Opinión en video
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27-05-2024 - 12:08 am
Después de la elecciones de 2018, varios recomendamos a la oposición ejercer la autocrítica y ofrecer una disculpa pública por los daños causados por sus decisiones y la de sus partidos durante los últimos cien años. Ahora me atrevo a recomendarles lo mismo. Reagrúpense, hagan un proyecto de Nación y láncenlo al tiempo que ofrecen disculpas al pueblo de México. Ya no hay productos milagro, del tipo Xóchitl, que peguen. La gente quiere respuestas serias a problemas concretos, no alguien que ofrece tapar fugas de gas con chicles mascados.
Este fin de semana circuló un video en el que Claudio X. González, el jefe de la coalición que se conoce con el acrónimo PRIAN, enojado a punto del llanto dice que el Presidente Andrés Manuel López Obrador es un “enano moral”. No queda claro el contexto en el que lo dice pero tampoco es necesario. Pudo ser donde sea. Eso es lo que piensa él y lo que piensan en su entorno.
“Es de este tamaño el Presidente en su calidad moral”, dice Claudio X., cerrando un espacio entre los dedos pulgar e índice. “Pero déjenme hacer más chiquitos los dedos (sic)”, insiste, cerrando el espacio.
–Es demasiado –le dice alguien junto a él.
–Es demasiado –repite.
“Es enano moral”, agrega. “Eso sí, lo hace escudado en el poder. Esas cosas no se valen. Se lo hizo a María Amparo [se refiere a Casar, su sustituta en Mexicanos Contra la Corrupción] y se lo ha hecho a cuántos más. A todos los que se atreven a decir que se equivocan, que los datos son los datos, que la verdad es otra, etcétera, etcétera. Y me temo que la señora Sheinbaum es igual”.
No es distinto a otros videos que circulan. Es notorio el de Enrique Krauze impostando la voz, con rostro de humildad y rictus de dolor, pidiendo a los jóvenes que voten por el PRIAN. O el de Eugenio Derbez, un cómico de Televisa que pide no votar por Morena y mientras habla se escucha, de fondo, musiquita triste. O los varios de Héctor Aguilar Camín donde manotea en defensa de Xóchitl Gálvez, en cualquiera de los muchos foros televisivos en los que participa al tiempo que se queja de una “dictadura”.
Y no son distintos a los tuits de Vicente Fox, supuestamente dirigidos a los jóvenes, con frases como “ándale güey, vota por nosotros”, haciendo de lado que cualquier joven se sentirá avergonzado de que ese ignorante, ese fascista, ese antisemita y odiador que no puede escribir dos líneas sin faltas de ortografía fue hecho Presidente de México por los mismos que ahora le piden su voto a punto del llanto.
Después de la elecciones de 2018, varios recomendamos a la oposición dos cosas. Una, ejercer la autocrítica; y dos, ofrecer una disculpa pública por los daños causados por las decisiones de sus partidos durante los últimos cien años. Fuimos varios los que les dijimos: reagrúpense, hagan un proyecto de Nación y láncenlo al tiempo que ofrecen disculpas al pueblo de México. Claro que no hubo proyecto y tampoco disculpas.
Lo que vino fue una serie de ataques inéditos. Primero, lo que llamaron “moratoria constitucional”, que fue negarle los votos a toda iniciativa presidencial sin importar si beneficiaban o no a los mexicanos; ellos, que se sienten tan demócratas. Y luego, acosar a Movimiento Ciudadano para formar un solo bloque contra la izquierda; ellos, que se quejan de la polarización. Y durante seis años utilizaron a casi el 100 por ciento de la prensa (ellos, que claman que vivimos en una dictadura sin libertad de expresión) para atacar todos los días, en radio, televisión e impresos, cualquier decisión presidencial. Y desde el primer día del Gobierno echaron a andar una estrategia jurídica a través de varios despachos de llamado “litigio estratégico” para detener cualquier obra pública; sí, ellos que se dicen tan preocupados por los ciudadanos. Y ya más cerca de esta elección, pagaron millones de dólares para sostener una campaña donde acusaron al Presidente de ser narcotraficante. Y más, mucho más.
Y ahora, a días de las elecciones, piensan que los discursos paternalistas, con falsa humildad y francamente ramplones (sus “no importa por quién votes pero vota”) van a generar adhesiones de última hora. Los aliados de presidentes depredadores como Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo, Carlos Salinas e incluso anteriores se hacen pasar por “ciudadanos preocupados” y con ayuda de una buena parte de la prensa intentan vender la idea de que son “patriotas sin sello partidista”.
Pero, ademas, estos videos y mensajes vienen acompañados de otros donde piden el voto de los “chairos” mientras los llaman “vendidos”, “mediocres”, “ignorantes”, “nacos”, “monos amaestrados”, “narcos” o de plano “hijos de su puta madre” (y discúlpeme que escriba esa bajeza textual), como recientemente lo hizo Macario Schettino. ¿Y qué otra cosa esperar, si su propia candidata, Xóchitl, dijo que “los altos niveles del Presidente responden a que los mexicanos nos conformamos con muy poco”, es decir, pinches mexicanos mediocres y poquiteros?
Si fuera necesario resumir en una palabra todo lo anterior, podría caber en “histeria”. Pero es más: es frustración, desesperación; síndrome de abstinencia porque llevan seis años alejados de los “apapachos” y es probable –y aquí se agudizan los síntomas de la abstinencia– que duren otros seis años más sin tener influencia en Palacio Nacional como antes la tenían en Los Pinos.
Podemos calificar su actitud como “histeria”, pero es más. Es el síntoma inequívoco de quienes se sienten perdidos y no entienden que hay mucha gente que ya no les cree porque sabe que no son “independientes” o “ciudadanos sin partido”. Es gente que hace tiempo los acomodó en el peor papel que pueden desempeñar los políticos o los intelectuales: el de defensores mañosos de un régimen caduco y autoritario que mostró su desdén por la justicia social y por la democratización del ingreso nacional; defensores de una vieja estructura sostenida a base de privilegios para unos cuantos y menosprecio por las mayorías.
Es histeria, sí, pero es más que histeria. Ese patético espectáculo está ligado a un poder (que lo tienen) malentendido. Si son capaces de unir a tres partidos en una sola fuerza, ¿por qué habrían de disculparse? Si pueden gastar millones de dólares en guerra sucia para ganar elecciones como lo hicieron en el pasado, ¿por qué habrían de preparar un proyecto de Nación? Si pudieron imponer en la Presidencia a un fascista como Calderón, a un mequetrefe como Fox o a un monito ramplón y vacío como Peña, ¿por qué habrían de elegir a alguien competente cuando veían en Xóchitl Gálvez un producto milagro electoral y una posible Presidenta manipulable que les dejara regresar a los “apapachos” del poder?
La falta de autocrítica y de un proyecto de Nación tiene otras consecuencias. La primera es no reconocerán que no hicieron su tarea y venderán la idea de que otros son culpables del fracaso. Para Claudio, Aguilar Camín, Krauze, Roger Bartra, Jorge Castañeda y los líderes de los partidos y sus operadores, no rescataron la Presidencia por culpa de “López el autoritario”, de su candidata-marioneta y de la gente, imbécil y apestosa, que ya no vota por el PRIAN.
Pero tampoco eso será suficiente. Entonces, después del 2 junio, buena parte de la culpa recaerá en Xóchitl Gálvez. Es lo que sigue. Van a cargarle la mano; es su tabla de salvación. Ellos no asumirán ninguna culpa en el fracaso.
