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Fabrizio Mejía Madrid

12/06/2025 - 12:04 am

¿En qué creen Trump y Musk?

Tal como sucede con el tema de los aranceles parece más bien una estrategia que obedece a simple propaganda de la ideología que sustenta esa élite empresarial que tomó el poder con la segunda llegada de Trump, ya elegido por Dios.

La decisión de que la agencia para el control de la migración y las aduanas, ICE, hiciera redadas indiscriminadas en Los Ángeles tiene que haber considerado que esa es la ciudad que más rápido se incendia cuando hay flagrantes injusticias. Así lo fue en los motines de Watts en 1965, tras la absolución de los policías blancos que habían agredido a Rodney King en 1991, Black Lives Matter de 2013 y los disturbios tras el asesinato de George Floyd en 2020. No había manera de haber hecho un mal cálculo y pensar que los mexicanos en Los Ángeles no saldrían a marchar por miles. La decisión de Trump ha tenido distintas interpretaciones. Bernie Sanders, el eterno opositor demócrata, dice que es la intentona de Trump de extender su poder hacia lo militar blandiendo a la Guardia Nacional y a los marines como si California se tratara de un terreno invadido. John Stewart en su programa de sátira política se preguntó: “Antes de que estuviéramos hablando del Tren de Aragua transformado en el Home Depot, ¿qué era de lo que estábamos hablando?” Se refería, por supuesto, al dicho de Elon Musk al renunciar a su cargo en la burocracia dorada de la Casa Blanca, aquel en el que implicó al Presidente Trump en la red de pederastia del magnate suicidado en prisión, Jeffrey Epstein. Por su parte, algunos actores de Hollywood han visto en la decisión de atacar a los mexicanos en Los Ángeles como una puya contra todas las ciudades santuario, que son demócratas, en una especie de preparación para la elección en cuatro años más. La propia secretaria de seguridad nacional, Kristi Noem aprovechó el viaje para tensar las relaciones con México de la manera más petulante y morónica que se le ocurrió confundiendo las convocatorias de la Presidenta Sheinbaum en el Zócalo con un llamado a la insurrección de los angelinos. 

Creo que las cosas son más estúpidas de lo que parecen porque solemos pensar en que los presidentes y las élites en los EU son malévolas, con estrategias de largo plazo, donde no se sabe bien hacia donde apuntan sobre todo al principio. Pero tal como sucede con el tema de los aranceles parece más bien una estrategia que obedece a simple propaganda de la ideología que sustenta esa élite empresarial que tomó el poder con la segunda llegada del Trump ya elegido por Dios. De eso se trata esa columna. De lo que ideológicamente piensan Trump y los super millonarios como Elon Musk de gente como nosotros y lo que esa ideología los lleva a perpetrar sin miramientos con la realidad.

Lo primero que debo decir es que la idea me vino al leer los chats de las transmisiones en vivo de las protestas en Los Ángeles, Nueva York, y Chicago. Había una mayoría diciendo el clásico de “que se pongan a trabajar, que consigan un trabajo” a quienes justo estaban protestando para poder seguir trabajando en el país. Había otros que decían que eran puros criminales y una señora se preguntaba: “No entiendo si quieren hacerse mexicanos o que California se le regrese a México”. Se referían a la fotografía que justo Elon Musk había puesto en su red particular, X, de un hombre con una bandera mexicana delante de un coche en llamas. Su comentario era: “Esto no debe permitirse”. Es decir, azuzaba a los usuarios de derecha a escupir su xenofobia, racismo, e ignorancia. Lo cierto es que fueron enormes manifestaciones pacíficas de ciudadanos con doble nacionalidad, no necesariamente sin papeles, exigiendo la salida de la agencia de inmigración de Los Ángeles contra uno de los cinco ---cinco--- coches quemados en toda la jornada de ese día. Dejo dos datos para acompañar la fotografía y los chats: sólo el 7 por ciento de los sin papeles en los EU tienen antecedentes criminales; y el otro: se calcula que quienes se consideran parte del Make America Great Again, es decir, los que consideran que ser mexicano y delincuente son sinónimos, la base fascista del Partido republicano, son entre 50 y 80 millones de estadunidenses. Es una lucha muy desigual. 

