El gran salto se vuelve un documental tan íntimo que muestra el lado más vulnerable del deportista, uno que está detrás de subir al podio o quedarse en el camino a una competencia. La cinta llega a las salas de cine este 12 de agosto a través de las pantallas de Cinépolis en 22 ciudades de México.
Ciudad de México, 12 de agosto (SinEmbargo).– Después de la emotiva edición de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, de ver a deportistas de élite posar sobre el podio cargando sus medallas o desgarrarse en llanto por no alcanzar un buen resultado, uno sigue sin imaginarse todo trabajo que hay detrás de cada uno sus triunfos y fracasos. Hoy el documental El gran salto, de Jorge Porras, nos da muestra de ello a su llegada a salas de cine.
El documental fija su lente en la familia Rivera, un cuarteto de hermanos a los que les fue inculcado desde niños la disciplina por el deporte y de donde emanó Luis Rivera, el mejor saltador en la historia de México y que en 2013 impuso un nuevo récord mundial universitario en Salto de longitud y fue reconocido con el Premio Nacional del Deporte.
El gran salto sigue a Luis de cerca en su intento por por clasificar a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. La inquietud del director chihuahuense por realizar el documental viene de su amistad surgida en su infancia con el atleta.
“Ibamos juntos en la primaria, luego la secundaria, prepa. Yo crecí con junto con la familia Rivera en Agua Prieta, Sonora, incluso me tocó entrenar atletismo de pequeño también por algún tiempo, pero nuestros caminos se fueron a diferente rumbo. Me vine a vivir a Chihuahua, estudié comunicación, empecé a hacer cine”, cuanta el director en entrevista con SinEmbargo.
Su reencuentro con Luis se dio en 2013, cuando a la vida del atleta empezaban a llegar los reconocimientos por todos lados a la par que realizaba un Doctorado en Ingeniería Industrial en el Tecnológico de Monterrey.
“Me puse a investigar y me di cuenta que no había mexicanos con estudios de doctorado que llegaran a Juegos Olímpicos, eso fue el tema principal que me atrapó y que dije ‘esta historia se tiene que contar, pase lo que pase con Luis, vamos contar la historia de esta persona que está rompiendo paradigmas cuando todos los campeones olímpicos que hemos tenido muchas veces no han podido ni siquiera terminar estudios profesionales y Luis y está terminando un doctorado”.
Y así empezó en 2013 la filmación, aún sin financiamiento y a una sola cámara, la aventura fue tomando fuerza hasta sumar cinco años de grabación y recorrer junto con los Rivera cinco países en su hazaña deportiva.
EL DETRÁS, DE LO QUE POCO SE HABLA
Hablar sobre Luis Rivera es pensar sobre su fuerza, sus logros, como ser elegido por la Universidad de Arizona como el saltador de la década, el haber llegado a los JJOO de Londres en 2012, ser parte de Universiada Mundial de Kazán rompiendo el récord mexicano en salto de longitud con 8.46 metros, pero como todo ser humano, aunque se nos olvide, tiene un lado vulnerable.
El gran salto se introduce a los vínculos más íntimos del deportista: su conexión competitiva y a la vez sana con sus hermanos, su interés por inspirar a las nuevas generaciones y su relación con su esposa.
“Me di cuenta tanto con Luis, como con otras familias que pudimos entrevistar, que la familia es fundamental para cualquier atleta. Yo estoy seguro que todos los participantes que vimos en Tokio tienen a un papá, a un hermano o a un familiar que sacrificó mucho para que ellos estuvieran ahí. Un familiar que inculca desde muy temprana edad el deporte está sembrándote una semilla, y ese desarrollo se debe regar todos los días, y ese es el camino de los familiares y de la gente cercana a los deportistas. El llevarlos a las competencias, el hacerla de psicólogos desde bien chiquitos, el motivarlos, ayudarlos que ellos encuentren ese amor y esa pasión por el deporte y la mantengan. Es una labor muy desgastante y se tiene que estar en las buenas y en las malas. La película es un poco un agradecimiento, reconocimiento y homenaje a esos papás”.
Y es que si algo nos deja en claro el documental, así como lo hicieron los JJOO de Tokio, es que la salud mental es algo esencial en cualquier deportista, incluso no sólo en ellos sino también en la personas que los rodean y tienen que sobrellevar junto a ellos sus triunfos y peores momentos.
“Siempre hay un acompañamiento de alguien que no es reconocido, que no se lleva los trofeos, las medallas y los aplausos. Estoy seguro que en cada atleta hay un papá, una mamá, un abuelo, una esposa o un hermano por lo menos que ha sacrifico mucho y ha estado al pie de cañón”.
Más allá de los aplausos que puede generar el ganar medallas o las críticas de no obtenerles, Jorge Porras recalca busca con su documental que la gente se dé cuenta de todo el cumulo de trabajo duro y emociones hay detrás de cada competencia.
“La gente tiene que ver esta película para ver que a lo mejor no hay medallas ahorita en México, pero se aplaudir aún cuando haya una. El documental ayuda a ver lo que pasa detrás, en la mente de un atleta, todo lo que conlleva y despertar esa empatía. Tanto familiares de deportistas tiene que verla porque se van a sentir identificados, como la gente que ha disfrutado de Juegos Olímpicos, o que ha quedado duda por qué Mexico no gana una medalla. Que vean la película, conozcan un poco más y generen esa conversación de todo lo que hay detrás de un atleta olímpico”.
El gran salto llega a las salas de cine este 12 de agosto a través de las pantallas de Cinépolis a 22 ciudades de México.
“Tengo ilusión de inspirar aunque sea un poco a los líderes del mañana. Quiero que la gente se inspire a ser líder. A México le hacen falta muchos líderes y en el deporte los tenemos. Lo que yo me quedo de esta producción es que el deportista tiene una capacidad inigualable de inspirar y motivar a los niños a seguirlo. Yo quisiera que más niños, jóvenes o adolescentes den ese paso por entregar todo por una carrera profesional por el deporte. Si hay alguien con una espinita, que se anime y que la familia, amigos y gente cercana entienda que que ser un deportista de alto rendimiento no es hobbie es una profesión”.