ENTREVISTA | Ya estoy listo para escribir un mamotreto: Juan Pablo Villalobos

30/01/2015 - 12:05 am
Juan Pablo Villalobos, el más notable de los nuevos narradores mexicanos. Foto: Facebook
Juan Pablo Villalobos, el más notable de los nuevos narradores mexicanos. Foto: Facebook

Ciudad de México, 30 de enero (SinEmbargo).- Te vendo un perro es la tercera novela del tapatío Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, 1973). Como las dos anteriores (Fiesta en la madriguera y Si viviéramos en un lugar normal), es la expresión de una literatura original, donde la parodia y la exploración en los límites de la realidad constituyen un territorio propio, plenamente identificable y muy celebrado, por cierto.

En poco tiempo, efectivamente, Villalobos ha emergido como un narrador potente y dispuesto a apostar fuerte en el juego azaroso de la escritura. No se pone metas fáciles y mucho menos hace de sí el motivo esencial de su historia. En ese sentido, podría decirse que sin querer queriendo nada a contracorriente de esa literatura confesional y ombliguista que tanto se ha llevado en las últimas décadas.

Con Juan Pablo uno puede hablar de personajes, diálogos, atmósferas, es decir, de los elementos que hacen a lo más técnico de la literatura y que son herramientas que a fuerza de mucho empeño y responsabilidad le sirven para construir un mundo absolutamente extraordinario y muy suyo y con ello transmitir hondas pasiones, despertar reflexiones interesantes y siempre entretener, que no es poca cosa para él.

Desde Barcelona, ciudad a la que ha regresado luego de pasar una temporada en Brasil, un país que lo recibió con los brazos abiertos al punto de que Mika Lins y Ana Saggese llevaron al teatro su novela Fiesta en la madriguera, Juan Pablo mantuvo una larga charla con SinEmbargo.

La entrevista giró en torno a Te vendo un perro, la historia que transcurre en un ruinoso edificio de la ciudad de México, donde un grupo de ancianos pasa los días entre rencillas vecinales y tertulias literarias.

También hablamos de perros, de tortas ahogadas y de lo dispuesto que está el autor a entrarle de lleno a un mamotreto, es decir, una novela de largo aliento de que la obviamente no quiere dar detalle alguno y para la que ya ha reunido algunas ideas.

–Me imagino que estarás muy contento con Te vendo un perro

–Estoy, estoy muy contento

–¿Qué significa para un autor estar contento con el libro que acaba de salir?

–En mi caso es sentirse un poco liberado, diría, más que feliz. Es una novela que me costó mucho escribir y que en realidad quería escribir desde hace mucho tiempo. Más bien, la que quería escribir hace mucho tiempo era una novela sobre el pintor Manuel González Serrano, un proyecto que me venía dando vueltas en la cabeza desde el 2003. Justamente desde que me vine a vivir a Barcelona. Di muchas vueltas alrededor de ese proyecto hasta que entendí que no iba a escribir una novela histórica. Todos mis esfuerzos los había puesto en investigar la historia del pintor, a saber más sobre la época, a entender más el arte mexicano del siglo XX, a estudiar la relación entre la psiquiatría y el arte, entre la esquizofrenia y el arte y así escribí un par de versiones de una novelas que realista, que casi respondía al canon de la novela histórica, reconstruyendo una época y tal…obviamente, eso no tiene nada que ver con el tipo de literatura que hago y ni siquiera con la que me gusta leer. Ahora que retomé el proyecto, luego de terminar Si viviéramos en un lugar normal, entendí que había llegado el momento. Y fue complicado, quería escribir una historia situada en la actualidad, pero que de alguna manera hablara de la historia de este pintor y tardé mucho en encontrar la estrategia narrativa adecuada, así que volviendo a la pregunta, no sé si me siento contento o liberado.