Y si en los años posteriores a 2018 no fueron autocríticos, no se reorganizaron y no presentaron un proyecto de Nación, después de las elecciones de 2024, cuando estén más disminuidos, mucho menos. La reacción natural será buscar otros culpables. Les faltará “López” para echar mano aunque estará Claudia, pero el tamaño de la derrota no les da para explicarla solamente en ellos. Ay, Xóchitl. Quizás no lo sabe todavía (quizás se lo imagina) pero sobre ella echarán toda la carga de la derrota.
***
Dentro de una semana exactamente, México amanecerá con candidata electa. Todas las encuestas creíbles indican que es Claudia Sheinbaum. Y claro que Claudio X., Aguilar Camín, Krauze y los enanos que dirigen PRI, PAN y PRD se lanzarán contra todos los que se atreven a decir que se equivocan, que los datos son los datos, que la verdad es otra, etcétera, etcétera. Y me temo que la señora Gálvez será igual. Enfocarán todos sus esfuerzos en judicializar la elección; en acudir al Tribunal Electoral. Y hasta se organizarán otra movilización “rosa”. No la han planeado todavía porque perfectamente saben que no cabe una para celebrar su triunfo; entonces será una movilización de “resistencia”.
Después de la elecciones de 2018, varios recomendamos a la oposición ejercer la autocrítica y ofrecer una disculpa pública por los daños causados por sus decisiones y la de sus partidos durante los últimos cien años. Ahora me atrevo a recomendarles lo mismo. Reagrúpense, hagan un proyecto de Nación y láncenlo al tiempo que ofrecen disculpas al pueblo de México. Ya no hay productos milagro, del tipo Xóchitl, que peguen. La gente quiere respuestas serias a problemas concretos, no alguien que ofrece tapar fugas de gas con chicles mascados.
De antemano sé que no trabajarán en un proyecto de Nación y tampoco ofrecerán disculpas, aunque deberían hacerlo. Pero bueno, dejo esta línea de texto que me sirve para reclamárselos después.
Y sobre los intelectuales: deberían (no lo harán pero deberían) razonar que estarán lejos del poder otros seis años y todos ellos, señores que firmaron el manifiesto de la semana pasada para apoyar al PRIAN y a Xóchitl Gálvez (había pocas señoras), tienen una edad bastante madura y necesitarán relevo generacional. No se les desea mal, para nada; incluso allí hay amigos. Es sólo que su ego no les permitió abrir espacios a una nueva generación de intelectuales afines; se engolosinaron con los apapachos y se pensaron eternos. Apenas si lograron contaminar a algunos más jóvenes con su odio. Pero no es virtud compartir el odio propio con los otros, y el odio no arma un proyecto de Nación. Y a estas alturas tampoco ellos, los más viejos, podrán armarlo. Deberían entender que están en aprietos. Son sus años de vacas flacas pero no por casualidad, sino porque hicieron el esfuerzo de que así fuera. Deberían considerarlo.
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27-05-2024 - 12:04 am
"La grave situación de inseguridad en México es una realidad y la delincuencia organizada (no necesariamente toda vinculada al narco) va ganando espacios al cobijo de autoridades gubernamentales de distintos niveles"
Este pasado 23 de mayo se publicó un reportaje en el diario The Washington Post titulado “Cómo los cárteles mexicanos infiltraron el negocio de la tortilla” (How Mexico’s cartels infiltrated the tortilla business) firmado por Mary Beth Sheridan, Lorena Ríos y Fred Ramos. Con un título muy sugestivo, el reportaje muestra un panorama extremadamente desolador en lo que se refiere a la situación actual de inseguridad y violencia en México, y se enfoca en el tema de la extorsión y en la industria de la tortilla. Escrito quizás principalmente para un público estadounidense preocupado por los tacos y los nachos que tanto les gustan y que están elaborados con tortillas de maíz (corn tortillas en inglés), el reportaje hace una radiografía de lo que, bajo la lógica de quienes lo escriben, constituye el creciente control de los mal-denominados “cárteles” sobre gran parte del territorio y áreas clave de la vida del país. La idea central del texto es que los “cárteles mexicanos se expanden más allá de las drogas, creando amplias redes de extorsión”. Estas últimas, según lo reportado en el influyente diario, afectan de manera inusitada a múltiples negocios e industrias en México, incluyendo a los productores de tortilla de maíz.
Al igual que a través de los múltiples reportajes sobre los cárteles mexicanos y el aguacate—utilizado para elaborar el guacamole que degustan muchos estadounidenses en la cocina TexMex, restaurantes mexicanos y en tiempos del “Super Bowl”, con este nuevo artículo en la prensa internacional se consolida la idea del poder apabullante que supuestamente tiene el “narco” en todas las áreas de la vida de México y gran parte de su territorio. Esta narrativa ha llevado a pensar a muchos que México se ha convertido en una especie de “narcoestado” gobernado por un “narcopresidente” y donde las autoridades a todos niveles están coludidas con narcotraficantes. La situación que delinea el nuevo reportaje del Washington Post es escalofriante y pareciera ser que refleja una situación en la cual el narco se ha infiltrado en todo, ahora incluso en la industria de la tortilla, que es el alimento por excelencia del mexicano. Esta idea parece provenir directamente desde una óptica estadounidense cuyo estereotipo del mexicano va ciertamente acompañado de la imagen de este alimento.
En general, es posible decir que la cobertura de este medio sobre el tema es desafortunada, pues contribuye a una narrativa que no le hace nada bien a México y que mezcla “peras con manzanas”, mostrando poco rigor y falta de conocimiento sobre la compleja configuración del panorama criminal en México. Con esto no decimos que en México se viva un clima de paz y seguridad o que en el país no existen amplias redes de extorsión que afectan a un sinfín de negocios micro y pequeños en su mayoría. La grave situación de inseguridad en México es una realidad y la delincuencia organizada (no necesariamente toda vinculada al narco) va ganando espacios al cobijo de autoridades gubernamentales de distintos niveles.
El tema del narcotráfico, por un lado, y la delincuencia organizada en sus múltiples facetas y dimensiones, por el otro, constituyen un flagelo insuperable en nuestro país. México vive una era muy difícil en términos de redes criminales, violencia e inseguridad. Durante todo este siglo, las redes criminales controlan cada vez más actividades, extienden sus capacidades en múltiples territorios, se adaptan y se transforman para abarcar cada vez más espacios. Nadie puede negar los múltiples homicidios, las desapariciones, secuestros y extorsiones que afectan de forma apabullante a la sociedad mexicana. Tampoco puede negarse el hecho de que ninguna de las administraciones en México en el presente siglo ha hecho frente a esta problemática de manera exitosa.
El artículo en el Washington Post, como es de esperarse en un medio tan influyente y de tanto prestigio, no parece presentar datos falsos o información sin verificar proporcionada por fuentes no consideradas legítimas o de dudosa calidad. De ninguna manera. Lo que sí hace este reportaje es, como de costumbre —y a la par de lo que hacen otros medios del llamado mainstream, así como periodistas, académicos y comentócratas (angloamericanos en su mayoría) trabajando para grandes corporaciones e instituciones con centros de operación en lo que llaman el “Norte Global”— es presentar una realidad a medias sin explicar la complejidad del mundo criminal en México, ni la responsabilidad compartida o concentrada en ciertos espacios de poder real dentro y sobre todo fuera del país.
