No sólo es José Luis Abarca, Iguala tiene en su recuerdo a otros ediles polémicos

21/10/2014 - 12:03 am
Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo
Iguala, Guerrero. Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

Iguala, Guerrero, 21 de octubre (SinEmbargo).– José Luis Abarca Velázquez, el ex Alcalde de Iguala, Guerrero, que se encuentra actualmente prófugo de la justicia e investigado por sus nexos con el narcotráfico, se hizo rico de la noche a la mañana. Los pobladores, que lo conocen desde niño, lo cuentan.

Pero en Iguala, no sólo Abarca Velázquez hizo de las suyas. En su historia y por esas calles llenas de baches y mal pavimentadas, existen en el recuerdo de sus habitantes, los nombres y las acciones de quienes los gobernaron, entre los que destacan el que se robó recursos públicos y fue a parar a la cárcel que él mismo mandó a construir o el del ex Alcalde que –aseguran– mantiene en su rancho un kiosco francés con acabados de bronce que les obsequió el ex Presidente de México Porfirio Díaz  y unas bancas antiguas que lucían en la plaza principal, pero que durante la remodelación del lugar, en la administración de este personaje, desaparecieron.

Los alcaldes escandalosos en Iguala no distinguen partido político, entre sus filas ha pasado personajes tanto del Partido Revolucionario Institucional (PRI) como del de la Revolución Democrática (PRD), del que salió uno de los responsables de la desaparición de los 43 jóvenes de la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa.

En el caso de José Luis Abarca, sus padres vendían sombreros y vivían en una casa modesta en la calle Zaragoza, cerca del centro de la ciudad.  Así lo recuerdan quienes lo vieron crecer y ahora lo ven como un delincuente. “Ahí venían Abarca y sus hermanos con los sombreros en la cabeza a venderlos al mercado y a la plaza”, recuerda una mujer que omitió su nombre y que es vendedora ambulante.

Esa mujer es de la edad de Javier Abarca, uno de los hermanos del ex Edil, con quien curso la educación primaria y secundaria.

“Javier estuvo conmigo en la escuela y no tenían nada. Eran pobres pues, como yo y como los demás, no tenían lana ni carros, eso fue de repente. De repente hace unos años empezaron a decir que tenían negocios, que eran dueños de La Plaza Tamarindos, que vendían oro y eran dueños de Farmacias Guadalajara”, recuerda.

Don Juan Torres Orduña, de 79 años y originario de Iguala, comparte esos recuerdos. “La familia de Abarca sólo vendía sombreros por las calles, a pie, no tenían ni siquiera un local para exhibirlos, y ahora, tienen dinero. Aquí todos sabíamos en lo que andaba, pero era de habladas, nadie se atrevía a decirlo. Yo ya estoy viejo y le puedo decir que he visto de todo. Pero esto ha sido lo peor”, narra.

De ser un poblador como cualquier otro de Iguala, José Luis Abarca antes de fugarse vivía amurallado, en una fortaleza de bardas electrificadas y con varias patrullas resguardando el perímetro de su casa.

Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda Villa llevaban una vida lujosa en una colonia de clase media, cercana al centro de la ciudad. Ahí era dueño de media manzana y desde su fortaleza, eran los reyes, dueños y señores de la ciudad.

Temidos por sus vecinos, pocos quieren hablar sobre el Alcalde prófugo. Los que se atreven aseguran que el perredista de 1.52 de estatura salía en las mañanas con camisetas pegadas al cuerpo, porque le gustaba mostrar sus bíceps.

En el interior de su muralla, Abarca Velázquez –dicen sus vecinos– tiene un gimnasio donde se ejercitaba y una alberca propia para tomar el sol, además de cinco vehículos lujosos. El Lincoln era su preferido.

Lejos quedó la imagen de aquel niño que llegaba a la plaza y al mercado los domingos con una ristra de sombreros en la cabeza para venderlos.

Este Alcalde es el mismo que René Bejarano Martínez acusa de asesinar a sangre fría al activista y perredista, Arturo Hernández Cardona.

Bejarano dijo que de acuerdo con el testimonio de Nicolás Mendoza Villa, un sobreviviente de la emboscada donde fue asesinado Cardona, “cuando ejecutaron a Arturo llegó el director de la Policía de Iguala y el Presidente [municipal] José Luis Abarca y le dijo ‘me voy a dar el gusto de matarte, que tanto me estás chingando con los fertilizantes’, y ahí lo mató”.

Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda Villa llevaban una vida lujosa en una colonia de clase media. Foto: Especial.
El perredista José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda Villa llevaban una vida lujosa en una colonia de clase media. Foto: Especial.

UNA CÁRCEL PARA EL ALCALDE

Hace casi 30 años sucedió en el municipio otro escándalo con el entonces Alcalde del Partido Revolucionario Institucional (PRI) Julio César Catalán Flores, quien fue Presidente Municipal durante el periodo 1984-1986.

Catalán Flores mandó construir el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Iguala, para después pasar un año en la cárcel, tras las rejas.

“Lo de Abarca es inédito, nunca había pasado eso en Iguala, siempre habían tenido buena actuación, nunca un caso tan grave como el que estamos viendo”, dice Luis Toribio Casarrubias, ex Alcalde de Huitzuco, que ahora vive en Iguala.

Pero Luis Toribio, a pesar de que para él lo más alarmante en la historia de los alcaldes del municipio recae en Abarca Velázquez, reconoce que el priista Julio César Catalán fue a la cárcel por malos manejos de recursos públicos.

“Él fue por una situación de malos manejos de fondos. Él mandó hacer el Cereso de Iguala y después estuvo ahí un año detenido, más o menos. Cuando salió se dedicó a ser profesor y es empresario”, recuerda.

Ahora, dice Toribio Casarrubias, su hijo Erik Catalán Rendón, quien actualmente es Delegado Federal del Trabajo en Guerrero, es aspirante para la alcaldía de Iguala en los comicios que se realizarán en 2015.

Catalán Rendón aspira a ser Presidente Municipal por el PRI, como lo fue su padre desde las elecciones de 2012, cuando compitió contra el perredista José Luis Abarca Velázquez.

“Veamos qué pasa, por lo pronto Iguala ya quedó en una situación muy grave, nunca ha habido una situación similar, sobre todo tratándose de jóvenes estudiantes. Esto marca a Guerrero en el país y a nivel  mundial”, dice Toribio mientras descansa en una de las bancas del Zócalo, antes Plaza de Armas, justo frente al kiosco que data de 1971 y que fue inaugurado por el ex Presidente Luis Echeverría Álvarez.

¿DÓNDE QUEDÓ EL KIOSCO?

En el salón de usos múltiples del Hotel Colonial Rivera, construido sobre las ruinas de un edificio que data de 1821,  donde vivió el barbero y sastre José Magdaleno Ocampo, quien confeccionó la primera bandera de México, hay una fotografía en blanco y negro de la Plaza de Armas, con un kiosco ubicado en el centro, con acabados de bronce que el ex Presidente Porfirio Díaz mandó traer desde Francia y que data de 1911, el cual ya no se encuentra en ese lugar.

Varios pobladores dijeron a SinEmbargo que a ese kiosco “se lo robó” un Alcalde hace décadas y se lo llevó a una de sus propiedades.

Fidel Castro Bernabé, un hombre de 80 años, que desde hace 50 se dedica a lustrar zapatos en la Plaza de Armas de Iguala, asegura que él ya trabajaba en el lugar cuando se llevaron el kiosco.

Castro Bernabé asegura que fue el ex Alcalde Antonio Jaimes, quien gobernó Iguala durante el periodo 1972-1974 y entró un año después de que fue inaugurado el kiosco que permanece en el centro de la plaza hasta este día, quien se llevó el kiosco francés.

SinEmbargo no pudo constatar la ubicación del kiosco. En la época que fue cambiado gobernaron en Iguala Francisco Román Román (1969-1971) y Samuel Pérez Alarcón (1971-1971).

Una segunda remodelación de la Plaza de Armas estuvo a cargo del ex Alcalde Juan Muñoz Caballero, que gobernó entre 1999 y 2002, quien retiró las antiguas bancas de fierro y las cambió por otras de menor calidad en el material.

El destino del kiosco de 1911 y las bancas de la Plaza de Armas es un misterio para la mayoría de los pobladores de Iguala, quienes acusan a uno u a otro Alcalde de tenerlos en sus propiedades.

“Todos nomás entran a robarle al pueblo, hacen lo que quieren y amenazan con matarlo a uno, por eso el pueblo no dice nada, pero todo se llevan”, dice Fidel, un hombre que creció en Iguala, que fue campesino, machetero y que un día se lastimó la columna y desde entonces lustra zapatos en la Plaza de Armas, el mismo lugar donde la Policía Municipal de Iguala inició con la agresión a balazos en contra de los normalistas de Ayotzinapa aquella noche del 26 de septiembre.

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