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NOROESTE

El terror los echa de su hogar, y la miseria los persigue a su paso. Son los desplazados de Sinaloa

12/06/2018 - 4:00 pm

La necesidad más urgente para estas familias, que se han visto afectadas por la violencia en el estado, es la vivienda. “Por lo menos unas 300 viviendas se necesitan para ayudar a esta gente. Si hay dinero para el malecón y para los estadios, ¿por qué no habrá para ellos?”, cuestiona Miguel Ángel Gutiérrez, del Movimiento Amplio Social Sinaloense. El gobierno de la entidad anunció que comenzará un censo de las personas afectadas para armar un programa de mitigación de los daños de la violencia.

Por Sibely Cañedo

Ciudad de México, 12 de junio (SinEmbargo/Noroeste).- Una fecha se ha quedado en la memoria de los pueblos serranos del municipio de Concordia. El 28 de julio de 2017, ocho jóvenes de una misma familia fueron asesinados en el poblado de Potrerillos camino a Los Ocotes, cinco de ellos decapitados. El terror cundió en todos los Altos. “Era el infierno”, recuerda Viviana.

“No había causa aparente para matar, no respetaban a nadie, ya no se podía vivir sin miedo”. Algunos bajaron a la sindicatura de Villa Unión y otros a Mazatlán, donde para ellos comenzó otro infierno. Los 47 grados que se sentían en el puerto los hicieron extrañar el clima refrescante que caracteriza a las comunidades alteñas, rodeadas de pinos, de flores y árboles frutales.

Después de vivir cerca de las nubes, a casi 2 mil metros de altura, aquí abajo sobre el nivel del suelo, el calor cala.

Huyendo con lo que traían puesto, las opciones más viables de vivienda eran en la periferia de la ciudad, o en asentamientos irregulares, donde la renta es baja o no se paga renta, aunque sí hay que aportar cuotas.

Las familias tuvieron que huir con lo que pudieron. Foto: Juvencio Villanueva/Noroeste

Cuando María Evangelina Siqueiros, de 39 años, llegó con su familia procedente de La Guayanera, no había más que monte.

En la Invasión Canaco, al norte de la ciudad, el caserío de madera se distribuye sobre la tierra rojiza. No hay un solo árbol. Todo puede ser usado como barda o techo: cobijas, telas, hule.

“Cuando llegamos aquí era puro monte. No había ni agua, teníamos que que ir a acarrear del tiro allí abajo”, relató la mujer de tez morena, cuyo rostro en ocasiones no contenía las lágrimas.

Hoy, por lo menos ya está la toma colectiva, así como la luz eléctrica, aunque la potencia de la toma no alcanza para encender dos ventiladores al mismo tiempo.

Sobre el piso de tierra, se levantan paredes de madera que delimitan al menos dos cuartos. Allí viven tres familias. María Evangelina, su hija y esposo; su madre de 77 años y su sobrina con sus hijas. Pero la solidaridad siempre da lugar para una más. Con los recientes hechos violentos en que asesinaron a cuatro personas en Pánuco, han recibido a otra familia, una viuda con sus niños.

Las casas se arman con lo que se encuentra a la mano, ya sean maderas o telas. Foto: Juvencio Villanueva/Noroeste

“Siempre tengo casa llena. Ahorita ya tenemos techo de lámina, pero cuando llegamos teníamos un hule y se nos metió toda el agua con las lluvias”, relató.

En cambio su vecina Eleuteria, quien vino desplazada del pueblo de La Escondida, Durango, sólo tiene unos trozos de plástico por techo. No puede encender más de un ventilador porque el medidor no “levanta”. Tampoco el refrigerador.

Sofocada por el calor y el sudor, platica que ya fue al Invies (Instituto de Vivienda del Estado de Sinaloa) pero no ha tenido suerte.

Eleuteria, desplazada por la violencia, vive con sus dos hijos en una de estas casas improvisadas. Foto: Juvencio Villanueva/Noroeste

“Me citaron a las 12:00 del día para llenar una encuesta, y cuando llegué me dijeron: que era a las 11:30 y ya no podían hacer nada”. Según otras mujeres desplazadas, normalmente los funcionarios de esta dependencia son groseros con ellas cuando gestionan apoyos.

Dice Eleuteria que no sabe si le teme más al calor o a las lluvias: “Ya nos tocó un mal tiempo, se nos metió el agua y todas las cosas se dañaron”. Ella tiene unos 35 años y dos niños que no rebasan los cinco. En su casa viven dos familias, nueve personas.

Como ellas, en la Invasión Canaco hay otras personas que han sido desplazadas por la violencia. También vecinos con otro tipo de historias, pero con muchas necesidades.

SE NECESITAN MÁS DE 300 VIVIENDAS

De mediados del año pasado a la fecha, se han acumulado cerca de 500 familias desplazadas de la sierra de Concordia, según datos del Movimiento Amplio Social Sinaloense. “Algunas se han regresado, otras tienen un pie aquí y otro allá”, comentó Miguel Ángel Gutiérrez, representante de esta asociación.

Son cientos los desplazados los que aún no reciben apoyo para tener una vivienda digna. Foto: Juvencio Villanueva/Noroeste

La necesidad más urgente es la vivienda, afirmó. “Por lo menos unas 300 viviendas se necesitan para ayudar a esta gente. Si hay dinero para el malecón y para los estadios, ¿por qué no habrá para ellos?”, cuestiona.

Este lunes, el secretario de Desarrollo Social del Gobierno del Estado, Raúl Carrillo Castaños, anunció que iniciarán un censo de personas desplazadas en el sur de Sinaloa para armar un programa de mitigación de los daños de la violencia. Pero sobre vivienda, no hubo compromisos. Mientras tanto, las inclemencias del tiempo son el nuevo infierno de los desplazados.

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