Ciudad de México, 12 octubre (SinEmbargo).- Cuando Gerardo Grande leyó sus poemas una noche en Monterrey, había una cantina, cervezas en grandes tarros y mucha gente agrupada alrededor de sus pasos por las mesas.
Un poeta a los 20 años debe caminar por las mesas, hacer barcos de papel e incendiar su propio libro en una ceremonia que a todos ponga incómodos y perplejos.
Como un pájaro mutante alimentado con restos urbanos, la poesía de Grande toma el testigo infrarrealista y clama porque los muchachos corran desnudos por las ciudades en llamas, acaso para amarrar el espíritu de Mario Santiago y Roberto Bolaño, amarrarlo a la tierra y con ello a la vida.
Nacido en ciudad de México en 1991, Gerardo ha publicado Canto de mi árbol en el incendio y Animalito Rockero, además fungir como compilador y prologuista de AstroNave Panorámica de Poesía Mexicana (1985-1993), libro editado por la Universidad de Monterrey y la UNAM.
Sus poemas fueron dados a conocer en revistas como Tierra Adentro, Radiador, Trifulca y Punto de Partida, entre otras. Formó parte de la “Red de los poetas Salvajes” hasta diciembre de 2010, fecha en la que se concluyó el proyecto y es fundador de la editorial/mapa de muchachos en llamas Orquesta Eléctrica.
Becario del “Curso de Creación Literaria para Jóvenes 2011, Capítulo Monterrey” (Fundación para las Letras Mexicanas / Universidad Metropolitana de Monterrey).
“Fui un niño que congeló caballos de papel en espera de revivirlos después de muchos meses de muchos años cuando fuera grande para regalar a mis hijos un fósil construido por su papá. Una melodía que llevaran cerca del corazón como la que me sembró mi padre la noche cuando todavía no era niño y la sembró con la certidumbre de que pintaría mi piel
Y su reflejo fuera despacio por mis pulmones mis arterias mis enjambres de arena y ritmos para revelar mi forma de cohete sideral”, dice.
– ¿Hace cuánto que escribes poesía?
– Creo que la poesía se vive y los poemas se escriben. En ese sentido vivo poesía desde antes de aprender a escribir. Recuerdo que de niño para habitar un mundo paralelo y posible dentro de mis días me inventaba escenarios alternativos, escenarios que ahora los ubico como poéticos, por eso creo que el niño es un poeta en potencia. Hace poco encontré un poema de un duende y una caverna que escribí cuando tenía cinco años.
– ¿Qué es la poesía?
– Incendio, explosión e implosión. A veces es lo que escapa al ojo humano, un ente invisible y gigante como animal monstruoso que te atraviesa y sabes que existe. Otras veces es un profundo sol negro al que puedes o no entrar y es mejor tirarte dentro pues no te dejará solo. Otras veces la poesía se puede ver, es ese momento que parece no cuadrar en la realidad inmediata y te estremece. Al final la poesía siempre está en otra parte nunca demasiado tiempo en el mismo lugar, como los ovnis.
– ¿Es un síntoma de la juventud que se te pasará cuando seas mayor?
– Pienso en la juventud como un estado del cuerpo y del alma, nunca de inmadurez o falta de experiencias. Sin embargo el cuerpo envejece y el alma en este mundo se pone gris. No pienso en que se me irá la juventud, aunque es muy probable, a mis 22 años no puedo ni quiero mirarme en el futuro, sería un asesinato.
– ¿Quiénes son tus poetas preferidos?
– Los poetas que al leerlos te dejan en llamas. El poeta punk Julio Inverso, Vladimir Maiakovsky, Raúl Zurita, Stella Díaz Varín, Ramón Martínez Ocaranza, Pablo de Rokha, y muchos más, incluso los que todavía no nacen
– ¿Qué piensas de la nueva poesía mexicana?
– Hablo de los muchachos que nacieron en la década en la que yo nací, los ‘90. De los inicios de obras que podemos leer de poetas jóvenes mexicanos pienso que ya hay otras influencias distintas a los tienen los chicos que nacieron, por ejemplo, en los ‘80. Esto es en gran medida por el uso frecuente de la Internet, se rompen las barreras geográficas y es más fácil acceder a poéticas y títulos que acá no se consiguen. Creo que hace falta más autocrítica, ahora parece que todo lo escrito es un poema logrado, el auge de editoriales independientes y la autopublicación han perjudicado en cierto punto la construcción de la autocrítica. Hay propuestas poéticas en las que se vislumbra camino por recorrer, un camino que se logrará, sin embargo sé que ninguno revolucionará la poesía mexicana, y está bien, cumplimos una función histórica y si logramos hacer nuestro papel de la mejor manera, dejaremos el camino para que otras generaciones vengan a revolucionar la poesía.
– ¿Crees que los jóvenes leen más a José Juan Tablada y Villaurrutia que a Octavio Paz?
– Depende, los poetas jóvenes que tienen como brújula la academia y al canon leen a los tres. Creo que hay una búsqueda natural de crear otros “pilares” literarios, tal vez es el tiempo de los Julio Inverso, Papasquiaro, Severo Sarduy, Manuel Capetillo y es en gran medida por la internet. Ahora es más fácil formarse como escritor con influencias de países lejanos o autores mexicanos que en su momento no fueron difundidos.
– ¿Cómo es tu proceso de escritura?
– Casi siempre es en la noche, me gusta mucho escuchar música antes de escribir, me puedo pasar hasta una hora poniendo a Charly García, a Fito Páez, punk, rock, folk, me lío un cigarrillo tras otro y luego tomo el primer impulso como un tren cósmico. Así es con los poemas, ahora con mi novela paso todo el día pensando en frases largas, en cómo viene mejor decir una cosa u otra para que ayude a la secuencia y movimiento de la novela.
– ¿Escribes otras cosas además de poesía?
– Comencé a escribir una novela
– ¿Qué le dirías a un joven poeta?
– Escribí un poema que se titula “20 balas 20 naves 20 ojos 20 puños 20 años en este ex país solitario bajo la noche solitaria” y es el poema con el que abre mi libro Animalito Rockero, creo que ahí hay algo de lo que podría compartir con un joven poeta de mi edad. Lo único que puedo decir es a partir de mi experiencia personal, vivir vivir vivir antes de apagarse. Escribe y no te detengas. Lanzarse a los caminos. Todo estará ok.