cinco años el programa En la frontera en Público, donde tiene el blog Comiendo tierra.

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