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Periodismo digital con rigor
26-12-2025 - 12:05 am
No se avizoraba la oleada del giro a la izquierda latinoamericano, ese que, desde luego, confirmó que el sistema capitalista no estaba invicto y que había formas, menos o más exitosas, de hacer frente a la organización social de forma alternativa y con estados participativos en la vida económica.
Se cumplen 26 años de la llegada del nuevo milenio de la era moderna en la humanidad. Aquel diciembre de 1999 cerraba con un ambiente de expectativa porque presenciaríamos algo que sólo una generación mil años atrás había logrado: transitar no sólo de una centuria a otra, sino de algo mayor.
Acorde a los tiempos, donde pese a la brecha digital ya el Internet era una plataforma utilizada por muchos, la amenaza de entonces era un famoso error cibernético que, presuntamente, anularía la memoria de las computadoras, confundidas por el cambio de dígitos del 99 al 00, a menos que, claro, adquirieras un disquete que te prevendría de tal contingencia.
El año 2000 abriría otra era, donde en América Latina se consolidaría como espacio del libre mercado luego del decenio posterior a la caída soviética y la preeminencia unipolar de los Estados Unidos en la región. Cuba o el EZLN serían reliquias trasnochadas y no impugnaciones políticas que niegan la eficiencia pregonada del sistema de mercado.
No se avizoraba la oleada del giro a la izquierda latinoamericano, ese que, desde luego, confirmó que el sistema capitalista no estaba invicto y que había formas, menos o más exitosas, de hacer frente a la organización social de forma alternativa y con estados participativos en la vida económica.
Tampoco se anticipaba el cambio del paradigma mundial tras el atentado a las torres gemelas en Nueva York un año y medio después, el 11 de septiembre de 2001, que no sólo reestructuró la geopolítica mundial y el concepto de seguridad nacional, sino también cimbraría raíces ideológicas centenarias, como que las ultraderechas mundiales dejarían en segundo término su centenaria judeofobia para que su nuevo odio se centrara contra el mundo árabe, pulsión racista que hoy, 25 años después, usufructúa el criminal Benjamin Mileikowski para que las derechas radicales hoy vean con beneplácito el genocidio que el estado de Israel perpetra contra Palestina.
En México, el año 2000 en puerta tenía un debate intenso sobre cómo la democracia avanzaba poco a poco en el país, pese a 70 años de priismo, sobre todo tras la histórica elección de 1997 (que quitó por primera vez la mayoría al PRI en la cámara de diputados), y que sólo nos faltaba la alternancia, a la par de algunas reformas económicas más, para que ahora sí mudásemos al primer mundo, y a la prosperidad. Los estudiantes de la UNAM se exponían en medios como una anomalía de fósiles, y no como los jóvenes movilizados para oponerse a una privatización abierta de la máxima casa de estudios, cuyos promotores amenazaban (como lo harían 10 años después los agoreros de la privatización petrolera) con que si no ocurría tal privatización la institución estallaría.
Poco después llegó a México la alternancia, pero no el cambio. El aumento de la pobreza era una constante en la era neoliberal y el primer Gobierno no priista no sólo mantuvo inercias económicas librecambistas, sino que mantuvo a su modo el autoritarismo, cuando intentó meter a la cárcel a un inocente por el delito de ir arriba en las encuestas.
El año 2000 se anunciaba como promisorio contra la pobreza. Pero tal combate sólo se logró un cuarto de siglo después, cuando el inocente que el foxismo iba a meter a la cárcel llegó a la Presidencia luego de casi dos décadas de brega, inició un cambio económico que sacó de la pobreza a 13 millones de personas.
Si algo se desea para este año es que esa inercia prosiga, a la par de que se reduzca la violencia en el país, para que más o menos se pueda empezar a asentar una promesa incumplida que nos hacía prometedor el nuevo milenio. Hoy, casi tres décadas después, la promesa sigue vigente, pero hay menos nubarrones en el horizonte.
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26-12-2025 - 12:05 am
Privilegiar el modelo extractivo obedece a intereses y el sector petrolero resulta muy poderoso. Ello se evidenció en la presión ejercida por Arabia Saudita en la COP30, que terminó luchando por todos los medios para que no se emitiera una declaración para dejar atrás el petróleo.

Por Leonardo E. Stanley
Brasil y Uruguay llevan adelante apuestas petroleras al tiempo que sus gobiernos plantean ganar protagonismo en la lucha contra el cambio climático. Estas estrategias, sintetizan las contradicciones que surgen en el seno, tanto del progresismo como del neodesarrollismo en tiempos de urgencia climática. Y es que la crisis climática nos obliga a modificar el patrón de producción y consumo, a optar por inversiones en sectores más dinámicos y a apostar por la transición.
Obviamente dicha transformación no resulta sencilla, ni rápida, ni puede esperarse que sea el mercado quien la lidere. Es necesario un planeamiento estratégico que imponga una nueva visión del Estado, incluida una mediación en el flujo de las inversiones extranjeras para impedir que lleguen nuevos capitales para nuevos proyectos petroleros. Para ello se deben redefinir instituciones y rediseñar políticas.
Una publicación reciente analiza los diversos actores intervinientes en la toma de decisiones de gobierno, donde la prevalencia de los “petroleros" evidencia las contradicciones que presenta el discurso de Lula, explica la ambivalencia en el plan de transición energética de Brasil. En los días previos al inicio de la COP30, el gobierno autorizó la licencia de exploración petrolera en el bloque FZA-M-59, ubicado en la desembocadura del Amazonas. La cuenca generaría 14 mil millones de barriles, lo cual liberaría un cinco por ciento del volumen restante para sobrepasar el 1.5 °C de la temperatura preindustrial.
A pesar de las críticas que generó dicha medida entre las comunidades indígenas del Amazonas y las organizaciones no gubernamentales, la administración Lula ha proseguido con la apuesta ya que la considera necesaria para avanzar con la transición. Aunque Petrobras reinvierte 95 por ciento de los ingresos en nuevos proyectos fósiles, el relato se condice tras el crecimiento espectacular que evidenció la actividad petrolera tras el descubrimiento del Pre-Sal, lo que colocó al Brasil entre los principales productores del mundo.
Los fondos para financiar la transición siguen siendo escasos, al tiempo que aumentan los subsidios al sector petrolero. Esto debido a que la rentabilidad de corto plazo que imponen los accionistas bloquea cualquier tipo de estrategia de cambio. Tampoco los inversores están interesados en reducir los subsidios que benefician al sector y mucho menos transferirlos a aquellos que brindan alternativas limpias. Según un estudio del Instituto de Estudios Socioeconómico (INESC), la mayor parte de los subsidios energéticos otorgados por el gobierno en 2022-2023 beneficiaron desproporcionadamente a las fuentes fósiles respecto a las renovables.
Lo mismo sucede con la política industrial. Aunque aumentan las energías renovables, el programa de aceleración del crecimiento lanzado en 2023 sigue privilegiando a las empresas del sector petrolero. El gobierno esgrime cuestiones de seguridad energética, desconociendo los desafíos de largo plazo que significa invertir capitales en un sector donde los activos pueden quedar varados.
La dirigencia de Petrobras sigue encapsulada en el tiempo, donde la soberanía pasaba por la autosuficiencia energética, asociada a la producción de petróleo. Aunque la idea de “o petróleo e nosso” siga entusiasmando a muchos, la dirigencia de Brasil también debería entender que “o petróleo não e progresso”, tanto como considerar la responsabilidad que le corresponde al país en la crisis climática que evidencia la humanidad – recordando que el gigante de Sudamérica se encuentra en el selecto club de las 10 primeras economías del mundo. De avanzar con la explotación en el bloque 59, Brasil se convertiría en el quinto productor mundial de petróleo.
A días del inicio de la reunión en Belem, la gerencia de transición energética de la empresa petrolera uruguaya, ANCAP, exponía las bondades del proyecto de exploración offshore ante inversores reunidos en Río de Janeiro. De momento el gobierno ha licitado siete áreas de exploración, con varias empresas globales (Shell, YPF, ENI, CGG) ya comprometidas en su desarrollo. Para la dirigencia de la petrolera de propiedad estatal, el éxito de la iniciativa se asienta en la similitud geológica que ofrece la plataforma uruguaya con la de Namibia.
Como en el caso brasileño, la empresa uruguaya espera monetizar los recursos para el desarrollo, en una región plagada de experiencias fracasadas. Esto, a pesar de la amenaza ambiental ya que las operaciones tendrían lugar en una zona de alta biodiversidad, y al turismo teniendo en cuenta que la zona licitada se encuentra frente a las costas de Punta del Este.