–En esta liberación hay, creo, también un juicio a los padres…

–Fíjate que el día de la presentación de la novela en Barcelona (el escritor) Jordi Soler me preguntaba justamente sobre el tema de la paternidad en mis libros. No me había dado cuenta de que se trata, efectivamente, de un tema importantísimo en mi narrativa. En Fiesta en la madriguera está el padre de Tochtli, que es un narcotraficante; En Si viviéramos en un lugar normal es el padre el encargado de dar la educación política a los hijos a través de los insultos y en Te vendo un perro, prevalece la figura del padre ausente. El padre que se va, que muere y no muere y que trata de imponer al hijo lo que debería hacer con su vida. La verdad es que cuando Jordi me preguntó por el tema de la paternidad, no supe qué responder. Creo que si fuera al psiquiatra tendría que llevarle mis novelas para que me explicara qué pasa con la paternidad, pero hay algo muy profundo ahí.

–Tus tres novelas están unidas además por algo que me resulta subyugante de tu novelística y que tiene que ver con explicarnos como si fuéramos niños de cinco años que el mundo, la vida, la realidad, no tienen nada de normal…

–Para mí la investigación tiene que ver con una concepción del realismo literario, preguntarse cuál es la relación entre la literatura y la realidad. Si pienso en mis tres novelas, creo que queda claro en las primeras páginas de cada una cuáles serán las reglas del juego a partir de las cuales puede pasar cualquier cosa en la historia que se cuenta. Y eso no tiene nada que ver con la realidad real, como diría César Aira, es decir, la realidad que está afuera del libro. Siempre intento que las reglas que establezco al comenzar la novela sean lo más laxas posibles para permitirme libertad como escritor y poder ir hacia cualquier lugar. En ese sentido, creo que la segunda novela es mucho más caótica, dispara para muchos sitios y tiene un final bastante pirotécnico por decirlo de alguna manera. Ahora bien, más que reivindicar que la realidad mexicana es absurda o anormal, con lo cual por otra parte casi todos estamos de acuerdo y cada día más, lo que me interesa es cómo la literatura mexicana se relaciona con los códigos del realismo o con lo que se considera desde el canon normal o anormal.

Una producción que avanza dejando huellas indelebles y muy identificables en la literatura mexicana contemporánea. Foto: Facebook
Una producción que avanza dejando huellas indelebles y muy identificables en la literatura mexicana contemporánea. Foto: Facebook

–Me gusta más lo anormal para definir la realidad mexicana que lo surrealista. Lo surrealista trae implícita cierta fascinación…

–Claro y hay cosas de la realidad mexicana que no se pueden celebrar. No hay manera de defender un concepto de realidad que está más cerca de la atrocidad que del surrealismo.

–El gran peligro de México consiste en seguir regodeándose en el folclorismo, creo…

–Por supuesto y para un escritor que ha vivido mucho tiempo fuera de México, como es mi caso, ese es el peligro principal: caer en una visión idealizada o folclórica de su referente. Aunque llevo 11 años fuera de mi país, México sigue siendo mi geografía sentimental e intelectual. Mis referentes están en México, por más lejos que me queden.

–Bueno, decir que los tacos están hechos con carne de perro te convierte casi en un apátrida…

–(risas) Como bien sabes, se trata de un mito, de una leyenda urbana; en realidad lo que me gustaba de la idea de los tacos de perro es algo que se dice en la novela respecto de la literatura de la experiencia. Esta idea de que sólo se puede escribir acerca de lo que has vivido tan en boga en los últimos 15 años, donde abunda la literatura autobiográfica o autoficcional que hasta el momento no se me ha antojado hacer…

–Esa literatura que imita malamente a la poesía

–Sí. Y lo que pensé cuando reflexionaba alrededor de los tacos de perro es que si sólo se puede escribir sobre lo que has vivido, si te preguntaran a qué sabe un taco de perro responderías que no lo sabes…el problema es que quizás comiste un taco de perro y no sabías que era un taco de perro…Como esta idea de escribir por intuición que tiene que ver con escribir sobre lo que no sabes que sabes, una idea opuesta a esta escritura autobiográfica que se vuelve un ejercicio masturbatorio sobre las propias experiencias.

