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Ernesto Hernández Norzagaray

17/05/2025 - 12:01 am

Las visas, la hebra del hilo

El retiro de la visa estadounidense a Marina del Pilar Ávila, la Gobernadora bajacaliforniana, es la hebra de un hilo largo, es un aviso, una llamada de que hay más en el archivero, mucho más de donde tirar, y que la Presidenta Sheinbaum debe tomar decisiones pues de lo contrario serán ellos los que las tomen, como sucede con Marina del Pilar, y sucedió con el secuestro y traslado a territorio estadounidense de Ismael “El Mayo” Zambada. 

Las visas, la hebra del hilo.
La Gobernadora, Marina del Pilar Ávila, aseguró que la cancelación de su visa para ingresar a Estados Unidos no obedece a ningún delito o falta, sino que se trata de una decisión administrativa sin explicación oficial. Foto: Omar Martínez Noyola, Cuartoscuro.

No hay duda de que Donald Trump tiene la sartén por el mango y Claudia Sheinbaum tiene cada vez un menor margen de maniobra política.

Es, si quisiéramos utilizar una figura bíblica clásica: un símil de la lucha sostenida entre David y Goliat, donde todo parece estar decidido de antemano.

Significa, entonces, que actuando con la cabeza fría -como, suele decir la Presidenta en este ya sostenido diferendo con el Presidente estadounidense- se puede ganar la batalla pues sólo necesita arrebatar banderas y sacudirse a quienes trabajaron o trabajan para el crimen organizado.

Hacerlo, sin embargo, es una apuesta de alto riesgo para ella porque la estructura del poder real no está en sus manos, sino todavía en López Obrador a través de los hombres y mujeres del Gabinete, el partido, el Congreso de la Unión, los gobernadores y alcaldes, y muy pronto, el Poder Judicial.

Eso, no sólo lo sabe la Presidenta Sheinbaum, sino el propio Presidente Trump y de ahí aquella pregunta maliciosa de la última conversación telefónica sostenida entre ambos mandatarios: ¿En qué podemos ayudarte?

Y la respuesta de Claudia ya la conocemos: No, gracias, podemos cooperar, coordinarnos, pero nunca como súbditos en nuestro territorio, Presidente Trump.

El problema es que la narcopolítica es central en un país como el nuestro, también en las relaciones bilaterales México-EE. UU. y en la oferta política que Trump hizo a las clientelas republicanas.

Entonces, los mandatarios tienen su juego y toman decisiones para proteger a su Gobierno en está dialéctica de poder y ambos necesitan mandar mensajes más pragmáticos.

Así que, si Claudia Sheinbaum continúa haciendo lo que hace hasta ahora protegiendo a gobernadores y legisladores de su partido cada vez más visibilizados como cómplices de los distintos cárteles tendrá que radicalizar su discurso lo que podría significar que se ponga la soga al cuello, y es que si Trump, ahora, atiza la leña de la narcopolítica puede extenderla a otros ámbitos que complicarían más la situación.

El retiro de la visa estadounidense a Marina del Pilar Ávila, la Gobernadora bajacaliforniana, es la hebra de un hilo largo, es un aviso, una llamada de que hay más en el archivero, mucho más de donde tirar, y que la Presidenta Sheinbaum debe tomar decisiones pues de lo contrario serán ellos los que las tomen, como sucede con Marina del Pilar, y sucedió con el secuestro y traslado a territorio estadounidense de Ismael “El Mayo” Zambada. 

Y, recordemos, lo denunció primero el Gobierno de AMLO y luego el de Sheinbaum, todavía están ahí las peticiones de la fiscalía sin respuesta y quizá, nunca la haya, no vengan a secuestrar a un Gobernador, aunque quién podría asegurarlo, pero, si señalar como personas non gratas a decenas de presuntos narcos políticos y a los que, como primera medida, se les retira la visa estadounidense.

Pero, si ahí acaba, ni modo, los despojados de su visa tendrán que hacer shopping y vacaciones en México o en otros países, pero, si viene acompañadas de denuncias formales por haber cometido delitos directos o asociados al llamado “narcoterrorismo” la cosa cambia porque dibuja algo más del poder político. 

De ocurrir la Presidenta Sheinbaum estaría ante una situación complicada, inédita en las relaciones bilaterales y tendría que revisar sus lealtades, sobre todo, si las peticiones están soportadas con evidencia documental y testimonial.

Las preguntas que nos hacemos algunos observadores de esta tensión bilateral son ¿qué tan arriba está dispuesto a escalar el Gobierno estadounidense? ¿y qué tanto estaría dispuesto aceptar el mexicano sin que signifique una ruptura del proyecto de la 4T? ¿Sólo alcanzaría a algunos gobernadores, alcaldes, legisladores o iría por miembros del Gabinete presidencial, incluso del círculo cercano del expresidente López Obrador? Si escala ¿cómo quedaría el Gobierno del segundo piso de la 4T cuando los radicales del Gobierno estadounidenses ya lo califican como un narco gobierno?

Mal, muy mal, bajaría las calificaciones de riesgo país y sería el acelerador del desastre económico, político y diplomático. 

Y, más, todavía, cuando a todas luces la 4T es un modelo político autocrático que pretende continuar la construcción de un Gobierno dinástico de quien, pese a no detentar un cargo electo, sigue administrando el gobierno a través de sus testaferros, y operadores políticos y legislativos.

Entonces, los dilemas de Claudia seguramente le quitan el sueño porque no hay salida barata y es que lo decida define como pasará la primera Presidenta a la historia nacional, incluso internacional, ¿cómo una mujer que representa el alter ego empoderado de millones que siguen viéndola como ejemplo de mujer excepcional incluso en los propios Estados Unidos o como una Presidenta incapaz de sacudir la filigrana del poder que montó una figura omnipresente?

El problema de Claudia, quizá, es su formación política que oscila entre la izquierda radical -como la balconeo el Presidente Gustavo Petro, al decir que había sido miembro del grupo guerrillero M-19- y los controles que ejerce sostenidamente el Presidente López Obrador que le impiden verse como una política eficaz, capaz de convertir los defectos en virtudes. 

Y en este contexto de presiones cobra relevancia que hasta hoy los dos mandatarios no hayan tenido un encuentro como líderes y todo se reduzca a llamadas telefónicas cada vez más tensas y no se vea cercano uno como el que sostuvieron Donald Trump y Mark Carney, el Primer Ministro canadiense, inmediatamente después de las elecciones de abril. 

Y el tiempo apremia: sospecho, que si no se construyen puentes la situación tenderá a empeorar y tendremos cada vez un panorama más incierto en las relaciones bilaterales. 

El Gobierno de Claudia debe dar señales de que va contra la narcopolítica donde esté, sea en la oposición o en el movimiento de la 4T, sino son sólo parole, parole, como, alguna vez, cantó Alain Delon.

Trump, al parecer no tiene prisa, administra su calendario y lo ejecuta un equipo compacto de políticos leales a su líder y dispuestos, a que se cumpla para fortalecer sus carreras políticas, algo, que por cierto no se ve lamentablemente en el Gabinete mexicano.

A la vista de todos: es un Gobierno de una sola persona, el de las conferencias mañaneras o el de las sombras del sureste.

Así que las visas, son eso, un mensaje encriptado y alguien tiene la contraseña para descifrarlo.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Expresidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., exmiembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política. Colaborador de Latinoamérica 21, Más Poder Local, 15Diario de Monterrey, además, de otros medios impresos y digitales. Ha recibido premios de periodismo, y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político-electorales, históricos y culturales. Su último libro: Narcoterrorismo, populismo y democracia (Eliva).

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