Cabe recordar que la transformación de su matriz energética le valió a Uruguay el reconocimiento internacional. Casi la totalidad de la electricidad es originada por fuentes renovables, mientras que su plan de movilidad eléctrica ya muestra signos de transformación considerando la proporción de autos eléctricos en las ventas totales.
Uruguay ha sido también pionero en el campo del financiamiento sostenible, tal como lo prueba el lanzamiento del bono indexado a indicadores climáticos, emisiones y superficie de bosque nativo. Lo paradójico del caso surge al observar que el mencionado cambio logró reducir drásticamente las importaciones petroleras, lo cual implicó reducir la sangría de divisas que representaba dicha dependencia. Todo ello le permitió ganarse el respeto y construir reputación en materia ambiental. Por lo tanto, avanzar con la exploración petrolera implica un retroceso, una eventual pérdida de reputación ante los inversores “verdes” y un costo moral para un país que supo abanderarse con la transición.
Privilegiar el modelo extractivo obedece a intereses y el sector petrolero resulta muy poderoso. Ello se evidenció en la presión ejercida por Arabia Saudita en la COP30, que terminó luchando por todos los medios para que no se emitiera una declaración para dejar atrás el petróleo. Esta disputa plantea una nueva faceta con la ambivalencia de Lula que busca ir a la próxima cumbre del G20 en nombre de quienes pujan por avanzar hacia un mundo libre de petróleo y con el gobierno uruguayo cuyo ministerio de ambiente plantea que la exploración offshore no resulta incompatible con el proceso de descarbonización del país.
Los gobiernos no deben olvidar lo que la comunidad científica no para de advertir: traspasar la barrera de los 1.5 °C es una amenaza para la humanidad. Debemos relanzar el debate respecto a la economía del futuro, reemplazar las narrativas del desarrollo permanente que aún predominan en nuestra dirigencia y bregar para que la opinión de la ciudadanía sea respetada, particularmente la de aquellos cuyas comunidades resultan más afectadas. Para cumplir con dicho cometido, los líderes mundiales deberían impedir el accionar del lobby petrolero en la próxima reunión y priorizar el debate científico en las deliberaciones de la COP.
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26-12-2025 - 12:04 am
Si el desafuero de “Alito” no prospera, a Morena sí le convendría que Moreno Cárdenas fuera el candidato presidencial del PRI en el 2030. Nadie le debe negar el privilegio de consumar su obra destructiva.
Ha hecho los méritos suficientes. Su tenacidad no conoce límites. Su apasionada tarea de demolición ha rendido frutos. Ha sido eficaz en su afán de encontrar la ruta más segura y directa hacia las profundidades del abismo. Se ha ganado a pulso un derecho que nadie le puede regatear: el de convertirse en el sepulturero del histórico PRI, en los comicios presidenciales del 2030, cuando todas las proyecciones estadísticas anticipan que la mayoría de los mexicanos le dirán adiós al partido que en alguna etapa se autonombró heredero de la Revolución Mexicana y terminó aliado con su enemigo histórico, el conservador y derechista Partido Acción Nacional.
Son, juntos, PRI y PAN (y en alguna etapa con el sometimiento del PRD), el mejor ejemplo de partidos que compartieron el mismo proyecto político y económico: un gobierno entregado a las minorías privilegiadas y a los poderes fácticos, incluyendo a la alta jerarquía de la iglesia católica, que durante el periodo que comprende los gobiernos de 1982 a 2018, se esmeraron en desmantelar la estructura del Estado socialmente responsable, para entregar las riquezas de la nación a grupos empresariales nacionales y extranjeros, protegidos y estimulados por sus corruptos cómplices en el máximo poder de la República.
El mejor aliado de Morena en la contienda político electoral es Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”, quien lleva buen paso y buen ritmo para conducir hasta las profundidades del abismo al Revolucionario Institucional, para hacer más crítica la amarga situación de una oposición que, incluyendo al PAN y Movimiento Ciudadano, sólo alcanzó a sumar en los más recientes comicios presidenciales el 35.90 por ciento de los votos, contra el 59.76 por ciento de la coalición encabezada por Morena.
Por separado, en los comicios del 2024, el PRI alcanzó el 9.54 por ciento de la votación, cinco millones 736 mil 759 sufragios. El PAN tuvo el 16.04 por ciento, con nueve millones 644 mil 918 votos. Y la cuota para Movimiento Ciudadano fue de seis millones 204 mil 710 sufragios, el 10.32 por ciento. Morena y sus aliados del PT y PVEM sumaron 35 millones 924 mil 519 votos, para un porcentaje del 59.76 por ciento.
La más reciente encuesta publicada por la consultora Enkoll, el pasado jueves 4 de diciembre del 2025, le atribuye al PRI una magra preferencia electoral de apenas el cinco por ciento; la aceptación del PAN llega al 11 por ciento y Movimiento Ciudadano registra un siete por ciento. Suman apenas 23 por ciento, contra una tendencia de voto del 42 por ciento que se inclina por Morena, en forma individual.
Por eso deberían considerarse como asunto serio y formal, desde ahora, la aspiración que expresó el Senador y presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, en la más reciente ceremonia de toma de protesta del nuevo Consejo Político Nacional del tricolor, realizada el lunes 22 de diciembre del 2025, cuando advirtió que su perfil era inobjetable como potencial candidato presidencial de su partido en el 2030.
Señaló “Alito” que en el 2030 su partido no debería elegir a un aspirante presidencial ciudadano, para no sufrir otras fuertes derrotas como en 2018 y 2024. “La gente lo que quiere hoy es quien resuelva los problemas del país. Esto no es de buenas personas, no porque nosotros no lo seamos, lo somos, tenemos principios y valores, pero esto no es así. Ya nos pasó dos veces […] En el 18 nos dieron una chinga y en el 24 una supermadriza”, dijo enfático “Alito”, al argumentar que, pese a ello, millones de mexicanos votaron por el PRI aun sin tener un candidato presidencial emanado del partido.
Y luego “Alito” alardeó: “No tengan duda, yo he sido 12 veces candidato en distintos espacios de mi vida desde la juvenil, la universitaria, los cargos de elección y todos en los que he competido los he ganado, que me digan a mí que otros que están ahí son mejores que yo y a las pruebas me remito”.
El demoledor
El sepulturero Alejandro Moreno Cárdenas llegó a la presidencia nacional del PRI el 18 de agosto del 2019. En los últimos cinco años el tricolor ha avanzado con paso firme hacia el abismo, al perder 11 gubernaturas. En 2021, bajo la conducción de “Alito”, el PRI fue derrotado en su propio estado, Campeche, además de Colima, San Luis Potosí, Guerrero, Sinaloa, Sonora, Zacatecas y Tlaxcala. En el 2022 el PRI entregó a sus rivales políticos las gubernaturas de Hidalgo y Oaxaca.
Y finalmente, en el 2023 el PRI perdió la joya de la corona, la gubernatura del Estado de México, la entidad con más habitantes, más votantes potenciales y más presupuesto de toda la República, que en 2025 fue de 388 mil 550 millones de pesos. Aunque en 2022 el PRI perdió dos gubernaturas, ganó Durango, con una pequeña ayuda de sus amigos del PAN y PRD; y en el 2023, cuando perdió la gubernatura del Estado de México, logró salvar Coahuila, con los votos de respaldo de PAN y PRD.
Cuando “Alito” llegó a la dirigencia del PRI el tricolor sumaba, oficialmente, seis millones 368 mil 763 afiliados reconocidos por el Instituto Nacional Electoral. En agosto del 2023 ya sólo tenía, oficialmente, un millón 411 mil 889 afiliados reconocidos. Una caída de cuatro millones 956 mil 874 ciudadanos que abandonaron sus filas en sólo cuatro años, el 77.83 por ciento de su membresía.
En 2018 el PRI sólo ganó por Mayoría Relativa la diputación federal en el Distrito 5 con cabecera en Monterrey, Nuevo León. Un triunfo de 300 posibles. En los comicios intermedios del 2021 el PRI sólo ganó, en forma individual, 11 de las 300 diputaciones de Mayoría Relativa disputadas en el país. Pero en 2024 la debacle fue total, pues el Revolucionario Institucional no ganó ninguna diputación federal de Mayoría Relativa en toda la República.
Su suerte en la disputa del Senado de la República no ha sido mejor y su declinación ha sido brutal. La única entidad en donde el PRI ganó por Mayoría Relativa en la contienda por el Senado de la República en 2018 fue en Yucatán, aliado con el Partido Verde y con Nueva Alianza. En 2024 el PRI no ganó ninguna Senaduría de Mayoría Relativa.
