COLUMNISTA INVITADO | Lou Reed y las canciones del fin del mundo: Gastón García Marinozzi

25/06/2016 - 12:03 am
Murió con la cara surcada de arrugas y con la mirada de un monje silencioso que vio demasiado, acaso cómo se acaba el mundo. Foto: Facebook
Murió con la cara surcada de arrugas y con la mirada de un monje silencioso que vio demasiado, acaso cómo se acaba el mundo. Foto: Facebook

El autor de Viaje al fin de la memoria (elegida entre muchas encuestas como una de las mejores del año publicadas en México) reconoce que aunque su historia no es para nada autobiográfica, allí está Lou Reed para refrendar las palabras de Henry Miller cuando dijo aquello de que “la novela del siglo XXI será autobiográfica o no será”

Por Gastón García Marinozzi

Ciudad de México, 25 de junio (SinEmbargo).- Hace poco publiqué en la editorial Tusquets una novela que se llama Viaje al fin de la memoria. En ella cuento la historia de un joven periodista mexicano nacido en Argentina que debe viajar para cubrir la caída de las Torres Gemelas. Como en esos momentos no hay aviones, los aeropuertos están cerrados y nadie sabe exactamente qué está pasando, se tiene que ir en coche.

A lo largo de los tres días y medio que demora en desplazarse desde Ciudad de México hasta Nueva York, el personaje atraviesa en un Dodge Spirit rojo las carreteras con la misma incertidumbre que muchos tenían en esas horas: ¿será la Tercera Guerra Mundial? ¿Será el fin del mundo? Algo estaba cambiando y estaba cambiando para siempre.

Mario Palmero, así se llama el treintañero protagonista de este libro, es un abúlico y eterno adolescente al que le interesan muy pocas cosas. Solo tiene un cassette para el viaje, un viejo TDK en el que grabó lo que siempre oye: una particular selección de canciones de Lou Reed. Ni las mejores, ni las más conocidas, aunque algunas de ellas sí. La colección responde a un capricho que no se explica, pero que sirven, que son perfectas, para traspasar a más de 100 kilómetros por hora la frontera y el Armageddón.

El personaje que creé no es autobiográfico, aunque se llame Mario como yo o su perro se llame Tom como un boxer que tuve en mi infancia en Argentina. Sin embargo, luego de la publicación de la novela, algunos preguntaban sobre esta cuestión. Henry Miller dijo que la novela del siglo XXI será autobiográfica o no será. Por lo visto su predicción se cumplió más de la cuenta, tal como nos muestran las librerías colmadas de novedades de todas las variaciones posibles de la autobiografía. Insisto que no es el caso de esta novela. Pero las pláticas con quienes la leyeron me hicieron pensar que si bien no hay historias de mi vida en el texto, es evidente que en muchos casos los autores no pueden evitar poner algunos de sus  sentimientos a los personajes. Y yo también puse a Lou Reed.

Lou Reed ocupa un lugar especial en mi discoteca. Descubrí con él que en la música y en el arte y en la vida sí era posible aquella falsa proclama política guevariana que decía que hay que endurecerse sin perder jamás la ternura.

Duro y tierno, salvaje y elegante (e incluso, a veces, rudo & cursi), supo ser un artista de fin de siglo, de un siglo tan terrible y maravilloso como lo fue el XX. “Príncipe y guerrero”, lo definió Laurie Anderson, su mujer, cuando lo despidió. Lou Reed murió en octubre del 2013, luego de un trasplante de hígado. Vivió 71 años. En su vida compuso ciento de canciones llenas de poesía que reunió en un buen puñado de discos, algunos de ellos auténticas obras maestras.

Fue también, y en muchos sentidos, la otra cara de la moneda de David Bowie. La mejor manera de entender a uno es mirar el espejo del otro. Mirar y escuchar al otro. El escritor mexicano David Miklos escribió hace poco, con motivo de la muerte del Duque, que más bien éste no era el camaleón tal como lo conocíamos: “los camaleones, me temo, somos sus admiradores, que siempre nos adaptamos a su ingenio”.

Lou Reed, como Bowie, como Dylan en su momento, como los verdaderos genios, en suma, parece que exigen a sus admiradores más de lo que dan. Por supuesto que no es así, pero el primer segundo de sacudón que provoca cualquier gesto vanguardista es realmente inquietante y poco placentero. Luego, tal como los camaleones, uno se adapta con beneplácito absoluto.

Lou Reed se atrevió a todo. Fue el rey de los excesos durante décadas, el símbolo sobreviviente de una Nueva York salvaje y andrógina, pero también el hombre sosegado que esperó la muerte practicando tai-chi bajo los viejos árboles del patio de su casa en Springs. Inició su reinado con un séquito de melancólicos freaks y travestis entusiasmados con emular a las más hermosas criaturas que cultivaban el lujo de la droga.

Un artista total. Foto: Facebook
Un artista total. Foto: Facebook

Como el pintor Caravaggio –otro personaje presente en Viaje al fin de la memoria-, usó a prostitutas y delincuentes para sus obras. Fue el que reventó el pop de esas noches con una guitarra sórdida y con unas letras furiosas en sus canciones, tan duras y adictivas como el amor perdido. Luego abandonó todo y se reinventó cuantas veces le fuera necesario. Fue, como dice su canción, alguien que “atravesó el fuego lamiéndose los labios”.