El artículo del Washington Post sobre “las tortillas y los cárteles” presenta una situación en la que pareciera ser que toda la violencia e inseguridad en México tiene su base u origen en el narcotráfico —enemigo principal de Estados Unidos—. Esto, de hecho, no es totalmente cierto. Además, según esta narrativa, pareciera no haber solución a nivel interno/nacional para acabar con la violencia en el país dada la podredumbre de un sistema político y social anclado en una cuestión que incluso se antoja cultural y propia del mexicano. Los clichés y las medias verdades, sin matiz y sin una explicación rigurosa sobre el tema de las redes de extorsión en México contribuyen a alimentar una narrativa muy peligrosa para nuestro país, en un momento muy delicado de definiciones políticas en Estados Unidos. Esto sucede en vísperas de un complejo proceso electoral en el vecino país del norte, en el cual se vislumbra la posibilidad de que triunfe el trumpismo —o movimiento de América Primero (America First) encabezado por Donald J. Trump—.
Con esta retórica del narco, reforzada a través de la cobertura de los grandes medios estadounidenses, se apoya al mismo tiempo la retórica de un proyecto político con amplias posibilidades de ser exitoso en el proceso electoral venidero y que tiene como una de sus piedras angulares la confrontación con México con un enfoque en la frontera, la migración indocumentada y el narcotráfico. En efecto, el trumpismo, mediante múltiples voces —y, por su puesto, sin una argumentación racional que haga sentido— ha llegado a poner sobre la mesa la propuesta de envío de tropas estadounidenses a territorio mexicano para enfrentar a los temibles cárteles que se encuentran fuera de control y que parecen estar apoyados por todas las autoridades mexicanas. El reportaje del Washington Post sobre las tortillas y los cárteles contribuye —sin querer, quizás— a confirmar la narrativa de los “bad hombres” de Trump y ayudaría quizás a justificar lo que algunos han llamado una “guerra contra los cárteles” que implicaría la intervención militar en México.
El reportaje del Washington Post sobre las corn tortillas no es el único en su tipo, es decir, no es el único que utiliza el concepto de “cártel” y el tema del narcotráfico de forma facciosa y sin rigor al mezclar todo tipo de datos sobre violencia y control territorial del narco en una misma historia. Por ejemplo, el reportaje establece que por lo menos el 15 por ciento de las tortillerías en México son extorsionadas, lo cual impacta de manera significativa el precio de este producto. Además, mezcla estos datos con los 12 mil millones de dólares (12 billion en inglés) que supuestamente ganan los cárteles al año por venta de drogas según estimaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) y el supuesto 88 por ciento de los migrantes mexicanos entrevistados por la Kino Border Initiative que supuestamente dejan el país por temas de violencia e inseguridad. Estos datos presentan una realidad escalofriante que no parece distar mucho de la realidad. Sin embargo, las metodologías utilizadas por las fuentes autorizadas (y de prestigio) del Washington Post dejan bastante que desear y quizás no pueden extrapolarse para representar de forma exacta la realidad nacional.
Mayor rigor se antoja en un artículo de un medio tan influyente como este. Esperaríamos menos generalizaciones y una explicación diferenciada de los distintos niveles de violencia y negocios criminales que existen en México. No toda la violencia que se registra en México se puede atribuir al narco o los cárteles de la droga. El panorama criminal en México es demasiado complejo y en este tipo de historias no se refleja dicha complejidad. Cabe destacar que el reportaje de referencia retoma el tema del narco en sus diferentes secciones, e incluso se refiere directamente al Cártel de Sinaloa, al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) o capos como Joaquín “El Chapo” Guzmán o el fallecido Arturo Beltrán Leyva, alias “El Jefe de Jefes”.
Hace falta entender que estas agrupaciones criminales no son cárteles en sentido formal, son en realidad redes o franquicias criminales que no se explican enfocándonos en los capos de la droga como en las series de Netflix. Este tipo de reportajes me recuerdan a los reportes anuales del Departamento de Seguridad Pública (DPS por sus siglas en inglés) de Texas encabezado por Steven McCraw, los cuales mezclan todo tipo de datos sobre criminalidad y migración indocumentada para presentar la idea falaz de que la inseguridad y la violencia en el estado de Texas se explican mayormente por la inmigración irregular.
En esta otra historia el enfoque es Estado mexicano y los cárteles.
Recordemos que el tema del narcotráfico, particularmente ahora con la crisis del fentanilo, es para Estados Unidos un tema de seguridad nacional. Recordemos también que la guerra contra el narco estadounidense parece ser aprovechada con fines geopolíticos y de control geoestratégico desde el siglo pasado cuando la declaró Richard Nixon (en 1972). Autores varios plantean esta idea con rigor (e.g., Paley 2014; Zavala 2018 y 2022, Mastrogiovanni 2014, y otros) y hacen una crítica justa de reportajes como el de referencia.
La cobertura del Washington Post, aunada a los recientes reportajes de otros medios mainstream como el New York Times, Deutsche Welle (DW) y otros, reportes de la DEA y algunos think tanks estadounidenses que se enfocan en los supuestos vínculos (aún sin pruebas) entre el narco y el actual Presidente de México, no sólo refuerza la narrativa de la alianza opositora mexicana en tiempos de elecciones, pero también —y de manera muy especial— la narrativa trumpista de aquí a las elecciones de noviembre y más allá. Todo lo anterior, aunado a las series de Netflix o Telemundo y las películas de Hollywood sobre lo que todos denominan “cárteles”, coloca a México en una posición muy delicada, en la cual la intervención estadounidense en territorio mexicano, con aquello del tema del narco, la crisis del fentanilo y la agenda trumpista, no dista mucho de volverse realidad.
Quizás nos equivoquemos, pero recomiendo la lectura de dos libros del profesor Oswaldo Zavala: Los Cárteles No Existen y La Guerra en las Palabras, los cuales explican a cabalidad la construcción y los objetivos de una narrativa facciosa basada en el tema del narco que es para Estados Unidos un tema de seguridad nacional y pareciera ser un instrumento geopolítico o de control geoestratégico bajo ciertas condiciones. No extraña entonces el papel de la prensa internacional en el reforzamiento de la idea de que Mexico es un “narcoestado”, que los cárteles son organizaciones terroristas internaciones y que en el país gobierna un “narcopresidente” que será relevado por una “narcocandidata” —no obstante las buenas relaciones de México con su vecino del norte—. Este doble discurso centrado en el concepto del narco no es nuevo; la retórica facciosa de la que hablamos lleva ya décadas construyéndose. El trumpismo hará un uso adecuado de la misma; de eso, no hay duda.
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27-05-2024 - 12:03 am
Ya no nos escandalizamos "tanto" ante lo contraintuitivo de las propuestas científicas y, más bien, a mí se me hace que se anda dando una generalizada actitud de aceptación acrítica hacia territorios de la ciencia que a los propios científicos tiene desconcertados, me refiero a la popularidad de la mecánica cuántica y la teoría de cuerdas.
El conocimiento científico ha seguido un camino que paso a paso resulta más chocante al sentido común. Desde su nacimiento fue contraintuitivo y se opuso a la creencia dominante de su época, pues, consistió en afirmar, contra la exuberante y obvia variedad de las cosas que aparecen a nuestros sentidos que todo era UNO, que el principio de todo era el agua y, además, la afirmación de Tales de Mileto excluía como parte de la explicación a los dioses, nada menos que la idea popular que reinaba entonces. En el popurrí de explicaciones que siempre hubo apareció una opinión disonante: la naturaleza se explica con la naturaleza sin aludir a lo divino.
