ENTREVISTA | Retrato del mexicano arquetípico: Álvaro Uribe

24/03/2018 - 12:04 am

“El poder del comisario no reside en lo que crea, sino en lo que destruye” es una de las premisas con la que el escritor sacó todos sus fantasmas para hacer Caracteres (Alfaguara) y en sus páginas vemos al becario, al indignado, la portera de noche, el crítico es decir, a nuestros connacionales tan típicos como insoportables. Todos somos eso, claro, porque el retrato es sobre nosotros.

Ciudad de México, 24 de marzo (SinEmbargo).- “Todos tenemos ese otro yo, el que los demás perciben y el que nosotros siempre vemos maquillado frente al espejo. O nos encontramos cada tanto del camino a lo largo de la vida a ese personaje rico en matices y manías que nos enloquece o confronta”, es la sinopsis de Caracteres, el nuevo libro de Álvaro Uribe.

Como en una nómina feroz, el autor se dedica a retratar a los mexicanos arquetípicos sabiéndose en primera parte de ellos, no es como un juez o como un Dios el que define de qué lado vamos los que nacimos aquí, sino como una porción de habitantes que hacemos de este suelo lo singular.

Viene de una tradición vieja, la de los griegos clásicos o los bizantinos Juan Tzetzes y Eustacio en el siglo XII para enseñar retórica y con esa pulsión retrata a la portera de noche, al crítico, al indignado, al ecociclista (hombre al que Álvaro teme como a nadie) o el amigo objetador, ese que critica todo lo que escribes y lo que haces, el que “confunde ser objetivo con tener objeciones”.

–Su texto bastante punzante también permite discusiones, ¿verdad?

–Sí, ¿quién no es becario?

–El otro día me decía Sandra Lorenzano que hay dos Méxicos, quedarse con uno es complicado

–Bueno, hay varios. El texto del becario, me parece bien empezar por este, porque todos los caracteres tienen nombre y este precisamente no tiene nombre, al que el autor se refiere hablándole de tú, diciéndole “tú haces esto, tú haces aquello”, al hablarle del tú el lector se puede sentir interpelado. Yo no estoy en contra de que el lector, si le cabe el sayo, que se lo ponga, pero también lo interpreto como una forma de meter al autor en el texto, el problema que puede tener estos caracteres morales es que el moralista se quede fuera y piense que su conducta es realmente moral. Lo último que quise yo es sentirme más moral que nadie y por eso introduzco al personaje, volviendo al texto del becario, primero porque tiene miedo de que le quiten la beca y luego porque tiene este problema de los varios Méxicos, es el mismo autor que se está hablando de tú. El mundo literario está lleno de gente envidiosa, engreída, todos somos así, los mexicanos, los suizos, los argentinos, pero no todos tenemos beca. Y eso le añade dramatismo y por supuesto culpabilidad a la circunstancia peculiar del creador mexicano. Queremos ser honestos con nosotros mismos, tener una posición coherente moralmente y políticamente y se nos complica mucho estar recibiendo dinero del Gobierno. Pero entonces decimos, no, es el Estado, tú dices que todos los crímenes son del Estado, ¿estar recibiendo dinero del criminal? Yo he tenido discusiones muy fuertes con mis colegas, como nos quitamos de encima el dinero que te están dando para que te calles, que tampoco es cierto, es tan sutil México, que la gente que no lo conoce es que si llegara a haber censura es auto-censura o luego estos locos disparatados que dicen que “a mí la beca me la está dando el pueblo mexicano”, cada quien se inventa una justificación cómo hago yo para ser escritor en un país donde no hay lectores. Así vivimos todos y lo que propongo en este texto es o cambia de vida o cambia de pensamiento, el único principio moral que no se dice en ninguna parte del libro es que hay que ser coherente. Puedes pensar como quieras, pero vive como piensas.

El nuevo libro de Álvaro Uribe. Foto: Especial

–Todos estamos aferrados a ciertas burbujas a las que vivimos…

–Hay que reconocer lo privilegiados que somos gente como tú y como yo, vivo en un México, muchas veces reducido a mi casa. Mis ingresos los puedo lograr sentado a una computadora que no me obligan a salir al mundo. Cada vez que sales te llevas tu susto, el menor de los sustos es el horrible embotellamiento que te obliga a llegar a cada lado, luego están los asaltos, la cantidad de cosas que te pueden pasar y te puede pasar de todo de ir de un lado a otro de la ciudad. En efecto, si uno puede acotar su vida a ciertas colonias de la ciudad, a ciertas horas en la que sales, puedes tener una vida muy digna y muy agradable en la Ciudad de México. Tengo la buena costumbre de nadar dos veces a la semana, salgo y camino tres cuadras a las 7 de la mañana, estoy viendo a cientos y cientos de personas que bajan corriendo del Metro, que acaban de pasar dos horas y media hacia la zona privilegiada en la que yo puedo ir a nadar. Vivo en la Del Valle, no vivo en Santa Fe. El trabajo es pesadísimo y el riesgo que tiene que pasar para hacer ese trabajo.