Alejandro Moreno Cárdenas, actual Senador de la República, y antes Diputado federal entre 2021 y 2024, tiene cuentas pendientes con la justicia. Desde 2022 le fue solicitada a la Cámara de Diputados de la Federación la Declaratoria de la Procedencia de la Acción Penal en su contra, para quitarle el fuero y que pueda ser detenido para que sea puesto a disposición de un Juez que podría procesarlo por una buena cantidad de delitos que se presume cometió en su paso por la gubernatura de Campeche entre 2015 y 2019.
El jueves 25 de julio del 2025, la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción del Estado de Campeche publicó en la red social X, un escueto comunicado que informaba que había presentando y ratificado ante la Secretaría General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión la solicitud de Declaración de Procedencia de la Acción Penal contra “Alito”.
El actual dirigente nacional del tricolor habría cometido los delitos de enriquecimiento ilícito, peculado, uso indebido de facultades, defraudación fiscal y lavado de dinero, durante su gestión como Gobernador de Campeche. El proceso de desafuero de Moreno Cárdenas está congelado en la Sección Instructora, de la Comisión Jurisdiccional de la Cámara de Diputados, que tendría que analizar su caso, a pesar de que Morena tiene los votos suficientes para quitarle la inmunidad constitucional.
Si el desafuero de “Alito” no prospera, a Morena sí le convendría que Moreno Cárdenas fuera el candidato presidencial del PRI en el 2030. Nadie le debe negar el privilegio de consumar su obra destructiva, pues por su muy relevante tenacidad enfocada al mal, podría concluir victorioso y triunfal su muy meritoria encomienda de dinamitar al PRI. Lo está haciendo muy bien y seguramente, en los comicios del 2030, como candidato presidencial del tricolor, consumaría en forma airosa tan loable tarea en beneficio de la patria: escribir el epitafio en la tumba del Partido Revolucionario Institucional. Ese derecho y privilegio nadie se lo debería regatear a “Alito” Moreno.
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26-12-2025 - 12:03 am
Durante décadas, el vecindario funcionó precisamente así: en serie. Había una interdependencia que no estaba escrita en ningún reglamento, sino en el código no verbal de la acera y en el saludo matutino. Si a un vecino le iba mal, el circuito comunitario lo resentía.

Pasada la Nochebuena, cuando el olor a pino y a ponche de frutas aún se cuelan por las ventanas de la ciudad y miramos con más nostalgia que entusiasmo el arbolito con sus luces y sus esferas, un viejo ritual de paciencia vuelve a mi memoria. Hablo de aquellas series de foquitos navideños de antaño, hoy casi en desuso, que tenían una particularidad técnica con profundas implicaciones sociales: estaban conectadas en serie. El mecanismo era tan simple como implacable. Si un solo foquito se fundía, o si apenas se falseaba en su base de plástico quebradizo, toda la guirnalda se apagaba. No había medias tintas; era la fiesta total o la oscuridad absoluta.
Era un sistema de una solidaridad técnica forzosa que hoy, entre tanta modernidad, parece una lección de vida. Para que el árbol brillara en la sala, todos los focos debían estar sanos y en su sitio. Cuando la serie se apagaba de pronto, justo antes de la cena, no quedaba más remedio que armarse de valor y sentarse en el suelo a probar uno por uno hasta encontrar el eslabón roto.
Primero, me acuerdo como si acabara de hacerlo, se recorría el cable centímetro a centímetro, apretando cristales y buscando el filamento quemado. Había que probar foco por foco. Una vez detectada y sustituida la bombilla culpable, la luz volvía mágicamente para todos. El éxito de uno era, por necesidad, la alegría del conjunto.
Esa vieja tecnología es la metáfora perfecta de lo que solía ser la vida de barrio en las zonas de clase media de nuestra Ciudad de México. Me refiero a colonias emblemáticas como la Del Valle, que hoy tomamos como ejemplo, pero también a la Cuauhtémoc, la Nápoles, la Florida o San Pedro de los Pinos.
Durante décadas, el vecindario funcionó precisamente así: en serie. Había una interdependencia que no estaba escrita en ningún reglamento, sino en el código no verbal de la acera y en el saludo matutino. Si a un vecino le iba mal, el circuito comunitario lo resentía. Nos obligábamos a estar atentos al de al lado porque entendíamos que, si un foco se apagaba, la calle entera corría el riesgo de quedarse a oscuras en plena Navidad.
Hoy, sin embargo, la modernidad nos ha impuesto la lógica eficiente pero gélida de los foquitos LED. En estas nuevas series de una blancura quirúrgica, si un foco se funde, a los demás no les importa un rábano. Siguen brillando con su propia luz individual, indiferentes al hueco oscuro que dejó el de junto. Hemos pasado de la solidaridad del circuito en serie al individualismo del circuito independiente, y ese cambio se nota especialmente en la actual vida en condominio que predomina en nuestras colonias.
El condominio moderno, tan presente en la Del Valle, es una paradoja cruel: nos obliga a compartir paredes, techos y cimientos, pero nos separa mediante muros de indiferencia. Aquella fisonomía de casas con jardines abiertos y rejas con barrotes ha sido desplazada por búnkeres verticales con nombres en inglés y casetas de vigilancia que parecen aduanas.
En este nuevo urbanismo de departamentos “Smart” el circuito se ha roto. El habitante del 402 no tiene idea de quién vive en el 401; no sabe si su vecino tiene agua para el ponche o si la nueva torre de veinte pisos que levantan a espaldas de su edificio le ha robado el sol y la tranquilidad.
Esta atomización social es el regalo perfecto para los desarrolladores inmobiliarios depredadores y los políticos que firman permisos bajo la mesa. Saben que en el aislamiento condominal la indignación es un recurso escaso y fragmentado. Saben que pueden "fundir" a un vecino o secuestrar un parque público sin que el resto del barrio parpadee, porque ya no hay quien se siente a revisar la serie para ver dónde está la falla que nos afecta a todos. Preferimos ignorar el apagón ajeno mientras nuestro propio foco LED siga encendido en el balcón.
Incluso los comercios que daban calor al barrio están desapareciendo en favor de franquicias impersonales. El café donde todos están conectados a sus pantallas, pero desconectados de quien tienen sentado a medio metro, ha sustituido a la vieja lonchería donde se compartían los deseos de fin de año y se regalaban calendarios a los clientes asiduos. El circuito está más tecnificado que nunca, pero la luz que emite es fría y no alcanza para calentar el espíritu de comunidad que tanto pregonan los anuncios navideños.
Estos días decembrinos, mientras observamos las luces que adornan nuestras ventanas en esas colonias que alguna vez fueron una gran familia, valdría la pena preguntarnos qué tipo de energía estamos alimentando. La comodidad del aislamiento tiene un costo social altísimo: la vulnerabilidad absoluta frente al abuso. Una colonia donde a nadie le importa el de al lado es una colonia que, en términos reales, ya se apagó, aunque tenga diez mil luces relucientes en su fachada.
Quizá este Año Nuevo, entre el brindis y los abrazos, sea buen momento para añorar un poco aquella vieja tecnología de los foquitos caprichosos. Aquella que nos obligaba a reconocer que el bienestar del vecino es el único fusible que mantiene encendida nuestra propia luz. Si algo nos enseñaron los héroes de barrio que ya se han ido, como don Manuelito Sandoval, es que la única forma de que la ciudad brille de verdad es volviendo a conectarnos en serie. Felicidades a todos, a pesar de los pesares. Válgame.
De la LIBRE-TA
BROCHE DE ORO. Para ponerle digno colofón a un año que entre otras cosas se significó por los derroches en viajes, compras y consumos de distinguidos miembros del gobierno de la autoridad republicana, esta navideña semana fue pillado José Ramón López Beltrán, el hijo mayor, ahora saliendo de la exclusiva tienda Loro Piana en Houston con bolsas de la firma Hermés, mientras trascendía que don Gerardo Fernández Noroña disfruta otra vez unas vacaciones en Europa, que para eso trabaja, y don Adán Augusto encubre con opacidad la compra 17 mil ejemplares del nuevo libro de AMLO pare regalar a sus colegas, con un precio (con descuento, conste) de más de cinco millones de pesos. ¡Felices fiestas!
@fopinchetti
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26-12-2025 - 12:01 am
La criminalización de la prensa tiene efectos devastadores. No sólo vulnera derechos individuales; erosiona el derecho colectivo a la información.