Tales tuvo como discípulo a Anaximandro, quien, lejos de repetir las enseñanzas de su maestro se inventó su propia hipótesis: ya no el agua, sino el ápeiron, literalmente, lo indefinido. Y dando un nuevo paso hacia lo contraintuitivo —como excelentemente lo desarrolla Carlo Rovelli en su libro: El nacimiento del pensamiento científico— propuso también que abajo y no solo arriba de nuestro planeta había aire. Recordemos que en el imaginario del siglo VI a. C. Se pensaba que abajo de la tierra habría una gran tortuga apoyada, a su vez, sobre cuatro elefantes o que estaba Atlas sosteniendo la Tierra y toda la cúpula celeste. Contra las creencias dominantes se atrevió a proponer que la Tierra estaba rodeada de aire, suspendida en el aire. Me imagino el rechazo y las mofas de sus contemporáneos, y me imagino a Anaximandro resistiendo las burlas y confiando en que sus observaciones y sus conjeturas lógicas le daban, pese a todo, la razón.
El conocimiento científico nació así: contraintuitivo y, por lo tanto, subversivo. Pero detengámonos un momento en el significado del concepto “intuición” para entender en toda su magnitud el escándalo que representa lo que va en contra de la intuición, lo contraintuitivo. Entre las pocas definiciones claras y atinadas del diccionario de la RAE está el concepto “intuición”, ahí se define como “la facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento”. No necesito razonar cuando, en un callejón oscuro y solitario, me sale un hombretón con un cuchillo, inmediatamente sé que estoy en peligro… Hay infinidad de situaciones o de cosas así de claras y evidentes. La intuición es una facultad que apreciamos mucho. No exagero si digo que es lo que nos ha permitido a todos sobrevivir hasta hoy.
Cuando vemos a nuestro derredor y, ademas, siempre con las lentes culturales que compartimos quienes formamos parte de un momento histórico, vemos de inmediato que las cosas son como las vemos: lo blanco es blanco sin necesitar razonamiento alguno. Imaginemos que siempre hemos visto caer a lo que carece de apoyo, ¿cómo admitir de buen grado que la Tierra flota?, ¿que no es plana si caminamos y caminamos en una superficie en apariencia plana?, ¿cómo aceptar que la Tierra no está en el centro del universo si cada día vemos salir el Sol por un lado y meterse por el otro, y cada noche vemos el movimiento de la cúpula celeste describiendo un arco sobre nuestras cabezas?
Hoy estamos en otro momento histórico, con otras lentes sobre los ojos y, claro, nos parece falsa la teoría heliocéntrica y nos parecen absurdos los terraplanistas y admitimos sin discusión que existen los microbios, aunque no podamos verlos a simple vista y, sin embargo, también la postulación de los microbios y el escrupuloso aseo de las manos de los cirujanos (hoy tan indiscutible) fueron en su momento propuestas contraintuitivas.
La ciencia ha terminado por volverse, si no la panacea, sí un asunto familiar. Ya no nos escandalizamos “tanto” ante lo contraintuitivo de las propuestas científicas y, más bien, a mí se me hace que se anda dando una generalizada actitud de aceptación acrítica hacia territorios de la ciencia que a los propios científicos tiene desconcertados, me refiero a la popularidad de la mecánica cuántica y la teoría de cuerdas. Todos hablan de computadoras cuánticas y de colapsos de onda y del gato de Schrödinger y de que puede estar vivo y muerto y de que existen 10 dimensiones… como si todo ello fuera intuitivo y no extrañamente contraintuitivo como de hecho lo es. De seguir extendiéndose esta actitud, me temo que el conocimiento científico terminará perdiendo uno de sus más fundamentales aspectos: ser un saber subversivo.
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26-05-2024 - 12:05 am
Romper la inercia de gobiernos favorables a la élite solo pudo hacerlo un opositor bragado como López Obrador y gobernó con todo lo que ello implica, excesos incluidos. Habría que criticarlos, desde luego, pero no podemos hacerlo como coartada para justificar o pedir el regreso de lo que había antes.
Vota por la democracia, vota contra Morena, dicen los intelectuales críticos. Aseguran que los ciudadanos deben defender al orden democrático o condenarse a vivir en el despotismo. Puede entenderse que en una campaña política los protagonistas acudan a un enfoque del tipo “yo o la barbarie”. Pero que las auto designadas buenas conciencias de los círculos culturales e intelectuales críticos del partido en el poder invoquen el voto para “salvar a la democracia” es patético. Es cierto que conductores de radio y televisión viven de atizar el fuego; ellos no están en el negocio de analizar la realidad sino en el de inflamar indignaciones y gestionar miedos y pasiones. Pero son absurdos tales maniqueísmos por parte de quienes creen desempeñar el papel de conciencia crítica de los intereses últimos de la comunidad. Se vale disentir del proyecto social y político que encabeza López Obrador, preferir otro y así decirlo. Pero recurrir al fin de la historia como argumento en una coyuntura electoral es un tanto histérico.
“Democracia o deriva autoritaria”. El exceso es doble por ambas puntas. No es honesto hablar de democracia sin abordar los muchos saldos que el proceso de transición política deja de cara a las grandes mayorías empobrecidas en los últimos años. No voy a satanizarlo, porque produjo una alternancia formal y elecciones razonablemente libres, pero tampoco se puede glorificar el efecto legitimador que tuvo para gobiernos en los que imperó la corrupción. Es decir, acompañó sin problemas a un sistema profundamente desigual. ¿Democracia para quién? en todo caso. ¿Qué sentido tienen la red de comités de rendición de cuentas y de contra poder que no hicieron nada para lo que verdaderamente importaba a la mitad inferior del edificio social? ¿Por qué no les pareció un crimen inadmisible que el sistema desplomara el poder adquisitivo de los más pobres para hacer más rentable la vida de la mitad superior? ¿Qué hacían ellos para impedir la corrupción del gobierno de Peña Nieto, de los grandes negocios de sus camarillas o los excesos de sus gobernadores? No digo que haya que suprimir toda esa red; en una sociedad más sana tiene una función que cumplir. Pero en un país que opera de manera tan desigual en favor de los privilegiados, da la sensación de que se abocó mayormente a los aspectos formales, pero no al fondo; es decir, que sirvieron como ámbitos de negociación entre las propias élites, pero dejando intocado el malestar de las grandes mayorías. Lo cual termina siendo una manera de legitimar el orden vigente. En todo caso, defender acríticamente tales instituciones como si fuesen el santo grial es más propio de una actitud doctrinaria que de una conciencia crítica como la que se atribuyen los abajo firmantes.
Se necesita una dosis de soberbia no dar el beneficio de la duda a la toma de posición de la mayoría de los mexicanos que apoya al actual proceso de cambio. No es muy democrático asumir que el 60% está equivocado. La única manera de sostener esa tesis sin rubor es atribuir tal apoyo a la demagogia de López Obrador que los mantiene engañados o, de plano, al oportunismo de los pobres, empeñados en recibir unas dádivas. La opción es terrible: o imbéciles o vendidos. ¿Ninguna posibilidad de atribuir a los campesinos, albañiles, vendedores ambulantes, jardineros, obreros y un largo etcétera, la capacidad de observar su realidad, su relación con el mundo y entender qué les conviene o qué les hace justicia? Por qué no habrían de preferir un gobierno que, con aciertos y desaciertos, ha conseguido aumentar su aportación en el ingreso nacional. ¿Si les atribuimos la habilidad para arreglar los motores del auto o la sabiduría para hacer brotar flores de nuestros jardines, por que asumir que son incapaces de votar por lo que les conviene?
