Franz Beckenbauer, un emblema nacional con la pelota de por medio

11/09/2013 - 1:00 am
Foto: Twitter
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Ciudad de México, 11 de septiembre (SinEmbargo).- Una de las más grandes escuelas del futbol se construyó bajo un nombre y apellido. En épocas de consolidación mundial, el deporte más popular del mundo tenía vacante los puestos de grandeza. Con apenas tres décadas de la profesionalización del deporte, Alemania tenía en sus manos consolidar una realidad inimaginable años atrás. Sufrir primero para después gozar, fue una escuela teutona que se estableció gracias a una pelota.

Franz Beckenbauer (Múnich, 1945) era un chico alto nacido en un año clave para la humanidad. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, una nación que quiso dominar al mundo estaba destrozada. Amante de su suelo natal, vivió la reconstrucción de Alemania con una pasión fervorosa por la pelota. Excluidos de la Copa del Mundo de Brasil 1950 como castigo al conflicto bélico, se encargó de prepararse para competir. Una propaganda que antes era un bombardeo pro nazi, se enfocaba ahora por un amor hacia el balón que comenzaba a mover el planeta.

Envuelto en ese ambiente de lucha social por volver a creer, ese chico se quedó siempre en casa para convertir a Múnich en una capital de futbol mundial mientras defendía la camiseta nacional como nadie. El Bayern Munich era en 1960 un equipo pequeño alejado de la grandeza de hoy en día. Ese equipo compró a un Franz de 15 años con los sueños de un ganador nato. Cuatro años después sería una pieza clave para que el club bárbaro consiguiera el ascenso a la Bundesliga mientras la selección nacional lo seguía de cerca.

Foto: fifa.com
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Dos años después anotaría cuatro goles en el mundial de Inglaterra 1966, consolidándose como uno de los mejores jugadores de la época desde el medio campo. Con gran visión de juego y mucha fortaleza para recuperar la pelota, vivió el primer escándalo internacional. Hasta la fecha no se sabe si aquella pelota cruzó la línea después de pegar en el larguero para darle la victoria a Inglaterra frente a esa Alemania que había sido campeón 12 años antes en Berna. Con 21 años, el primer descalabro de una carrera prodigiosa se asentaba para curtir una personalidad.

Consolidado en el torneo local, Beckenbauer llegó a México 70 siendo capitán de su selección. En la memoria histórica está escrita con letras de oro aquella actuación con el brazo sometido para evitar el dolor. Del partido del siglo entre Italianos y alemanes, la imagen del “5” teutón alimentó pasiones en todo el planeta. El esfuerzo sobrehumano de un genio de la pelota subió el listón exigente para todo aquel que quisiera ser profesional. Franz terminaría celebrando el tercer lugar del primer mundial mexicano.

Como la misma nación, Franz Beckenbauer tuvo que sufrir derrotas para levantarse. En 1974, siendo local, nadie le quitó la gloria que no había podido conseguir en dos procesos anteriores. Se coronaron en el olímpico de Múnich ante un talentoso equipo de Holanda que revolucionó la forma de ver este deporte. El Káiser inventó la posición de Libero, un defensa central con capacidad de tocar la pelota como un mediocampista talentoso. Después, el legado se completaría siendo entrenador. Otra vez México le negaría el triunfo al perder con la Argentina de Maradona, cuatro años después, se convertiría junto al brasileño Mário Zagallo en campeón del mundo como jugador y entrenador.

Franz es hoy miembro activo de la dirigencia del Bayern Munich, uno de los mejores equipos del mundo. Beckenbauer es la imagen de un parte-aguas ideológico. Un futbolista que construyó una mentalidad que dominó por mucho tiempo el futbol mientras un país se iba consolidando como potencia. Ante la admiración del mundo, el Káiser pateó una pelota como nadie para ser considerado uno de los mejores futbolistas en la historia. Un hombre que sobrepasó los límites de un deportista. Un emblema nacional en toda la extensión de la palabra.

Foto: Facebook
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