–Por otro lado es ejercer un privilegio de forma bastante acotada. Vivir en casa, con las puertas cerradas…

–Acabo de estar en el centro, en la Feria de Minería, me salí a dar una vuelta por la calle de Tacuba, es prácticamente imposible pasar. Uno acaba queriendo restringirse otra vez. Cada vez que hay una exposición en el centro pienso en ir, pero voy dejando que la desidia me gane y nunca voy. Creo que nos pasa a muchas personas.

¿Quién no conoce a una señora mexicana? Mi madre se habría vuelto a morir de saberlo. Foto: SinEmbargo

­–¿Estos caracteres donde los ha visto, entonces?

–Bueno, quise recuperar un género antiguo, que tiene miles de años que se inventaron los primeros caracteres y el género supone la ridiculización, la satirización, de personajes primero para divertirse, pero subyace también un impulso moral. Estar señalando los efectos de conducta de ciertos personajes, está también criticando, desde el punto de vista de lo moral. Esto se puede ejercer sobre cualquier ser humano, pero yo lo hice con la gente que me viene más a la mano, en el medio editorial y la mayor cantidad de ejemplos los encontré ahí. Estos personajes también se les puede atribuir palabras que no podría atribuirles a un estibador, por ejemplo. El otro gran grupo de caracteres son de la ciudad, soy un citadino y soy peatón. No salgo encapsulado como los que tienen coche. Por donde quiera que yo vaya, me topo con personajes.

–Habla del exquisito, del arrepentido, la señora mexicana…

–¿Quién no conoce a una señora mexicana? Mi madre se habría vuelto a morir de saberlo. Yo tenía una en mi casa, mi madre misma puso un salón de belleza en el garaje donde antes estaba el auto de mi padre. Las tenía ahí a las señoras mexicanas; es ese tipo de experiencia que leía a mis 20 años, en los caracteres de Teofrasto traducidos por Jean de La Bruyère y ya entonces pensaba en aprovechar un ejercicio semejante, porque nadie más hace caracteres. Es un género muy necesario y a la hora de querer hacerlos tenía una vasta experiencia en ellos y podía sacar como 50.

–¿Hay algún carácter del nacionalista?

–Sí, ayer estaba viendo el Oscar y cuando ganó Guillermo del Toro, me paré y aplaudí, como si hubiera ganado mi equipo. Pero también me doy cuenta que es una de las grandes taras morales que hay, que el creer que el cineasta ganó el Oscar es un síntoma de nacionalismo. Hay que combatir el nacionalismo barato, si quieres tenerle amor al prójimo porque habla como tú, no hay problema, pero si piensas que ser nacionalista te hace superior, como raza o como colectividad, es el principio de los odios. En estos casos es peor, porque ellos serán todos los mexicanos que quieran pero las películas no son mexicanas. Me encantó la película de Del Toro y lo que tiene mejor es su retrato sobre la sociedad estadounidense de la época. Es una película de Hollywood hecha por un mexicano.

–El otro día alguien me dijo que si no me sentía bien en su país, me tendría que ir

­–Además eso, si eres extranjero ¿por qué no vas a poder hablar mal de mi país? Yo lo he sido, viví mucho tiempo en Francia como diplomático y de todas maneras viví ahí, ya vemos lo que está pasando y si eres nacionalista tienes que pensar que eso llevó a Donald Trump al poder. Si tu pensamiento lo podría suscribir Trump, cámbialo ya mismo.

–¿Cuándo viene la novela?

–Ahí viene. Esto fue para descansar de mis seis novelas al hilo. Empecé en 1993, mi primera novela y 15 años después, llevaba ya seis novelas. Yo mismo decidí para cargar baterías publicar estos textos breves, que es en realidad donde comencé. Tenía ganas y urgencia de volver a los textos breves, que tienen sus propios retos y poder manejar un texto que es autónomo.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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