Gustavo De la Rosa
26/04/2025 - 12:04 am
Regresemos a los orígenes
Morena no puede transformar al país sin lograr cambiar las relaciones laborales establecidas entre el Estado, los sindicatos y los patrones.
En estas semanas ha habido tanta agitación por conflictos de todos los niveles, desde Trump hasta los diputados de Monreal, y la campaña contra Andrea, que repentinamente puede generar cierta desorientación entre los simpatizantes y activos del gran movimiento de la 4T.
En momentos así, es necesario volver a los orígenes de los grandes proyectos de transformación.
Morena tiene una columna vertebral histórica que proviene del movimiento sindical ferrocarrilero conducido por Demetrio Vallejo y Valentín Campa, el gran movimiento sindical magisterial del MRM, y la lucha agraria de Jaramillo, así como de grandes activistas que se enfrentaron a los latifundistas herederos del Porfiriato. De tal suerte que no aceptamos la tesis de que Morena se fundó en 2012 y tomó el poder en 2018; sus raíces y orígenes están mucho más atrás. En ese sentido, aunque los principios por los cuales se lucha parecen sencillos, la verdad es que son principios de gran calado social.
Morena no puede transformar al país sin lograr cambiar las relaciones laborales establecidas entre el Estado, los sindicatos y los patrones. La independencia y la democracia sindical son principios irrenunciables, porque sin una clase obrera organizada, como clase en sí y para sí, las posibilidades de avanzar son limitadas y el horizonte estaría muy restringido. Todo se decidiría en los procesos de sucesión política en todos los niveles de mando, lo cual finalmente terminaría contaminándose con la búsqueda del poder por el poder mismo.
Frente a Trump, debemos regresar al proyecto de nación que se construyó después de la Revolución Mexicana, precisamente con Lázaro Cárdenas. La convicción de “primero los pobres” debe estar sembrada y arraigada en lo más íntimo de la voluntad de los mexicanos. No es una frase bonita; es una frase de trascendencia histórica, como aquella de “proletarios de todos los países, uníos”, “tierra y libertad” y “el respeto al derecho ajeno es la paz”, porque precisamente en esas pequeñas frases, que son grandes pensamientos, se han construido las bases de la esperanza hacia un México mejor.
No podemos enfrentar las ideas del señor de Norteamérica simplemente esperando que los EU retomen el paso. Hoy estamos angustiados porque Trump está violando el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México, pero debemos recordar que los sectores más serios de la izquierda mexicana, incluida Claudia Sheinbaum, nos opusimos a dicho tratado y advertimos el riesgo de convertirnos en dependientes radicales de los EU. Advertimos que las ventajas que ofrecía el Tratado de Libre Comercio sólo beneficiarían a grandes comerciantes que tuvieran algo que vender. El exceso llegó cuando los poderosos de México descubrieron que lo mejor que podían vender era el trabajo de los mexicanos, y durante 36 años lo vendieron al precio más bajo posible, de cinco a siete dólares por día laboral. Los grandes inversionistas mundiales encontraron que en México se producía barato, y el gran mercado de EU estaba a la mano. Todo esto construyó un país con grandes tasas de desarrollo, pero un desarrollo dependiente de inversiones extranjeras y del mercado norteamericano. Mientras los trabajadores se las arreglaban para vivir con miseria, los grandes negociantes mexicanos, en su mayoría, se dedicaron a vivir de sus rentas.
Es un sinsentido para quienes llevamos años en esto convertirnos en defensores del libre comercio mundial. Sin embargo, México no puede hacer otra cosa; por eso debemos regresar al origen de la construcción de la economía de este país, basada en la inversión de capitales privados y estatales. Esto lo inició con fuerza Andrés Manuel y lo sigue impulsando Claudia Sheinbaum, bajo la idea de reducir el grado de dependencia a EU y depender cada vez más de nuestro mercado interno, que es enorme, aprovechado por empresas mexicanas.
Ese regreso a las ideas originarias de este país, después de la Revolución de 1910-1917, es lo que nos puede sacar de los procesos críticos que vivimos actualmente.
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