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Héctor Alejandro Quintanar

23/05/2025 - 12:05 am

No es carroña: es esencia

El apunte va en el sentido de que no es la condición de ser políticos de oposición la que les ha abierto las fauces carroñeras, sino más bien al revés: son las fauces carroñeras las que los han llevado a la condición de irrelevancia que ahora tienen.

El martes 20 de mayo fueron asesinados en la Ciudad de México dos funcionarios capitalinos ejemplares, Ximena Guzmán y José Muñoz, secretaria particular y asesor respectivamente de la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, en un crimen cuya ejecución, a plena luz del día, ha motivado diversas hipótesis. Ante la condición reciente del lamentable hecho, y por respeto a la memoria de las víctimas, no habrá en estas líneas especulaciones de ningún tipo, pero sí una reflexión sobre las reacciones que concitó tal acto.

Y es que no se puede obviar la falta de escrúpulos con que respondieron varios actores de la opinión publicada y aún con mucho impacto público. Apenas tras poco tiempo de haberse consumado el cobarde crimen, un plumero de Televisión Azteca, como si de su boca excretara palabras Salinas Pliego, se atrevió a asegurar que se trataba de un “ajuste de cuentas”, frase no sólo comodina sino inculpatoria, cuyo efecto -buscado o no-, es restar gravedad al delito, quizá porque se deja la sensación de que las víctimas “se lo buscaron” o en su pasado se habían metido en cosas indebidas.

Ni siquiera en momentos de crisis, varios voceros notables de los principales partidos de oposición evitaron exponer sin ambages su mezquindad. El priista Alejandro Moreno publicó un comentario donde hizo escarnio absurdo del Gobierno capitalino para luego, hipócritamente, decir que se solidariza con dos de sus exmiembros asesinados. El panista Santiago Taboada, líder del cártel inmobiliario y excandidato a Jefe de Gobierno, publicó un tuit semejante. No es que haya nado sincronizado, es que cuando se es intelectualmente limitado y moralmente reprobable, se suelen hacer cosas parecidas y llegar a conclusiones similares, cada bobo por cuenta propia.

En un dicho peligroso, el pillo con fuero Ricardo Anaya, excandidato presidencial del PAN, aseguró que se trataba de un “crimen de Estado”, lo cual, se lo haya propuesto o no, insinúa que quizá el asesinato fue perpetrado por propios integrantes del Gobierno o del partido en el cual ambas víctimas servían.

Esa inercia fue persistente en voces de políticos presuntamente profesionales que tenían la enorme oportunidad de mostrar prudencia y recato ante un momento de crisis que daña a todos, pero, fieles al estilo de que en tiempos recientes más vale ganar visibilidad a costa de lo que sea, optaron por escupir sandeces.

Cosa parecida se dio en el terreno de otras plataformas seudoperiodísiticas, como la ya referida bajeza de Televisión Azteca, y en redes sociodigitales, donde entes repulsivos como Ricardo Alemán, en un tono de funcionarios prianista, espetó acusaciones parecidas a las de Taboada o Moreno: señalar la inseguridad de la capital como si esto fuera un ente abstracto y como si ellos fueran peritos oficiales que ya determinaron que el móvil del crimen fue un asalto, como los muchos que se cometen en la Ciudad de México.

Más lejos, un individuo de nombre David Miklos, quien se desempeña como profesor en una institución de educación superior, usó el crimen cobarde para exhibir su sevicia, al mofarse del vehículo en que viajaban las víctimas. Ni qué decir de las hordas de cibergarrapatas y ciberporros de redes sociodigitales como X, que, como se sabe desde 2024, muchos de ellos funcionan con base en dinero público ilegal, quienes hicieron escarnio del hecho, mostraron alegría malsana al respecto o especularon estupideces rayanas en lo criminal, como asegurar que el asesinato es resultado de un supuesto grupo del obradorismo aliado con el narco matando a otros aliados con el narco.