¿Deriva autoritaria, despotismo? Otra vez es confundir forma y fondo de manera oportunista. Puedo entender que les moleste los modos y la personalidad de Andrés Manuel López Obrador. Se vale, nadie es monedita de oro, y menos alguien que ha venido a contradecir rompiendo muchas de las normas de etiqueta de la democracia de la simulación. Hay excesos verbales y usos instrumentales de la política para beneficiar a su corriente política. En su discurso inaugural prometió que sería un presidente de todos los mexicanos y terminó siéndolo para la base social que lo apoya y para las causas que permiten mantener su proyecto social en el poder. ¿Y no era eso lo que hacían los presidentes anteriores, solo que sin decirlo? Con una diferencia enorme: en esta ocasión en lugar de gobernar en beneficio prioritario de las élites y los sectores medios, que en conjunto representan un tercio de la sociedad, López Obrador ha intentado hacerlo, con aciertos y errores, de cara a las grandes mayorías que los gobiernos anteriores mantuvieron desatendidas.
Las formas democráticas que defienden estos intelectuales son como el régimen de etiquetas de conducta de esas familias de alta sociedad puntillosas e impecables a la mesa, aunque por debajo de ella corran los más infames escándalos. ¿O deveras creen que Felipe Calderón no instigó a los ministros de la Corte para que mantuvieran a Florence Cassez en prisión?
López Obrador ha tratado a jueces y a ministros a empellones verbales, pero ha acatado las decisiones de los tribunales, una y otra vez. Llaman despótico porque hace público lo que antes se hacía tras bambalinas. Eso en la forma, en el fondo el asunto es más trascendente. El presidente entiende que tiene un mandato que cumplir: la mayoría de los mexicanos exigió un cambio en 2018, pero el voto solo cambió el poder del ejecutivo y una parte del legislativo: el poder judicial y el entramado institucional (que hoy defienden esos intelectuales) quedó incólume. No solo eso, opera como resistencia a buena parte de esos cambios. Lo que perdieron políticamente lo sostienen jurídicamente. A esta confrontación en tribunales López Obrador opone los instrumentos a su alcance: la tribuna pública y los márgenes de acción que le da la ley y los pliegues de esa ley.
Entiendo que la primera temporada de este cambio no ha sido fácil, intentar un cambio de sendero implica abrir camino en breña. Romper la inercia de gobiernos favorables a la élite solo pudo hacerlo un opositor bragado como López Obrador y gobernó con todo lo que ello implica, excesos incluidos. Habría que criticarlos, desde luego, pero no podemos hacerlo como coartada para justificar o pedir el regreso de lo que había antes. El dilema en todo caso no está entre la democracia y el autoritarismo, sino en la posibilidad de seguir insistiendo en reparar la injusticia social que moralmente nos denigra a todos, espero que en la segunda oportunidad lo hagamos mejor, o sacrificar esta intención en aras de regresar a una versión de un supuesto paraíso que excluía a tantos. @jorgezepedap
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26-05-2024 - 12:04 am
Se busca intervenir los espacios de candidatos no registrados tanto en las boletas para presidente de la república, como las de senadores y diputados. En la página donde se expone esta campaña hay incluso personas desaparecidas que han sido propuestas para ser votadas en algunos distritos en particular.
Las campañas electorales se presentan como recursos y medios de los partidos y candidatos para presentar el programa político, el diagnóstico de los principales problemas del país y las soluciones que proponen para resolverlos. A unos días de que las campañas por la presidencia de la república terminen, ninguna de las candidatas o el candidato de las tres opciones políticas en contienda asumieron la crisis por desaparición de personas como uno de los problemas centrales de la nación y menos propusieron, más allá de generalidades, cómo resolver esta crisis que deja más de 115 mil personas desaparecidas en todo México.
Dice el colectivo Huellas de la Memoria: “Las campañas están por acabar en unos días, y ni Claudia Sheinbaum, la candidata de Morena, ni Xóchitl Gálvez, candidata de la coalición entre el PRI, PAN y el PRD, tocaron el grave problema de la desaparición forzada en México y mucho menos perfilaron las soluciones para detenerla. ¿Por qué votar por la candidata de Morena que se negó a reconocer que en su administración en la Ciudad de México el nivel de desaparición forzada estaba a la alza, así como se negó también a recibir a los colectivos de familiares que sólo pedían que les reconociera un sitio de memoria como La Glorieta de Las y los Desaparecidos? ¿Por qué votar por Xóchitl Gálvez quien representa a los partidos responsables de haber iniciado esta grave crisis de inseguridad y violencia que provocó miles de asesinatos y masivas desapariciones de personas? Ninguna de las candidatas ni el candidato de Movimiento Ciudadano se arriesgan a desmontar las estructuras de impunidad y violencia que permiten que esta larga noche de terror y continuas pesadillas continúen” (https://cutt.ly/ceyg5198).
Debido a esto, colectivos de familias que tienen desaparecidos en el país han lanzado la campaña “Vota por las personas desaparecidas”, en la que se pide no anular el voto si no votar por el nombre de una persona desaparecida que se elija, y escribirlo en el recuadro de la boleta donde dice “candidatos no registrados”, lo que obligaría a los funcionarios de casilla a inscribir el o los nombres de las personas desaparecidas en la documentación electoral.
Las madres y familia que tienen desaparecidos no se sienten representadas por los actores que participan en el actual proceso electoral. “Nosotras, las familias, no nos sentimos representadas por ninguna fuerza política ni por ninguna candidatura. Por eso, en lugar de sólo anular nuestro voto, estamos convocando a que quienes se sientan como nosotras coloquen en la boleta electoral el nombre de alguno de nuestros desaparecidos”, dijo Verónica Espinoza integrante del colectivo Por Amor a Ellos y quien busca a su hijo Manuel Alejandro Galindo Espinoza, desaparecido el 11 de marzo de 2011 en Veracruz (https://cutt.ly/neyg6Z3s).
La convocatoria de esta campaña establece: “A pesar de que los efectos prácticos entre anular el voto y votar por una persona candidata no registrada son los mismos, la diferencia radica en que las personas funcionarias de casilla están obligadas a registrar los nombres de las candidaturas no registradas, es decir, los nombres de las personas desaparecidas aparecerán en los conteos oficiales haciendo que estas sean visibilizadas” (https://votaxdesaparecidos.wordpress.com/).
Lety Hidalgo, madre de Roy Rivera Hidalgo un chico de 18 años desparecido el 11 de enero de 2011 en San Nicolás, Nuevo León, precisó que es la segunda ocasión que las familias organizadas lanzan una convocatoria semejante para llamar la atención de la sociedad y del gobierno acerca de la crisis humanitaria por las desapariciones en el país. Dijo: “Hemos estado tratando de llamar la atención a todas las actoras y actores políticos para que volteen a ver este tema y nos topamos con pared sabiendo que ninguna candidata ni candidato lo está tomando en cuenta en estas elecciones. Entonces esta es una acuerdo entre muchos colectivos en la república, familiares de personas desaparecidas, acompañantes y amigos solidarios como una acción antipolítica para que se detengan ya la desaparición de personas y buscar con vida a los miles de desaparecidos”.
