Author image

Jaime García Chávez

05/05/2025 - 12:02 am

Frente a Estados Unidos, nacionalismo retórico

Insisto en que México debe llegar a un punto de inflexión en su política internacional con relación a Estados Unidos, buscar alternativas y aferrarse fuertemente a la defensa de los agravios que el trumpismo quiera perpetrar, incluso con el simple vaivén de sus amenazas.

En el mismo sentido está el lanzar recomendaciones de que México le puede dar lecciones de ética a Estados Unidos. Al parecer este discurso va dirigido a fortalecer ese nacionalismo que impacta al interior del país, más que ponerle nombre y apellido al problema.
"Insisto en que México debe llegar a un punto de inflexión en su política internacional con relación a Estados Unidos, buscar alternativas y aferrarse fuertemente a la defensa de los agravios que el trumpismo quiera perpetrar, incluso con el simple vaivén de sus amenazas". Foto: Rogelio Morales, Cuartoscuro

Se ha dicho con diversos énfasis que el nacionalismo es una religión secular. Y cuando se trata de un nacionalismo estrecho, excluyente, agresivo y discriminatorio, los riesgos de asumirlo como política estatal redundan en racismo, como bien lo dice la historia contemporánea.

En México los gobiernos del PRI, y el actual de Morena, asumen el nacionalismo como un mecanismo legitimador, muy a tono con el planteamiento de la unidad nacional en torno a los gobernantes, más allá de distinciones de clase, confesiones religiosas y aun de discrepancias políticas.

Que el PRI lo hiciera obedeció a circunstancias particulares, sobre todo a partir de la nacionalización del petróleo, por Lázaro Cárdenas; la creación de grandes aparatos corporativos sindicales; la distribución de las tierras para liquidar el latifundismo, y la cercanía de lo que fue la Segunda Guerra Mundial.

Durante la Guerra Fría fue el refugio para marcar ciertas distancias en un mundo bipolar, no obstante lo cual el alineamiento con los Estados Unidos fue la regla. Pero con una política exterior que marcaba límites, estilos y contenidos. Eso le dio ciertas simpatías entre la población, que atestiguó, por ejemplo, el apoyo a la República española; la solidaridad con Chile ante el golpe de Pinochet, y el saludo a la Revolución cubana.

Hoy, en los tiempos de Morena, las circunstancias son diferentes porque el mundo ha cambiado de manera vertiginosa. Y de nuevo se ha puesto en circulación un nacionalismo para replicar la agresiva política de Donald Trump a partir de este año. Es un nacionalismo que convoca al Zócalo e invita a cantar el Himno Nacional. Pero la realidad, ya hemos visto, transita por otros caminos.

Haremos el intento de realizar comparaciones con Canadá, en el contexto de la celebración del T-MEC, herencia salinista a la que no le han hecho el feo, y que recién inaugura Gobierno con Mark Carney, líder del Partido Liberal, que ya había anticipado posturas más enérgicas contra el trumpismo, a los cuales sumaremos dos hechos que hablan por sí solos de los límites del nacionalismo puesto en escena por la Presidenta Claudia Sheinbaum.

Mientras que Canadá es un aliado estratégico de los Estados Unidos con gran desarrollo capitalista y de la antigua Alianza Atlántica que ha entrado en crisis, México se maneja en términos de ambigüedad que deriva de la carencia de una política exterior firme, sostenida y soportada en un equipo profesional consistente. El Canciller mexicano, Juan Ramón de la Fuente, ocupa un lugar secundario, distante al menos, como así se observa a través de la prensa.

Dista mucho el lenguaje y finalidades de Mark Carney del que emplea el Gobierno mexicano. Veamos dos o tres de sus planteamientos:

Dice el Primer Ministro canadiense: “Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, nuestra agua, nuestro país, y no son amenazas gratuitas. El Presidente Trump quiere quebrarnos para poseernos. Y eso no pasará, nunca jamás pasará”. Eso es poner los puntos sobre las íes y no enfatizar, desde un discurso populista e interiorista, que “no somos piñata de nadie”.

En el mismo sentido está el lanzar recomendaciones de que México le puede dar lecciones de ética a Estados Unidos. Al parecer este discurso va dirigido a fortalecer ese nacionalismo que impacta al interior del país, más que ponerle nombre y apellido al problema.

Mark Carney también dijo que negociará con el Presidente Trump, pero como lo hacen dos naciones soberanas”, y enfatizó que su país “tiene muchas, muchas otras opciones que los Estados Unidos para lograr la prosperidad”. Aquí, en cambio, esas opciones se están deteriorando, en primacía con la relación con Estados Unidos. Obviamente que se trata de dos economías de distinto peso, pero la claridad con la que se expresa Canadá dista mucho de la ambigüedad mexicana.

Ahora pasemos a tres hechos concretos: en cuanto a la política migratoria, el zar antiinmigrante norteamericano, Tom Homan, ha felicitado a México por su gran colaboración para levantar el muro, lo que le ha aligerado a Estados Unidos su problema. El apoyo va en muchas direcciones, pero particularmente en el empleo de miles de efectivos militares y de la Guardia Nacional para bloquear la frontera. Aquí sí se impone la clásica pregunta: me aplaude mi adversario, ¿por qué será?

El segundo está en el hecho del Tratado de Aguas de 1944 con el vecino país. La información que circula es que se ha cedido a la inmensa presión texana de trasvasar aguas desde diversas presas nacionales, lo que no se denuncia ni resuelve a fondo con una actitud gubernamental firme.

Y el tercero es que vendrán, con autorización del Senado, 120 soldados norteamericanos a Chihuahua, al campo de Santa Gertrudis, Saucillo, en tres mega aviones conocidos como “Hércules”. Vienen a realizar “ejercicios especializados conjuntos”, entre el 7 y el 25 de julio. En la solicitud de la presidenta al Senado se da como argumento “mejorar la interoperabilidad táctica para la seguridad regional”. En otras palabras, ya tenemos la intervención de las fuerzas armadas de Trump. El patriotismo retórico.

De alguna manera nos encontramos ante un nacionalismo retórico y de un gran silencio en puntos esenciales de las relaciones con el poderoso país.

Insisto en que México debe llegar a un punto de inflexión en su política internacional con relación a Estados Unidos, buscar alternativas y aferrarse fuertemente a la defensa de los agravios que el trumpismo quiera perpetrar, incluso con el simple vaivén de sus amenazas. Hechos son amores y no buenas razones, dice el conocido refrán.

Jaime García Chávez
Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Lo dice el Reportero

Opinión

Opinión en video