Lo que ocurre hoy con la prensa en México no es una suma de casos aislados, ni errores administrativos, ni excesos corregibles. Es una escalada. Y como toda escalada, marca un punto de no retorno si no se detiene a tiempo. Las imputaciones penales contra periodistas como Rodolfo Ruiz, director de E-Consulta en Puebla, y Rafael León Segovia, conocido como Lafita León en Coatzacoalcos, configuran un nuevo y peligroso capítulo en la criminalización del periodismo.
En ambos casos, el mensaje es que investigar, publicar o narrar la violencia puede convertir al periodista en criminal ante los ojos del Estado. A Ruiz se le acusa de delitos de operaciones con recursos de procedencia ilícita; a León Segovia, de delincuencia organizada y terrorismo. No se trata de faltas administrativas ni de controversias civiles. Se trata de los delitos más graves del sistema penal, aquellos diseñados para perseguir a las estructuras criminales más complejas. Usarlos contra periodistas es una forma de castigo ejemplar.
A Rodolfo Ruiz lo han acosado judicialmente desde el Gobierno de Luis Miguel Barbosa, y el actual mandatario poblano, Alejandro Armenta, lo ha señalado públicamente como “canalla” y “mentiroso”. Es claro el uso del aparato penal para amedrentarlo. En el caso de Rafael León, sus coberturas en materia de seguridad resultan incómodas para las fuerzas de seguridad, grupos criminales y la Fiscalía de Veracruz.
Este salto cualitativo en el uso del derecho penal debe encender todas las alertas. No sólo por la gravedad de los cargos, sino por el precedente que sienta. Cuando el periodismo se equipara jurídicamente con el crimen organizado, el Estado cruza una línea peligrosa. Estamos siendo testigos del uso del poder punitivo para silenciar, intimidar y disciplinar a quienes informan sobre asuntos de interés público.
Artículo 19 ha documentado el crecimiento del acoso judicial contra la prensa. Demandas civiles, carpetas de investigación, medidas cautelares abusivas, uso faccioso de figuras como la violencia política en razón de género o la difamación encubierta. Pero lo que hoy vemos va más allá.
Estos casos ocurren en contextos de alta violencia, captura institucional y connivencia entre autoridades y redes criminales. En Puebla, las investigaciones periodísticas de Rodolfo Ruiz han incomodado a actores políticos locales, incluido el Gobernador y a fiscales presuntamente implicados en redes de extorsión. En Coatzacoalcos, ejercer la nota roja implica narrar el horror cotidiano que muchos prefieren ocultar. Al momento de publicarse estás líneas Rafael León se encuentra en prisión preventiva. En ambos escenarios, el poder parece haber encontrado una vía expedita, no para refutar la información, sino anular al mensajero
Esta estrategia no busca justicia, busca miedo. Porque, aunque los procesos no lleguen a sentencia, el castigo ya está en marcha: detenciones, estigmatización pública, desgaste económico, aislamiento social y un mensaje inequívoco al resto del gremio. La pregunta implícita es clara: “¿quieres ser el siguiente?”.
Lo más preocupante es que estas acciones se insertan en un contexto más amplio de regresión democrática. Reformas que capturan al Poder Judicial y debilitan el amparo, ampliación de la prisión preventiva oficiosa, vigilancia masiva y una narrativa oficial que insiste en que México vive “la mayor libertad de expresión de su historia”, mientras los periodistas enfrentan juzgados, fiscalías y, ahora, cárcel.
La criminalización de la prensa tiene efectos devastadores. No sólo vulnera derechos individuales; erosiona el derecho colectivo a la información. En zonas donde el silencio ya es impuesto por el crimen organizado, que sea el Estado quien profundice ese silencio es una traición a su función más básica de proteger a quienes ejercen derechos.
Además, estos casos colocan a México en una posición insostenible frente a la comunidad internacional. En un país que ya es uno de los más peligrosos para ejercer el periodismo, acusar a reporteros de lavado de dinero, terrorismo y delincuencia organizada no puede leerse sino como una señal de autoritarismo en expansión.
Resulta llamativo, por decir lo menos, que sean las mismas imputaciones que usa Bukele en El Salvador para perseguir a periodistas críticos.
Por eso, esta escalada debe ser denunciada con contundencia. A nivel nacional, para exigir a fiscalías y jueces que actúen conforme a derecho y no como brazos ejecutores de venganzas políticas. Y a nivel internacional, porque cuando el Estado persigue a periodistas como criminales, la observación externa se convierte en una necesidad apremiante.
Criminalizar a la prensa traerá más silencio, más miedo y más impunidad. Y cuando el periodismo es tratado como enemigo interno, lo que está en riesgo no es un gremio: es la democracia misma.
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25-12-2025 - 12:04 am
Pero el fracaso de la oposición en 2025 me trajo a la mirada a unos personajes que existieron fugazmente durante el año, inflados por los medios de comunicación enfuruñados de tanto fracaso. Se me vinieron a la mente cinco de ellos cuyos nombres tuve que volver a buscar en la red.
Empecé a escribir esta columna pensando en que no quería hacer algún tipo de recuento del año ni tampoco un resumen de lo que había ocurrido. Para eso están otros. Lo que me proponía era tratar de reflexionar con ustedes sobre cómo la ultraderecha en todo el mundo le expropia a la izquierda el espacio de la rebeldía. Me acordé del libro de Pablo Stefanoni sobre ese tema y empecé a tratarlo de relacionar con lo que había ocurrido en este 2025 en México. Fue así que llegué a varios fracasos que tuvo la oposición bendita: al inicio del año, su insistencia en que si Claudia Sheibaum no se desligaba del programa de reformas que le había sumado 36 millones de votos, entonces sería acusada de títere de López Obrador. Luego, a mediados del año, la intención del PRIAN de boicotear la reforma al Poder Judicial y, más tarde, con 13 millones de votos contados, decir que había desaparecido la separación de poderes y, finalmente, hacia finales del año su intento de hacer resurgir una movilización callejera vía la inversión de millones de pesos para alegar una represión a jóvenes que nunca ocurrió. De eso se acuerda usted y todos. Pero el fracaso de la oposición en 2025 me trajo a la mirada a unos personajes que existieron fugazmente durante el año, inflados por los medios de comunicación enfuruñados de tanto fracaso. Se me vinieron a la mente cinco de ellos cuyos nombres tuve que volver a buscar en la red. ¿Se acuerda usted de la señora mayor que amenazaba a los legisladores con no dejarlos entrar a sus recintos para aprobar la reforma al Poder Judicial? ¿Recuerda a la muchacha que clamó que había 90 cadáveres de estudiantes en la inundación en Veracruz, Puebla, y San Luis Potosí? ¿De la madre buscadora de una supuesta fosa clandestina en Teuchitlán, Jalisco? ¿Le dice algo el nombre de Ayuwaki? ¿Y Grecia Quiroz? Estos cinco personajes fueron propuestos a la opinión pública como encarnaciones de la superioridad moral ante el sistema que, a veces era una dictadura, otras un narco-Estado, pero también personificaron la indignación, la rebeldía juvenil, y los deseos de cambio en el Gobierno, pero fracasaron al igual que las tres tácticas de la oposición en 2025: el sabotaje, la mentira, y la violencia. De eso acabó tratando esta columna.
Pero empecemos por el principio sobre la rebeldía de la ultraderecha. Escribe Stefanoni: “En las últimas décadas, en la medida en que se volvió de-fensiva y se abroqueló en la normatividad de lo políticamente correcto, la izquierda, sobre todo en su versión 'progresista', fue quedando dislocada en gran medida de la imagen his-tórica de la rebeldía, la desobediencia y la transgresión que expresaba. Parte del terreno perdido en su capacidad de capitalizar la indignación social fue ganándolo la derecha, que se muestra eficaz en un grado creciente para cuestionar el 'sistema'. La izquierda se encuentra con frecuencia encerrada en una lucha por defender al capitalismo tal como es frente al capitalismo tal como amenaza con convertirse. Si el futuro aparece como una amenaza, lo más seguro y más sensato parece ser defender lo que hay: las instituciones que tenemos, el Estado de bienestar que pudimos conseguir, la democracia (aunque esté desnaturalizada por el poder del dinero y por la desigualdad) y el multilateralismo. Si 'cam- bio' significa el riesgo de que nos gobierne un Trump, una Marine Le Pen, un Viktor Orbán, un Bolsonaro o un Boris Johnson, parece una respuesta razonable”. Ahí está puesta la tensión que vivimos durante 2025: la izquierda con una mayoría absoluta y una aprobación inédita en la historia mexicana, se enfrenta a una ultraderecha rebelde que puede insultar y agredir verbalmente, hacer cualquier inmoralidad, inventar noticias falsas y conspiraciones absurdas y, finalmente, cometer el máxima irreverencia: pedir la intervención de los marines gringos en nuestro territorio. Ante esto, la izquierda optó por defender al Estado, los derechos sociales y de minorías, la soberanía nacional, la democracia y el multilateralismo, mientras que la ultraderecha se vomita en todo eso y pretende llevar a cabo actos de violencia escudada en una indignación que proviene de un invento: que las elecciones del Poder Judicial son, en realidad, autoritarismo, que las catástrofes naturales son culpa de los actuales gobernantes, que lo es también de las desapariciones forzadas y de la violencia y, para terminar, que atiende las demandas de los jóvenes de la llamada Generación Z, que sería que renunciara la Presidenta más votada en la historia nacional o que la DEA bombardee con drones quién sabe qué laboratorio de fentanilo que produce, además, inmigrantes ilegales.