Una de las personas que se sumarán a esta campaña es la historiadora y buscadora Alicia de los Ríos, que busca a su madre del mismo nombre desaparecida en 1978. “Porque han pasado 8 sexenios sin acceder a los derechos de verdad y de justicia en el caso de mi madre, hoy votamos por ella y por las más de 115 mil personas desaparecidas en el país. No anulamos, votamos con el nombre de las personas desaparecidas en los espacios de candidaturas no registradas”, publicó Alicia de los Ríos en su muro de Facebook.
Se busca intervenir los espacios de candidatos no registrados tanto en las boletas para presidente de la república, como las de senadores y diputados. En la página donde se expone esta campaña hay incluso personas desaparecidas que han sido propuestas para ser votadas en algunos distritos en particular. Es el caso del joven hondureño Óscar Antonio López Enamorado, desaparecido aquí en Jalisco el 9 de enero de 2011, por quien se pide votar en el distrito 1 federal, en este estado.
La campaña nace por el deseo de seguir buscando a sus desaparecidos por todos los medios y desde la decepción de la clase política y el actual gobierno de la Cuarta Transformación. Dice el colectivo Huellas de la Memoria “La iniciativa surge del desencanto por un gobierno que llegó fortalecido por la suma de treinta millones de votos, que en el fondo era también un voto masivo por la paz y la justicia verdadera”, pero que lamentablemente, no cumplió.
“No sólo no cumplió su palabra, sino que hizo además todo lo posible para argumentar que el número de personas desaparecidas era mucho menor a las cifras que sus mismas instituciones daban, y realizó un polémico censo para disminuirlos. ¿Cómo esperar que las familias de las personas desaparecidas no estén molestas?”. Desde la molestia y la rabia por ver a una clase política que no cumple sus promesas y que no pone freno a las desapariciones, las familias organizadas llaman en estas elecciones a votar por los desaparecidos. Que los nombres de quienes nos faltan, aparezcan en sus boletas y en sus conciencias.
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26-05-2024 - 12:04 am
Comunicación Social ha sido un área vinculada con corrupción gubernamental. La ASF no hace una sola referencia en el informe de auditoría forense sobre la información recibida que omitió analizar. Autorizaciones y contratos relámpago. Indicios y banderas rojas en contrataciones apócrifas. La ASF es omisa en el análisis de la información.
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26-05-2024 - 12:02 am
No es una renuncia al mundo, ni a nuestra responsabilidad ética frente a él, es sólo un modo de recordar que aún podemos conmovernos, abrazarnos en torno a una metáfora, a una imagen, es un modo de recordar(nos) que todavía tenemos algo de humanos.
Empezaré desobedeciendo el famoso “Decálogo” que Horacio Quiroga escribió para los jóvenes cuentistas en 1927, y que dice en su regla número 9: “No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego”.
Y yo estoy escribiendo ahora mismo, bajo el imperio total de la emoción. Es verdad que él se refería a cómo escribir un cuento, y yo voy a hablar de una ceremonia mágica; una ceremonia que tiene como protagonista a las palabras: las lecturas de poesía.
Escuchar poesía, a veces más que leerla, es sumergirse en la belleza. A pesar de lo maravillosa que es la lectura solitaria, hay algo de la fuerza del ritual compartido que sólo aparece cuando somos “mucho más que dos”.
Al compás de una voz -ah, las voces-, de pronto dejan de exisitir el caos cotidiano, los crímenes, la violencia, la exasperación en las redes, el temor en las calles, y por un par de horas estamos inmersas en el poderoso universo de la palabra poética.
Cuando una poeta o un poeta lee sus versos nos transporta a una dimensión en la que, a diferencia de lo que sucede con la literalidad del mundo, con la mirada unidimensional y pedestre que domina, algo inexplicable nos sacude el cuerpo, la cabeza y aquello que podríamos llamar tal vez ¿sensibilidad?, ¿espíritu?, ¿entraña?, y nos lleva por un océano de imágenes, de ritmos, de significados múltiples, casi inasibles, de emociones, de complicidades, de una profunda comunión con el todo.
Mientras nuestra sociedad se polariza y enfrenta con agresividad, mientras presenciamos silenciosamente la transmisión “en directo” del asesinato de miles de niños en medio oriente o de uno que en Tabasco, con tres balazos en el estómago, dice “no quiero morir”, o un mitin fascista en Madrid, encabezado por un destructor de derechos, o la devastación del planeta visible hoy como en ningún otro lado en el sur de Brasil… mientras todo eso sucede, un grupo de gente pone entre paréntesis la realidad y, como en los tiempos antiguos, se conmueve ante las palabras del aeda.
No es una renuncia al mundo, ni a nuestra responsabilidad ética frente a él, es sólo un modo de recordar que aún podemos conmovernos, abrazarnos en torno a una metáfora, a una imagen, es un modo de recordar(nos) que todavía tenemos algo de humanos.
Vuelve a mí en este momento un fragmento del hermoso libro de Ítalo Calvino, Las ciudades invisibles,
“…el infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.”
Quizás esto y no otra cosa sea lo que busco en la poesía, quizás esto y no otra cosa, sea lo que me permitieron sentir esta noche las voces de cinco mujeres, reunidas en torno a a la belleza inasible de lo poético, en un ritual a la vez mínimo y absoluto, lejos de los infiernos. Por eso necesité desobedecer al buen Quiroga y escribir bajo “el imperio de la emoción”. Espero que ustedes y él sepan perdonármelo.
Este texto nació después de la lectura que, bajo el título “Poetas con Ñ. Mujeres en verso”, compartí el 23 de mayo, en la Casa Universitaria del Libro de la UNAM, con Rocío Cerón, Elisa Díaz Castelo, Julia Santibáñez, Enzia Verduchi y Karen Villeda, gracias a la invitación de Adriana Bertorelli y Juan Carlos García Sampedro, y a la hospitalidad de Guadalupe Alonso.
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26-05-2024 - 12:01 am
"Resulta perturbador que, desde ahora, ya se estén señalando como culpables a los votantes".
El otro día unos vecinos se pelearon. Primero fueron gritos, luego se amenazaron, llegó uno de los hijos a defender a su madre y casi se agarran a golpes. Lo impidió la intervención oportuna de otro vecino. Las razones de la pelea eran tan claras como simples: unos apoyan a una candidata, los que viven enfrente a la otra. Casi como ejemplo de libro de texto. Dos posturas del mundo separadas por escasos metros. Dos posturas que, además, apenas requieren asomarse a sus ventanas para allanar un poco de la intimidad de los otros (con este calor, ventanas y persianas están abiertas).
Es claro que cualquiera tiene derecho de elegir a su candidato. Las filias y fobias políticas suelen estar abonadas con razones, aunque no las compartamos. Cada quien es libre de apoyar a quienquiera. Ya sea porque se convenció a partir del hecho de que este sexenio o algún otro le fue bien, ya por las razones contrarias. Las razones de los votantes no siempre están sustentadas por argumentos racionales impecables, pues la emocionalidad, la experiencia, los sentimientos y la empatía o antipatía también operan en la ecuación.
A lo que voy es a lo difícil que es juzgar a alguien por su intención de voto. Uno no conoce sus circunstancias a cabalidad ni las razones que cada uno esgrime en su interior. Ejemplo de esto son los dos comunicados firmados por muchos intelectuales, académicos y demás personalidades. Se apoya a ambos bandos y se hace por diferentes conveniencias. ¿Son más inteligentes los unos que los otros? A saber: algunos sí y algunos no. ¿Sus intenciones son desinteresadas porque su preocupación real es el futuro del país? A saber: algunos sí y algunos no (no seamos tan ingenuos como para apostar por su probidad). ¿Lo hacen con una intención política? Sin duda.
