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Óscar de la Borbolla

09/04/2025 - 12:04 am

Reflexión sobre la muerte

La conducta real de la sociedad depende, como puede notarse por lo expuesto, del modo como se conciba la muerte, y de ahí que sea el gran asunto de la filosofía.

Para entender la cultura de un pueblo —que es como una inmensa bola de estambre— existen muchos hilos de los que uno puede tirar: su literatura, su religión, su desarrollo tecnológico… pero hay uno que especialmente aclara cómo ese pueblo encara la vida y finca sus costumbres: el asunto de la muerte, pues no es lo mismo visualizar la muerte como un Hades en el que, al menos para la mayoría, el individuo se convierte en una sombra sin conciencia que flota para siempre entre las demás sombras, que un más allá como el cristiano, donde todo depende de la conducta moral que se haya mantenido durante la vida, ya que entonces, como es bien sabido, se accederá a la gloria, al purgatorio o al infierno, donde se gozará sin tregua, se sufrirá por un tiempo definido o se padecerán los peores tormentos eternamente. O, como ocurre hoy, cuando para muchos la muerte es una frontera intraspasable y todo queda comprehendido en el más acá.

Las ideas acerca de la muerte forman un catálogo inmenso; pero ahora, más que un listado necesariamente incompleto —porque insisto, las visiones son incontables— quisiera dedicar esta reflexión a la que considera que la muerte es el límite absoluto del futuro y que tras el acto de morir no existe nada o, mejor aún, que uno se vuelve nada con la muerte. Confieso que soy partidario de esta idea y que no es la más cómoda, por cierto.

Asumir que hay un momento último para cada quien, pero último en serio —y que no importa lo que se haga durante la vida, pues el desenlace será el mismo para todos— tiene unas consecuencias decisivas en la forma en la que cada quien decide vivir. Nietzsche anticipó, a finales del siglo XIX, los tres tipos de seres humanos que sobrevendrían con lo que él consideró la cancelación del más allá. Estos tres tipos son: el Último Hombre, el Nihilista y el Superhombre. La predicción nietzscheana hoy parece una sociología del presente: el Último Hombre es descrito, en Así habló Zaratustra, como aquella persona sin ideales a quien basta un pequeño placer para el día y otro para la noche y, también, como quien considera su propia felicidad como la única meta de la vida. Este tipo de personas hoy abunda: ante la falta de esperanza en un después luego de la muerte, en un futuro póstumo, el Último Hombre sólo busca pasársela bien, sin comprometerse con nada y entretenido con satisfactores tan insulsos como pasajeros. Estas personas son, en mi opinión, los adictos a las redes sociales, quienes pierden el tiempo escrolando imágenes y esperando likes que les den su dosis de dopamina para sentir su pequeño placer.

Los Nihilistas también parecen estar bien instalados en nuestra desventurada actualidad; son a quienes no les importa nada y están dispuestos a lo que sea con tal de ganar dinero, el suficiente para colmarse con todo lo imaginable; poseen una voracidad sin límites que contrasta con su completa carencia de principios, ya que avanzan sobre cualquiera sin que los frene ningún escrúpulo, regla social o sentido moral.

Y, finalmente, el tan malentendido Superhombre, que no es otro que aquel que comprende que si no hay más allá, el aquí se convierte en un absoluto donde debe conquistarse el paraíso; no el paraíso ultraterreno, sino el paraíso en la Tierra, un mejor mundo para vivir el plazo que a cada quien ha tocado, haciendo lo mejor posible por los demás y, en consecuencia, por uno mismo. Es el tipo de ser humano que, sin tener la mirada en ese futuro póstumo que no le consta a nadie, busca hacer del presente su patria y terrenalizar toda esperanza.

La conducta real de la sociedad depende, como puede notarse por lo expuesto, del modo como se conciba la muerte, y de ahí que sea el gran asunto de la filosofía. Cómo entendamos ese punto final que nos aguarda a todos determina lo que hacemos y lo que somos. Lo mismo si reflexionamos en ello que si no lo hacemos jamás. El tipo de persona que cada quien es está definido por este asunto hasta en el caso de quienes eligen no prestarle ninguna atención. También ellos devienen un tipo peculiar de seres humanos: son capaces hasta de quitarse la vida; pero no han pensado jamás en la muerte, viven en su breve eternidad, como si el resto de los días fuera inacabable. A éstos también les define la vida no interesarse en pensar la muerte.

X @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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