Héctor Alejandro Quintanar
09/05/2025 - 12:05 am
Rubalcava es un tiro en el pie
La única congruencia en él es precisamente en su actitud destructiva y en su chapulineo constante, mismo que lo desacredita ante lo único que podría justificar su nombramiento, que sería el saber lidiar con el sindicato tan priista y tan charro del Metro, liderado desde hace años por el priista novoaliancista Fernando Espino Arévalo.
Desde 2018 un amplio sector de la conversación pública se ocupa de lo que, en su interpretación, es la incongruencia de Morena al aceptar personajes provenientes de otros partidos. Y en ese sentido, un amplio espectro usa como punto ilustrativo central el caso de, por ejemplo, Manuel Bartlett.
Así, dentro de la estridencia opositora, el expriista poblano representa la maldad antidemocrática encarnada. En su ser se encarna el fraude de 1988 y la represión estatal. Y omiten muy bien que todos los perpetradores protagónicos, facilitadores y beneficiarios de ese fraude siguen vigentes en las filas del PRIAN, como el salinismo, Diego Fernández de Cevallos, los exgobernadores panistas como Francisco Barrio o el júnior hijo del fraudulento central a quien incluso aún asumen como candidato presidencial: Enrique de la Madrid.
Pero la leyenda negrolegendaria de Bartlett contrasta con otros hechos. El expriista poblano puede decir que, de 1999 a hoy, su semblante ideológico es consistente.
Y es que él fue de los pocos priistas que en ese año dieron la espalda a Zedillo ante un intento de reforma eléctrica privatizadora. Luego, ya como Senador, Bartlett fue en 2003 el principal opositor contra otra propuesta de privatización energética pretendida por Fox, episodio donde en noviembre de ese año, el priista apareció codo a codo con Cuauhtémoc Cárdenas para tal empresa. Y volverían a aparecer juntos a partir de ese año en causas que tenían que ver con la defensa de la soberanía, cuestión que Cárdenas explicó bajo la premisa de que ese valor está por encima de conflictos en el pasado.
Un par de años después, en 2005-2006, Bartlett, Javier Corral y otro Cárdenas, pero esta vez Raymundo, fueron el tridente patriótico que encabezó la defensa de la Nación ante el atraco que representaba la Ley Televisa. Ahí, Bartlett no sólo rechazó esa Ley sino que evidenció a los entreguistas de su entonces partido, el PRI. Esa brega antitelevisa fue la antesala del priista para declarar, en abril de ese año, que él votaría por López Obrador, con quien se acercó.
Poco después, AMLO y Bartlett fueron firmes opositores a la reforma privatizadora del sector energético que propuso Felipe Calderón en 2008, nueva antesala para que, abiertamente, López Obrador invitara al poblano a su campaña, en marzo de 2012, año en el que Bartlett se tornó en Senador del PT donde de nuevo fue escudo anti privatización energética en 2013 y opositor firme a la bajeza peñista de la Ley de Seguridad Interior.
Así, el nombramiento de Bartlett en 2018 en la estratégica Comisión Federal de Electricidad en el primer Gobierno de la llamada "Cuatro Te" venía precedido de dos décadas de escrupulosa militancia progresista, misma que no borra el pasado de Bartlett pero sí lo reivindica con lo único que puede ofrecer un político de causas legítimas: congruencia.
En ese sentido, destaca en estos días el nombramiento de Adrián Rubalcava como director del punto neurálgico capitalino que es el Sistema de Transporte Colectivo Metro, un enclave que, por sus recursos monetarios y su relevancia para la viabilidad de la Capital del país, resulta de una importancia crucial.
La Jefa de Gobierno, Clara Brugada, hizo este nombramiento bajo la premisa de mejorar al Metro. Sin embargo, la carrera de Ruvalcaba va en el sentido opuesto.
Perredista tornado en priista para luego ser prianista antes de sumarse a la campaña de Claudia Sheinbaum cuando sus partidos le negaron una candidatura, se trata de un personaje con un historial de corruptelas y agresiones al movimiento donde hoy dice militar.
La única congruencia en él es precisamente en su actitud destructiva y en su chapulineo constante, mismo que lo desacredita ante lo único que podría justificar su nombramiento, que sería el saber lidiar con el sindicato tan priista y tan charro del Metro, liderado desde hace años por el priista novoaliancista Fernando Espino Arévalo.
Dos preguntas emergen de esto. ¿Acaso no hay cuadros y capacidades en Morena para dirigir un espacio tan estratégico? Y dos, ¿qué se gana al poner a un tipo que aportó tan poco a la causa que dice abrazar y que no reporta ningún beneficio y sí una carga negativa indelebles.
No se puede obviar el sentimiento ya no digamos de incongruencia del morenismo que hoy lo aúpa sino más bien de traición.
La reflexión a ese respecto es de alarma: como señala el maestro y consultor Abraham Zamora, pareciera que el caso Yunes abrió un punto de no retorno en la práctica de saber navegar un barco con el lastre en su lugar secundario y no capitaneando el viaje.
Es momento de corregir el rumbo y de dejarle claro a ese lastre, y a otros, que sí quieren viajar, dónde está su lugar.
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