Pero, ¿qué piensa Trump sobre los mexicanos? Lo ha dicho desde su primera Presidencia: dice que son criminales y ahora ha agregado a los venezolanos, haitianos que se comen a las mascotas, y a los que vienen del Congo que, según él, abrieron sus cárceles para que sus delincuentes entraran a EU, cuando lo que sucedió es que dejaron ir a prisión domiciliaria a varios por la saturación de las cárceles. Los congoleños salieron de ahí con problemas mentales y de movilidad pero Trump asegura que aparecieron en los aeropuertos de su país, listos para delinquir. Trump ha dicho, también, que, mientras le quita las residencias a universitarios, personas que habían obtenido ya su permiso por vías legales, y hasta ciudadanos estadunidenses, lo que quiere es vender visas doradas en un millón de dólares. 

Aquí debo hacer un alto. Trump es un neoliberal de los que surgieron tras las crisis del capitalismo en 2008, 2013 con el aumento de la migración sin papeles, y 2020, con la pandemia. Es un sector del neoliberalismo que introdujo la pseudociencia a sus políticas públicas. Se trata de una élite financiera y de la tecnología que cree en los tres fuertes: una naturaleza humana separada en razas, fronteras cerradas a la inmigración, y monedas sólidas como el oro y ---ellos dicen--- sus propias criptomonedas. Siguen conservando la misma idea de siempre de los neoliberales: que el Estado está para salvar al capitalismo por medio de rescates, recortes de impuestos a los más ricos, y desaparición del Estado de Bienestar. Pero han introducido una variante pseudo científica según la cual no es cierto que no existan las razas, como nos dice el estudio de DNA, sino que la sola apariencia física, y el lugar de donde vienen tus ancestros, divide a los humanos en gente que puede ser competitiva en un mercado, sea económico o político, y gente que, de plano, está perdida y no saldrá nunca de su atraso. Lo basan en unos estudios patito de biólogos y psiquiatras de las universidades gringas que distorsionado los datos de las mediciones de la inteligencia, el desacreditado IQ, con las supuestas razas que sólo ellos ven. Digo, para empezar ellos ven “latinos” o “hispanos”, sin considerar ya no los países de origen, sino contextos históricos y socio-económicos. Para estos pseudocientíficos del nuevo neoliberalismo, que es fascista, habría poblaciones que son aptas para los mercados y otras que no. Unas pueden competir, otras nomás trabajar por un dólar la hora bajo el rayo del sol. Han reeditado la vieja ideología racista de los climas donde los habitantes del frío son más aptos que los del trópico, una idea de las más perniciosas ideas del viejo Aristóteles, junto con que la democracia era peligrosa. Hay pobres y ricos determinados por la naturaleza por lo tanto es inútil toda política que luche por la igualdad. Es, como dijo Charles Murray en la reunión de la crema nata del neoliberalismo, la reunión de la Sociedad Mont Pelerin, fundada por Hayek, von Mises, y Milton Friedman, en 1996 en Cancún: “la lucha por la igualdad o la equidad es contra la naturaleza y contra el Dios que la creó”. Se funda así la tomadura de pelo llamada la “etno-economía”, cuya premisa es que existen unas razas hechas para triunfar en el mercado y otras para fracasar. Así, el Estado que rescata a las élites empresariales lo que estaría haciendo es dejar de perder el tiempo en programas sociales para gente que está perdida de antemano, por genética. Eso es justo en lo que cree Trump, junto con la base fascista del partido Republicano, el MAGA, y no tiene consideración por los datos de lo que aportan los trabajadores mexicanos, con o sin papeles, con doble o única nacionalidad, a la economía de los Estados Unidos. No tiene tampoco consideraciones de orden moral al atacar a ciudadanos y despojarlos de sus derechos al ser detenidos sólo por ser morenos o traer tatuajes. Para él, está sirviendo a Dios si se deshace de ellos. Los únicos que importan son los que por naturaleza son millonarios, no los que trabajan para sobrevivir. Al ser esto una creencia enmarca las acciones de sus creyentes y, de ahí, alguien puede desplegar a su agencia anti-inmigrante en una ciudad casi siempre alerta como Los Ángeles. Cree también que las visas deberían ser otra mercancía más. Cree que los Estados-Nación no deberían de ser los establecidos por la Constitución para todos sus ciudadanos, sino sólo para los que por genética pertenezcan a ellas. En el esquema de la etno-economía, los ricos establecen contratos con quienes quieren que sean sus vecinos. Sólo la estabilidad de lo homogéneo es buena para hacer negocios y puede hacer que los mercados funcionen como nos dicen los neoliberales. Así que se trata de multiplicar los apartheids, de mantener separadas a las supuestas razas, y verlos prosperar en su homogeneidad e inamovilidad cultural. Pero, a todo esto, ¿de que hablan estos fascistas yanquis cuando hablan de “cultura norteamericana”? De una ficción de que sólo ellos son la civilización cristiana que portan en sus genes la libertad que no es democrática, sino sólo para quienes pueden ejercerla desde una corporación. Por eso la llaman “etno-economía” y no “etno-Estado”.  

