Susan Crowley
05/07/2025 - 12:03 am
Jordi Savall, un joven de 83 años
Hace unos años Jordi Savall, que nació en Barcelona, declaró: A veces pienso, que si no es algo así como constatar, que lo que estás escuchando, llega a coincidir con lo que esperabas escuchar, como si se diera el milagro que una milésima antes de producirse, de hacerse real, escucharas la música en tu interior. Y luego esa música, gracias a un control eficaz de afinación, ritmo, fraseo, improvisación, técnica, en fin, acabara felizmente produciéndose.
Hace unos años Jordi Savall (Barcelona, 1941) declaró: “A veces pienso si no es algo así como constatar que lo que estás escuchando llega a coincidir con lo que esperabas escuchar. Como si se diera el milagro de que una milésima antes de producirse, de hacerse real, escucharas la música en tu interior, y luego esa música, gracias a un control eficaz de afinación, ritmo, fraseo, improvisación, técnica, en fin, acabara felizmente produciéndose. Toda partitura escrita es un proyecto, que algunos pueden escuchar interiormente, pero que solamente toma vida, y de forma fugaz, cuando la interpretamos”.
Cada vez que Jordi Savall se presenta en un escenario logra un pacto contra el pasado revitalizando con sonidos la memoria escrita en partituras. Una cualidad de músico y contador de historias. Lo mismo dirigiendo a sus ensambles Hespèrion XX y XXI, la Capella Reial de Catalunya, o ahora, en una gira mundial con la también fundada por él, Le Concert des Nations, orquesta formada por jóvenes de distintas partes que audicionaron y que comparten con veteranos músicos, eternos compañeros de Savall.
La especialidad de este incansable director de orquesta han sido los repertorios antiguos, desde la Edad Media hasta el siglo XIX. Sus destacadas versiones con instrumentos originales son un prodigio, especialmente la ópera Orfeo de Monteverdi realizada para el Teatro Liceu de Barcelona. La capacidad y perseverancia como investigador también le han otorgado un sitio único en el mundo de la música. Ha intervenido en una buena cantidad de grabaciones que recopilan música de distintos autores desconocidos. A él se debe el redescubrimiento del músico barroco Jean de Sainte-Colombe a partir de fantástica novela de Pascal Quignard, Todas las mañanas del mundo y que puede apreciarse en la película del mismo nombre. El afán por desentrañar los sonidos del pasado y mantenerlos vivos y una vida dedicada a la enseñanza, lo convirtieron en la raíz de una estirpe de músicos. Con la cantante Montserrat Figueras, su pareja de muchos años y que murió de cáncer, gestó a una familia de artistas que mantienen su legado vivo: Ariana, arpista y de la que, recomiendo Bella Terra, una recopilación de poemas antiguos con sus arreglos musicales, y Ferran cantautor y guitarrista.
Hace algunos años, su visita a México fue un tributo a la herencia musical compartida entre nuestro país y España. Folías antiguas y criollas del Antiguo y Viejo Mundo establece los lazos de reconciliación a través del arte tan necesarios hoy.
Por suerte, muchos de sus recitales pueden ser vistos en YouTube, pero una oportunidad de oro para mí, ha sido escucharlo en vivo acompañado de Le Concert de Nations interpretando una integral de las sinfonías de Beethoven con instrumentos originales. Los jóvenes músicos, el coro y los veteranos colaboradores que se reunieron para conmemorar los 250 años del nacimiento del músico, habían sufrido la cancelación de este proyecto debido a la pandemia. Parecía que el tiempo, la dedicación y una inversión económica perdida, daba por terminado cualquier intento posterior. Pero Savall no se dejó vencer y, finalmente, desde 2023 se ha presentado en todos los escenarios posibles.
