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Ernesto Hernández Norzagaray

03/05/2025 - 12:01 am

Zedillo versus Sheinbaum

En definitiva, nuevamente se exhibe la interesada incapacidad para reducir el debate público a la adjetivación, el de las frases pegadoras, aquellas que buscan refrescar la memoria colectiva del resentimiento y uniformar la narrativa oficial a un pretendido pensamiento único. 

Zedillo versus Sheinbaum.
Sheinbaum proyectó un video sobre el Fobaproa en la mañanera del 1 de mayo. Foto: Daniel Augusto, Cuartoscuro.

Cualquier ciudadano medianamente informado esperaría que una discusión entre una Presidenta en funciones y un expresidente tuviera perspectiva, y que no quedará reducida a descalificativos, admoniciones y amenazas, porque si de lo que se trata es exponer los saldos de dos proyectos políticos antagónicos seguro que ambos salen raspados ante las audiencias.

Mucho se ha dicho, no sin interés político, que los gobiernos neoliberales han sido la gran tragedia nacional cuando, también, en los medios serios nacionales y estatales todos los días se exhiben las grandes debilidades del modelo capitalista populista vigente.

Sea porque el primero tiene la gran mancha del Fobaproa que endeudó a cada uno de los mexicanos, incluso, a los que no han nacido, y restó liquidez a los gobiernos posteriores y peor, vino acompañado de esa violencia que hoy cuestiona la ONU y que entonces tuvo que ver con Acteal y Aguas Blancas. 

Pero ¿acaso no ha tenido un alto costo haber suspendido el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México cuando se había invertido un 30 por ciento o los barriles sin fondo de Pemex y las obras insignias del primer piso de la llamada 4T? ¿o peor, el aumento de la deuda pública que pasó de nueve hasta los 17 billones de pesos durante la gestión de López Obrador?

Y si nos vamos a la violencia criminales, las cosas no están mejores, los más de 200 mil homicidios dolosos y decenas de miles de desapariciones forzadas exhiben con toda claridad el sexenio de López Obrador y no cesan, en el Gobierno de continuidad obradorista, de manera que el saldo de este modelo, no está para presumir y menos, cuando es resultado, en mucho, de la política irresponsable de “abrazos y no balazos” que, felizmente, la dupla Sheinbaum-Harfuch ha decidido tomar distancia de ese pacto secreto  y “calderonizarse” para corregir el rumbo fallido.

Entonces, la discusión entre ambos políticos, mejor entre dos doctores, debiera ser a otro nivel por el bien del país, Ernesto Zedillo, ha puesto sobre la mesa el tema democrático, la destrucción y captura de las instituciones de la transición a la democracia incluso, la transparencia de los beneficios que recibe AMLO como expresidente y, lamentablemente, cómo respuesta la Presidenta Sheinbaum no responde al tema democrático si no esgrime, con el apoyo entusiasta de Pablo Gómez, la “mala” decisión que fue el Fobaproa y le antecede  una expresión que no corresponde al lenguaje de la política, el de la moral (Vox populi dice: la moral, es el árbol que da moras).

Sí, la Presidenta Sheinbaum, descalifica a Zedillo, diciendo que no tiene solvencia moral para “venir hablar de democracia”; y me pregunto, como muchos ¿y quien sí? ¿acaso, Zedillo, no es un ciudadano mexicano y como tal, puede exponer su visión de país y ya dirá la gente, si tiene o no razón? o, con esta reacción emocional, pregunto, ¿estamos ante un adelanto de facto de lo que se pretende con la hoy suspendida Ley de telecomunicaciones? 

O, peor, podríamos concluir que desde la alta tribuna presidencial se pretende decir quienes pueden expresar sus ideas y quienes deben guardarse sus opiniones por una cuestión moral. ¡Caramba!

Quizá, por lo encarrerado que está el llamado cambio de régimen, no se quiere que se discutan estos temas que tienen detrás ejercicios, agandalles y arreglos políticos oscuros que no corresponden a una democracia decente y respetable, sobre todo, cuando pone en entredicho el valor del modelo alternativo al neoliberal.

Y es que la Presidenta Sheinbaum sostiene sin rubor alguno que después de la elección popular de jueces, magistrados y ministros, seremos el país más democrático del mundo y habría que preguntarse, dado que es un modelo tomado de la experiencia boliviana, si aquel país sudamericano con varios años de ejercerlo ha sido reconocido, no digamos como el país más democrático del mundo sino como ejemplo a seguir por otras naciones con déficit democrático. 

No ha sucedido, es más ni pinta, por el contrario Bolivia hace su contribución a la incertidumbre con estos ejercicios por la falta de certeza jurídica y eso en México, tarde que temprano, tendrá un costo para la credibilidad del Gobierno.

Y, claro, como provienen estas expresiones de un tecnócrata reconocido como Ernesto Zedillo le pega duro a la narrativa del poder porque saben que sus argumentos no sólo son para consumo nacional, sino para el internacional, porque son leídos por miembros de organismos financieros internacionales e inversionistas extranjeros y nacionales y eso, irremediablemente, tiene y tendrá consecuencias, tanto por lo argumentado como por la respuesta de la Presidenta Sheinbaum.

Repito, lo mejor que pudiera sucedernos, como país, es que los mandatarios abonaran al debate público acorde a su estatus político-científico, y no quedarnos con preguntas sin respuestas y frases emocionales, menos todavía con las del concierto de voces paleras que desde distintas trincheras atacan a unos y a otros, sea sacando “trapitos al sol”, garigoleando análisis ad hoc con guiño incluido o abiertamente golpeando al personaje de su desprecio y magnificando la figura de su estima.

En definitiva, nuevamente se exhibe la interesada incapacidad para reducir el debate público a la adjetivación, el de las frases pegadoras, aquellas que buscan refrescar la memoria colectiva del resentimiento y uniformar la narrativa oficial a un pretendido pensamiento único. 

Está el otro lado de la moneda, que busca no sólo calentar la atmósfera sino dejar pegatinas en aquellas preguntas sin respuestas, invitaciones sin aceptaciones, desafíos convertidos en silencios. Y es que recordemos, en política y en la vida, en el sentido más amplio, siempre, el que calla otorga.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Expresidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., exmiembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política. Colaborador de Latinoamérica 21, Más Poder Local, 15Diario de Monterrey, además, de otros medios impresos y digitales. Ha recibido premios de periodismo, y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político-electorales, históricos y culturales. Su último libro: Narcoterrorismo, populismo y democracia (Eliva).

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