Esa tensión vivimos a lo largo de 2025. Y es lo que plantea el libro del argentino Stefanoni que ya veía con preocupación el salto de Javier Milei de los programas de televisión a la boleta electoral. Pero en México, por más que la oposición trató de crear un Milei, no tuvo respuesta de la ciudadanía que sabe que los medios masivos mienten, que incurren en conflictos de interés todo el tiempo, y que hay que desconfiar de ellos como método de salud republicana. Es la diferencia entre vivir y hacer política en un país con una guerra de independencia popular, una guerra de reforma por el Estado laico, y una Revolución social.
No obstante, ahí estuvieron sus cinco personajes tristes. Empiezo con la señora de los bloqueos y la huelga toda pagada por la Suprema Norma Piña. Fue una señora llamada Patricia Aguayo. Desde el año pasado, ella se convirtió en vocera de los trabajadores del Poder Judicial que tomaron por la fuerza el Senado de la República el 10 de septiembre de 2024. Para diciembre y, tras su derrota, el Movimiento Ciudadano le otorgó a la señora Aguayo la Medalla Benito Juárez por ---cito a Dante Delgado—“a alzar la voz, a advertir los riesgos, a señalar los vicios de la propuesta, a salir a las calles, a discutir en foros, a subir a los medios de comunicación, a explicar, a cuestionar, a convencer. A organizarse para que el mayor número de personas posibles pudiera informarse de lo que sucedía, siempre será un honor reconocer a personas que ante la imposición de la reforma con las peores y viles tácticas del Poder, no renunciaron a la defensa de lo que creen”. Pero este año, el destino la llevó a no poderse inscribir para participar en la elección a la que se opuso con toda violencia y el apoyo de medios como Radio Fórmula. Fue su intento por desvirtuar la elección, sólo que acabó confesando que era por ignorancia de cómo compartir documentos. Le declaró a esa estación de radio: “los documentos que me habían ayudado a poner en el tamaño de PFD que requerían, a la hora que los quise registrar no me los dejaba registrar porque me decía que estaban demasiado pesados. Yo los había puesto en 10 MB y me los estaba pidiendo en 2MB”. Sería quizás porque los puso en formato PFD y no PDF, como se acostumbra. En lugar de buscar auxilio de alguien del Movimiento Ciudadano que le supiera a las computadoras, decidió impugnar el procedimiento con una carta de la Presidenta Sheinbaum y ahí terminó a esta poderosa rebelde que, según el Movimiento Ciudadano, mujeres como ella habían “roto el techo de cristal”. La imagen que de la señora Aguayo inventaron los medios era la de la maestra estricta que te agarra a reglazos por hablar en clase, una inhóspita e intransitable secretaria de estudio y cuenta de Jeanine Otálora en el Tribunal Electoral, la misma que validó la compra de votos del PRI durante la campaña de Peña Nieto y la misma que hizo un último intento de descarrilar la elección de juzgadores aduciendo el reparto de unos acordeones que no pudo sustanciar. No importaron los bloqueos que detenían el Metrobús de la CdMx, la violencia en el Senado de la República, o el intento de sabotaje el día de las votaciones, para los medios la señora Aguayo era una posible líder de la oposición. Pero no fue y por eso es triste.
La segunda de esta lista es Ceci Flores, la madre buscadora preferida de Acción Nacional, a cuyo “relanzamiento” fue invitada junto con Enrique de la Madrid y Claudio X. González. A esta activista le debemos casos como el del crematorio de Tláhuac en vísperas de las elecciones de 2024 que resultó tener restos de huesos de perros y gatos. Pero este año, tras el hallazgo de un rancho con supuestos restos humanos en Teuchitlán, Jalisco, acusó a la madre buscadora de ahí, Indira Navarro, de mentir porque había asegurado que en ese lugar había mil 500 cuerpos y evidencia de tráfico de órganos. Navarro la acabó denunciando en un juzgado civil por daño moral. Ahora que apareció el nuevo libro de Andrés Manuel la señora Ceci se aventó, sin leer el texto, una reseña que hasta Nexos hubiera rechazado. Dijo: “Ojalá hubiera reflejado en la nueva obra una autocrítica sobre la estrategia de seguridad implementada durante su Gobierno. Ya ve que abrazar a quienes nos matan nos dejó bien caliente el país”. Nadie le avisó a Ceci Flores que el libro trata de la historia antigua, de olmecas, mayas y mexicas. Pero la utilización de las madres buscadoras cuyo duelo las exime de presentar pruebas y cuyos dichos los medios reproducen sin verificar, causó un nuevo personaje triste: quien utiliza la desaparición de un familiar para disputar el monopolio de la verdad sobre fosas clandestinas. Así, varias de ellas dicen que la guerra de Felipe Calderón no es el origen de la violencia que hoy todavía se vive en varios municipios del país, sino que es resultado de lo contrario: de los programas sociales que ayudan a que los jóvenes tengan una alternativa cuando se ven presionados para delinquir.
Este mismo discurso de guerra aparece con nuestra penúltima figura triste, la viuda del asesinado Presidente Municipal de Uruapan. Ella se llama Grecia Quiroz y, desde que fue expuesta a la opinión pública, dejó en claro que estaba compitiendo para quitarle a Morena el Gobierno de Michoacán. En el funeral de su esposo dijo: “El día de hoy no mataron al Presidente de Uruapan, hoy mataron al mejor Presidente de México, al único que se atrevió a levantar la voz, al único que se atrevió a debatir, a hablar con la verdad, a decir siempre la verdad, sin temor a nada, sin temor a perder su vida, sin temor a dejar a sus hijos huérfanos”. Pero, enseguida de tomar posesión como interina en el municipio dijo: “Quienes mandaron matar a Carlos Manzo no supieron que este sombrero tiene una fuerza imparable, incansable con la que en el [año] 2027 les vamos a dar un voto de castigo porque nos vamos a hacer valer y vamos a hacer honrar la memoria de Carlos Manzo”. En medio empezó a decir que morenistas como Leonel Godoy debían ser investigados por el crimen. Al final, como todos supusimos, acabó invitada por el PRI para ser su candidata al Gobierno de Michoacán. El líder del PRI en esa entidad dijo sin miedo a las cuentas de la lechera que con Grecia podían quitarle a Morena la Presidencia y la mayoría en el Congreso. Es como si estas mentes remontaran la realidad para verse, de nuevo, sentados en un cargo público y firmando cheques a sus compadres. Pero lo preocupante es el discurso calderonista de la matanza como solución a la violencia, del exterminio de unos para que otros sobrevivan, el mensaje de toda guerra que es “si desaparecieras del mundo, mi vida mejoraría”. Eso es la política de García Luna pero, sin duda, parece representar cierto inconformismo con los derechos humanos.
Por último y sin ser quinto malo, tenemos al Ayuwaki mexicano. Hay que decir que el verdadero Ayuwaki, viene desde un meme del 2009 en el que un muñeco de animatronic de Michael Jackson se convirtió el leyenda de terrores nocturnos. Por supuesto, Ayuwaki viene de la frase de la canción de Michael Jackson Smooth Criminal que dice: “Annie are you okey?”. Esa misma frase se la dedicó Elon Musk a Trump cuando por fin se enemistaron y él lo implicó en la red de pederastia de Jeffrey Epstein. Pero la versión mexicana vino con la supuesta marcha de jóvenes de la Generación Z que pedían la renuncia de Claudia Sheinbaum y llamaron a una concentración para arropar una agresión directa contra la policía que resguardaba Palacio Nacional. Ese Ayuwaki se llamó Edson Andrade. Él convocó, entre otros, a la marcha violenta a nombre de los que no tienen partido, pero pronto apareció el contrato de Acción Nacional por dos millones de pesos. El joven Ayuwaki salió de Derecho de la UNAM y ha participado en las gestas de los fachos como Gloria Álvarez en el LibertyConMX. Hay que recordar que Gloria Álvarez era la conductora de aquel programa de televisión de mala memoria, El populismo en Amércia Latina, filmado sólo para atacar la campaña de López Obrador en 2018. Lo último que supimos del joven Edson es que anunció que saldría del país por amenazas y así se desinfló su breve carrera al mando de una marcha que juntó a 17 mil personas muy enojadas.
