Alejandro Calvillo
03/05/2025 - 12:05 am
El negocio de Oxxo: las adicciones
Oxxo —después de ampararse contra la prohibición de exhibir tabaco en los puntos de venta (es decir, la prohibición a la exhibición de este producto, no a su venta)— ha anunciado que esta cadena de tiendas de conveniencia, la mayor del país, comercializará una nueva marca de cigarros propia. Es decir, Oxxo introducirá al mercado su propia marca de cigarrillos.
El mayor negocio en la sociedad del hiperconsumo, del neoliberalismo y del capitalismo salvaje es poner en el mercado productos adictivos, sin importar los daños a la salud: productos que sean cada vez más consumidos por quienes ya los consumen y que quienes no los consumen comiencen a hacerlo.
Los principales productos en las tiendas Oxxo son la comida chatarra, los refrescos, el tabaco y el alcohol. De hecho, Oxxo —una empresa de FEMSA, que tiene inversiones en Coca-Cola, así como Coca-Cola tiene inversiones en FEMSA— acaba de anunciar que introducirá al mercado una marca de cigarrillos propia. Por su parte, Coca-Cola lleva ya algunos años invirtiendo en la elaboración de bebidas alcohólicas.
La característica común de todos estos productos —comida chatarra, bebidas azucaradas o endulzadas, tabaco y alcohol— es su carácter adictivo, plenamente reconocido en el caso del tabaco y el alcohol y, más recientemente, comprobado en las bebidas endulzadas y los productos ultraprocesados. En estos dos últimos casos (refrescos y comida chatarra), la evidencia científica sobre su adicción es creciente y se confirma con los testimonios de directivos e ingenieros de alimentos que han trabajado para estas corporaciones globales.
Señalan que el propósito central en el diseño de estos productos es lograr la mayor palatabilidad, de modo que el consumidor los consuma en exceso y que quien los pruebe vuelva a hacerlo. Todo ello sin evaluar —y sin importar— sus impactos en la salud.
El periodista Michael Moss ha recogido estos testimonios en sus libros "Salt, Sugar, Fat: How the Food Giants Hooked Us" (Sal, azúcar, grasa: Cómo los gigantes de la alimentación nos engancharon) y "Hooked" (Atrapados). Según relatan los propios directivos e ingenieros de alimentos: "No importa el daño; lo que importa son las ventas y el beneficio económico".
No importan los daños que se generen a la sociedad cuando las conductas han perdido toda relación con la moral, con la ética y están guiadas únicamente por la lógica de la ganancia. Oxxo es la mejor expresión de esta lógica: la ganancia sobre el daño, el beneficio privado que externaliza a la sociedad los costos. Cuando hablamos de Oxxo, hablamos de FEMSA —de la cual es hija—, y cuando hablamos de FEMSA, hablamos de lo que podríamos llamar el "matrimonio FEMSA-Coca-Cola". Podríamos bautizar a este triunvirato como "la diabólica trinidad".
El peor escenario es la estrategia conjunta de la industria refresquera con la del alcohol y la del tabaco. En 2023, expertos en salud y analistas de mercado en Estados Unidos alertaron sobre el crecimiento acelerado de una nueva gama de productos: los refrescos con alcohol, cócteles enlatados listos para consumir, cuyo mercado principal son los jóvenes. La alianza entre refresqueras como Pepsi y Coca-Cola con la industria del alcohol ha producido estos nuevos artículos. En el pasado, algunos de estos cócteles ya existían, pero ahora han ganado presencia masiva gracias a una estrategia comercial agresiva y a la poderosa red de distribución de Coca-Cola y Oxxo.
Los expertos advierten que esta estrategia, basada en una nueva categoría de productos, podría alterar la forma en que la gente —especialmente los jóvenes— compra y consume alcohol. De hecho, ese es el objetivo: inducir a los jóvenes a beber estos cócteles que, en muchos casos, mezclan azúcar y alcohol. Una estrategia surgida como respuesta a la caída en el consumo de alcohol entre ciertos sectores juveniles, que no sólo busca revertir esa tendencia, sino aumentar el consumo a través de bebidas diseñadas para ellos: sabores dulces, colores llamativos y publicidad aspiracional.
