Alejandro Calvillo
24/05/2025 - 12:05 am
Dulce y mortal
La estrategia de exonerar el consumo creciente de azúcar de sus daños a la salud, y aumentar su uso y consumo está en la base de la epidemia de obesidad, diabetes y enfermedades crónicas que vivimos actualmente.
Durante décadas, se consideró que la estrategia de las corporaciones tabacaleras, encabezadas por Phillip Morris y British American Tobacco, para ocultar y negar sus daños durante 40 años fue el ejemplo a seguir posteriormente por empresas como Coca-Cola, Nestlé y demás, para hacer lo mismo y negar los efectos perjudiciales de los ultraprocesados y las bebidas endulzadas en la salud pública.
Sin embargo, quienes establecieron esta estrategia fueron la industria del azúcar y los refrescos, y fue esta la que enseñó la estrategia a las tabacaleras. Esta táctica es la que han seguido corporaciones que han generado serios impactos en la salud y el medio ambiente: estrategias para negar y ocultar sus daños, desviar la atención y proteger sus ganancias a costa del bienestar público.
Los documentos internos de la industria del tabaco, que expusieron por primera vez esta estrategia, fueron obtenidos en los juicios contra estas corporaciones. Actualmente, se encuentran en la biblioteca Truth Tobacco Industry Documents (TTID) de la Universidad de California, San Francisco. Se trata de más de 14 millones de documentos (más de 80 millones de páginas) que demuestran toda una estrategia criminal por parte de las tabacaleras para negar la evidencia de su vínculo con el cáncer, su carácter adictivo, capturar instituciones académicas, investigadores, funcionarios y manipular la opinión pública. Todo esto ocurría mientras ocho millones de personas morían cada año a causa del tabaquismo, sin ser advertidas de sus riesgos y sin que se implementaran políticas efectivas para reducir su consumo, como regular su publicidad, aplicar impuestos elevados o limitar sus ventas.
La estrategia que comenzó a desarrollar la industria del tabaco en los años 50-ahora se sabe-se inspiró en la que desarrolló la industria del azúcar 10 años antes, con la participación clave de Coca-Cola. Toda esta estrategia de negación de los daños del azúcar y de los productos que la contienen en cantidades muy altas se ha encontrado también en documentos internos de esa industria.
Los documentos internos de la industria del azúcar se han sumado a los que se encuentran en la Universidad de California sobre la industria del tabaco. Este archivo lleva el nombre de Food Industry Documents Archive y cuenta con más de 173 mil documentos internos, los cuales son de acceso público.
Gracias a esta estrategia, un producto como Coca-Cola ha sobrevivido en el mercado sin fuertes regulaciones. Desde 1909, se encuentran señalamientos sobre el daño de Coca-Cola a la salud. Las advertencias sobre los riesgos de consumir Coca-Cola fueron expresadas por Harvey Wiley, que estaba al frente de la Oficina de Químicos, la cual se convertiría en la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos. Wiley demandó judicialmente a Coca-Cola, argumentando que era adictiva, contenía cafeína y se publicitaba a niños. Su demanda fue rechazada, mientras Coca-Cola comenzaba su estrategia para cooptar a científicos y asociaciones.
En este sentido, el presidente de —nada menos— la Asociación Americana de Medicina, el Dr. Edward Cary, en 1932 declaró que estas bebidas entraban dentro de la clase de alimentos saludables. Sin embargo, en 1942, diez años después, esa misma asociación médica, ante el aumento explosivo en el consumo de estas bebidas, informaba que se estaban consumiendo tres botellas por persona cada semana, señalando:
“Sin importar el método que se utilice para estimar el consumo de azúcar que esto significa a través de estas bebidas, uno obtiene un resultado que es definitivamente no deseable desde el punto de vista del bienestar nutricional de la Nación”.
Estamos hablando de 1942 y de un consumo mucho menor al actual en México, donde el promedio supera una lata al día.
Parte central de la estrategia fue constituir un frente con apariencia científica para defender sus intereses. La industria creó la Fundación de Investigación del Azúcar diez años antes de que se formara el Comité de Investigación de la Industria del Tabaco, establecido con los mismos fines: defender a las corporaciones.
Para evidenciar cómo la industria del tabaco siguió la estrategia de la industria del azúcar y las bebidas, cabe señalar que el Comité del Tabaco contrató a quien fue el primer director científico de la Fundación del Azúcar, Robert Hockett.
