Diego Enrique Osorno compara el silencio del noroeste con el silencio de su tío querido

19/08/2017 - 12:04 am

En tiempos de Trump, Gerónimo González Garza es un hombre sordo y mudo. Como tal sirve de guía para la frontera noreste, donde nada se dice. “La frontera noreste de México carece de un lenguaje propio en estos tiempos de guerra. El lenguaje es lo que hace posible el pensamiento, marca la diferencia entre lo que es humano y lo que no lo es”. Así habla Diego Enrique Osorno, contando en una novela la historia de su pariente y los ejes por donde se mueve un sitio de secreto y de falta de discurso.

Ciudad de México, 19 de agosto (SinEmbargo).- Reportero dice: “la frontera noreste no puede hablar” en el libro Un vaquero cruza la frontera en silencio.

Gerónimo González Garza, un hombre que no escucha ni habla, cruzó la frontera de México con Estados Unidos por primera vez en 1969. Desde entonces y hasta principios de los noventa, cuando finalmente se asentó legalmente en Texas, con su esposa e hijos, llevó una vida nómade.

En Estados Unidos encontró oportunidades que nunca tuvo en su país. También encontró su voz. Como un sordomudo que no ha aprendido el lenguaje de señas, la frontera noreste del país carece de un lenguaje propio en estos tiempos de guerra. Y sin lenguaje, el pensamiento y la libertad se desvanecen.

Este es uno de los libros más personales de Diego Enrique Osorno, periodista y escritor, para explorar el silencio de una zona atosigada por el crimen y la falta de oportunidades.

­–Este es un relato que yo traía desde hace bastante tiempo. Aunque no seas escritor o periodista, escuchas estos relatos. En 2010 estaba investigando para otro libro y buscaba yo recuerdos que me conectaran con mi infancia y apareció esta historia. No era una historia tan periodística, la dejé a un lado, hasta que la retomé. Mi historia me hizo conectarme con José Martí, con Noam Chomsky, con la frontera e hice un laberinto donde al final se llega a un buen lugar.

–¿Todo esto para explicar la constitución de los Zetas en Tamaulipas?

–No sé si al final llegamos a la historia para saber de dónde son los Zetas, lo que me interesa era el recorrido y creo que se llega a una pregunta sobre el silencio en muchas dimensiones. En la transformación de una persona y en una zona del mundo. Es una zona que Gerónimo ha recorrido durante 40 años y es una zona muy distinta en estos días a lo que era hace 40 años, no sólo por Trump, sino también por las dinámicas que se dan ahí. Un ejemplo: la figura del vaquero, que está en extinción en todo el mundo, en este lugar del país hace 20 o 30 años un vaquero era alguien común en los ranchos. Ya no existe más el vaquero, lo que existe es el Zeta.

–Y también la explicación del silencio, ¿qué es el silencio?

–A un silencio o a una simulación del silencio. Acá en la capital se puede hablar mucho, pero no se dice nada. Hace años que no hay un momento de silencio en la Ciudad de México. Allá el silencio es algo que por las estaciones del clima impera y se vuelve una virtud ser silencioso. Y en este momento el silencio es una necesidad de supervivencia, tú llegas a Nuevo Laredo, a Tamaulipas, a Reynosa, a Nuevo León, que no hables en voz alta de ciertos temas. No veas, no oigas, lo que están hablando la mesa de al lado porque son ciertas personas. En este lugar te enseñan a nulificar muchos de tus sentidos para poder sobrevivir, para poder llevar el día a día. Me parece que ese silencio cotidiano se ha llevado a unos niveles que ha llegado hasta la literatura. Las realidades fronterizas, como en Ciudad Juárez, por ejemplo, Tijuana, tienen expresión, hay novelas y literaturas que la describen. Pero no hay novelas de Tamaulipas, de Reynosa, de Nuevo Laredo, de Piedras Negras, ahí es donde se empata con la historia de Gerónimo, que nace sin oír y como no conoce el sonido, tampoco puede hablar. Si no hubiera tenido una familia que se adapte a esa situación, él se hubiera quedado loco.

Diego Enrique Osorno presentando Días de ira, a un día del asesinato de Javier Valdez. Foto: Cuartoscuro

–Él va, él viene…

–Él creó un lenguaje. El lenguaje es lo importante. Si no tienes un lenguaje no puedes pensar, no eres libre, es una zona particularmente devastada, en un momento de depravación, a la que no habría que mandar marinos ni soldados, sino literatura, habría que humanizarla, dominada por la barbarie.

–¿Cómo es el silencio llevado al silencio del narrador?

–Es paradójico, crecí durante muchos años con personas sordas, pero nunca me sentí incomunicado con ellos. Sin embargo, he tenido experiencias con gente que habla otros idiomas y no puedes hacerlo. Hay quienes celebran el silencio del noreste, hay quienes dicen que no venga nadie a trastocar nuestro silencio, así estamos bien, con la barbarie, por eso yo no estoy haciendo ningún lenguaje. Ese lenguaje tiene que nacer de ahí, mero. Tampoco podemos imponer un lenguaje externo a esa atmósfera.

–La fotografía, la pintura, muchas cosas hacen falta allá

–Menciono el hip hop, como expresión musical, nombro a dos raperos, Cano y Blunt, que tienen canciones como “Reynosa, la maldosa”, que te refleja lo que mucha gente quisiera decir hoy sobre esa ciudad.

–¿Por qué pusiste fotos en el libro?

–La primera respuesta que te daría es porque mi tío me lo pidió. Nuestra comunicación es muy variada, yo no hablo el lenguaje de señas súper bien, de repente saca fotos, me las da. Luego, me pareció que podía ser muy interesante para el libro en sí. Son fotografías sencillas, comunes, no son fotografías elaboradas y me pareció que aumentaban el toque testimonial al discurso.

Un libo a-genérico, muy conmovedor. Foto: Especial

–¿Cómo te sientes con respecto a este libro?

–El libro es el único que no he sufrido. Todos los demás libros han sido muy intensos, muy desgastantes, me han llenado de nervios, este libro lo gocé de cabo a rabo. Lo armé casi de una sentada, incluso me dolió cuando ya lo entregué. El libro tuvo un recorrido peculiar. Primero lo editó CONAPRED y no tuvo salida en librerías. Luego se publicó en italiano. Vino la RAI a grabar la historia de mi tío, Gerónimo González Garza, porque pensaban que era una ficción. El libro está también en inglés y recién ahora hay una versión en español.

–¿Qué libro haces ahora?

–Busco a un poeta desaparecido, Samuel Loyola, no sé si es literario o periodístico. Tengo avances muy importantes, vamos a ver. Hace ocho años que desapareció y un poeta muy inspirado permanentemente.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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