Sobreviví porque soy un milagro de Dios: Víctor Burgos

12/07/2013 - 11:24 am

Por Rommel García Beristain

Tijuana, 12 Jul. (Notimex).- A poco más de seis años de un derrame cerebral que lo puso al borde de la muerte, el ex campeón minimosca de la FIB y uno de los hijos adoptivos de Tijuana, Víctor Burgos, se considera un milagro de Dios.

De caminar lento, lo mismo que sus palabras al momento de relatar su historia a Notimex, el llamado "Acorazado" recuerda, hasta donde su memoria se lo permite, ese momento crucial de su vida, el 3 de marzo de 2007 en Carson, California.

Víctor, de 38 años de edad y quien llegó a Tijuana a los 13, luego de quedar huérfano de padre y madre, accedió a su charla, a propósito del 124 aniversario este 11 de julio, de la fundación de Tijuana, una ciudad a la que dice, le ha tomado especial cariño.

Burgos, que como muchos mexicanos llegan a Tijuana, provenientes de otras ciudades de México, se considera ya un tijuanense, aunque lo ubican como oriundo de Cosalá, Sinaloa, pero él reconoce haber nacido en Puebla.

No es fácil hallar a Burgos en Tijuana, pues aunque las secuelas de ese derrame cerebral se han ido reduciendo por el apego a las terapias físicas, se la vive en la calle, trabajando como mensajero en el Instituto Municipal del Deporte.

Y debe trabajar, pues con tres hijos aún en edad escolar, todo el dinero que ganó en sus 57 combates a lo largo de su carrera, se le fueron en terapias, medicamentos y los gastos propios, de quien aspira a una total recuperación física.

No reniega de su situación económica, por el contrario, lo ubica en la realidad, que como campeones mundiales o en sus días de gloria, la mayoría de los boxeadores no quieren ver. En la debacle, los amigos escasean, huyen, se acaban.

Las personas que lo ayudaron, dice, "se cuentan con los dedos de una mano y me sobran dedos", y para rematar, puntualizó que su manejador, de quien ni siquiera quiere mencionar su nombre, le obstaculizó los apoyos, negándose a recibirlos.

La noche del 3 de marzo de 2007, para Burgos está fuera de su memoria, no la recuerda, "el médico me dice que durante la operación me pudieron haber cortado un nervio y por esa razón no recuerdo a cabalidad", abundó.

Era el round 12 de su pelea contra el armenio/australiano Vic Darchinyan, en disputa el cetro mundial mosca de la Federación Internacional de Boxeo (FIB), nueve meses después de su más reciente pelea contra el colombiano Luis Doria.

"Se tardaron mucho en programarme, contra Darchinyan", señaló al atribuir a este lapso ser una de las razones del derrame cerebral; otra, el estilo marrullero del peleador armenio, al hacer uso, desde su consideración, de golpes sucios en el boxeo.

Al margen de esas consideraciones, a Burgos le queda claro que con las posibilidades en contra y de acuerdo a los antecedentes y con la dificultad de sobrevivir, Dios puso las condiciones para que seis años después pudiera contar su historia.

Dijo que La Divina Providencia, le puso frente al lugar donde se desarrollaba la pelea un hospital, en el cual fue internado apenas unos minutos después de que tuvo lugar su desvanecimiento, "cinco minutos después hubieran sido fatales", recordó.

Luego de haber sido inducido en coma y permanecer tres meses en rehabilitación antes de salir del hospital, Burgos vivió toda una odisea, al punto mismo del suicidio, con pensamientos recurrentes, pero se sobrepuso, "porque soy un privilegiado de Dios".

Transcurridos los tres meses, la recuperación tomaría su tiempo, por lo que quedaba a expensas totales de su esposa Claudia Montiel, a quien con profunda gratitud menciona por su paciencia y cuidados, para él y sus tres hijos.

También menciona a tres personas que lo apoyaron en los momentos de profunda necesidad, recuerda que una de ellas vive en Estados Unidos y quien durante unos seis meses lo apoyó, "quisiera recordar su nombre, pero no puedo esforzarme", comentó.

Otro fue el ex campeón mundial Antonio Margarito, quien le hacía llegar de manera puntual cada mes 100 dólares, y Alejandro Alfaro, quien de su tienda de artículos para el hogar, le surtía cada mes de su despensa, "no me daba dinero, pero me ayudó mucho".

Burgos, quien cuando fue campeón mundial recibía reconocimientos del gobierno de Puebla para presumirlo como nativo de aquella entidad, evoca que vivió una etapa sumamente difícil y que si nunca concretó sus planes suicidas se debió a sus hijos y esposa.

Ahora, repuesto en gran medida y con la movilidad suficiente, lograda con su disciplina en las terapias de rehabilitación física, con sus hijos Karina, Jazmín Guadalupe, Jessica Andrea y Víctor Jair, se atreve a hacer planes para el futuro.

Aunque su situación económica sigue siendo modesta y dependiente de su trabajo como mensajero, Víctor se vislumbra como entrenador de boxeo, pero de manera moderada, considerando que cualquier esfuerzo le podría traer un nuevo derrame cerebral.

"Por prescripción médica no puedo alterarme mucho", dice, mientras considera que el boxeo es todo una combinación de emociones, por lo que al momento se ubica y menciona que tiene que pensarlo con detenimiento.

Por lo pronto, el próximo 16 de julio acompañará en su esquina a su sobrino Juan Carlos Burgos, cuando dispute en Lincoln, California, el vacante título intercontinental superpluma de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) ante el colombiano Daulis Prescott.

 

Redacción/SinEmbargo

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