Y así llegamos al final de 2025 y también de esta columna. Queda ahí la agenda de esta nueva ultraderecha mexicana que no sólo no concuerda con el resto de la población de que “primero los pobres”, sino que odia a los pobres por considerarlos desechables y contagiosos. Ahí queda esa llamada a la represión del Estado a los delincuentes como en tiempos de las ejecuciones de García Luna y Calderón. Queda también ahí la idea del apartdismo como la etiqueta de los panistas avergonzados de confesar que lo son. A ver qué nueva figura triste aparece en este año entrante.
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25-12-2025 - 12:03 am
¿Puede hablarse de amor después de la masacre de Gaza? ¿Puede hablarse de amor mientras EU asesina en el mar Caribe con misiles a pescadores, pequeños traficantes o a lo que se dedicaran ese centenar de seres humanos ejecutados?
Te habrán dicho mil veces que no te metas en política y que la política es para los políticos. En esa línea, habrás escuchado que todos los políticos son iguales y que la política es una basura. Quienes hacen que ese discurso se multiplique suelen ser los que votan todos los días, es decir, los que logran que su voluntad se convierta en realidad todos los días. Ellos quieren seguir convirtiendo su voluntad en política y para eso necesitan que el pueblo no se meta en política. Quien ha decidido meterse en política es León XIV, el Papa que ha sustituido al Papa Francisco y que ha recuperado su discurso Urbi et Orbi para expresar algunas ideas políticas esta Navidad. Noche de paz, noche de amor.
El Papa León XIV llamó a la paz mundial en su bendición navideña Urbi et Orbi, que significa “en todos sitios y a todo el mundo”. No se olvidó de los conflictos que asolan el planeta y recordó la situación en Oriente Medio “quienes ya no tienen nada y lo han perdido todo, como los habitantes de Gaza”); en Ucrania (para "que se apague el estruendo de las armas y que las partes implicadas, apoyadas por el compromiso de la comunidad internacional, encuentren la valentía de entablar un diálogo honesto, directo y respetuoso"), de América Latina (él se formó en Perú) recordando al “querido pueblo de Haití” y pidiendo, en alusión a la agresión de EU contra Venezuela “a quienes tienen responsabilidades políticas en América Latina para que, al enfrentar los numerosos desafíos, se le dé espacio al diálogo por el bien común y no a las exclusiones ideológicas y partidistas”.
También se acordó de Myanmar, Sudán y otras regiones afectadas por la guerra, la violencia y los desastres naturales, esos que dice la derecha que no existen. No se olvidó de las guerras olvidadas y pidió por la paz en Sudán, Sudán del Sur, Mali, Burkina Faso o en la República Democrática del Congo. También se acordó de los migrantes, esos despreciados en Europa y en EU por gente que luego reza para quedarse tranquilos. León XIV se acordó de “los numerosos refugiados y migrantes que cruzan el Mediterráneo o recorren el continente americano”. Son también víctimas de este conflicto global en el que vivimos. Hay una III Guerra Mundial en marcha, pero parece que hasta que Steven Spielberg no haga una película no vamos a entenderlo.
También le habló a los líderes políticos y a esa desaparecida comunidad internacional para que trabajen por la reconciliación, el diálogo y la justicia. Les dijo a los que tienen poder que regalaran estas Navidades algo de amor y de paz. Y también a los que no tienen poder. Porque si creemos que todos los problemas que tenemos nos los van a solventar alguien ahí afuera estamos equivocados: o nos ponemos manos a la obra o no hay solución.
La tradición de regalarnos cosas en Navidad es una hermosa tradición. Tiene detrás la idea de desprendimiento. El regalo dice algo, significa algo, encierra una correspondencia y es relevante cuando el que ofrece está dando señal de que le importa. El que lo recibe debe ser consciente del esfuerzo. Regalar es amar. Porque, de lo contrario, es un intercambio mercantil oculto y sin otro valor que el de la maquinación y el engaño. En el regalo verdadero la intención vence al cálculo y el desprendimiento derrota al interés. En el regalo auténtico, nos hermanamos en ese instante del don, convertidos, gracias a ese hermoso gesto de desinterés, en comunidad que derrota a la fragilidad humana. Igual que cuando nos saludamos expresamos la certeza que estamos desarmados y no vamos a hacer daño. Cuando regalas reafirmas los lazos que necesitamos y se convierte en ese abrazo que sirve para no sentirnos tan solos.
Vivimos en sociedades donde todo se ha mercantilizado. En las sociedades capitalistas, regidas por la oferta y la demanda a la búsqueda interminable del beneficio, todos andamos corriendo y alimentando esa máquina. Especialmente en esta fase de absoluta cosificación que conocemos como “neoliberalismo”. Hoy, el regalo se ha convertido en una obligación, en un mandato de los grandes almacenes y la industria del consumo que dice que el que no compra un regalo está haciendo algo mal. Es la alquimia perversa que convierte el amor en mercancía y el desprendimiento en un afecto encarcelado que no vuela.
Cuando el amor se monetiza, regalarnos es una versión azucarada del OnlyFans. No pasa físicamente nada muy diferente en la alcoba de una pareja que se quiere que en una sórdida habitación de un burdel. La magia, la que transmuta el plomo en oro, quien la hace al amor como el más natural de los alquimistas. En la alcoba el amor existe; en la mezquina habitación del mercado de la carne, se sustituye por dinero y se enmascara con billetes. No hay magia sino opresión. Regala mucho más la persona comprada que el comprador abusivo.
Huir de la elegancia social del regalo no es fácil. La obligación de regalar el día de San Valentín, un invento de los grandes almacenes; regalar a los niños cosas caras como la única -o la más relevante- de las formas del afecto; regalar en navidades como una exigencia del que siente que, si no regala, no estará siendo considerado por el otro como afectuoso, como amante, cariñoso o atento. Regalar porque no queda otra. Regalar como una imposición en esta nueva métrica del afecto. El dinero es tiempo, pero convertido en capital pierde su humanidad.
Convertir las cosas en mercancías las pudre. Sean las personas, la naturaleza, el conocimiento. El capitalismo nos hace eficientes, pero nos roba la humanidad de quien no quiere ser una mercancía ni relacionarse sólo con mercancías. Hay que sacar el regalo de la lista de la compra. Hay que sacar el tener de la lista del ser. Tener lo justo y necesario para que no tener no sea una espada de Damocles ni que tener sea una maldición del Rey Midas que no puede comerse su dinero. Tener y que no sirva para otras cosas es como confundir el sentido común con el derecho a la maldad.
Envolver los regalos de amor es llenarlos de tiempo sacado fuera del mercado, desmercantilizado. Hacer un postre, cocinar algo especial que reclama horas, dedicar mañanas y tardes a buscar algo particular para obsequiar, buscar ese libro tan especial, escoger entre artesanías particulares, viajar para poder ver a alguien, escribir una carta a mano detenida en cada palabra, acordarte de un deseo y ayudar a cumplirlo… Hacer cosas que no se expresan en un vale con dinero o una fría tarjeta-regalo de un centro comercial. Hoy, mucha gente que se casa pone en la tarjeta de boda el bizzum y la cantidad mínima que hay que ingresar. ¿Alguien recordará qué le regaló nadie? Cuando recuerden a sus invitados a la boda en vez del rostro verán cantidades.
Regalar es amar, y en la tradición cristiana el nacimiento de Dios es el comienzo de un viaje de amor donde el niño Jesús, aún ignorante de su destino, nace al cuidado de sus humildes padres, en un humilde portal rodeados de humildes animales, en la pobreza y la persecución que lo hace uno con el resto de los humildes. Unos poderosos magos de Oriente (la tradición los convertiría después en Reyes) llegan de muy lejos -han invertido mucha vida en el viaje- y le llevan regalos que son ofrendas igualmente de amor. El incienso y la mirra envuelven el oro y lo hacen un mero instrumento necesario sólo para comprar pan y fruta. No sabemos que fue de esos magos que hicieron su ofrenda (la Biblia no dejó pistas salvo que evitaron a Herodes), pero sabemos que aquel niño fue crucificado. Por amor.
