Mario Campa
12/03/2025 - 12:05 am
La (ir)racionalidad arancelaria de Trump
Con sus políticas comerciales y fiscales, Trump encerró al toro de Wall Street, símbolo de un mercado alcista, en el corral de la dieta estricta y el desafilado de cuernos.
Al momento de escribir estas líneas, las acciones bursátiles estadunidenses extienden pérdidas desde la asunción de Donald Trump. Los índices referentes entraron a lo que el mundo de las finanzas conoce como zona de “corrección” o una caída de 10 por ciento desde su pico más reciente. Podrían caer pronto a un mercado bajista—llamado “bear” (u oso) en inglés— si las pérdidas acumulan un 20 por ciento desde el máximo alcanzado en diciembre. Con sus políticas comerciales y fiscales, Trump encerró al toro de Wall Street, símbolo de un mercado alcista, en el corral de la dieta estricta y el desafilado de cuernos.
Leer las intenciones últimas de Trump no es tarea fácil. Por diseño, el Presidente acostumbra ocultar sus cartas asumiéndose un maestro del blof en el arte de la negociación. Sus continuas referencias al juego y el azar son propias de quien hizo carrera en el negocio de los casinos. Pequeño detalle: el magnate quebró cuatro de ellos en Atlantic City, considerada un Las Vegas de la Coste Este. Trazar las apuestas de Trump asumiendo que nacen de la racionalidad y mueren en éxito puede resultar con frecuencia un supuesto heroico. Aun así, aventuraré hipótesis.
El puerto de partida suele ser la ideología. Origen es casi siempre destino. Trump es veleta en muchos aspectos, como las criptomonedas o el descarte de países aliados, pero es consistente en su ultranacionalismo. Y eso deriva en que sea un mercantilista de manual. Para esta filosofía política, los aranceles serían adelgazantes insustituibles de los déficits presupuestales que toman por perjudiciales para la riqueza de las naciones.
Bajo esta primera hipótesis para explicar las pulsiones tarifarias, Trump actúa movido por convicciones de política pública que para el grueso de los economistas son de flaca validez empírica y teórica. Para muestra, el déficit comercial de Estados Unidos de 3.1 puntos porcentuales del PIB sería elevado frente a los años setenta que registraron los últimos superávits, pero quedaría lejos del déficit comercial de 5.7 por ciento sobre PIB del 2006. Esto hace inteligible la imposición de aranceles a China, economía con el mayor superávit contra Estados Unidos (295 mil mdd en 2024), e incluso las amenazas a la Unión Europea (236 mil mdd) y México (172 mil mdd). Sin embargo, no explica la razón de castigar antes a Canadá (64 mil mdd) que a Vietnam (124 mil mdd), Taiwán (74 mil mdd), Japón (69 mil mdd) o Corea (66 mil mdd), si bien es cierto que serían castigados con aranceles recíprocos que entrarían en vigor el 2 de abril.
Una segunda hipótesis del móvil de conducta es que la ideología confluye con una necesidad inmediata: el deseo de reducir el déficit fiscal que alimenta la deuda pública. Trump prometió en campaña balancear los ingresos y egresos del Gobierno federal por una aversión partidista a buena parte del gasto de Gobierno. Los republicanos consideran insostenible el déficit fiscal de 3.3 puntos porcentuales del PIB al excluir el servicio de la deuda (2024). El sesgo ideológico proempresarial dicta luego recortes presupuestales y no un alza de impuestos corporativos o a la riqueza. Al quedarse corta la motosierra de Elon Musk, los aranceles colmarían el vacío entre la realidad y la promesa electoral.
La recaudación tributaria permitiría a los republicanos recortar más la tasa corporativa: otra promesa de campaña de Trump. Como referencia, The Tax Foundation estima que Trump recaudó 89 mil millones de dólares mediante tarifas adicionales en su primera Presidencia y Joe Biden 144 mil millones extra en sus tres primeros años, casi en su totalidad por aranceles a China. Si bien no es una cifra desestimable, está lejos de cerrar la brecha fiscal deficitaria aun en el hipotético escenario de que entren en vigor aranceles recíprocos al resto del mundo.
Una tercera posibilidad es que Trump busque maximizar concesiones y victorias políticas a cambio de sofocar sus propias amenazas. Bajo esta hipótesis, el Presidente estadounidense pretendería alcanzar acuerdos con los gobiernos extranjeros como botín político. En el caso de México, el despliegue de elementos de la Guardia Nacional o las deportaciones de prisioneros vinculados al narcotráfico serían moneda de cambio con carga electoral. Sin embargo, esta alternativa no lograría explicar los aranceles vigentes a China ni las constantes agresiones a un aliado geopolítico y socio comercial como Canadá.
Estas tres primeras hipótesis no son mutuamente excluyentes. Al contrario, conviven bien. Por ejemplo, Trump podría estar convencido de que los déficits gemelos—el comercial y el fiscal—podrían cerrarse solo con aranceles, pero en paralelo mediría el agua a los camotes. Ello explicaría los frecuentes giros de humor y a la vez la tolerancia para mantener la retórica comercial aun frente al espectro de una recesión y el castigo de los mercados.
Queda al final el componente irracional. Apostar la salud de la economía global a una guerra comercial con la motosierra en mano se asemeja a buscar fama y fortuna en un casino. Se trata de una incoherencia viniendo de quien reclamó a Zelenski en la Sala Oval estar jugando con una Tercera Guerra Mundial. La cuarta y última hipótesis es que una combinación de revanchismo y excesiva tolerancia al riesgo sea un error de cálculo fatal.
Trump solía jactarse de montar mejor que cualquier otro Presidente al toro de Wall Street. Esa deferencia se esfumó. Hoy día sustituye a la bestia encerrada por osos de las finanzas y las guerras. Eso lo vuelve impredecible ante sus adversarios y aliados por igual. Entre la densa bruma de incertidumbres, la fragilidad económica crece.
En una coyuntura de pocas certezas y crecientes amenazas, una chispa de irracionalidad puede hacer que jugar con fuego provoque el incendio involuntario de la pradera. La popularidad de Trump ardería en ese averno, pero arrasaría con él la economía de Norteamérica.
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