La dramaturga Patricia Martínez Pedreguera habló con SinEmbargo sobre su obra teatral en la cual sumerge al lector en los escombros de una familia que va derrumbándose ante el secreto de un abuso.
Ciudad de México, 26 de junio (SinEmbargo).– Una familia como la estructura física de una casa pueden derrumbarse. En ambos casos, la sacudida mueve y transforma todo a su alrededor. Cimbra los cimientos e impide ver con claridad lo que sucede. Bajo esta metáfora la dramaturga Patricia Martínez Pedreguera escribió su obra teatral Sobre el sonido de un derrumbe, editada por la colección Tierra Adentro del Fondo de Cultura Económica.
“Yo tenía claro que quería escribir una historia sobre una familia donde hay un secreto que los está consumiendo y que en algún momento, en un momento catártico, uno de los integrantes intenta romper ese silencio”, comentó Martínez Pedreguera en entrevista con SinEmbargo.
Si bien esa era la estructura que Patricia Martínez tenía en mente y aún cuando ya había escrito una primera versión realista y dialogada, no le terminó de gustar. “Pasaron unos años y retomé el texto y quise jugar con la estructura por completo. En algún momento me encontré con la metáfora del derrumbe y me interesó que se sintiera así, que se caen las escenas, que empieza a desestructurarse todo”.
En ese sentido, compartió que la metáfora del derrumbe le llegó un poco después de que estaba jugando con la estructura de las voces. “Llegó literalmente de escuchar cómo derrumbaban una casa al lado donde vivo para construir un edificio. Yo soy una persona extremadamente sensible, un poco ansiosa y entonces todo lo que implicó estar al lado del sonido de una excavadora me perturbaba mucho personalmente, la estaba pasando muy mal y dije, ‘lo tengo que volver a algo creativo porque le estoy de alguna manera tengo que canalizar esta angustia’”.
De la misma manera determinó reunir a público y actores para fragmentar el espacio en una serie de voces sin un origen cierto. “Y entonces quise explorar desde dónde se ve un derrumbe, incluso hay una escena que se llama así y está un personaje que reza al fondo en su cuarto, y está en su monólogo, y de repente hay unos personajes que hablan a escondidas porque lo que están haciendo pues es un tabú”.
“Y así mientras iba escribiendo, me fui dando cuenta de que se estaba volviendo una historia bastante densa, en el sentido de que se volvió un poco asfixiante. Al inicio se dice, ‘hay un abuso’ y de repente se empieza a sentir que los personajes no están permitiéndose nombrarlo, pero aparte ese abuso, ese silencio los tiene atravesados. Y me di cuenta que se estaba volviendo muy densa”.
Fue así que determinó desarrollar una escena que rompe ese ritmo asfixiante, una escena protagonizada por un intermediario de Dios, en la que explora una convivencia metateatral. “Es este ejercicio de vamos a hablar de que estamos en el teatro, vamos a hablar que estamos viendo una obra de teatro que no es real, que esto es ficción, que nosotros tenemos otros temas en nuestra vida. Esa escena me parece que termina siendo un momento que incluso resulta cómico, pero al final también está hablando de cosas fuertes y ya luego volvemos a la historia”.
Patricia Martínez compartió que el resultado final fue uno de los textos que más le ha divertido escribir. “Yo disfruté muchísimo al escribirla jugando con todas las posibilidades y con romper, incluso con mi manera de escribir como he escrito antes, permitirme explorar nuevos recursos y uno de mis momentos favoritos es el final que ahí hemos estado viendo distintas perspectivas pero desfasadas”.