A muchos nos queda claro que el país está mal, ha estado mal y seguirá estando mal, gane quien gane. La esperanza se diluye y, si acaso algo queda de ésta, tiene que ver más con el optimismo que con elementos demostrables. Una lástima en todo caso.
Y es en este punto donde convergen la pelea de mis vecinos, las intenciones de los abajofirmantes y la demostrabilidad.
Llevo semanas escuchando, de forma directa o velada, una acusación perversa: si alguien vota por A o B, gana A o B y al país le va mal, entonces la culpa será del votante. De ése que decidió tachar una casilla en lugar de la otra. Sobra decir que quienes condenan las posibilidades son los mismos que, en su momento, también votaron por X o Y, cuando ganó X o Y y al país le fue mal. Ahora se lavan las manos y no aceptan una culpa que no dejan de señalar. Como si el pasado fuera menos en relación con el futuro (que podría serlo), considerando que ese futuro está fundado en dicho pasado.
Estoy cierto de que cada quien es libre de votar por quien quiera (no por nada es un derecho), que cualquiera puede intentar convencer a otros de sus preferencias. Sin embargo, resulta perturbador que, desde ahora, ya se estén señalando como culpables a los votantes. Como si, en cualquiera de los casos, se tuviera una mayor estatura moral y la capacidad de otear mucho más lejos en el horizonte del futuro mientras, para no avergonzarse, se oculta el pasado.
Quedan pocas esperanzas y lo lamento. El país está en una situación muy frágil y complicada. Ojalá entendamos lo poco que nos beneficia querer reprocharle al otro el sentido de su sufragio. Ojalá.
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25-05-2024 - 12:05 am
Y así es, no sólo nos venden prácticamente lo que sea, como productos comestibles que nos hacen pasar como alimentos cuando no lo son. Pero también venden la narrativa de que no son parte del problema, que el problema está en las elecciones de los individuos, que ellos son parte de la solución.
Las grandes corporaciones se han apropiado de parte importante del agua, de inmensos territorios para extraer sus minerales, han invadido con productos ultraprocesados nuestras dietas, provocando epidemias de enfermedad y muerte, corporaciones que han hecho explotar la venta de alcohol en todo lugar y a toda hora, apropiándose con su publicidad de los principales eventos deportivos y los eventos musicales para jóvenes, y, por último, las tabacaleras que ahora introducen sus cigarrillos electrónicos que, aunque se ha tratado de prohibirlos, pueden encontrase al lado de las cajas de los Oxxos por todo el país.
Asesores de las candidatas en materia de salud y ambiente se han reunido con las grandes corporaciones, con los expertos que sirven a sus intereses, y han despreciado el encuentro con las organizaciones sociales, con las comunidades organizadas que han venido enfrentando la codicia depredadora de estas corporaciones. Los Zorros y sus amigos se han infiltrado en sus equipos para servir a esos intereses, para reclamar asientos en la mesa en que se discutirán las políticas de salud y medio ambiente. Son las mismas corporaciones que quieren convertir a la propia Organización de las Naciones Unidas en un gobierno global público-privado. Reclaman, como lo han hecho siempre, lográndolo durante años en México, tener el derecho a participar en el diseño de las políticas como si sus intereses fueran los mismos de quienes deben buscar el bien público. Sentándose a la mesa capturan la política, garantizan la protección de sus ganancias violando los derechos humanos a la salud, haciéndose de los recursos de la tierra, contaminando el entorno.
¿Acaso puede haber democracia cuando el quehacer político es atrapado por intereses privados? La sola participación de las corporaciones en alianzas con los gobiernos, como los son los proyectos público- privados, son una forma de secuestro de la política, esas colaboraciones impiden la transparencia de los proyectos, quedan controlados por las corporaciones y neutralizan a las instituciones gubernamentales.
Asi es como Nestlé puede llegar a patrocinar un congreso de una asociación de pediatras para lograr influir en sus miembros con el fin de que prescriban sus productos, provocando que estas asociaciones de profesionales de la salud guarden silencio frente a las prácticas que realiza Nestlé violando el Código Internacional contra la Publicidad de Sucedáneos de la Leche Materna.
Así fue como la Secretaría de Educación, Josefina Vázquez Mota, al firmar acuerdos con Coca-Cola y PepsiCo para introducir programas en las escuelas para que supuestamente las refresqueras promovieran formas de vida saludable, declaró que no prohibiría la comida chatarra en las escuelas. Todo a cambio de unos balones, unas canastas de básquet. Espejos por oro, chucherías a cambio de la salud de los escolares. Así fue como nuestra infancia llegó a los mayores niveles de sobrepeso y obesidad en el mundo, con un consumo promedio de más de 500 calorías cada día al interior de las escuelas, suficiente para subir varios kilos de peso en cada ciclo escolar, casi la mitad de estas calorías provenientes de bebidas azucaradas.
Entre los equipos de las candidatas hay asesores que trabajaron para las farmacéuticas y promovieron vacunas que fueron prohibidas, posteriormente, por la OMS; asesores que han servido en el Congreso para bloquear sistemáticamente las políticas dirigidas a proteger a la infancia de publicidad de comida chatarra y su presencia en escuelas, asesores que trabajaron para fundaciones financiadas por Coca-Cola y no cuestionaron la captura de la Secretaría de Salud por esas corporaciones, asesores que desde instituciones de salud han hecho acuerdos con estas grandes corporaciones en proyectos público-privados, que han participado en fundaciones creadas por la industria del alcohol, de las bebidas azucaradas y de la comida chatarra.
Las consecuencias de someter las políticas públicas de salud a la interferencia de las corporaciones, fueron claramente expuestas por la propia directora de la Organización Mundial de la Salud, la Dra. Margaret Chan, señalando que esta captura de la política es la principal causa de las epidemias actuales de enfermedades crónicas no transmisibles. Hace más de 10 años realizó estos señalamientos que son ya un documento histórico, como ella señaló, un parteaguas. Fueron hechas en junio de 2013 pero, al parecer, poco ha cambiado.
Cito las palabras de la directora general de la OMS, la Dra. Margaret Chan, ojalá la hubieran escuchado las candidatas:
Hoy en día, el poder ayudar a que las personas adopten estilos y hábitos de vida saludables, se tiene que confrontar con fuerzas no amigables. Para nada amigables.
Los esfuerzos para combatir las enfermedades no transmisibles van en contra del interés de las grandes industrias de operadores económicos muy poderosos….este es uno de los mayores retos para la promoción a la salud.
No sólo son las Grandes Corporaciones del Tabaco, ahora la salud pública necesita contener también a las Grandes Corporaciones de la Comida, de los Refrescos, del Alcohol. Todas estas industrias combaten las regulaciones y se protegen a sí mismas al utilizar las mismas tácticas.
Las investigaciones científicas han estudiado estas tácticas bastante bien. Estas incluyen, grupos frontales, cabildeo, promesas de auto-regulación, demandas e institutos de investigación de la industria que generan confusión en la población.
El poder del mercado fácilmente se traduce en poder político. Muy pocos gobiernos priorizan a la población sobre las grandes industrias. Así como hemos aprendido de la experiencia contra la industria del tabaco, una corporación poderosa le puede vender al público prácticamente lo que sea.
