Susan Crowley
03/05/2025 - 12:03 am
John Tavener y lo que el Papa no pudo resolver
Escuchar la obra de John Tavener, es abrir la posibilidad de atisbos individuales capaces de plasmar universos de belleza. En su música, las imágenes ocupan el lugar de las palabras, de las promesas incumplidas, de la promoción de una imagen pública con discursos vacuos. El arte brinda la posibilidad de la contemplación. En medio de la tristeza, de las desgracias del planeta, de la inminente decadencia, la belleza estará ahí como redentora.
Los ángeles pintados en las iglesias ortodoxas simulan un vuelo. Gráciles, son las almas primigenias, los custodios que permanecen a nuestro lado. Para quien considera su fe como una comunión con lo sagrado, las imágenes angélicas son testimonio de que existe algo más allá de lo demostrable. “Dios se hizo materia para mostrar al hombre como salir de la materia” diría en sus Antirréticas, Nicéforo.
Como se narra en los evangelios, un pequeño grupo de hombres y mujeres pobres, marginados, elevaron a universal la voz de su maestro. En poco tiempo, su labor y empeño se multiplicó. La Buena Nueva permeó el espíritu de Medio Oriente y Europa. Jesús vivía en la voz de sus discípulos. Cambió una era, derrotó a un imperio, convirtió la palabra en una religión de estado. El poder de su credo fue capturado por artistas que tradujeron la gloria del cielo en la tierra. Arquitectos, músicos, pintores, escultores intervinieron como los estetas de Dios. Cimabue, Giotto, Fra Angélico, Miguel Ángel y hoy en día Bill Viola lograron representar la ternura, la virginidad y el sacrificio de María; el poder transfigurado de Jesús en Cristo, su resurrección y su mandato como emperador del universo; la belleza no material de los ángeles, querubines, serafines y arcángeles; las acciones de santos y mártires cuyas vidas ejemplares los convirtieron en cuerpo de la Iglesia. En manos de estos creadores se dotó a las ideas de un lenguaje claro, inmediato, lleno de poesía y trascendencia.
Conforme los votos de pobreza se olvidaron y el catolicismo se encumbró como una institución de poder centralista, ajeno a los problemas del mundo, el artista pareciera seguir con la firme idea de retratar la esencia de la palabra, una palabra que cada vez está más vacía de contenido, que se escucha menos. En el arte, las imágenes, los sonidos y las palabras tienen el poder de recuperar su valor primigenio. Sir John Tavener (1944-2013), compositor inglés logró momentos de misticismo que hoy urgen a la humanidad.
Tavener no sólo fue un músico exquisito en su estilo y parte fundamental en las vanguardias de los años setenta de Inglaterra. Converso a la Iglesia Ortodoxa, a la que brindó temas de una exquisita sencillez, con un lenguaje puro de enorme caudal espiritual. Sin embargo, no dejó de evolucionar en su pensamiento, como lo pudo hacer Jesús cuando intuyó que el real conocimiento venía de sitios más lejanos que Egipto. Después de muchos años de práctica, Tavener dejó la ortodoxia y se movió al hinduismo.
A partir de los textos de William Blake, Tavener creó The Lamb, una de las piezas favoritas de Navidad para los ingleses. El músico inglés se inspiró en la obra de Oliver Messiaen, y ha sido comparado con Arvo Pärt. Admirado por los Beatles, que editaron en Apple Records, The Whale, basada en la historia de Jonás y la ballena; y conmovió a millones de espectadores con Song of Athene utilizada para el momento crucial de los funerales de la princesa Diana.
En 2001, con su don musical, Tavener se unió a las imágenes del director de cine Werner Herzog, en uno de esos extraños instantes de fe en la era contemporánea. Pilgrimage (Peregrinación) es una oda a la sacralidad. A través de imágenes, sin una sola explicación porque no la hay, el peregrinar entre dos universos: el de la tierra y el del cielo. En un lago congelado, los peregrinos se arrastran sobre el hielo para llegar a la Iglesia de San Serguiev Posad en Rusia. Las imágenes de devoción y fe se entremezclan con otras mucho más conocidas para nosotros los mexicanos. Es la procesión que cada año se lleva a cabo a la Basílica de Guadalupe. El llanto de hombres, mujeres, ancianos y niños se mezcla con la fragilidad de su avance de rodillas para llegar a postrarse delante de la virgen.
«No pienso que sea una cosa extraña ser un músico sacro en el atardecer del siglo XX, lo que pienso que es extraño es el siglo XX, pienso que el atardecer del siglo, es anormal. Quizá, nunca entendamos verdaderamente lo que es la Cristiandad. Cuando miro la música occidental, sé que tengo un pedazo de ella, pero cuando la miro realmente la veo más pequeña de cualquiera de las cualidades de la Cristiandad, y particularmente las cualidades de las Beatitudes, que son pobreza de espíritu y pureza de corazón. Son muy difíciles de encontrar hoy en día en medio de la música», dijo Tavener como despedida. Desde muy joven fue diagnosticado con un extraño síndrome conocido como Marfan, que lo postró en sus últimos años. No dejó de crear imágenes musicales hasta muy avanzada su enfermedad. Murió a los 69 años.
En plena Semana Santa, murió el papa Francisco. Para muchos, con sus homilías, encíclicas, sus viajes y sus entrevistas predicó con la intención de cambiar las cosas dentro de la Iglesia. Admirador de la obra de San Francisco de Asís, adoptó su nombre. Es el Papa de los pobres, de los marginados, de los migrantes, escuchó a la comunidad trans; incluso habló sobre el cambio climático. Su personalidad carismática y la humildad en su forma de vivir y expresarse abrió la posibilidad de renovación de una iglesia anquilosada que viene cargando cualquier cantidad de errores históricos. El simple hecho de cambiar el discurso y dirigirlo desde el lado de los “no vistos”, “los olvidados”, puso en crisis el poder de un sistema que se ha empeñado en mantenerse vivo sin cambiar un ápice.
Pero la bondad y el carisma de Francisco no alcanzan para cubrir las deudas de una institución que, por siglos, ha negociado con reyes, políticos, pedófilos y mafias. Si con una mano extendió la renovación, el Papa Francisco no pudo señalar lo suficiente los errores históricos, mostrando la imposibilidad de cambiar las cosas como no lo fuera en el discurso. Palabras que son bellas pero que en un contexto de desgracia quedan huecas. Hoy, a Ucrania, a Gaza, a los migrantes, a los enfermos de SIDA, a las víctimas de curas pederastas, a los grupos diversos y a los desprotegidos les sirve de poco la imagen de piedad del representante de la iglesia católica. Una iglesia que apostó por la ambición, por la corrupción y por voltear la cara y no apiadarse de quienes más la necesitan.
Escuchar la obra de John Tavener, es abrir la posibilidad de atisbos individuales capaces de plasmar universos de belleza. En su música, las imágenes ocupan el lugar de las palabras, de las promesas incumplidas, de la promoción de una imagen pública con discursos vacuos. El arte brinda la posibilidad de la contemplación. En medio de la tristeza, de las desgracias del planeta, de la inminente decadencia, la belleza estará ahí como redentora.
En la versión escrita de sinembargo.mx dejo para ti algunas ligas de la obra de Tavener.
The protecting veil:
Canción de Atenea:
The Lamb:
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