Después de escuchar una y otra vez las sinfonías con arreglos e interpretadas por orquestas modernas, se puede imaginar que la versión de Savall es la más cercana a lo concebido por Beethoven. Especie de regreso en el tiempo, sutiles capas se entretejen, desde la partitura, hasta el sonido natural de los instrumentos de viento de madera y los metales primitivos. Se dice que en la época de Beethoven, sus obras no pudieron ser interpretadas como hoy debido a la precariedad de los instrumentos y a que los músicos no eran tan buenos. Eso no podemos más que especularlo. La exigencia para ejecutar un instrumento antiguo implica un arduo trabajo, no solo técnico, sino de afinación y manutención. La fragilidad del objeto es un elemento que brinda desde lo sublime, y ahí la posibilidad del gozo de evocar aquellos años en los que Beethoven luchaba con sus músicos para que armonizaran, hasta el riesgo de descalibrarse y desentonar en cuestión de segundos, arruinándolo todo.
A sus 83 años Savall ha sustituido su inseparable viola da gamba, que abrazó entre las piernas por tantos años, por una muleta que lo acompaña hasta el podio y que tira disimuladamente. Bajo su guía, una a una, las sinfonías se van perfilando con la exquisita armonía en contraste al temperamento atormentado de su autor. Una visión más profunda y la belleza sobrecogedora a la que Savall agrega la técnica contemporánea, la humildad de un sabio, la juventud que sigue corriendo por sus venas y que cancela cualquier ápice de solemnidad. Clásico y romántico; juguetón y hasta picante en sus scherzos; de una amabilidad en sus cantabile y un sentimiento pleno de expresión en sus adagios.
Beethoven es la concreción del gran cambio en la música. Innovación en la forma de estructurar una sinfonía con mayor desarrollo temático, con variaciones de una extensión desconocida; abarcando un espectro de expresión y complejidad y la incursión del drama musical. Ritmos, notaciones, pulsiones que van desde el homenaje a Haydn hasta transformar por completo el carácter del género. En la cabeza de Beethoven habitaban más que ideas musicales. Él quería un cambio en el mundo, no solo era un revolucionario o diletante político. Creía que la sociedad podía ser más libre y mejor si tan solo fuera capaz de estrechar los lazos de fraternidad. Lo deseó con tal fuerza que nos dejó una de las obras más bellas de la historia: su Novena Sinfonía. El cuarto movimiento, la oda a la alegría, es una lección de igualdad, libertad y fraternidad.
La escalada de las nueve sinfonías bajo la batuta de Jordi Savall es un triunfo en contra del paso del tiempo. Esta vez en el Musikverein de Viena, otra ovación en un teatro repleto que el director recibe con humildad y grandeza. Una vida dedicada a la música que cura, aunque sea por un instante, los males de la historia; un acto de redención en este nuevo orden en que vivimos el horror de la guerra, la ambición política y el espanto de la indiferencia ante la desgracia.
Jordi Savall declaró hace unos días: “La armonía es lo contrario del caos. Es una forma de organización, un estado en el cual cada ser viviente, cada elemento, desde la más pequeña molécula hasta la galaxia más imponente, puede tener su espacio y vida propios”. Pero también dijo: “la música puede estar sujeta a la manipulación. El gran respeto y amor por la música no impidió al nazismo ser responsable de actos atroces”.
El arte tiene el poder de curar las heridas. Los ataques de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, dejaron la ciudad de Viena destrozada. Una de las primeras reacciones de la sociedad fue revivir la cultura con un concierto en medio de las ruinas. La guerra de los Balcanes dejó la vida de miles de niños sin futuro. Una escuela de música fundada por Pavaroti, ayudó a reconstruir el tejido social y a darles sentido a sus vidas. La East-West Divan Orchestra, fundada por Edward Zaid y Daniel Barenboim abrió una puerta al diálogo en Medio Oriente y, por un instante ayudó a encauzar la vida de jóvenes. Basta una idea luminosa para cambiar al mundo, Jordi Savall es la prueba de que, al menos con música, se puede lograr.
Dejo la liga del Orfeo de Monteverdi:
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