Y así es, no sólo nos venden prácticamente lo que sea, como productos comestibles que nos hacen pasar como alimentos cuando no lo son. Pero también venden la narrativa de que no son parte del problema, que el problema está en las elecciones de los individuos, que ellos son parte de la solución. Mientras provocan enfermedad publicitan que sus productos nos dan felicidad, mientras que son los mayores contaminadores, gastan millones generando la percepción que reciclan lo que producen, mientras que son de los mayores extractores de agua y hacen campañas para generar otra percepción en la que cuidan el agua y hacen proyectos en unas cuantas comunidades.
Lo más grave es que están ahí, reclamando su lugar en la mesa, hablando al oído de las candidatas, son los amigos de los Zorros.
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25-05-2024 - 12:03 am
"El alacrán observa cómo, igual que hace cien años, los grupos culturales hacen sus movimientos allá arriba, una suerte de toreo de salón que desde abajo se ve lejano y ajeno".
El sino del escorpión ha revisado algunos episodios de la historia de los grupos culturales que siempre han querido influir en el poder (de manera tan legítima como cualquier otro grupo) para ser beneficiados por él (a veces de forma no tan legítima). Ante sus exigencias, el ambivalente ogro filantrópico puede gruñir y mostrar sus filosos dientes o tornarse generoso y amable, dependiendo del momento político y la necesidad de legitimación intelectual, académica y cultural del grupo o partido en el poder.
Desde los científicos positivistas, aquél grupo de políticos, intelectuales y hombres de negocio que influyeron sobre la vida política de nuestro país (y tanto se beneficiaron de ella) durante la dictadura de Porfirio Díaz, hasta los artistas e intelectuales llevados a la Secretaría de Educación Pública por José Vasconcelos en el llamado “renacimiento cultural” del México de los años veinte, y desde los intelectuales, artistas y maestros que apoyaron la Educación socialista del cardenismo, hasta los grupos culturales e intelectuales hegemónicos durante los años de nuestro neoliberalismo, estos pequeños grupos, formaciones o núcleos culturales reunidos en torno a intereses y demandas comunes, han aspirado siempre a un trato de excepción, trasladando incluso a nuestro país el concepto francés de la “excepcionalidad cultural”, referido a la obligación del Estado de apoyar las expresiones culturales y artísticas de un país mediante un trato privilegiado, financiamientos, exenciones fiscales, becas, premios o reconocimientos.
Luego de sacudirse el Maximato callista con la expulsión de Plutarco Elías Calles del país, en los combativos años treinta, el régimen cardenista fue ganando apoyo popular con la la reforma agraria, la organización sindical de los trabajadores y campesinos, el intento de transformación socialista en la educación y la expropiación petrolera. Muchos artistas, maestros e incluso los intelectuales del Partido Comunista apoyaban las políticas del régimen, en tanto desde la Universidad un grupo académico resistía la educación socialista abogando por la libertad de cátedra. Tras el gobierno de reacomodos de Ávila Camacho, llegó el régimen del primer civil que gobernó nuestro país: Miguel Alemán, y con él la “modernización” que implicó la fusión del poder político con el poder económico.
En aquellos años cincuenta se comienza a conformar un núcleo cultural que encabezaría Fernando Benítez, grupo al que se bautizó como “la mafia” y que ya en los sesenta incluiría a José Luis Cuevas, Carlos Fuentes y los “300 cultos”, según los llamó Carlos Monsiváis; pero no hubo intelectual, artista o grupo cultural que apoyara entonces al régimen de Gustavo Días Ordaz, acaso sólo Porfirio Muñoz Ledo, quien alabó al violento presidente poblano en un discurso en el Congreso.
El alacrán recuerda con nitidez la actitud filantrópica del gobierno de Echeverría con los intelectuales. Carlos Fuentes llegó a decir en aquel inicio de los años setenta: “Echeverría o el fascismo”, al tiempo que el presidente impulsaba a los países del “tercer mundo” y recibía a muchos académicos e intelectuales argentinos, uruguayos y chilenos que escapaban de las dictaduras en sus países. Así de contradictorio el mandatario que ordenó la guerra sucia, la Operación Cóndor, las desapariciones y asesinatos de jóvenes, líderes sociales y guerrilleros.
López Portillo encarnó al ogro filantrópico, mientras corría a periodistas y editores que le desagradaban (“¡No voy a pagar para que me peguen!”), impulsó las tareas culturales de su esposa, apoyó a las artes a través de la Subsecretaría de Cultura de la SEP y logró fama pública de “hombre culto” (el escorpión recuerda una reunión en Los Pinos donde López Portillo presumió haber leído completo El Cuarteto de Alejandría, de Durrel), El sexenio culminó con una nueva crisis, otra devaluación y la estatización de la banca, que, paradójicamente, fue apoyada entonces por los integrantes del grupo Nexos (entonces autodefinidos como socialdemócratas), y rechazada por los integrantes de la revista Vuelta (antecedente de Letras Libres), encabezada entonces por Octavio Paz, quienes se definían entonces como liberales. Estábamos en el umbral de neoliberalismo.
La historia posterior es conocida: en busca de legitimación ante la comunidad cultural, luego del fraude electoral del 88, Salinas congregó a las instituciones artísticas y culturales en el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, creó las becas del FONCA y otorgó sus primeros apoyos económicos, respondió al llamado de los intelectuales para no vender el Canal 22 y lo cedió a la “comunidad cultural”. Fueron años de legitimización de los actos de un gobierno que terminó en un fracaso económico estrepitoso y una crisis profunda que se trata de suavizar recordando los avances en materia de electoral (creación del IFE-INE), y la “transición a la democracia”, bien avalada por los grupos culturales e intelectuales que incluso obtuvieron provecho económico, puestos, privilegios, institutos de estudio y otras oficinas a partir de ella. Fueron años de crisis y profundización de la desigualdad, pero no para los dos grupos culturales hegemónicos que se mantuvieron gracias a la generosidad y los apapachos de los gobiernos del PRI-PAN.
Cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto caía en el profundo pozo de la corrupción y el descrédito, fue creada la Secretaría de Cultura (2015) como un aliciente para que la comunidad cultural continuara creyendo. Y lo logró. El cambio de régimen fue entonces mayúsculo a la llegada del morenismo al poder. El cambio cultural ha sido caótico y acaso poco comprensible: los artistas se quejaron de inmediato ante las modificaciones al FONCA, ante la falta de apoyos a proyectos independientes y más… Pero la redirección del presupuesto cultural hacia proyectos populares, regionales y alejados del centro político de la Ciudad de México es un hecho. Aún así, los reclamos por la altísima inversión en Chapultepec no han parado. Y hay inconformidad, pero también una actitud un tanto a la expectativa de la mentada comunidad cultural.
Los grupos culturales hegemónicos ya se han definido abiertamente (siempre lo hicieron por debajo de la mesa) al hacer un llamado a votar por un gobierno “más generoso” con la cultura, que vuelva a los apoyos cuantiosos y los privilegios de antes. Esa idea de la excepcionalidad sigue determinándolos. Al mismo tiempo, otro amplio grupo de intelectuales, académicos y artistas se pronuncian claramente por la continuidad del proyecto y llaman a votar por Morena. El alacrán observa cómo, igual que hace cien años, los grupos culturales hacen sus movimientos allá arriba, una suerte de toreo de salón que desde abajo se ve lejano y ajeno. ¡Olé!
@Aladelagarza
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