El efervescente Modernismo catalán deslumbra en la ciudad italiana de Ferrara

18/04/2015 - 10:05 am

Gonzalo Sánchez

Ferrara (Italia), 18 abr (EFE).- Barcelona comenzó el siglo XX sumida en una serie de disturbios urbanos que le valió el apelativo de “La Rosa de Fuego” pero, al mismo tiempo, desarrolló un efervescente Modernismo que ahora puede admirarse en la ciudad italiana de Ferrara.

Con la muestra “La Rosa de Fuego. La Barcelona de Picasso y de Gaudí”, Ferrara recuerda, no solo la obra de estos dos genios españoles, sino también a otros reconocidos modernistas como el ingeniero Ildefons Cerdá y los artistas Ramón Casas o Santiago Rusiñol.

El pase para la prensa tuvo lugar hoy y permanecerá abierta desde mañana hasta el 19 de julio en el Palacio de los Diamantes, un complejo renacentista enclavado en el corazón de esta ciudad medieval de la Italia septentrional.

El comisario de la muestra, Tomàs Llorens, explicó en una entrevista con Efe que la elección de Ferrara se debe a su “gran tradición expositiva” y defendió que “hacen falta muchos contactos internacionales” para dar a conocer el arte español.

“El público internacional desconoce mucho del arte español y del modernismo catalán, con la excepción de Gaudí y de Picasso. Hacen falta muchos contactos internacionales como este para que el público pueda llegar a conocerlo”, apuntó.

Con 123 piezas procedentes de galerías y colecciones de todo el mundo, entre ellas catorce firmadas por Pablo Picasso, el recorrido lleva a cabo un estudio de la temática modernista y una retrospectiva de los acontecimientos que marcaron aquellos años.

La Ciudad Condal era una capital “rebelde y efervescente” que se se sumergió en un “contexto optimista” a raíz de la celebración de la Exposición Universal de 1888 pero pronto ese escenario cambió y derivó en un ambiente social marcado por la “depresión”.

Con la llegada del nuevo siglo, la ciudad atravesó unos años convulsos que quedaron reflejados en esta corriente artística y que estuvieron propiciados por, entre otros factores, la pérdida de la colonia de Cuba, el desastre de la industria y la crisis social, de la que se nutrió un “espectacular pero no destructivo” anarquismo, apuntó Llorens.

Este escenario, en el que fluyó el Modernismo, aparece planteado en esta ambiciosa exposición, que comienza con un repaso de la arquitectura catalana mediante fotografías de Adolf Mas, y con bocetos y dibujos de Gaudí, como los de la “Cripta del Parc Güell” (1908-1910).

Asimismo analiza el ambiente intelectual de la época, concentrado especialmente en la taberna de “Els Quatre Gats” en la que los artistas compartían su visión estética y los modelos visuales provenientes del París de Henri di Toulouse-Lautrec.

Destacan los trabajos de Ramón Casas y su potencial comunicativo impreso en la realización de sus carteles publicitarios como el de “Anís del Mono” (1898) o los “Cigarrillos París” (1901).

La exposición rememora “el valor simbólico” de los espacios públicos de Barcelona y su “ansia de renovación y cosmopolitismo” y pone el acento en “el puente” que estableció con la capital gala, de cuyo ambiente bebieron estos genios.

Por otro lado se adentra en las habitaciones burguesas, en la intimidad de las grandes fortunas de la época, y exhibe el empleo de técnicas y materiales novedosos que dotaron a la decoración y a la orfebrería de una suntuosidad transgresora.

En el Palacio de los Diamantes pueden verse esculturas de yeso policromado como “Catalogna”, de Lambert Escaler, joyas de motivos vegetales como las de Lluís Martiera o los espejos biselados que Gaudí realizó para su “Casa Milà”.

La naturaleza es otro de los conceptos intrínsecos al Modernismo y así aparece reflejado en la muestra, con coloridos lienzos de Joaquim Mir o los decorados teatrales de Adrià Gual, en los que el escenario predominaba sobre el aspecto narrativo de los guiones.

Llorens subrayó su intención de integrar en la muestra al malagueño Pablo Picasso para defender su pertenencia a este contexto artístico catalán.

“La bibliografía picassiana, cuando trata este periodo, lo hace como si Picasso fuera un solitario que pintaba en el desierto del Sahara. Pero no, Picasso comienza su carrera y se forma en Barcelona y eso quiere decir que pertenece al contexto del entusiasmo modernista”, alegó el historiador.

La exposición toca a su fin con un repaso a “los miserables” de aquel periodo, un epílogo protagonizado por las figuras de Isidre Nonell y por las representaciones del genial autor de “El Guernica”, quienes retrataron también a las clases más desfavorecidas.

Con obras como “Dolores” (1902-1903) o “Gitana embarazada” (1904), Nonell centra su nómina en esta etnia y representa figuras existenciales y silenciosas, delimitadas por el color y no por los trazos.

Por otro lado, de Picasso, en pleno Periodo Azul, pueden apreciarse, entre otros, el “Retrato de Gustave Coquiot” (1901), “Pobreza” (1902), “Tejados de Barcelona” (1902) o un autorretrato a carboncillo que realizó entre 1899 y 1900.

Es precisamente el malagueño el encargado de cerrar este recorrido y lo hace con una mujer ataviada con una camisa blanca que despide al visitante con su mirada serena y su aire melancólico (“Mujer en camisa”, 1904-1905. Galería Tate de Londres). EFE

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