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Fabrizio Mejía Madrid

03/07/2025 - 12:04 am

Peña se hunde en Texcoco

Ese fue el retorno de Peña Nieto a los titulares de los periódicos en un documental que se llama La decisión del Presidente y que tiene el encanto de ser un retrato de la rancia élite política y financiera.

Esta semana reapareció el expresidente Enrique Peña Nieto hablando de Texcoco. Lo hizo en un documental del Centro de Estudios Espinosa Yglesias que no le recomiendo ver. Yo lo hice por ustedes y créanme que resulta difícil escuchar otra vez a Vicente Fox y a Felipe Calderón, a Amparo Casar hablando de corrupción, a José Ángel Gurría y al hijo de Miguel de la Madrid pontificando de economía, a Rosario Robles teorizando sobre la pobreza, a Chertorivski y a Quadri haciéndose los ecologistas, a Jorge Castañeda contando cómo él era el gran asesor de todos, y a Juan Pardinas, el exdirector del Reforma odiando a Andrés Manuel. Mientras veía las tortuosas cuatro horas me fui dando cuenta de por qué el cinismo me revolvía el estómago. En algún momento del documental, el exdirector del Reforma revela, con ese aire de suficiencia que le caracteriza, que ese documental se filmó a mediados del 2023. Por eso aparece Urzúa, el traidor Secretario de Hacienda de AMLO, despotricando contra el autoritarismo, aunque murió en 2024. Y entonces lo supe: lo que me daba náuseas era que estos personajes estaban hablando, pontificando, aseverando cosas, sin saber lo que ellos mismos se iban a convertir durante la campaña presidencial de 2024, que todavía no ocurría.

Así, Gurría que fue el encargado de no hacer el proyecto del PRIAN del “México ganador”, como le llamó Claudio X., o Pardinas que escoltó a Xóchitl Gálvez en su ridícula visita a Nueva York, o Quadri que fue fotografiado mientras cobraba una pensión de adulto mayor por la que votó en contra siendo diputado, o Amparo Casar que recibe una pensión millonaria de Pemex para ella y los bisnietos de sus choznos, todos están hablando del aeropuerto de Texcoco de Peña Nieto como si tuvieran alguna autoridad moral o política de algún tipo y no como los guiñapos que son ahora. Salvo Fox, Calderón, Rosario Robles y Castañeda que ya eran la ropa sucia apilada en una silla del rincón, todos los demás estaban por dar su gran función estelar de miseria política. Tenían el mundo por delante. Castañeda todavía no aparecía en televisión abierta asesorando a la candidata del PRIAN a que enlodara su campaña, por ejemplo. A algunos todavía les quedan algunos escalones hacia abajo del abismo. Todavía no apoyaban esforzadamente a Xóchitl Gálvez, al PRIAN, y al McPRIAN, porque aquí Chertorivski todavía no era el candidato del Movimiento Ciudadano que iba a obtener el siete por ciento en la Ciudad de México, ni de la Madrid el candidato del PRI que se aceptó que ni siquiera hubiera contienda interna contra Xóchitl. Y entonces, el documental empezó a resultar interesante.