En 1964 formó junto a John Cale el grupo The Velvet Underground, en el que también participó la cantante alemana Christa Päffgen, más conocida como Nico. Esta banda le aseguró cinco años de auténtico fracaso comercial. Sin embargo, como dijo Brian Eno en una ya célebre frase: “vendieron apenas 30 mil discos, pero de cada comprador nació una banda nueva”.

Disuelta TVU, desarrolló una carrera solista con discos como Lou Reed (1972), el histórico Transformer (1972, producido por Bowie) y Berlín (1973). Con Rock and roll animal (1974) probó “reversionar” algunas de sus canciones en vivo. Para sosegar el éxito que ya lo perseguía, publicó un disco imposible como Metal Machine Music (1975), lleno de distorsiones. No lo iban a atrapar tan fácil.

La década de los ’80 fue una década un tanto extraña, por así llamarla sin entrar en detalles, que cerró con una joya como New York en 1989. A éste le siguió el obituario para Andy Warhol que lo reencontró con Cale: Songs for Drella (1990).

Dos años después, Lou Reed se vio rodeado por la muerte de varios amigos. Un época de triste madurez cuando constata que a sus 50 años tiene otra tanda de muertes, ahora no de sobredosis, sino de cáncer. Para ellos, pero sobre todo para sí mismo, escribió uno de sus mejores discos: Magic and Loss. Magia y pérdida, esto es lo que pasa cuando la vida y la muerte le dan la mano a la adultez.

En la canción que da nombre al disco, escuchamos estos versos:

Cuando pasas por el fuego, cuando pasas por el fuego

trata de recordar su nombre.

Cuando pasas por el fuego lamiéndote los labios

no puedes seguir siendo el mismo.

Y si el edificio está ardiendo

dirígete hacia la puerta

pero no apagues las llamas.

Hay un poquito de magia en todas las cosas

y alguna pérdida para equilibrar las cosas.

Este disco y otros tres de la última etapa definen muy bien qué clase de artista era. Hombre de literatura, fanático de Allen Ginsberg y de Jean Genet, grabó The Raven (2003), un homenaje a Edgar Allan Poe, a quien consideraba el escritor más representativo de los Estados Unidos, alguien tan genial, obsesivo, paranoico, y autodestructivo como él. En 2007 publicó Hudson River Wind Meditations, un disco sobre sus últimos amores: la meditación y el tai-chi. Y en 2011 el extraño disco que hizo con Metallica en 2011, Lulú.

Gastón García Marinozzi, escritor y periodista. Foto: Cortesía Atonatiuh S. Bracho.
Gastón García Marinozzi, escritor y periodista. Foto: Cortesía Atonatiuh S. Bracho.

VIAJE AL FIN DE LA MEMORIA: EL CAMINO

Cuando emprendí el camino de escribir Viaje al fin de la memoria, sabía poco de la historia pero tenía claro que quería contar algo similar a una novela de formación tardía. El personaje se vería ante una transmutación vital y por eso me servía ubicar la historia en un momento preciso: el 11 de septiembre de 2001, cuando el mundo también cambiaría (una vez más). Desde este punto de vista, tanto los personajes como el mundo que los rodea se enfrentan, muy a su pesar, al fin de la inocencia.

Mis personajes, como yo, siempre están escuchando música. ¿Qué música tendría esta pequeña historia? Magic and Loss y The Raven me parecían la banda de sonido perfecto para este trance. En ellas se condensaban una mirada del mundo dolorida y agradecida, fatalmente sorprendida pero también iluminada.

En el homenaje a Poe está Fire Music, su reacción musical al 11S: “Algo de tal magnitud no se puede expresar con una melodía convencional, con rimas más o menos ingeniosas”. En Magic and Loss nos encontramos con What’s Good–The Tesis, una canción de falsa amabilidad, de ritmos claros y una letra que demuestra lo absurdo del mundo y de la vida. “¿De qué sirve una guerra sin muertos?”, “¿de qué sirve la vida sin vivirla?” se pregunta, y se responde: “La vida sirve… pero no es nada justa”.

Bajo el cielo de Lou Reed, nos sobrevuela “Laurie Sadly Listening”, el poema que escribió después del atentado a las Torres Gemelas. No tiene música. El autor de Perfect Day, Satellite of Love y Walk on the Wild Side fue un faro en las tormentas. Murió con la cara surcada de arrugas y con la mirada de un monje silencioso que vio demasiado, acaso cómo se acaba el mundo. Pura magia, pura pérdida. Pero él ya no está y el mundo no se acaba. Ya no somos inocentes, pero no hay fin a la vista: solo transformación. Como un camaleón con el hígado podrido. Como la poesía. Como Lou.

Links:

Poema “Laurie sadly listening” http://www.nytimes.com/2001/11/11/magazine/songs-for-the-city-laurie-sadly-listening.html

Lou Reed canta Magic and loss:

Laurie Anderson escribe sobre la muerte de Lou Reed:

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/11/01/actualidad/1383300820_129717.html

David Bowie y Lou Reed:

Disco Magic and loss:

https://open.spotify.com/album/6pLw7L0SJKLbw33haj10of

Viaje al fin de la memoria:

http://www.planetadelibros.com.mx/viaje-al-fin-de-la-memoria-libro-205708.html

Playlist Viaje al fin de la memoria:

https://play.spotify.com/user/viajealfindelamemoria/playlist/468TUdJK3GVhlceUlQG1qf

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