#Anuario2013 | Estudios científicos evidencian que animales y hombres tienen más en común de lo que se pensaba

21/12/2013 - 12:00 am

Por Valentin Frimmer/dpa

Berlín, 21 dic (dpa).–  Miles de científicos investigan año tras año el mundo animal y en sus estudios hallan a veces curiosos paralelismos con el ser humano, y no sólo en experimentos con monos.

Así, las abejas ponen en funcionamiento su cerebro con cafeína y a las llamas les gustan más los medicamentos si están mezclados con una rica crema. Y es que en algunos estudios con animales publicados en 2013 es fácilmente reconocible un comportamiento humano.

Muchas veces, los hombres quieren causar una buena impresión cuando bailan. En esto, los machos del ave-lira soberbia (Menura novaehollandiae) no se quedan atrás y en su danza de cortejo demuestran una variedad de pasos, con los que impresionan a sus hembras.

Pueden hacer tanto un baile más tranquilo como uno más salvaje, indicó Anastasia Dalziell, de la Universidad de Canberra, en Australia.

"Al igual que nosotros bailamos vals con una melodía de vals o salsa con música de salsa, las aves-lira macho dan pasos hacia un costado y despliegan sus plumas caudales como un velo para una canción, que suena como una máquina automática de la década los 80", indicó.

La vida nocturna salvaje cansa. Y sólo una cosa ayuda: el café. Esta bebida oscura no sólo mantiene despiertos a millones de personas en el mundo, sino también mantiene en alerta a las abejas.

La cafeína altera la estructura del cerebro de las abejas y fortalece su memoria, según descubrieron científicos británicos de la Universidad de Newcastle.

Con la dosis correcta de cafeína, las abejas recuerdan hasta tres veces más tiempo el aroma de una flor, por lo que los expertos concluyeron que esta sustancia fortalece la memoria a largo plazo de estos insectos.

Si bien los cerebros de las abejas y de los seres humanos son muy diferentes, "en el nivel de células, proteínas y genes funcionan de manera muy similar. Por lo tanto se podría investigar en abejas cómo influye la cafeína en nuestro propio cerebro y comportamiento", indicaron los científicos británicos.

Muchos adultos no podrían imaginarse un día de trabajo sin café, pero a la mayoría de los niños no les gusta esta bebida. Sólo cuando llegan a la pubertad copian de los adultos el hábito de tomar café.

Abejas activan su cerebro con la cafeína como los humanos. Foto: EFE
Abejas activan su cerebro con la cafeína como los humanos. Foto: EFE

Algo similar ocurre entre los monos vervet (Chlorocebus pygerythrus). Estos pequeños primates observan qué alimentos prefieren sus congéneres y entonces también los prueban y los comen, pese a que no sea de su gusto.

Los animales no aprenden a probar los alimentos por sí mismos, sino al imitar a sus congéneres, concluyen los científicos. "Esto tiene sentido en la naturaleza, donde el conocimiento del nativo es con frecuencia la mejor indicación para un comportamiento óptimo en su entorno".

Sin embargo, cuando se trata de algo que no tiene buen gusto, la presión del grupo no es de gran ayuda.

Por ejemplo, en el caso de un medicamento antitusivo amargo, los niños pequeños lo escupen, al igual que las llamas. Es por este motivo, por el cual los medicamentos pediátricos tienen azúcar agregado, para hacerlo más atractivo al gusto.

A las llamas no les gusta el medicamento contra la duela del hígado, enfermedad parasitaria conocida también como fasciola hepática, y se resisten con todas sus fuerzas a ingerirla.

Científicos de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena, Austria, desarrollaron una pasta medicinal que tiene buen gusto y que los animales consumen sin problemas.

Chimpancés y su furia al perder. Foto: Wikimedia Commons
Chimpancés y su furia al perder. Foto: Wikimedia Commons

Tanto entre los niños como entre los adultos hay malos perdedores. Se enojan mucho si pierden tres veces seguidas en un juego de mesa, como el parchís.

Un estudio de la Universidad de Duke, en Durham, en el estado norteamericano de Carolina del Norte, mostró que los monos reaccionan de manera similar en este tipo de situaciones.

Si los chimpancés pierden en un juego de azar, se enfurecen. Los científicos sometieron a los primates a un experimento, en el que probaron su actitud frente a la toma de decisiones, al ponerlos frente a una elección entre una opción segura y otra arriesgada.

Si elegían la opción más riesgosa, recibían su alimento favorito o uno que no les gustaba. Si se decidían por la opción más segura, recibían su alimento habitual.

Cuando los chimpancés se decidían por la opción arriesgada y el resultado no era el esperado, comenzaban a gritar, a quejarse o a gemir.

En cambio, al escarabajo pelotero sudafricano (Scarabaeus satyrus) no le gusta correr riesgos. Para proteger sus bolas de estiércol de sus congéneres, se alejan del montón de estiércol rápidamente haciéndolas rodar.

También a la noche pueden hallar su camino. Para ello, de forma similar a lo que lo hacían los antiguos navegantes, se guían por las estrellas. Estos insectos usan, entre otros, la Vía Láctea para orientarse, según descubrieron científicos suecos.

Sus experimentos demostraron de forma inequívoca que los escarabajos no pueden orientarse con estrellas individuales en las noches sin luna, sino con la Vía Láctea en su totalidad.

En la relativamente seca Sudáfrica, la Vía Láctea se puede observar en general con mayor claridad que en otras regiones del planeta, como por ejemplo en Europa central. Esto, si bien por otros motivos, también es muy valorado por los seres humanos.

Redacción/SinEmbargo

Redacción/SinEmbargo

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