Mario Campa
18/06/2025 - 12:05 am
Sin Reyes despertó al Tigre
El lema "Sin Reyes" funcionó como marco de comunicación eficaz porque construyó una coalición amplia bajo un paraguas de defensa de los valores democráticos contra un creciente autoritarismo.
El 14 de junio de 2025, cientos de ciudades fueron terreno combativo de una de las movilizaciones coordinadas más grandes en la historia reciente de los Estados Unidos. Bajo el lema unificador de "No Kings" (“Sin Reyes”), millones tomaron las calles en una jornada de protesta que fue tanto una declaración de principios democráticos como una sentida reacción a políticas y acciones gubernamentales autoritarias. La crueldad de las redadas contra los migrantes, el asesinato de una legisladora estatal en Minnesota y un pomposo desfile militar fueron palos de leña que alimentaron la llama de la resistencia civil. No faltaron las estrategias y tácticas políticas de rigor, pero los sentimientos y las pasiones aportaron la mística desbordante.
Una estrategia virtuosa cocinó un rico caldo de cultivo. El lema "Sin Reyes" funcionó como marco de comunicación eficaz porque construyó una coalición amplia bajo un paraguas de defensa de los valores democráticos contra un creciente autoritarismo. Por otro lado, los organizadores —una red de más de 100 organizaciones civiles— establecieron el evento insignia en Filadelfia, ciudad cargada de simbolismo constitucional que contrastó con una lluviosa Washington DC llena de tanques y tropas. Con el cálculo frío del lado de los manifestantes, sólo faltaba la veleidosa fortuna.
Dos catalizadores no previstos jugaron a favor de "No Kings". El primero fue el error del Presidente Trump de celebrar un fastuoso desfile militar que costó de 25 a 45 millones de dólares justo el día de su cumpleaños. Los organizadores aprovecharon el obsequio como un contrapunto simbólico, calificando el evento de "costoso, derrochador y antiamericano" y un ejemplo de "poder mal utilizado para un espectáculo personal". Un segundo potenciador fue la intensificación de las redadas migratorias, crueldad que cambió la lucha contra el “autoritarismo” del campo teórico al práctico e hizo de la resistencia una defensa directa del vecino, el barrio y la ciudad. Fortuitos o no, estos dos acicates confluyeron con una estrategia virtuosa para juntos disparar el interés nacional.
La afluencia es siempre objeto de controversia por las complejidades del cálculo, pero es ineludible al menos aventurar una aproximación. El día posterior a "Sin Reyes", solicité a la inteligencia artificial (IA) de Google un estimado educado del número de protestantes a nivel nacional. Mediante una combinación de (1) el Método de Jacobs que divide el área ocupada en una cuadrícula para estimar densidad, (2) una Mejor Estimación por ciudad basada en fiabilidad de las fuentes y (3) un modelo de extrapolación para colmar vacíos de información en ciudades menores, la IA modeló tres escenarios: bajo, medio y alto. Al tomar los extremos, los cálculos arrojaron un rango de 3.4 a 5.9 millones de manifestantes en todo el país. Es decir, de uno a dos ciudadanos entre 100 protestó con los pies. Esto sitúa a la jornada de "No Kings" entre las mayores movilizaciones de protesta en la historia de los Estados Unidos.
Filadelfia, el epicentro simbólico de resistencia, ofreció la metáfora perfecta. Las escalinatas del Museo de Arte, inmortalizadas en la cultura popular por el entrenamiento de Rocky Balboa al son de "Eye of the Tiger", se convirtieron en el punto de congregación para miles de manifestantes. En el mismo lugar donde el subestimado boxeador de ficción encontraba su determinación, el pueblo estadounidense se reunió para demostrar la suya. Sin darse cuenta, Trump despertó al Tigre de voluntad indomable que mueve la historia grande: el pueblo.
Pero el Presidente no parece dispuesto a deponer las armas sin dar pelea. En un ánimo de revancha, Trump publicó el domingo 15 de junio una advertencia que desafía la legalidad. “Se ordena a los oficiales del ICE […] que hagan todo lo posible para lograr el importante objetivo de llevar a cabo la mayor deportación masiva de la historia. Para lograrlo, debemos intensificar los esfuerzos para detener y deportar a migrantes indocumentados en las ciudades más grandes […] como Los Ángeles, Chicago y Nueva York, donde residen millones de ellos. […] Son el núcleo del Centro de Poder Demócrata”, amenazó el Presidente sin mencionar las recientes protestas —atípico para quien de todo opina en clave coyuntural y autorreferencial—. Conocido por su afición a los casinos y el juego, Trump apostó su resto mermado a una nueva licencia para deportar. Y giró la ruleta en busca de mejor suerte.
En cierta forma, la Casa Blanca está acorralada por el caos arancelario, el impasse presupuestal, el duelo con Musk y una geopolítica frenética. En particular, el frente externo es ahora un claro talón de Aquiles. En menos de seis meses, Trump incumplió su promesa de frenar la guerra de Rusia y Ucrania; empoderó a Netanyahu para continuar su campaña militar en Medio Oriente, y deterioró las alianzas de los Estados Unidos con Europa y Canadá. Resulta difícil encontrar peores cuentas de política exterior en tan poco tiempo. Y eso, por desgracia, en casa juega en contra del débil.
Pero los migrantes ya plantaron su pie. Se saben acompañados. Cuentan con vecinos dispuestos a marchar a su lado, codo a codo. Hacen equipo con otras causas sociales hermanadas por la complicidad del activismo. En esta lucha del eje democracia-autoritarismo, una amplia coalición logró desnudar al rey. Sabiéndose empoderada, la calle huele debilidad en las instituciones. Como en la canción de Survivor inmortalizada por Stallone, el Tigre acecha a su presa en la oscuridad de la noche, crecido ante el desafío del rival. Su voluntad de supervivencia jamás ha de ser subestimada.
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