Lo que vemos es a la élite que no pudo seguir robando con la construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco. Es un México que se ha ido diluyendo: el de los proyectos incosteables de “nivel mundial”, siempre comparables con Europa o con Hong Kong o Dubai, que resultan pozos de corrupción infinitos, de las organizaciones supuestamente académicas como Poder y México Evalúa, dedicadas a justificar los saqueos, de políticos que se avorazan sobre los recursos públicos como si no hubiera mañana, de echarnos en cara el haberlos sacado del poder con las urnas diciendo que no sabíamos lo que hacíamos. En el documental todos y cada uno de los arquitectos, ingenieros, y hasta un piloto se lamentan lo atrasados que somos los que votamos por López Obrador, nos vuelven a mostrar lo bonito que iba a estar su aeropuerto, lo grandote y moderno que iba a ser, cómo iba a solucionar todos nuestros problemas, y hasta íbamos a crecer al tres por ciento anual en nuestro PIB. Incluso hay un segmento en que Carlos Slim, el dueño de Telmex, dice que el aeropuerto “iba a formar clases medias”. Como una máquina a la que la alimentas con tezontle y del otro lado aparecen las clases medias. Era una verdadera máquina socio-económica de la que nos perdimos por un capricho de López Obrador. Por su ---cito---“soberbia y testosterona”, como dice el exdirector del Reforma; “porque no quería inaugurar un proyecto que fuera de otro Presidente”, según el exsecretario de Educación de Peña Nieto, Nuño; “porque quería demostrar que el que mandaba era él”, según el Canciller del “comes y te vas”, Castañeda. Para ellos, no existe manera de argumentar por qué López Obrador llamó a una consulta de cuatro días en que Texcoco perdió apabullantemente contra lo que sería el AIFA. Hay que decir que el documental tiene un tufo a rencor por esa derrota. Pasan más tiempo hablando del proyecto al que llaman hub porque era tan magnífico que el nombre “aeropuerto” le quedaba chico que de lo que sucedió con los campesinos de San Salvador Atenco. Es más: es un error hasta para un documental sesgado y propagandístico como éste que no se diga una sola palabra sobre la entrada a Atenco de las policías del Presidente Vicente Fox y del Gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, la madrugada del 4 de mayo de 2006 donde violaron a 11 mujeres y detuvieron a 207 personas a punta de golpizas y gases lacrimógenos. Nada. Para la élite ese evento no existió. La lucha en defensa de la tierra de Atenco es encuadrada en que eran “beligerantes”, que afilaban sus machetes en las banquetas cuando marchaban a la Ciudad de México, y que estaban infiltrados por Andrés Manuel, que, según Fox los azuzaba. Todo el problema de San Salvador Atenco para esta élite es que no les ofrecieron suficiente dinero por sus tierras. No hay la más mínima comprensión de las luchas agrarias de esa región que, junto con Acolman, Tocuila, Nexquipayac, Santa Cruz de Abajo, San Felipe y Atenco, han dado la lucha desde inicios del sexenio de salinas de Gortari. Las detenciones arbitrarias e ilegales, los abusos sexuales y violaciones a las mujeres, el allanamiento, el robo, y las torturas que sufrieron los detenidos no existen para este documental de los empresarios resentidos por el cierre de su negocito de final del sexenio de Fox. Incluso, Luis Téllez, el Secretario de Comunicaciones de Felipe Calderón, confiesa que ellos mismos empezaron a comprar terrenos en las inmediaciones del hub de “clase mundial” usando a terceros para evitar ser detectados por corrupción. Así lo dice en el minuto 43 del primer episodio: “Nos faltaban como 4 mil hectáreas para tener las tres pistas y junto con otros colegas míos del Gabinete que no tenían nada qué ver con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, pudimos comprar como 2 mil 800 de las 4 mil que faltaban. Los que me sucedieron en el cargo, tanto Molinar Horcasitas como Pérez Jácome terminaron de comprar a través de terceros para que no se hiciera un problema político como el que se hizo con Fox”. Lo dice Luis Téllez que siempre da la nota, no por que sea sincero, sino porque se siente impune. Otra comentarista de México Evalúa sale diciendo que los terrenos se adquirieron por Conagua diciéndole a los ejidatarios que era para un Parque Ecológico, pero que eran para las pistas. A lo mejor por eso se quemó el archivo de la Conagua dos meses después de que Andrés Manuel entró a Palacio Nacional.

Pero no hay forma de disimular la corrupción del aeropuerto de Texcoco. Los entrevistados hablan de un avance en tres sexenios de un 21 por ciento, pero el mismo proyecto había subido de valer 165 mil millones a 285 mil millones en unos años en que sólo se construyó una barda que costó 400 millones y la depredación de todos los cerros de tezontle y basalto para subirle apenas dos de los seis centímetros que, según los ingenieros, se necesitaban para que no se hundiera en el lodo del lago de Texcoco. Así, el Gobierno de Peña Nieto emitió bonos de deuda por 600 mil millones de dólares. Esa deuda, según ellos, se iba a ir pagando con el impuesto que pagan los pasajeros para hacer uso de las instalaciones de un aeropuerto. Con una simple división sabemos que es mentira. Para pagar la deuda del aeropuerto de Texcoco sólo con los 34 dólares del impuesto a pasajeros que se cobra, por ejemplo, en el Benito Juárez, se necesitarían transportar a 17 mil millones de pasajeros. Ellos calculaban que, en el clímax de su desarrollo, el "hub que fabricaba clases medias” de Texcoco iba a transportar al año 70 millones de pasajeros. Es decir, vuelve uno a sacar la calculadora: la deuda de bonos se terminaría de pagar después de 252 años del aeropuerto a tope. Dos siglos y medio después de Enrique Peña Nieto. En el año 2270, cuando los choznos de Amparo Casar sigan cobrando su millón y medio anual de su pensión en Pemex.

