El célebre artista oaxaqueño regresó al Museo de Arte Moderno para presentar una muestra de cerámicas conmovedoras, en homenaje a los 43 de Ayotzinapa y a todos los muertos por la violencia en México
Ciudad de México, 26 de octubre (SinEmbargo).- “Lo respeto, lo quiero, lo admiro por obvias razones, entre esas obviedades, es mi padre. Pero no solo por eso. Lo admiro porque es un hombre comprometido, que desde que soy niña lo he visto caminando junto a su pueblo, ese ente vivo av eces dormido que conformamos este país”, escribe la poeta Natalia Toledo.
“Sus luchas parecieran inocentes e inútiles y posiblemente lo sean para los que anteponen sus intereses antes que nada, antes que nadie, sin pensar en los otros: los corruptos, los que se venden, los que no aman su tierra, los que nos golpean y amenazan de muerte”, agrega, para anunciar la inauguración de la exposición con la que el artista Francisco Toledo, de 75 años, regresa al Museo de Arte Moderno (MAM).
Se trata de “Duelo”, una impresionante colección de cerámicas hechas con el también artista oaxaqueño Claudio Jerónimo López con la que el creador definido por el titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa, “como el artista vivo más importante de México”, construye su visión sobre la muerte y la violencia en nuestro país.
Suele decir Ángeles Mastretta que la muerte es algo contra lo que hay revelarse, a pesar de ser una batalla perdida de antemano. Y en esta exposición inaugurada a pocos días de nuestra máxima celebración del Día de Muertos, hay rebeldía contra la interrupción de la vida.
Es un grito, más que una poética donde se vislumbrara el Más Allá entre el más acá, tal cual estamos culturalmente acostumbrados. Hasta el 28 de febrero del año entrante, los visitantes al MAM se topará de frente con un centenar de piezas de cerámica de alta temperatura que testimonian la protesta frente a las desapariciones forzadas, la agresión a nuestros jóvenes y la honra a todos aquellos que ya no están porque otros así lo decidieron.
Organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), las piezas, donde Toledo explora como nunca las posibilidades del color y la estridencia, como si la sangre derramada hubiera sido materia esencial y recurrente, fueron hechas en el taller del maestro Claudio Jerónimo López (ceramista muy reconocido), un anexo del Centro de las Artes de San Agustín.
De la muestra destacan la coherencia y el compromiso hacia una realidad que le es propia y doliente a un artista que como Toledo ha decidido no dormirse en las tumbas de la gloria y desestimar los laureles para formarse al lado de su pueblo y junto a él protestar por lo que pasa.
Lo que pasa es la muerte de miles de mexicanos en manos de una demencial escalada del crimen organizado, frente a la que las autoridades –cuando no es cómplice- permanece inane e indiferente.
El maíz transgénico, la corrupción, la sangre inútilmente derramada, se explayan en un conjunto elaborado con mitos y leyendas oaxaqueñas, sus clásicos bestiarios y sobre todo el dolor. Un rostro sin ojos, como el del mártir de Ayotzinapa Julio César Mondragón, las salas de torturas que evocan otros tiempos del continente, cuando reinaban las dictaduras con militares educados en la Escuela de las Américas.
UN HOMBRE MULTIFACÉTICO
Sabemos que Toledo no se prodiga en público, salvo para marchar entre la gente cuando de realizar una protesta se trata. Sin embargo, hizo una excepción para pararse frente a los flashes y luego dar una improvisada conferencia de prensa donde el Creador Emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), hizo gala de su parquedad, sus profundos ojos negros y ese rostro que a menudo dice mucho sin pronunciar palabra.
Frente a los periodistas mostró su satisfacción porque el Gobierno oaxaqueño encabezado por Gabino Cué haya frenado las obras de construcción de un Centro de Convenciones en el Cerro Fortín, la última de las luchas en las que el artista estuvo seriamente involucrado.
“Fue una larga batalla”, admitió Toledo, un ambientalista profundo, promotor cultural, coleccionista y filántropo, al lado de su esposa Trini, la gran impulsora de la muestra de cerámicas que engalana la oferta museística de la capital mexicana.
“Toledo es también el autor de su tradición. Inventor de tradiciones: nada de lo que aparece en su obra había existido antes, ni leyendas, ni las paradojas del animismo visual, ni el arrejuntamiento del poder sexual de las tradiciones con la sensualidad de las formas”, dijo Monsiváis de Francisco Toledo.
Sus cerámicas formidables, hacen un duelo para el prójimo y nos enseñan que en la vida vale más el nosotros que el yo. O somos todos en esta guerra o no seremos nada y nos pasarán por encima.