Pedro Mellado Rodríguez
13/06/2025 - 12:04 am
California, el estado 33 de México
En el último de los casos, si esos estados de la unión americana, determinados por la presencia de mexicanos y sus descendientes, quisieran toparse dignamente y de frente a Donald Trump, y decidieran convertirse en estados independientes, bien podría México firmar con esos nuevos países un tratado para la integración de una federación de naciones hermanadas por la sangre y la raza, frente a lo que quedara del viejo imperio estadounidense.
Deben ser muchos los desencantados que nacieron en México pero que tienen corazón gringo, porque el hombre naranja no ha propuesto que nuestro país, al igual como si lo ha sugerido en el caso de Canadá, se convierta en una estado más de la unión americana, en una estrella más en su bandera, la 51 o 52, en el supuesto de que los canadienses agachen la cerviz y acepten la propuesta de su alteza serenísima Donald Primero. Por supuesto, la mayoría de los habitantes de Canadá respondió a esa ofensiva propuesta con dignidad, decoro, rechazo y enojo.
Sin embargo, por el rumbo que están tomando las cosas en los territorios ocupados de México, entre ellos California, Arizona, Nuevo México y Texas, entre otros, en donde los descendientes de los propietarios originarios de la tierra exigen respeto del Gobierno estadounidense, empecinado en aumentar la cuota de deportaciones por capricho de su Presidente, para llevar a cabo una limpieza étnica en esos territorios que en 1848 le fueron robados a nuestro país, luego de la firma de los abusivos tratados de Guadalupe Hidalgo, protocolizados bajo el amago de los rifles y los cañones.
Por lo tanto, nada descabellado sería que México estuviera dispuesto a aceptar que el estado de California, marcado significativamente por la presencia de mexicanos y de descendientes de mexicanos de varias generaciones, decidiera tomar su propio camino y convertirse en el estado 33 de la República Mexicana. Y nada extraño sería que otras entidades estadounidenses en las cuales la presencia de mexicanos y sus descendientes es también abrumadoramente importante, como Arizona, Texas, Nuevo México, decidieran sumarse a la gran Nación mexicana, en una compensación poéticamente histórica por el despojo cometido por los gringos en el Siglo XIX.
En el último de los casos, si esos estados de la unión americana, determinados por la presencia de mexicanos y sus descendientes, quisieran toparse dignamente y de frente a Donald Trump, y decidieran convertirse en estados independientes, bien podría México firmar con esos nuevos países un tratado para la integración de una federación de naciones hermanadas por la sangre y la raza, frente a lo que quedara del viejo imperio estadounidense.
Claro que todo esto es una simple e irónica fantasía, pues México nunca ha tenido afanes expansionistas o imperialistas, pero nada extraño sería que algunas de esas entidades estadounidenses, hartas de los delirios del hombre naranja, optaran por ponerle un alto a sus desmesuras y delirios de grandeza, y pintar su raya geográfica.
México no debe desestimar los alcances de las locuras de Donald Trump y prepararse para lo peor, pues en una de sus delirantes decisiones, instigado e inspirado por los halcones que le acompañan en Washington y desde el Pentágono, bien podrían ceder a la pretensión de actuar militarmente en nuestro territorio e invadirnos subrepticiamente, con el pretexto de combatir a los cárteles de narcotraficantes ya clasificados como terroristas por su Gobierno.
Podría Donald Trump usar como pretexto las protestas de mexicanos y descendientes de mexicanos en varios estados de la Unión Americana, contra los abusos y la violencia de las acciones contra los migrantes para presumir que desde nuestro país se instiga a la rebelión de los violentos que, a su muy desmesurado juicio, habrían tomado por asalto las calles de Los Ángeles. En sus extravíos, todo es posible.
Las tentaciones intervencionistas de Donald Trump han estado latentes desde que inició su segundo periodo de Gobierno en enero pasado. Habría que recordar que el sábado 3 de mayo del 2025 la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo informó que rechazó la propuesta de Donald Trump para que el ejército estadounidense ingresara a México a combatir a los cárteles del narcotráfico. Para la Presidenta está claro que el territorio mexicano es inviolable y la soberanía no se vende, por el contrario, se ama y se defiende.
“El día de ayer salió en un periódico de los Estados Unidos, en el Wall Street Journal, que el Presidente Trump en una de las llamadas [telefónicas] me dijo que era importante que entrara el ejército de los Estados Unidos a México para ayudarnos en la lucha contra el narco. Y quiero decir que es verdad, que en algunas de las llamadas dijo: ‘¿En qué les podemos ayudar para luchar contra el narcotráfico? Les propongo que entre el ejército de los Estados Unidos a ayudarle’”, explicó Claudia Sheinbaum.
“¿Y saben qué le dije? ‘No, Presidente Trump. El territorio es inviolable, la soberanía es inviolable, la soberanía no se vende; la soberanía se ama y se defiende’. No hace falta; se puede colaborar, podemos trabajar juntos, pero ustedes en su territorio, nosotros en el nuestro. Podemos compartir información, pero nunca vamos a aceptar la presencia del ejército de Estados Unidos en nuestro territorio”, puntualizó la mandataria mexicana durante una gira de trabajo por el Estado de México.
“Colaboración, sí, cooperación, sí; subordinación, no. Siempre en defensa de la soberanía de México. México es un país libre, independiente y soberano. Eso es lo que quiere el pueblo de México y por eso, es lo que defiende siempre la Presidenta de la República. Esa es la grandeza de México", agregó Claudia Sheinbaum Pardo ese sábado 3 de mayo del 2025.
Pero la supina insolencia y misoginia de Donald Trump le llevó a declarar un día después, el domingo 4 de mayo del 2025, que “si México quisiera ayuda con los carteles, sería un honor para nosotros ir y ayudarla. Se lo dije (a Sheinbaum). Sería un honor para mí ir y hacerlo. Los carteles están tratando de destruir a nuestro país. Son malvados […] ella tiene tanto miedo de los cárteles que no puede caminar; esa es la razón […] La Presidenta de México es una mujer encantadora, pero le tiene tanto miedo a los cárteles que ni siquiera puede pensar con claridad”.
Siempre hemos sido vecinos distantes de Estados Unidos. Muchos agravios nos han hecho a lo largo de la historia. Sí, Estados Unidos es un imperio poderoso, el más depredador de que se tenga memoria. Pero tenemos una Presidenta valiente y un pueblo digno.
Hay riesgos en el futuro inmediato, pues en respaldo de los apetitos de Estados Unidos, expansionistas e intervencionistas, hay una minoría rapaz, históricamente traidora a la Patria, que agazapada y escudada en organizaciones presuntamente ciudadanas que representan sus intereses, enlazados con una ultraderecha beligerante y gritona, con una clase política proverbialmente corrupta y servil, y medios de comunicación que entonan a coro las consignas que pretenden imponer una falsa realidad que justifique los reclamos, acechanzas y ataques, hasta violentos y directos del imperio en contra de un Gobierno respaldado por la mayoría del pueblo, que se resiste a seguir jugando el papel de gerente de minorías privilegiadas.
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