Con sobrada razón, muchas voces públicas criticaron estas bajezas al señalar como carroñeros a sus emisores. El cartón del caricaturista José Hernández el miércoles 21 de mayo fue magistral en ese sentido, al exponer a un par de hienas con belfos chorreantes, que representa muy bien a la sinrazón de estas voces que no son viscerales, sino viles.

Y es ahí donde valdría la pena complementar un argumento. La idea de un sector del PRIAN y sus urracas de interpretarlos como carroñeros implica la noción de que estos seres están buscando un pretexto, incluso la muerte ajena, para tratar de sacar alguna ventaja política y así salir de su condición aminorada como oposición. Es decir, pareciera que las sandeces que excretaron están más motivadas por la condición de estar fuera del Gobierno para, según ellos, así ganar electores producto del miedo y recuperar un sitio en el poder.

Pero podemos retomar algunos hechos del pasado reciente. En agosto de 2015, por ejemplo, cuando ocurrió el impune y miserable crimen del asesinato en la Colonia Narvarte -donde fueron asesinados un periodista y una antropóloga-, fue el propio Ricardo Alemán el primero en exculpar sospechosos en el poder -como el hampón Javier Duarte-, mientras él y su legión de lectores enfermos insinuaron que el asesinato era porque el departamento era una casa de citas y sus habitantes andaban en malos pasos.

No hace mucho, cuando el PRI gobernaba en 2014, y ocurrió el crimen de Ayotzinapa, fueron propios politiquillos de ese partido, y también del PAN, además de los consabidos vocerillos de siempre, quienes hicieron no sólo escarnio sino burla de los estudiantes desaparecidos, en grados que hablan de una podredumbre moral irresoluble. En las páginas de comentarios de el periódico El Universal, por ejemplo, los lectores de Ricardo Alemán -o quizá sus bots y ciberporros-, se solían referir al episodio, entre risas virtuales y otras canalladas, como “la parrillada de Cocula”.

Poco tiempo antes, cuando el país estaba bajo las garras corruptas del narcogobierno de Calderón, la propia autoridad se dedicaba a dar un tiro de gracia simbólico a las víctimas de la violencia con sus declaraciones miserables. En el peor de los escenarios, se inculpaba a inocentes, como cuando el ejército calderonista calumnió a dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey asesinados de ser “sicarios armados hasta los dientes” en 2010. En el mejor de los escenarios, las víctimas eran presentadas como “daños colaterales” y se reducía la gravedad de más muertes acusando con ligereza que los victimados “se matan entre sí”.

Estos lamentables ejemplos abundan, y en esta reflexión, se reduce la situación al tema que tiene que ver con muerte y asesinatos. Si extendemos el radar a otros ámbitos, la vileza se mantiene, como ha sido el caso de cómo la prensa reaccionaria y comentócratas intelectualmente corruptos han tratado a López Obrador y Claudia Sheinbaum y otras figuras, inventando calumnias sobre ellos, su entorno y hasta sus familiares menores de edad, bajezas que se remontan no a 2018, sino a décadas atrás.

Dicho de otro modo, el apunte va en el sentido de que no es la condición de ser políticos de oposición la que les ha abierto las fauces carroñeras, sino más bien al revés: son las fauces carroñeras las que los han llevado a la condición de irrelevancia que ahora tienen. Porque hay que decirlo con claridad: muchos políticos y comentócratas hoy en desgracia han sido antes entes gobernantes o cercanos al Gobierno. Y la clave está en decir que como poder o como oposición han sido igual de viles, por lo que su carroñería no es producto de una estrategia desesperada y sucia para crecer electoralmente, sino que la vileza es su esencia indeleble.

Héctor Alejandro Quintanar
Héctor Alejandro Quintanar es académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, doctorante y profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Hradec Králové en la República Checa, autor del libro Las Raíces del Movimiento Regeneración Naciona

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