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Susan Crowley

01/03/2025 - 12:03 am

Emilia Pérez una narco-ópera

"Es burlesca y utiliza esa salida para mostrar otra cara de la realidad, esa que nos negamos a ver en medios informativos y documentales".

Emilia Pérez una narco-ópera.
"Emilia Pérez es comparable a muchas óperas". Foto: Especial

La ópera es un género que hiperboliza un acontecimiento a través de la música y la voz. Los momentos de delite y gozo musical y vocal la han colocado como una de las más apreciadas artes. Sin embargo, para no pocos, es insoportable por tediosa, alargada e incluso absurda.  Los momentos grandiosos compiten con un caudal de incongruencias. A cada uno toca decidir si es creíble o no, si fascina o es insoportable.

Emila Perez es una estridente narco-ópera, llevada al cine. Ha sido criticada por banalizar con música y canto un tema tan delicado como lo es el narco y las desapariciones de mujeres y hombres por parte del crimen organizado. Se le acusa de no saber retratar de manera seria la violenta realidad que acontece en México. Estos argumentos son válidos. Pero habría que considerar las razones que explicarían su éxito en festivales internacionales, las críticas positivas de los comités de evaluación y el aplauso entre una buena cantidad de espectadores. Es una obra desenfadada, con destellos de frivolidad que le permiten ser fársica e irreverente, pero no superficial.

El francés Jaques Audiard, es autor y director de Emilia Pérez. Conocido por su agudeza y sagacidad al tratar temas complejos (Lee mis labiosUn profeta), en esta ocasión recurre a la máscara o al maquillaje que usa el payaso para contar la verdad, dando por hecho una obviedad: ningún narco canta y baila. Al menos no con una coreografía de musical Pop y menos en una sala de recuperación, después de practicarse la vaginoplastía para convertirse en una mujer piadosa cuyo objetivo será salvar a quienes antes aterrorizó. Este despropósito se convierte en fundamento de lo que habrá de seguir. La farsa nos hace pensar en esos otros seres, los reales que hoy tienen en vilo al país. Emilia Pérez expone una situación extrema que nos obliga a ver.

Es burlesca y utiliza esa salida para mostrar otra cara de la realidad, esa que nos negamos a ver en medios informativos y documentales. En ese sentido es una obra completa, la anagnórisis o principio de revelación de la verdad se cumple dentro de una historia concreta que podría pasar en un país que ha dejado crecer la desigualdad y la violencia. Grotesca sí, pero con una dosis de consciencia y el desparpajo de quien está fuera del conflicto, en este caso un francés que se deja tocar por la imagen de nuestro país y la observa desde una perspectiva distinta. Eso duele.

Emilia Pérez es comparable a muchas óperas. Tosca trata de una asesina con la que nos identificamos en todo momento y justificamos que entierre un cuchillo al villano Scarpia, cuyo lujurioso comportamiento termina por seducirnos. Carmen es una gitana libertina que provoca y  juega con los hombres, los conquista y después los abandona; lo advierte desde las primeras arias, prefiere morir que renunciar a su libertad. A propósito, como a Audiard, se puede criticar a Bizet de no saber nada sobre España, de la vida gitana o, incluso, si nos ponemos muy correctos, que Carmen cante en francés. Lulú es una mujer que representa el deseo, la lascivia que despierta en los hombres la convierte en víctima victimaria; no tiene defensa y va de un amante a otro desatando su fatal destino; termina descuartizada en manos del famoso asesino Jack el Destripador. Lady Macbeth de Mtsensk envenena al suegro con hongos y termina ahogada en un río congelado de un campo de trabajo en Siberia. Madame Buterfly podría sumar todos los asurdos, un americano que seduce a una japonesa, cantan en italiano; ella es una grácil muchacha de apenas 15 años, y ha sido interpretada por las más grandes divas que normalmente han sido mujeres de más de 40 y que pesan más de cien kilos; esto agregado a que muchas voces sublimes no pronuncian bien el italiano, la convierte en blanco de las más rudas críticas. Emilia Pérez es una ópera, hay a quienes encantará y otros muchos la detestarán. Descartarla por las aparentes incongruencias es perderse en las formas: equivale a despreciar la laureada Narco I porque un brasileño con obvio acento, interpretó a Pablo Escobar; o dejar de ver Bridgeston por ser protagonizada por aristócratas ingleses de evidente origen afroamericano. El valor o no de estas producciones tendría que partir de otros méritos o deméritos.

Si es apología del crimen o no, toca analizarlo a cada espectador, a su criterio, nivel de lectura y capacidad de dirimir y juzgar dependiendo de sus valores, sus experiencias y forma de ver la vida. Pero nos guste o no, Emilia Pérez visibiliza un tema que nos duele por el daño que ha causado a nuestro país y que hoy se recrudece. Es tan solo un punto de partida para seguir reflexionando sobre el doloroso momento que es consecuencia de una realidad no atendida durante años.

Emilia es consecuente con su esencia. Manitas es un cruel asesino y narco que, a pesar de convertirse en una buena mujer con instintos maternales, consciencia del otro y enamorada, contiene en su interior a un monstruo que se desata irremediablemente. Manitas y Emilia son el mismo ser humano y como todos, diría Dostoievski, es capaz de la más baja de las pasiones y también la más alta de las virtudes, en este caso, cantando.

Será otra historia lo que ocurra en las alfombras rojas, en las redes sociales y en el vertiginoso mundo en el que de un minuto a otro nos convertimos de héroes a villanos por cualquier comentario desafortunado. Somos parte de la cultura del espectáculo y lo consumimos y adoramos. Desde que las redes sociales monopolizaron la opinión no se necesita saber mucho, basta con expresarse con odio para que un comentario se viralice y destruya o construya a una persona; es el caso de Karla Sofía Gascón y de Emilia Pérez. Una en la realidad, la otra en la ficción.

Me temo que esta cacería de brujas en contra de Gascón, se alimenta de esta nueva epidemia de la cancelación, centrada en destrozar la vida del otro. Un linchamiento convertido en deporte de masas. Emilia Pérez- Gazcón, busca su redención en medio de todo esto, ¿la academia norteamericana de cine podrá sobreponerse al mandato del nuevo orden impuesto por el gobierno de Trump que rechaza cualquier tipo de diversidad?, ¿la defenderá ante todos sus adversarios?, ¿jugará a la doble moral como siempre?

No tengo muchas esperanzas pero tampoco respeto al comité que elige a los premiados al Óscar. Emilia Pérez pertenece al género fársico-comedia de Anora, de The Apprentice y de la sorprendente obra musical A better man, soberbias todas. La Substancia, en su estilo gore, merece un análisis aparte. Cualquiera de ellas, pero especialmente Emilia Pérez y ya no digamos Todavía estoy aquí, una película realista que documenta el horror de una dictadura, tienen mucho más que ofrecer que el “bodrio” de Brody, El Brutalista o la, a fin de cuentas tediosa, Conclave. @Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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