María Rivera
15/05/2025 - 12:01 am
Violencia
No está en otro lado la descomposición, sino allí, donde suceden los crímenes, donde se codean criminales y autoridades, donde se pagan sobornos, donde los criminales compran credenciales de impunidad para asesinar a quien quieran. Allí, en esas asociaciones criminales, entre autoridades, es donde se crean las manos homicidas y feminicidas.
Qué terrible violencia, querido lector, la que se padece en México. No es, por supuesto, una novedad y nos hemos mal acostumbrado a vivir con y en ella, y tolerarla como si fuera algo normal o mejor dicho como si no importara. Hasta que la violencia nos escupe en la cara, la vemos cruda y brutalmente como ha sucedido con el asesinato, cometido en Zapopan, Jalisco, hace dos días, de la creadora de contenido de tik tok, Valeria Márquez, una joven de 23 años mientras grababa un video en vivo. Una atrocidad total que muestra como le disparan varias veces a quema ropa mientras se encuentra en su negocio grabando para la red social. En redes circulan partes del video que hizo ese día en donde se puede inferir la historia del asesinato y cómo ella lo sospechó antes, cuando le dijeron que le querían hacer una entrega de un paquete y contó que estaba preocupada. Literalmente se pregunta si la querrán matar o levantar… minutos después la asesinaron a balazos, mientras su celular seguía grabando su cuerpo herido y su final desvanecimiento.
La Fiscalía del estado de Jalisco informó que investiga el caso como feminicidio, pero no sabemos, como siempre, si encontrarán al asesino y si se hará justicia o será un caso más, parte de la monstruosa impunidad que reina en México.
La verdad, querido lector, es que la brutalidad de su asesinato, video grabado por ella misma sin tener plena consciencia de ello, es una atrocidad. No hay otra palabra para describir la indignación que causa que los criminales de este país puedan matar, así como si nada, a quien quieran. Ya sean mujeres, políticos, jóvenes, madres buscadoras, estudiantes. Diario asesinan a personas con una facilidad que aterra. Este caso se suma a los muchos asesinatos que ocurren cotidianamente, pero que no son videograbados por sus víctimas. Por ejemplo, allí mismo, en Jalisco, un día después fue asesinado el exdiputado federal del PRI, Luis Armando Córdova Díaz, también a balazos. Eso, sin contar todos los hechos documentados de desapariciones y asesinatos que comete cotidianamente el crimen organizado desde hace ya mucho tiempo.
Pero no sólo es Jalisco, es Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Baja California, Zacatecas, Guanajuato. Lleva ocurriendo ya desde hace mucho la violencia como un cáncer que nadie puede detener y con el que nos hemos acostumbrado a vivir, como si no estuviera carcomiendo las bases sociales, comiéndose la capacidad de indignación y de respuesta de la sociedad mexicana que es sistemáticamente avasallada por la violencia y que ha dejado de manifestar ya no digamos indignación, sino interés.
Es ese clima social, de enfermedad, es decir, de tolerancia a la violencia y a las peores atrocidades, el que contribuye a que los feminicidas actúen con total impunidad; si se puede asesinar a quien sea, pues cuantimás se puede asesinar mujeres ¿por qué no? Los criminales tienen carta blanca para matar, esa es la verdad. Ya sea porque se saben protegidos o porque saben que el sistema trabaja para ellos. De otro modo no se entendería la cantidad de asesinatos y feminicidios que se cometen en México.
Lo mismo ocurrió con los trágicos asesinatos de mujeres extranjeras que fueron asesinadas por involucrarse con criminales, a través de una página de internet de citas y que siguen impunes. Y es que en este país no solo la vida no vale nada, parece que matar tampoco cuesta y tampoco genera la exigencia social para que las autoridades restituyan el estado de derecho que en este país desapareció hace mucho o de plano nunca acabó de implantarse tras la transición a la democracia.
Nos hemos acostumbrado, es tristísimo y grave, al horror. También hemos desarrollado todo tipo de justificaciones destinadas a tranquilizarnos, como criminalizar a las víctimas y así descargar de responsabilidad a las autoridades, que son quienes tienen sobre sus hombros la tarea de evitar que esta situación continúe, pero también a los criminales que son responsables del clima de violencia en que vivimos.
Todas las autoridades tendrían que rendir cuentas, todas; las municipales, las estatales y las federales y todos los gobiernos, provenientes de todos los partidos. Es la única manera en que podremos combatir el pasmo en que nos hayamos; cuando cada autoridad responda en cada municipio por los crímenes que están sucediendo en su pueblos y ciudades. No está en otro lado la descomposición, sino allí, donde suceden los crímenes, donde se codean criminales y autoridades, donde se pagan sobornos, donde los criminales compran credenciales de impunidad para asesinar a quien quieran. Allí, en esas asociaciones criminales, entre autoridades, es donde se crean las manos homicidas y feminicidas. Allí, no en un limbo inaccesible, en un país lejano, sino cerca, muy cerca de nosotros. Exigir verdad y justicia para las víctimas de asesinatos es lo mínimo que podemos hacer por ellas, pero también por nosotros mismos. Todos, aunque no nos demos cuenta e incluso no queramos reconocerlo, vivimos en la misma casa violenta. #JusticiaParaValeria
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