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Ernesto Hernández Norzagaray

14/06/2025 - 12:01 am

La UAS, después del diluvio

Ninguna Universidad de prestigio tiene elecciones estudiantiles como su principal mecanismo de decisión, pues se presta para campañas basadas en la popularidad y no en los méritos académicos.

La UAS, después del diluvio
La Universidad Autónoma de Sinaloa. Foto: UAS

A mis compañeros de la FACISO-UAS

El largo conflicto que sostuvo el Gobierno del estado de Sinaloa contra las autoridades de la Universidad Autónoma de Sinaloa para algunos observadores desde la simplificación, y el simplismo u oportunismo analítico, quedó sellado con un abrazo al estilo Acatempan entre el Gobernador Rubén Rocha y el rector Jesús Madueña Molina, sin considerar, el fondo, de la ceremonia de toma de posesión donde se refrendó el apoyo de los universitarios a su rector.

En otras colaboraciones, he sostenido que la manera en cómo terminara este conflicto sería probablemente la ruta de captura morenista de las instituciones públicas de educación superior y, como argumentaremos, en la UAS, el resultado, con algunos cambios de forma, favorece la continuidad del proyecto del grupo hegemónico que administrara las nuevas reglas y esto, significa, el matiz de un proceso diverso.

Recordemos que este conflicto de prueba y error se inició prácticamente en 2019 cuando se votó en el Senado de la República la Ley General de Educación y subsecuentemente, la General de Educación Superior y más tarde, las correspondientes a las Universidades públicas.

Sólo que, en Sinaloa, cuando el Poder Legislativo, hizo la armonización del articulado insólitamente se otorgó atribuciones para intervenir en asuntos que protege la autonomía universitaria prevista en el artículo 3° constitucional.

Y con esas atribuciones inconstitucionales se echó a andar la maquinaria estatal para iniciar el proceso de captura institucional y, en particular, quitar de la UAS a Héctor Melesio Cuén Ojeda, exrector y líder del Partido Sinaloense, y enderezar ataques contra las autoridades que se identificaban con el proyecto de la “Universidad-partido”.

Vino entonces un ataque mediático, persecución política, separación de cargos universitarios, encausamientos penales hasta el lamentable asesinato de Cuén Ojeda el 25 de julio de 2024 que, recordemos, coincidió con el secuestro y extradición de Ismael "El Mayo" Zambada quien escribió desde una celda que buscaba apoyar y dar una salida al conflicto interinstitucional.

Sin embargo, lo ocurrido aquel 25 de julio, derivó en una guerra entre las principales facciones del Cártel de Sinaloa que hasta ahora ha tenido un costo alto en pérdidas humanas, desapariciones forzadas, cierre de empresas, económicas y empleos, militarización, caída de las inversiones y reducción del nivel de competitividad, terror y miedo, acompañado todo, de una severa crisis de Gobierno.

La situación de finales del año pasado ya era de incertidumbre para todos los actores y estaba amenazada con una mayor complicación por las movilizaciones universitarias y exigía la intervención de la Presidenta Claudia Sheinbaum.

Llegó a través de la Secretaria de Gobernación, quien forzó al Gobernador Rocha Moya, a desistir en su propósito de captura institucional y presupuestal.

Y hoy sabemos que el acuerdo político, consiste por el lado de Gobierno, el retiro de las causas penales para el rector más la postulación y reelección en el cargo; una negociación económica para el resto de encausados, suspensión de la campaña de descrédito, apoyos económicos e infraestructura, a cambio, el rector y el Consejo Universitario, aceptan, instrumentar, una ley orgánica “progresista” donde, en lo sucesivo, los estudiantes, serán quienes decidan sobre rectores y directores de la Universidad mediante “voto libre, secreto, universal y directo”.

Esta versión de pueblo de sistemas populistas, y autocráticos, en términos operativos técnicamente vendrá a sustituir un modelo de Universidad basado en promociones políticas y méritos académicos, la esencia de cualquier institución de educación superior.

Ninguna Universidad de prestigio tiene elecciones estudiantiles como su principal mecanismo de decisión, pues se presta para campañas basadas en la popularidad y no en los méritos académicos y, mucho menos, es buena noticia en una Universidad donde el 70 por ciento de sus integrantes son estudiantes de educación media superior.

Peor, la UAS ya vivió este modelo estudiantilista entre los años 70 y 90 del siglo pasado y se obtuvieron resultados desastrosos llegando a la estigmatización de sus egresados.

Esto, no necesariamente significa que vuelva a suceder porque el rector Madueña Molina y su proyecto al aplicarse pondrán en tensión el agregado “estudiantil” del ideario de la 4T.

Será, en 2029, cuando haya nuevamente elección de rector y veremos si el intento de captura institucional morenista floreció con una Universidad dirigida por el voto estudiantil y, a la inversa, si el grupo hoy hegemónico, hizo su trabajo y merece un refrendo en la conducción universitaria.

Finalmente, hay indicios de que Madueña Molina no rompe con el modelo de control vertical del Consejo Universitario, los sindicatos y la estructura de dirección, así, en el nuevo gabinete universitario, si bien hubo cambios de personas se mantienen figuras claves de la administración anterior, varias de ellas formadas y promovidas dentro del “periodo cuenista”.

Madueña Molina, aunque, notoriamente sufrió y aguantó todo tipo de presiones desde el Gobierno no desmonta el legado de Cuén, pero, si lo despersonaliza y lo enriquece, cuando juega a su favor el contenido inclusivo de la ley orgánica como lo muestra el matiz que el nombre de Cuén Ojeda no fuera mencionado en la ceremonia de toma de posesión, pero, fue estruendoso el aplauso al exrector Víctor Antonio Corrales Burgueño, diputado y dirigente del PAS.

Su gabinete, entonces, refleja continuidad del proyecto político-académico con rostros nuevos e inclusión de género -por ejemplo, será mujer la secretaria general- que le permite proyectar liderazgo ante una ley que sorprendentemente establecía que, por razones de género, en este periodo, debería ser rectora y no rector que finalmente, se corrigió, como parte del acuerdo político.

También, el nuevo gabinete incorpora académicos y académicas con menor exposición política, pero, con fidelidad institucional probada y en algunas carteras claves, personas con perfil técnico, no político, buscando capacidad y eficiencia de gestión, incluso en un gesto político perturbador, el rector aceptó un alfil morenista en la secretaria académica de Rectoría que, a la vista de todos, por su papel deshonroso que jugó como diputado, difícilmente, podrá operar en favor del Gobernador.

En definitiva, Madueña Molina está moderando el perfil partidista del gabinete para restar la presión de los gobiernos morenistas y ganar con ello liderazgo y legitimidad institucional, lo que amortigua posibles críticas por un modelo excesivamente politizado.

La clave, ahora, está en ver si este equipo logra mantener el control, evitar fracturas y adaptarse a una correlación de fuerzas donde Morena, que no quepa duda, seguirá insistiendo en imponer su visión ideológica en esta y el resto de las universidades públicas.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Expresidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., exmiembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política. Colaborador de Latinoamérica 21, Más Poder Local, 15Diario de Monterrey, además, de otros medios impresos y digitales. Ha recibido premios de periodismo, y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político-electorales, históricos y culturales. Su último libro: Narcoterrorismo, populismo y democracia (Eliva).

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