Múnich, 10 nov (dpa) - Una gran parte de los cuadros de grandes maestros de la pintura moderna hallados el año pasado en un piso de Múnich fueron adquiridos de forma legal por el coleccionista de arte Hildebrand Gullit y pertenecen legítimamente a su hijo, estima la policía aduanera alemana en un informe que citan hoy medios del país.
Un total de 315 obras proceden "exclusivamente de museo estatales, municipales o regionales" de los que fueron confiscados y vendidos a Gurlitt, por lo que "los derechos de devolución o restitución de los antiguos propietarios no serían viables", señala el informe del que se hacen eco el semanario "Focus" y el dominical "Bild am Sonntag".
La fiscalía de Augsburgo investiga a Cornelius Gurlitt, de 79 años, por sospecha de evasión fiscal y desfalco. En febrero de 2012, la policía aduanera descubrió por casualidad y confiscó un total de 1.406 pinturas de grandes maestros como Pablo Picasso, Paul Klee o Hénri Matisse que los nazis declararon "arte degenerado".
Expertos en historia del arte intentan dilucidar desde entonces la procedencia de los cuadros, que podrían haber sido confiscados a museos o robados a judíos durante el nazismo. El espectacular descubrimiento se filtró a la prensa hace pocos días desatando un gran revuelo.
Según el "Bild am Sonntag" el padre de Gurlitt, el coleccionista Hildebrand Gurlitt, fallecido en 1956, le compró al Ministerio de Propaganda de Joseph Goebbels en el año 1940 más de 200 pinturas, incluida "La familia campesina" de Pablo Picasso, "El paseo" de Marc Chagall y "El puerto de Hamburgo" de Emil Nolde por 4.000 francos suizos, a razón de 20 francos por cuadro.
En 1941 adquirió otras 115 obras de "arte degenerado" que los nazis retiraron de más de un centenar de museos por considerar que no reflejaban los ideales del régimen.
Sin embargo, los agentes de la policía aduanera también encontraron en el apartamento de Gurlitt los libros de contabilidad del padre en el que figuran nombres de coleccionistas judíos a los que les compró cuadros a precio de ganga, destaca la revista "Focus".
Entre las obras almacenadas en el piso de Múnich figuran, además, 181 cuadros que pertenecieron "con gran probabilidad" a un coleccionista judío de Dresde, que se vio obligado a venderlas a toda prisa antes de huir de los nazis.
Los herederes de este coleccionista tendrían derecho a la restitución, considera la aduana alemana. Así lo ve en el caso de por lo menos 13 pinturas que fueron vendidas por judíos en apuros.
El gobierno alemán aseguró hoy que dará a conocer sin demora en internet la información al respecto a las obras cuya procedencia no está clara.
"El gobierno y las autoridades de Baviera quieren avanzar con rapidez en la investigación de la procedencia de las obras de arte de la colección Gurlitt", dijo a dpa el portavoz del ministro alemán de Cultura, Bernd Neumann. "Estoy indignado con las autoridades alemanas por haber mantenido este hallazgo tanto tiempo en secreto", expresó Michael Hulton, un heredero del comerciante de arte judío Alfred Flechtheim, Michael Hulton, en declaraciones a "Focus".
El gobierno alemán admitió días atrás estar desde hace tiempo en conocimiento del espectacular descubrimiento de Múnich.
Varias de las obras confiscadas en Múnich fueron expuestas al parecer en 1956 en Nueva York y San Franciso con la venia del Ejecutivo alemán, señala, por su parte la edición dominical del diario "Frankfurter Allgemeine Zeitung".
Según el diario, Gurlitt prestó 23 cuadros para una exposición sobre pintura alemana del siglo XX, entre ellos obras de Franz Marc, Vassili Kandinsky y Paul Klee, que al parecer no despertaron las sospechas ni del gobierno germano ni de las autoridades de Estado Unidos.
Esto ocurrió a pesar de que el papel de Hildebrand Gurlitt como comprador de arte por encargo del jerarca nazi Joseph Goebbels era conocido. Gurlitt fue interrogado varias veces por soldados norteamericanos después de la guerra y le fueron devueltas las pinturas.
Entre ellas se encontraba "El domador de leones" de Max Beckmann, una acuarela que Cornelius Gurlitt vendió en subasta en 2011 y que había pertenecido a Alfred Flechtheim. El coleccionista judío tuvo que emigrar en 1933, por lo que Gurlitt tuvo que pagar una parte de los ingresos del remate a los herederos de Flechtheim.
Entre tanto, Cornelius Gurlitt escribió al semanario "Der Spiegel" para pedirle que "no mencione más" el nombre de su padre, indica la edición electrónica de la revista. Gurlitt no quiere que el nombre de su padre "sea vinculado con el régimen nazi".