Hockett, refiriéndose a su trabajo en la Fundación del Azúcar, comentó ante el comité del tabaco:
“Durante un periodo de nueve años, organicé y dirigí proyectos de investigación en escuelas de medicina, hospitales, universidades y colegios que exoneraban al azúcar de muchas de las acusaciones que se le venían haciendo. Se trazaron métodos para modificar o mitigar los efectos indeseables”.
Lo había hecho para la industria del azúcar y, entonces anunció, lo haría para la del tabaco: aplicaría lo que se llamaría el “Playbook”, la estrategia para defender a las corporaciones de las políticas regulatorias dirigidas a proteger la salud.
El golpe maestro de la estrategia criminal de esta industria fue el que desarrolló con la complicidad del Dr. Frederick Stare, fundador del Departamento de Nutrición en la Escuela de Salud Pública de Harvard. En 1950, Stare ya había trabajado con Coca-Cola como asesor en sus materiales de “Actividades en Educación Nutricional”.
Su mayor contribución a los intereses de esta industria vino en 1967, cuando publicó, junto con Mark Hegsted, un reporte en la revista científica New England Journal of Medicine, enfocado en señalar cuáles serían las políticas más efectivas para enfrentar las enfermedades cardiovasculares. De hecho, entre 1950 y 1960, las enfermedades cardiovasculares se habían convertido ya en la principal causa de muerte en Estados Unidos.
El reporte concluyó que la única recomendación requerida para reducir estas enfermedades era sustituir las grasas saturadas por grasas polinsaturadas. Las saturadas son las que encontramos en la carne y los productos lácteos, y las polinsaturadas, las presentes en el aceite de oliva, el pescado, las nueces y las semillas. Los autores no señalaron que habían recibido fondos de la Fundación de Investigación del Azúcar. En ese momento, ya se habían publicado investigaciones que señalaban la importante contribución del consumo de azúcar a las enfermedades cardiovasculares; el reporte no reconocía esa evidencia.
La Fundación y las compañías interesadas en exonerar al azúcar difundieron este reporte hasta convertirlo en base para las guías dietarias en Estados Unidos, influyendo a gran parte del resto del mundo, para bajar el consumo de carne y lácteos. Esta política llevó a la reformulación de muchos productos ultraprocesados, aumentando el uso de azúcar como ingrediente, así como incrementando sus concentraciones en cada producto, lo que llevó a un aumento significativo de su consumo. Esta estrategia funcionó alrededor de cincuenta años y trajo consecuencias fatales, similares a exonerar al tabaco de sus daños.
En el caso de México, se estima que el 13.5 por ciento de los nuevos casos de enfermedades cardiovasculares y el 9.2 por ciento de las muertes por estas enfermedades fueron causadas por el consumo de bebidas azucaradas. El consumo de Coca-Cola representa alrededor del 70 por ciento del consumo total de bebidas endulzadas en nuestro país.
La estrategia de exonerar el consumo creciente de azúcar de sus daños a la salud, y aumentar su uso y consumo está en la base de la epidemia de obesidad, diabetes y enfermedades crónicas que vivimos actualmente. Podemos decir, sin duda alguna, que la intervención e interferencia de las corporaciones para ocultar los daños es responsable de cientos de millones de muertes en un periodo de, al menos, cuarenta años, en que fueron efectivas en sus estrategias de ocultamiento y desviación de las políticas de salud pública.
Desgraciadamente, en nuestro país, la política de salud parece enfocarse más en tratar de curar a los enfermos que en evitar que enfermen; en dar prioridad a los intereses económicos sobre la salud; y en actuar a favor de estas corporaciones. Una política anclada en una formación que fue capturada por las corporaciones hace décadas y de la cual parecen no salir nuestros funcionarios públicos. De hecho, existen funcionarios públicos en los tres órdenes de gobierno que actúan a favor de estas empresas, en calidad de cabilderos.
"Dulce y letal", el título de esta videocolumna, ha sido retomado del libro del mismo título publicado recientemente, de la autoría de Murray Carpenter y publicado por la editorial del Instituto Tecnológico de Massachusetts, y que lleva como subtítulo: "Cómo Coca-Cola difundió desinformación y nos enferma". Gran parte de la información proviene de ese libro y del trabajo de investigación de la Dra. Cristin Kearns, que descubrió gran parte de estos documentos internos de la industria.
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