Estas navidades el mundo expresa desamor por donde miremos. ¿Puede hablarse de amor después de la masacre de Gaza? ¿Puede hablarse de amor mientras EU asesina en el mar Caribe con misiles a pescadores, pequeños traficantes o a lo que se dedicaran ese centenar de seres humanos ejecutados? ¿Puede hablarse de amor cuando la extrema derecha quiere convertir en desechables a los migrantes en los países más desarrollados? ¿Puede hablarse de amor cuando tantas personas quieren y cuidan más a sus animales que a otros seres humanos? ¿Puede hablarse de amor cuando la violencia llena de cadáveres tantas poblaciones del mundo? ¿Puede hablarse de amor cuando el deterioro medioambiental sigue su curso de muerte y le niega la tierra, el pan, el aire y el agua a las generaciones futuras? ¿Puede hablarse de amor cuando la violencia contra las mujeres es tan cotidiana como las eternas desigualdades entre hombres y mujeres? ¿Puede hablarse de amor cuando cualquier día Donald Trump puede desatar una guerra en Venezuela, en Colombia o en México para robarles sus riquezas? ¿Puede hablarse de amor cuando nuestra indiferencia y nuestra inconsciencia nos enajenan de la suerte de los demás seres humanos?
Amar es dejar de ser para ser más. Desperdiciar la más mínima ocasión para regresar al amor no es tropezar dos veces con la misma piedra, sino abrazarla como si tuviera un valor incalculable. Las piedras no tienen alma, dice la canción, y cuando las llenamos de alma es una excusa para compartir, no para acumular. Las navidades pueden ser tiempos de tregua en el desamor. Son tiempos de agradecimiento inmemoriales que las religiones abrazaron para edificar sus iglesias. Da igual el nombre: navidades, solsticio de invierno, Saturnalia, Sol invictus… Cuando el ciclo del sol y de la tierra nos obliga a recordar nuestra fragilidad, cuando viene la noche más larga antes de que empiecen a acortarse.
Tiempos de regalarnos la paz y hacer que dure. Amar todo lo que se pueda para que el nuevo año no nazca con pretensiones de guerra. Cada uno puede hacer su parte. Cada sonrisa amable se suma a la amabilidad sonriente de la humanidad. Si sonreímos, el mundo sonríe. Que así sea.
Felices fiestas.
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25-12-2025 - 12:00 am
A donde iba, Eduardo Hurtado emprendía siempre alguna empresa: creía en la poesía como una religión y en ella vivía. Leer, escribir, corregir, vivir, entregar su vida a la escritura podría ser un resumen de su vida, pero no solamente.

Hace unos días, el 16 de diciembre, falleció en la Ciudad de México, a los 75 años, el poeta y editor Eduardo Hurtado Montalvo (1950-2025), querido lector. Apunto aquí algunas coordenadas sobre su vida, hoy que las instituciones culturales parecen desconocer todo de quienes dedicaron su vida a la creación artística. Hurtado fue poeta, editor y ensayista y también maestro de varias generaciones de poetas jóvenes a través de tutorías en el Fonca en el programa de Jóvenes Creadores y a través de talleres literarios. Fue un animador de la vida literaria, en específico de la poesía, y también un espléndido poeta que nos deja una obra vasta y rica que nunca se ciñó a los dictados de la moda o de grupúsculos. Hoy que tanto abundan las poéticas exprés, programáticas o francamente facilonas que sucumben rápidamente al olvido, la obra de Hurtado brilla como una joya. Su brillo proviene de la lealtad a sus preocupaciones tanto formales como vitales: universos ceñidos, obras depuradas provenientes de la gran tradición poética hispanoamericana. Ya sea en poemas cortos o en poemas más largos, el poema se cumple con puntualidad de relojero, como si en esa lealtad yaciera la chispa de su permanencia. Escribió poemas de amor, pero también sobre la hipocondría, el padre muerto, futbolistas, el mar, o las gaviotas, por decir algunos temas. En realidad, Hurtado se avocó a las diez mil cosas del mundo, como se llama uno de sus libros.
Junto con sus compañeros de generación, los nacidos en los años cincuenta, colaboró en diversas editoriales de poesía, como La Máquina de Escribir, Ediciones Toledo, Libros del Salmón y la colección Tristán Lecoq de Editorial Trilce. A lo largo de su vida, trabajó en diversos medios como en el Canal 11 donde fue director de medios. En el área editorial fue jefe de producción de la revista Vuelta, dirigida por el poeta Octavio Paz, y editor en jefe de La Jornada Semanal, cuando la dirigía Juan Villoro.
Durante seis años, a finales del siglo pasado y entrados los años dos mil, fue Asesor Cultural la Casa del Poeta Ramón López Velarde, en la Ciudad de México en donde coordinó importantes ciclos, encuentros y festivales de poesía a nivel nacional e internacional, cuando esa institución representaba un centro vivo de la cultura y no había cerrado sus puertas. A su salida, dejó al poeta Antonio Deltoro en su lugar quien continuó con la noble tarea de mantener ese centro cultural dedicado exclusivamente a la poesía y a la memoria de Ramón López Velarde, en la colonia Roma.
Durante años impartió cursos y conferencias en universidades e instituciones culturales en prácticamente todos los estados del país. En los últimos años regresó a la ciudad de Tijuana, donde vivió en su adolescencia, para fundar La Casa de la Poesía y colaborar creando programación cultural para el Centro Cultural Tijuana. A donde iba, Eduardo Hurtado emprendía siempre alguna empresa: creía en la poesía como una religión y en ella vivía. Leer, escribir, corregir, vivir, entregar su vida a la escritura podría ser un resumen de su vida, pero no solamente. Hurtado también fue un crítico activo de su tiempo y de las formas institucionales. Le preocupaba el país y en no pocas ocasiones, en la llamada época de la transición democrática, encabezó juntos con amigos escritores, protestas públicas. Hurtado era además de un poeta muy cuidadoso con la forma, un crítico que no se limitaba al texto.
En Madrid impartió cátedra sobre el poeta Juan Gelman en la Universidad de Alcalá de Henares y en la Casa de América, en ocasión de la entrega del premio Cervantes al poeta argentino radicado en México y su gran amigo. También, participó en actividades literarias en Argentina, Panamá, Colombia, Chile, Brasil, Portugal y Rumania.
Durante casi treinta años, Eduardo Hurtado fue mi amigo. Lo conocí en la Casa del Poeta, donde ambos trabajábamos en el año de 1997. Yo me encargaba de todas las actividades de jóvenes y de la prensa, y él de todas las actividades de autores mayores. Fue una experiencia muy enriquecedora, para una joven como la que yo era y muy rápidamente se convirtió en mi maestro, en mi colega, y después en mi amigo. Juntos recorrimos el arduo camino de los versos, pero también de la política y, sobre todo, el de la amistad.
Algunos de los títulos de sus libros de poesía son Ludibrios y nostalgias, Rastro del desmemoriado, Ciudad sin puertas, Sol de nadie, Las diez mil cosas con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer y Casi nada. También se puede encontrar en la UNAM un disco y un libro titulados El ser que fuimos, en la colección Voz Viva.
Sus libros más recientes son Ocurre todavía, Renata y Miscelánea este último aparecido durante la pandemia y que tuve el honor de presentar por zoom. Al final de sus días pudo terminar su último libro que permanece inédito y que cierra brillantemente su camino en la poesía mexicana y que esperemos muy pronto vea la luz. Sus amigos lo extrañaremos siempre, estoy segura y nos hará falta en este duro camino de la poesía. Al menos yo no me despido ¿se puede despedir uno de quien es ya una presencia viva en la voz del poema? Ahí estará siempre para mí, y para cualquier lector que aprecie la deslumbrante belleza de la poesía. Así que no le digo adiós; lo llevaré siempre vivo, como se llevan a los grandes amigos, en el corazón.
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24-12-2025 - 12:05 am
Al morir el año, el consenso financiero espera que la inflación en los mercados desarrollados caiga en 2026. No obstante, por ese mismo anticipo de expectativas, cualquier desviación tomaría por sorpresa a los portafolios invertidos en bonos, con pérdidas sustanciales.
