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Óscar de la Borbolla

03/02/2025 - 12:03 am

El problema del tiempo y el lenguaje

¿Hay tiempo porque está ahí como algo dado que es en sí mismo?, ¿o el tiempo es tan solo un producto del lenguaje?

¿hay tiempo porque está ahí como algo dado que es en sí mismo?, ¿o el tiempoes tan solo un producto del lenguaje?
No pretendo dar una lección de gramática, sino pensar en la comprensión del tiempo a la que se accede cuando se es capaz de dar conscientemente los distintos matices de todos los tiempos verbales que nos permite nuestra lengua y que, sin duda, no son todos los que pueden darse con todas las lenguas que existen en nuestro planeta. Foto: Óscar De La Borbolla

A Beatriz Escalante por todo lo que me enseña de la lengua con su libro: Curso de redacción para escritores y periodistas.

Para entrar al problema del tiempo, siempre he pensado que las mejores puertas son la filosofía y la física; hoy, sin embargo, quisiera asomarme a él por la ventana del lenguaje, y preguntarme: ¿hay tiempo porque está ahí como algo dado que es en sí mismo?, ¿o el tiempo es tan solo un producto del lenguaje? La inquietud me ha surgido por constatar lo ajena que resulta una buena parte de los tiempos verbales a los hablantes de hoy, pues aunque quizás los entiendan cuando se los encuentran, no los usan cotidianamente. La gente solo habla en pasado simple: "yo comí" y en presente, también simple: "yo como". Pero nunca he escuchado que alguien use en la calle o en los medios: "yo hube comido", y sospecho que muy pocos entienden la diferencia que se imprime con la forma elemental "yo comí", y con la más sutil "yo he comido". Y algo parecido ocurre con "yo había comido" que, para muchos, resulta indistinguible de "yo habría comido".

No pretendo dar una lección de gramática, sino pensar en la comprensión del tiempo a la que se accede cuando se es capaz de dar conscientemente los distintos matices de todos los tiempos verbales que nos permite nuestra lengua y que, sin duda, no son todos los que pueden darse con todas las lenguas que existen en nuestro planeta.

Veamos tan solo qué ocurre en español con las conjugaciones en pasado del verbo amar en modo indicativo: "AMÉ" manifiesta que el sentimiento quedó atrás, que ya no lo siento y no se sabe cuánto duró, solo que desapareció. "AMABA" también es algo que ha quedado atrás pero intuimos que su duración fue prolongada, que ocupó un cierto plazo en el pasado. "HE AMADO", en cambio, habla de un sentimiento que terminó tan recientemente que casi roza el presente. Otro caso es el tiempo denominado antepretérito: "HUBE AMADO", señala una acción ocurrida en el pasado que es inmediatamente anterior a otra también ocurrida en el pasado: ejemplo: "Cuando la hube amado, perdió su interés en mí". Otra conjugación es la que se denomina antepospretérito: "HABRÍA AMADO", y se refiere a una acción que de haber ocurrido hubiese sucedido otra: ejemplo: "Te habría amado si hubieras sido menos tú". Nótese que se refiere a una acción que no ocurrió en el pasado, porque tampoco ocurrió otra en el pasado. Resulta inconcebible que podamos referirnos a dos cosas que no sucedieron, y que además podamos ubicar una que no fue anterior a la otra que tampoco fue. En este caso, el pasado es un sitio en donde no ocurrieron cosas; al parecer, el tiempo pasado está formado por nuestras ilusiones. Y finalmente, para no complicar más las cosas, me referiré al antecopretérito: "HABÍA AMADO" y el matiz que da es la relación de dos acciones que sí sucedieron en el pasado y una fue anterior a la otra: ejemplo: "Fue innecesario tu intento de seducirme, pues yo ya te había amado".

Faltan, obviamente, las conjugaciones verbales en modo subjuntivo; pero lo dicho es suficiente para hacernos una idea de que con nuestra lengua podemos referirnos no solo a lo que ocurrió en el pasado, sino a varios modos de lo que fue: por usar el español, podemos fijar acontecimientos ocurridos y no ocurridos, que tuvieron distintas duraciones y que hay en el pasado secuencias.  Nuestra lengua permite explorar el pasado, darlo por consumado o que aún persista y nos alcance hasta hoy; es, sin lugar a dudas, una lengua que literalmente nos facilita adentrarnos en lo que ya no es. Ante estas ventajas cabe la pregunta: ¿qué ocurre con quienes no distinguen, no usan o, francamente, ignoran la frondosidad de nuestra lengua? La respuesta es simple: para ellos lo que fue única y exclusivamente ya fue. No distinguen más. Y extremando la pregunta: ¿qué ocurriría si no tuviéramos lenguaje?, ¿o que no nos permitiera referirnos al pasado?, ¿habría alguna manera de saber algo de lo que ha sido?

Aventuro una respuesta: si no fuera por la lengua, nuestra experiencia sería puro presente, no sabríamos del pasado y tampoco podríamos experimentar expectativas o hacer planes, pues, con el futuro sucede lo mismo que con el pasado: es la lengua la que nos abre a él; sin ella, el tiempo desaparece. El tiempo no es algo dado, un en-sí que tenga una existencia autónoma o, en pocas palabras: hay tiempo porque hay lengua. La única duda que sigue inquietándome es: ¿por qué la lengua fue construyendo los tiempos verbales?, o a pesar de todo lo dicho: ¿habremos sido capaces de captar el tiempo antes de poder hablar de él?

 

X @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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