La élite que rodea a Trump, la de los tecno-fascistas como Musk, Bezos, Zuckerberg, Peter Thiel, el de Pay pal, y los autores de criptomonedas, han creado, además, otro esperpento ideológico. Me refiero al llamado “transhumanismo”, que no es otra cosa que Mentes humanas cargadas en computadoras para vivir eternamente en un paraíso de silicio, vigiladas por una Inteligencia Artificial como un Dios benévolo; un imperio en constante expansión que abarca las estrellas, destruye planetas y consume galaxias. Elon Musk ha dicho que la lucha no es entre ricos y pobres, trabajadores y capitalistas, sino entre existincionistas y expansionistas, es decir, los que demandamos que se tomen medidas globales para evitar la crisi climática y los que creen que debemos concentrarnos en irnos todos a Marte y que la tecnología resolverá cualquier problema humano, ambiental, y político. El imperativo moral sería “salvar a la Humanidad” y, para ello, acelerar el crecimiento de todo: el consumo de energía, las tecnologías, las tierras raras, la sobrexplotación de los trabajadores y de las mujeres porque se necesitarían un trillón de humanos para poblar la galaxia. No es broma. Es un cálculo que han hecho Musk y sus tecno-fascistas que hablan de ese futuro sobre el que no hay ningún adelanto científico para llevarlo acabo, pero que sí les reporta contratos con la NASA y el Pentágono, y pueden lanzar a una cantante a un vuelo espacial para promocionarse. El crecimiento ilimitado es una de las mentiras con las que Silicon valley nos quiere convencer de la necesidad de que tengan cada vez más dinero. No existe tal cosa como un crecimiento exponencial que no se detenga jamás en un desplome. Si vemos cómo se reproduce las bacterias en una sopa sabremos que llega un punto en que todas se mueren. Pero lo tecno fascistas hablan de que la tecnología está en un desarrollo exponencial que provocará algo que llaman “la singularidad”, es decir, un momento que han calculado para 2008 y no llegó y ahora están sobre el 2045 cuando toda la vida humana cambiará gracias a sus supercomputadoras de la Inteligencia Artificial. Es la ideología de la salvación por medio de la tecnología, algo que Trump probó en sus recortes al gasto público, las detenciones de supuestos delincuentes que fueron embarcados a una cárcel de El Salvador de Bukele, y con la consigna de obtener los datos biométricos de todo el planeta. 

Otro desarrollo falaz de estos tecno-fascistas son las criptomonedas que creen en la desregulación de los bancos centrales y los Estados-nacionales. En 2022, el consumo energético mundial debido a la actividad de las criptomonedas se estimó en 120 mil a 240 mil millones de kilovatios-hora, más energía eléctrica que la que consume toda Australia en un año. La huella de carbono asociada a las criptomonedas es enorme, con emisiones de aproximadamente 140 millones de toneladas métricas de carbono al año, más que las emisiones anuales de Austria, Noruega y Portugal juntos. A cambio de esta contaminación ambiental, la economía obtiene un instrumento financiero no regulado y una vía segura de lavado de dinero. Tanto la patraña de que existe la ciencia para poblar Marte como las criptomonedas son una forma de distraernos con una utopía técnica para que no veamos el dineral que les estamos otorgando a todos estos rentistas de plataformas digitales, sólo por el hecho de sentarnos a usarlas. 

Unos hombres blancos y ricos que piensan que son superiores genéticamente combinados con una creencia ciega en que todo problema social, político, y ambiental se resuelve con más contratos para la industria tecnológica, eso lo en lo que Trump y Musk creen. Y, mientras los agentes de la migra se enfrentan a los protestantes mexicanos, las cuentas de los billonarios vuelven a crecer. 

Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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