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Óscar de la Borbolla

21/05/2025 - 12:04 am

Los hechos no son los hechos

Por fortuna, no existen hechos ni datos duros que incuestionablemente deban ser tomados desde un único punto de vista; los hechos no son sino la perspectiva desde la que son mirados.

Existe una fórmula que todos hemos empleado alguna vez, una especie de frase hecha que a veces decimos de manera inconsciente y, otras, en cambio, para dejar constancia de que nuestra opinión no es más que una manera de abordar un asunto. Me refiero a la frase: "desde mi punto de vista". Hoy quisiera analizar lo que implica, porque posee una enorme riqueza que nos permitiría vivir más armoniosamente.

Cuando decimos: "desde mi punto de vista" lo primero que manifiesta quien la emplea es que existe una multiplicidad de versiones acerca de un mismo hecho y, en consecuencia, que el hecho que parecería ser la piedra de validación de la objetividad no es unívoco, pues, ciertamente, no hay más que puntos de vista: el hecho, el dato duro o como prefiera llamársele se disgrega en una diversidad de enfoques. Así, "desde el punto de vista de la ciencia", o "desde el punto de vista de la religión" o "desde el punto de vista de quienes comulgan con una postura política" no es, en ningún caso, una verdad absoluta, sino —como venimos repitiendo— una versión más.

Cuando alguien muy convencido afirma: "las cosas son así", y uno simplemente le pregunta: ¿por qué? El convencido puede adoptar dos posibles reacciones: una: atrincherarse repitiendo "porque así son las cosas", o segunda: buscar mostrarnos las razones y los aspectos que de algunos hechos destaca para haber llegado a esa opinión. Si accede a responder, y no simplemente se acoraza en su afirmación, su dogmatismo ha comenzado a ceder, pues ha identificado que lo que afirma se basa en unas razones, las suyas, y en unos aspectos de los hechos que ha destacado, sus aspectos, o sea, que al acceder a exponer los motivos de su convicción exhibe que se trata tan solo de su punto de vista y, por lo tanto, un punto de vista, uno más entre otros.

Por fortuna, no existen hechos ni datos duros que incuestionablemente deban ser tomados desde un único punto de vista; los hechos no son sino la perspectiva desde la que son mirados. Me detendré en un método filosófico que arroja luz sobre este asunto: el llamado método fenomenológico y que tiene la peregrina intención de poder ofrecernos lo que la cosa es en sí misma. Me interesa mencionarlo aquí, por el análisis que lleva a cabo sobre la mirada, sobre la actitud o intención que tenemos hacia los objetos. Esa actitud, intención o mirada se ejemplifica con un bosque: ¿qué hay más contundente que un bosque?, ¿qué hecho más patente puede haber que un bosque? El bosque está ahí ante todos y sin embargo ese bosque no se muestra igual para todos sus posibles visitantes: para el dueño de un aserradero, ese bosque es visto como una fortuna en madera; para el pintor, en cambio, el mismo bosque es un paisaje; y qué decir de un guerrillero que llega a ese mismo bosque, ¿cómo es que puede verlo como refugio o como lugar adecuado para una emboscada? Sin duda, el bosque no es el mismo para el guerrillero que para los amantes que van a él con otras intenciones. Como podrá comprenderse, el bosque, el hecho denominado bosque, es diferente para cada mirada, para cada punto de vista.

Pero podría argumentarse que lo que busca la fenomenología con su método es encontrar el punto de vista privilegiado, aquel que nos ofrezca lo que el bosque es en sí mismo, el que aparece cuando nos purgamos de intenciones y de prejuicios; sin embargo, hay tantos fenomenólogos: Max Scheler , Martin Heidegger, Edmund Husserl, Nicolai Hartmann… y sus versiones no coinciden. " A las cosas mismas" era el lema de esta filosofía y cada uno de sus exponentes ha encontrado no las mismas cosas, sino sus "cosas mismas".

Y otro tanto ocurre con la que se ha considerado la versión exacta: la que nos ofrece la ciencia. Sin embargo, basta con asomarnos a su historia para descubrir que también en ella aparece el rasgo humano por excelencia: la historicidad, o dicho de otra manera, la caducidad; el que sea efímero todo lo que en algún momento fue tomado socialmente como lo único válido. No quiero decir con esto que la ciencia, con todo y su historicidad, no sea el punto de vista más confiable con el que contamos, solo que tampoco ella tiene la última palabra, pues tampoco es el único punto de vista.

Para ser consistente con lo expuesto, debería agregar, que también esto es tan solo mi visión de los hechos, una versión entre otras; aunque agregaré que es la visión que más conviene para la convivencia, pues, si solo existen puntos de vista y no hechos que puedan ser tomados de forma universal y unívoca, entonces lo que más nos conviene para la convivencia pacífica y quizá hasta armoniosa de los distintos es la relatividad, ya que no siempre las distintas versiones son complementarias. Y por ello, resulta no más verdadera, pero sí más sana y cuerda, la aceptación de que todo no es más que lo que vemos desde nuestro punto de vista.

X @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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