Los entrevistados de la élite siguen insistiendo en que el Lago de Texcoco fue un invento de Andrés Manuel. Lo hacen con la pedantería que da la ignorancia de nunca haber estado en el Oriente de la Ciudad de México y el Estado de México, de no saber que es un sistema hidráulico toda la cuenca cerrada del Valle de México. El exdirector de Reforma y Felipe Calderón siguen pensando que, por que sólo ven la presa Nabor Carrillo ahí no hay como dicen “páramos desérticos”. No se han dado una vuelta cuando llueve y se almacena ahí toda el agua que escurre de Sierra Nevada. No aprendieron en la primaria que estamos rodeados por un eje neovolcánico del que escurre agua a mares. Quizás no andan en el país cuando tiembla o el Popocatépetl exhala vapor de agua. Y tampoco saben que el gran error de los ingenieros ha sido sacar esa agua de la ciudad y traerla de nuevo de cuencas de otros estados. Nada. Para Calderón y para el del Reforma no existe ningún lago. Y, claro, si no existe, pues no hay daño ambiental. Y tampoco patos que comen de ahí el pasto salado. Con uno de esos patos metido en una turbina tienes un accidente que mata a 300 pasajeros.

Pero se desgañotan anunciando un tremendo accidente que, según ellos, era inminente en 2023 entre los vuelos del AIFA y los de Toluca. ¿Quién sabe por qué no chocan los aviones en París entre el Charles De Gaulle, el Orly, y el BVA? Porque son franceses y esos sí son de “clase mundial”. Pero acá el capricho de Andrés Manuel hizo que los ingenieros militares que construyeron el AIFA, las agencias aeronáuticas internacionales, y hasta los controladores no sepan nada y todo lo hagan al chilazo embarrando los aviones con los cerros. Eso es lo que dicen ahí, en ese documental, que hacen a diario y ellos se frotan las manos en espera de un accidente mortal.
Dice José Ángel Gurría que salió más caro cancelarlo que seguir adelante poniendo bardas de 400 millones y desgajando cerros de tezontle alrededor. En ningún momento ponen de manifiesto que 6 mil millones de dólares de deuda no tienen nada qué ver con los 7 mil millones que el Gobierno de Andrés Manuel destinó para las recompras. Insisten, en cambio, en una especie de ilusión de lo que no fue. Sin haber proyectado nunca servicios de agua, luz, transporte, educación en la zona del aeropuerto, ellos siguen creyendo que la sola presencia del hub de “clase mundial” ahí iba a generar, como dice Calderón, “quizás millones de empleos” o, como dice Rosario Robles, 400 mil empleos por generación espontánea, surgidos del tezontle y de la diosa Starbucks. Y que, cuando el tirano caprichoso de López lo canceló, “la gente estaba muy triste porque sentía que el aeropuerto era suyo”, como asegura Yuriria Mascott, que era entonces la Subsecretaria de Comunicaciones de Peña Nieto. Nos perdimos las protestas de los cientos de miles que sentían el aeropuerto como suyo. Nos perdimos sus lágrimas. Nos perdimos su dolor.

Como dije, el documental es una exhibición impúdica de una élite que pensó y sigue pensando que ellos son “Todo México”. Por eso, cuando hablan de la consulta lo hacen desde el desdén del millón que fuimos a rechazar el aeropuerto y exigimos la renovación de la zona lacustre. Dice Federico Patiño, director del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México entre 2015 y 2018. Dice: “En esa consulta pusieron urnas en Tabasco, Chiapas, Oaxaca, donde la gente no utiliza los aeropuertos”. Los arquitectos que perdieron su hub de “clase mundial” se lamentan de no haber construido uno como el de Hong Kong, en una isla del mar porque, según ellos, hacerlo en una isla es igual a hacerlo en el lodo de un Lago. Y enseñan lastimosamente sus proyectos, sus dibujos a colores, de cuántas franquicias cabían en los pasillos, del techo que era de una sola pieza, de los cárteles inmobiliarios que cabían alrededor, de que hasta, ya después de la deuda, se les ocurrió que podrían llenar otros lagos en Chalco y en Xochimilco para que se fueran los patos para allá. Y hablan y hablan como en una sobremesa repetitiva de que era mejor tener un solo aeropuerto, y cerrar el Benito Juárez y el del Ejército en Santa Lucía, que hasta habían hecho unos dibujos para la zona oriente de la capital donde iba a haber unos malls con su Domino's y su PF Chang's y su Miniso. Y lo que realmente quieren decir es que de todas esas hectáreas la inversión iba a expulsar población, como desde el inicio del neoliberalismo: los pobres no caben y son desechables.

¿Pero, a todo esto, qué dice Peña Nieto en el documental? Sólo dice dos cosas muy aproximativas. La primera es que “cuando llegas a un país lo evalúas por el aeropuerto al que llegas”, cosa que revela una falta de contacto con la gente de el país visitado. No veo a Peña Nieto como alguien que salga a caminar o que visite un museo o compre un libro en un café. Lo otro que dice es que ---cito---: “Nunca pensé que iba a cancelarlo. Especulé en mi interior que López Obrador iba a continuar con el proyecto”. Ese fue el retorno de Peña Nieto a los titulares de los periódicos en un documental que se llama La decisión del Presidente y que tiene el encanto de ser un retrato de la rancia élite política y financiera de la que sirve como una despedida luctuosa.

Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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