–Nunca me preguntaré qué tiene una torta ahogada…

–Eso sí que es un sarcasmo (risas) Y nunca lo diría, pues no sólo sería apátrida sino que también me expulsarían de Guadalajara. Estaría perdido. Hay límites todavía…

–En Te vendo un perro conmueve el vértigo que implica la relación con otro ser humano, algo que puede tener efectos más fuertes que los que te proporcionaría una droga dura como la heroína…

–La novela está construida como si fuera una caja de sorpresas, una caja de lo inesperado, donde elementos que yo mismo no pensaba que iban a tener tanta relevancia en la historia terminan siendo fundamentales. La idea del mormón, por ejemplo, que se llama Willem, al principio era solo la frase “dejaron la puerta abierta y se metieron los mormones” y nunca pensé que de esa frase iba a salir un personaje principal. Con Willem me di cuenta, además, que necesitaba personajes jóvenes que hicieran el contrapeso a los viejos. Si me quedaba sólo con el anciano, Juliette y la verdulera, iba a ser una historia sórdida, lúgubre…

–Ahora, tú, en las tres novelas, antes muerto que sórdido. Siempre llegas a las puertas de la sordidez y luego te sales corriendo de ahí, ¿verdad?

–Mmm. Puede ser. No lo había pensado. Es un hecho que no me gusta regodearme en la sordidez. En la novela hay muchos detalles que podrían ser considerados sórdidos, como la abundancia de cucarachas en el edificio o como que el personaje central beba todo el tiempo, pero no se vuelven algo pesado, no tienen una carga violenta o asquerosa, son hasta cierto punto detalles que se manejan con levedad y quizás a eso te refieres cuando dices que no entro en la sordidez.

Juan Pablo Villalobos, Jordi Soler y Jorge Herralde, durante la presentación de Te vendo un perro en Barcelona. Foto: Facebook
Juan Pablo Villalobos, Jordi Soler y Jorge Herralde, durante la presentación de Te vendo un perro en Barcelona. Foto: Facebook

–Bueno, vuelvo al punto de ese hiperrealismo al que hacíamos referencia en el principio de la entrevista. Una historia que se desarrolla en un contexto muy cerrado dentro de un contexto mucho más amplio, sin dejarse contaminar

–Lo que une a las tres novelas claramente es el espacio, el lugar donde acontecen los hechos. En Fiesta en la madriguera es la mansión; en Si viviéramos en un lugar normal es la caja de zapatos, la casa en lo alto del cerro y en Te vendo un perro es el edificio en ruinas. Lo que me interesa es poner a funcionar a los personajes en esos espacios casi cerrados y ver para dónde se dispara la narrativa, como si fuera un experimento para ver hasta dónde se pueden estirar los límites del realismo.

–En ese contexto, Te vendo un perro es tu novela más teatral.

–Sí, absolutamente y se debe a que aprendí con mucho trabajo a escribir diálogos. Hay además un espacio cerrado donde se mueven los personajes

–Hay diálogos magistrales y hay atmósferas pintadas con certeza… ¿Crees en el concepto de evolución en el arte? ¿Dirías que esta novela está mejor escrita que las dos anteriores?

–Me gustaría pensar que se aprende. No sé si eso se puede llamar evolución, porque creo también que un artista en general tiene como fases. Con lo cual quiero decir que tal vez pueda pasar que en el futuro reniegue de algo y vuelva atrás. Por otro lado, el aprendizaje no me parece que sea definitivo, sino un proceso más complejo donde no implica técnicamente hablando que si has elegido un camino ese camino va a seguir hacia adelante. Es muy probable que en el futuro se tome un camino diferente renegando del que has tomado ahora. Sin embargo, también creo que hay algunas cuestiones formales, como esto que te comentaba de los diálogos, donde yo al menos al escribir me siento mucho más seguro que antes. Lo que también es cierto es que las tres novelas anteriores me han llevado a querer escribir algo que no me hubiera planteado hace dos años. Ahora tengo el proyecto de escribir un mamotreto. Ya estoy listo para el novelón de 600 páginas, estoy en ello.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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