Y esto ocurre mientras se publican estudios que demuestran que, incluso el consumo moderado de alcohol, aumenta el riesgo de cáncer. En este contexto, se anuncia la llegada al mercado de nuevos productos: cócteles preparados listos para beber, como la colaboración entre Coca-Cola y Bacardí. Toda la plataforma de distribución de Coca-Cola en el país —la más grande de México— podría ponerse al servicio de la introducción masiva de estas bebidas. Productos diseñados con un fin claro: aumentar el consumo de alcohol entre los jóvenes.
Por su parte, Oxxo —después de ampararse contra la prohibición de exhibir tabaco en los puntos de venta (es decir, la prohibición a la exhibición de este producto, no a su venta)— ha anunciado que esta cadena de tiendas de conveniencia, la mayor del país, comercializará una nueva marca de cigarros propia. Es decir, Oxxo introducirá al mercado su propia marca de cigarrillos.
En una llamada con los inversionistas, el director general de FEMSA, José Antonio Carbajal, apodado “el diablo”, señaló que esta marca será de bajo costo y una respuesta a la venta individual de cigarrillos que no pueden realizar en sus establecimientos. Añadió: “Estamos trabajando con nuestros proveedores para lanzar algunas marcas de tabaco de bajo costo”. Se trata de un producto altamente adictivo; al volverlo más económico, se convierte en más accesible. La política internacional ha demostrado que los precios elevados reducen el consumo, razón por la cual se han implementado fuertes impuestos al tabaco. Cabe recordar que, como reporta la Organización Mundial de la Salud, uno de cada dos fumadores muere a causa de una enfermedad relacionada con el tabaco. Pero el negocio es el negocio, y hay que rendir beneficios a los accionistas: la lógica del neoliberalismo, del capitalismo salvaje.
La incursión de estas grandes corporaciones —que poseen la mayor red de distribución y las mayores inversiones en publicidad— dispara el consumo de estos productos en todos los territorios y comunidades, provocando daños a la salud y hábitos que derivan en comportamientos adictivos.
La sociedad en su conjunto sufre las consecuencias. Desde los primeros años de vida, niñas y niños normalizan este paisaje comercial adictivo y se integran a él. Las poblaciones más vulnerables son aquellas con menores ingresos, que padecen carencias económicas profundas y viven procesos de aculturación acelerada. A ellas se suman niñas, niños y adolescentes, un terreno fértil para las adicciones, las cuales comienzan a gestarse desde la infancia con el consumo de bebidas azucaradas y comida chatarra, seguidas por tabaco y alcohol.
El consumo de estos productos genera descargas de dopamina —la llamada hormona del placer—, que provoca una oleada de placer en el consumidor: una sensación que llega y se va, y que requiere otra descarga para repetirse. Desde los refrescos (por su alto contenido de azúcar) hasta el tabaco y el alcohol, todos generan estas descargas que crean en las personas —sin importar su edad— el deseo de repetir la experiencia.
Una población alimentada de manera sana y sin los vicios del alcohol, el tabaco o las bebidas azucaradas tiene un riesgo mucho menor de caer en otras drogas o de buscar descargas más intensas de dopamina, comparada con una población expuesta desde temprana edad a estos estímulos a través de refrescos, comida chatarra y, posteriormente, tabaco y alcohol. De hecho, se ha comprobado que, al cambiar la alimentación en centros de reclusión, reemplazando comida chatarra y bebidas azucaradas por opciones menos procesadas y más naturales, disminuyen los índices de violencia.
Los efectos de estos productos, cuya invasión en todo el país se acelera por las estrategias comerciales de corporaciones como Oxxo, FEMSA-Coca-Cola, las tabacaleras y las alcoholeras, están diseñados para generar adicción al consumo.
Los daños los carga la sociedad en su conjunto: con recursos públicos insuficientes para cubrirlos, con el bolsillo de familias empobrecidas y con dramas humanos como la diabetes (provocada por bebidas azucaradas y comida chatarra), el cáncer (asociado al tabaco) y la descomposición familiar y social (vinculada al alcohol), además de sus efectos en enfermedades cardiovasculares y otras patologías. Estos productos son, precisamente, la principal causa de enfermedad y muerte en nuestro país, y somos nosotros quienes pagamos las consecuencias mientras estas corporaciones se enriquecen. Privatizan las ganancias y socializan los daños.
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