Alejandro Calvillo
08/03/2025 - 12:05 am
Machismo, alcohol y violencia vs mujeres
El alcohol es, por tanto, una droga que provoca y exacerba la violencia. Su principal manifestación se encuentra entre los hombres, asociada a las normas y prácticas machistas.
México está considerado como uno de los países más peligrosos para las mujeres en América Latina. En nuestro país, de acuerdo al INEGI y ONU Mujeres, más de seis de cada 10 mujeres, mayores de 15 años, han reportado haber sufrido violencia
de algún tipo. Y, de las mujeres que reportan haber sufrido hechos de violencia, una de cada tres señala que quien la agredió estaba bajo los efectos del alcohol. La Red Nacional de Refugios reportó en 2023 que la cantidad de madres, hijas e hijos que buscaron refugios en albergues debido a la violencia machista aumentó 75 por ciento en relación al año anterior.
La violencia machista es exacerbada por el alcohol; hay una relación cultural entre el machismo y el consumo de alcohol. El machismo se asocia con que los hombres son fuertes, dominantes y arriesgados, y el alcohol se presenta como una manera de afirmar estas características. El machismo se asocia con el carácter agresivo, la dominación sobre los demás, y el alcohol desinhibe estos comportamientos violentos. Es común que el consumo de alcohol se convierta, entre los machistas, en una forma de demostrar poder y pertenencia al grupo, se reta al consumo de alcohol y a perder el control.
Es así que existe un fuerte vínculo en nuestra sociedad entre consumo de alcohol, el machismo y violencia de género. La violencia de pareja tiene un profundo impacto sobre la salud física y mental de quien la sufre y, por mucho, se trata, principalmente de mujeres. Los daños son en un porcentaje importante de los casos, son irreversibles, y pueden extenderse por generaciones, ya que cuando esta violencia de pareja se vive en familia, trastoca muy gravemente la salud mental tanto de la pareja como de las hijas e hijos.
¿Qué tanto tiene que ver la alta disponibilidad de alcohol con la violencia a las mujeres, con la violencia de pareja y con la violencia intrafamiliar? ¿Qué tanto tiene que ver que se venda en todo lugar y a todas horas, que su publicidad esté dirigida a jóvenes, y que las cerveceras patrocinen espacios juveniles? Sin una política nacional de alcohol, sin regulaciones claras a su venta, publicidad, patrocinios, etiquetado e impuestos suficientes, y sin campañas preventivas, su consumo aumenta, así como sus daños en salud y, sobretodo, sus daños sociales. No puede desvincularse la violencia de pareja, la violencia hacia las mujeres y la violencia intrafamiliar del impacto que tiene el consumo de alcohol en su exacerbación, en su desencadenamiento y en la descomposición social que genera.
En varias regiones del mundo donde se han limitado las prácticas comerciales, invasivas de la industria del alcohol, se ha registrado una reducción clara de sus daños, tanto en salud como sociales, como la violencia en general y la violencia a las mujeres en particular. Es exactamente igual al caso del tabaco: menos oferta, menos publicidad, menos presencia, menor daño. Sin embargo, en México, quien domina la política es la industria alcoholera, a tal grado de que no existe una política nacional sobre alcohol.
Después de la violencia que se desató en el Estadio Corregidora de Querétaro en 2022, uno más de los altercados masivos que se han venido sucediendo en los estadios de futbol convertidos en grandes cantinas, la Senadora Margarita Valdez propuso regular su venta en los estadios, como se ha hecho en varias naciones del mundo. Recibió una respuesta muy fuerte por parte de otros legisladores y los cabilderos de la industria. La senadora declaró que nunca había visto un cabildeo y una presión tan fuerte para bloquear una política como la proveniente de la industria cervecera y sus aliados.
La normalización del consumo de alcohol en México ha ocultado que es la droga que más daños genera. El alcohol provoca efectos agudos en el cerebro y el sistema nervioso central: alteraciones en el control de la motricidad y su relación con la visión, la incapacidad de percepción correcta de lo que ocurre en el entorno, incapacidad de focalizar la atención, alteración en el tiempo de reacción a los hechos, inhibición de la respuesta, reacción desproporcionada a percepciones irreales de amenazas. Estos cambios afectan las regiones cerebrales relacionadas con el control de la atención, la motivación, el autocontrol y el procesamiento de estímulos sensoriales, modificando tanto el pensamiento como la conducta de los individuos y sus reacciones.
El alcohol es, por tanto, una droga que provoca y exacerba la violencia. Su principal manifestación se encuentra entre los hombres, asociada a las normas y prácticas machistas. Si partimos del hecho de que en una tercera parte de los reportes de violencia sufrida por mujeres se señala el consumo de alcohol por parte del agresor, y si partimos de que una situación similar se presenta en los reportes de violencia intrafamiliar, donde la tercera parte es ejercida por una persona que ha ingerido alcohol, podemos decir que no hay otro determinante que exacerbe la violencia tanto como el alcohol.
En Escocia se documentó como el aumento de impuestos al alcohol bajó las hospitalizaciones y los reportes de violencia doméstica. En Suecia se ha registrado un descenso en los casos de violencia de género a partir de políticas que reducen los puntos de venta, los horarios y la publicidad de alcohol, acompañados de campañas informativas para reducir su consumo.
La violencia hacia las mujeres es multicausal, sin duda. Se vincula con la cultura, educación, ingresos, integración social, desigualdades, entre otros factores. El alto consumo de alcohol tiene efectos a partir de muy diversos escenarios. El consumo
regular e intenso de alcohol lleva al abandono de las obligaciones y al aumento de las tensiones entre la pareja, al interior de las familias, en el trabajo. El consumo alto de alcohol afecta la salud mental, provoca una mayor cantidad de actos
violentos y puede llevar a que estos actos sean más violentos.
Sin una política nacional de alcohol, permitiendo la venta en todos lados y a todas horas, la publicidad invasiva a los jóvenes por todos los medios y el patrocinio de sus eventos, el diseño de los productos de estas corporaciones -en colores y sabores dirigidos a los muy jóvenes y a las jovencitas-, con impuestos ridículos no suficientes, se reproducen las condiciones que provocan los daños sociales de este producto. En las políticas de salud de nuestro país ha prevalecido una visión reduccionista de la salud que, no mira la dimensión social de los impactos de estos productos.
Esperemos que esto cambie para el caso del alcohol.
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