Contra pronóstico, el 2025 fue un año aceptable para la economía mundial. En un informe publicado en octubre, el Fondo Monetario Internacional proyectó que el crecimiento se desacelerará del 3.3 por ciento en 2024 al 3.2 por ciento en 2025 y al 3.1 por ciento en 2026, con las economías avanzadas creciendo alrededor del 1.5 por ciento y el resto apenas encima del 4 por ciento. Dadas las circunstancias, encabezadas por los bandazos de política pública de Trump, evitar la catástrofe como el torero los cuernos arroja en el ocaso de 12 meses convulsos un saldo positivo. Sin embargo, las perspectivas para 2026 siguen siendo sombrías, mientras el mundo se adapta a un panorama marcado por un mayor proteccionismo y una subestimada fragmentación. Puestos los riesgos en la balanza, los llamados “negativos” dominan hoy día la conversación.
El enfriamiento del consumo en Estados Unidos o de las exportaciones en China es el mayor riesgo inminente. En Estados Unidos, la tasa de desempleo continuó al alza en noviembre y tocó 4.6 por ciento desde 4.2 por ciento hace un año; mientras, las búsquedas en Google de “ayuda con mi hipoteca” y “deuda de tarjeta de crédito” alcanzaron niveles no vistos desde la crisis financiera del 2008-09, y la confianza del consumidor registra niveles históricamente bajos. En China, la otra cara de lo que durante décadas fue la misma moneda, las ventas al exterior desafiaron expectativas y crecieron más de cinco por ciento en los primeros meses del año, atribuible a que los menores envíos a Estados Unidos encontraron compradores en otras naciones, aunque esta táctica como solución de largo plazo está aún a prueba. Si bien la catástrofe fue evitada en 2025, cualquier deterioro en los pilares que sostienen las economías de las superpotencias, de materializarse sin una rápida contención de los gobiernos, contagiaría al resto del mundo, sonando alarmas de recesión y desatando espíritus animales destructivos.
Un riesgo subestimado es el repunte de la inflación en los Estados Unidos, Japón y Europa. Al morir el año, el consenso financiero espera que la inflación en los mercados desarrollados caiga en 2026. No obstante, por ese mismo anticipo de expectativas, cualquier desviación tomaría por sorpresa a los portafolios invertidos en bonos, con pérdidas sustanciales. Además, restaría parque fiscal a los gobiernos y desalentaría el consumo y la inversión en favor del ahorro, mismo que enfría hasta el más caliente motor económico. Ciertamente, los aranceles de Trump no crearon una espiral inflacionaria por una amalgama de: (1) una demanda agregada débil, (2) acuerdos diplomáticos, (3) un reparto de daños entre consumidores y empresas, y (4) el agotamiento de inventarios y (5) el recurso de compras adelantadas; sin embargo, cualquier rebrote de la inflación pondría en aprietos a los bancos centrales y generaría desconfianza en un consumidor hoy día a la defensiva, en especial en Estados Unidos.
Un riesgo con potencial de “cisne negro” (black swan) es el estallido de la debatible burbuja de activos vinculados a la inteligencia artificial. En el argot financiero, este tipo de eventos son extremadamente improbables e impredecibles, con un impacto masivo y disruptivo en los mercados explicable una vez que ha ocurrido, como la crisis inmobiliaria de 2008 o la pandemia de COVID-19. En la actualidad, buena parte de los rendimientos bursátiles está encadenada a las expectativas de ganancias que podría generar la inteligencia artificial bajo distintas aplicaciones comerciales, como los chatbots, humanoides o robotaxis. Como antes en la burbuja del internet, muchas empresas fracasarán, pero ciertamente otras triunfarán. A diferencia del antecedente de inicios de siglo, la monetización hoy día es más tangible y acelerada; en cambio, proliferan los fraudes y la especulación, y ese combo invita a mantener una guardia alta.
Otros riesgos menos obvios podrían desprenderse de un deterioro geopolítico ajeno al ámbito comercial. Durante el 2025, la crisis en Medio Oriente tensó los mercados de materias primas. Antes, la invasión rusa a Ucrania impuso costos globales. Ahora, con Trump al mando del tablero mundial, el mayor activismo de Washington en favor de gobiernos y candidatos de ultraderecha podría socavar un orden mundial ya menguado. Si fuera el caso, un periodo de incertidumbre sistémica seguido de una lenta recomposición de las cadenas de suministro podría desestabilizar a la economía mundial. Si bien no es parte de un escenario base, es decir del más probable, sólo hace falta que una retahíla de agresiones o malos entendidos se acumule para descolocar a empresas y naciones en un ambiente de globalización en repliegue.
En este como en cualquier otro año, frotar la bola de cristal es un ejercicio fútil si de apuestas se trata, aunque puede resultar lucrativo para la planeación. Identificar la balanza de riesgos, en este caso más sesgada al lado negativo —al de menor crecimiento—, podría prescribir políticas concretas, como una postura más relajada del Banco de México en la forma de tasas de interés más tolerables para consumidores e inversionistas. Tener un repertorio de gasto de inmediata ejecución en la esfera fiscal también sería aconsejable, por poner otro ejemplo.
En síntesis, un 2025 de claroscuros queda atrás seguido de un 2026 que no pinta para flan. La economía global navega con más nubarrones que ayer. Aunque siempre existe la posibilidad de que se disipen, el mal presagio ya obliga a cualquier capitán de barco a tomar precauciones que pueden imponer costos de corto plazo, pero evitan la fatalidad en un horizonte dilatado. Un diagnóstico por escenarios con planes de contingencia estratificados para capear el temporal permitiría a la economía mexicana surcar mejor los mares de incertidumbre. Con el Poseidón de Washington en el papelón de señor de unas aguas convulsas, nunca se sabe.
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24-12-2025 - 12:04 am
Tal vez la mejor vía para entender nuestro tiempo sea recordar el camino que nos condujo hasta aquí. ¿De dónde veníamos?
Es difícil establecer el tono de una época. Sin embargo, es admitido que el Medioevo fue oscuro y que, en cambio, el Renacimiento fue luminoso y, tal vez, se asocie algún color para representarnos la dicha que sugiere la Belle Époque. La pregunta, entonces, es: ¿con qué color imaginamos nuestro tiempo? Si pensamos en las guerras que están vigentes y en el desastre climático, de seguro se nos ocurrirá un tono negruzco sanguinolento; pero si tomamos en cuenta otros aspectos, creo que se antoja un arcoíris multicolor. Elijo esa gama no tanto porque hoy sea la bandera de un movimiento que reivindica el derecho de todas las orientaciones sexuales, asunto por completo legítimo, sino porque alude a la diversidad, a la presencia simultánea de incontables puntos de vista y a lo que, sin duda, caracteriza nuestro tiempo: la relatividad.
Hoy —salvo que uno se encuentre fanatizado— se admite que todo es relativo. Sin embargo, no estoy muy seguro de que se entienda por completo la razón de que hayamos llegado aquí, de que la relatividad de todo nos resulte admisible.
Tal vez la mejor vía para entender nuestro tiempo sea recordar el camino que nos condujo hasta aquí. ¿De dónde veníamos? Revisemos algunos de los frentes: durante milenios vimos desbarrancarse sistemas filosóficos que en su momento se proclamaron como poseedores de la verdad absoluta. Alguno de los últimos fue el positivismo de Augusto Comte que ya entrado el siglo XX fue suscrito, incluso, por muchos de los intelectuales que dieron origen a la Escuela Nacional Preparatoria y a nuestra Universidad: Justo Sierra, Gabino Barreda... En otro frente, la geometría euclidiana brilló durante casi dos milenios sin sufrir ninguna lascadura, hasta que empezó a aparecer en el mundo lo impensable: "geometrías". Así, en plural: las llamadas geometrías no euclidianas. Otro bastión, que también se creyó insuperable, fue Newton. Su concepción del espacio y del tiempo como absolutos fueron tan contundentes que todavía hoy la mayoría de la gente es newtoniana sin saberlo: todos aquellos que creen en la simultaneidad y se preguntan: ¿qué estará haciendo a estas horas algún amigo que se encuentra en otro país o en otro continente? O: ¿qué estará pasando en este preciso instante en el centro de nuestra galaxia? Todos aquellos que desean saber lo que sucede en "el mismo tiempo" suponen que hay un presente común para todos, que existe la simultaneidad de los eventos y, por ello, son newtonianos, lo admitan o no, porque, precisamente, suponen que hay un tiempo común para todo, un tiempo absoluto.
Hoy, sin embargo, sabemos por la Relatividad Especial de Einstein que el tiempo no fluye a la misma velocidad en todas partes, que las horas y los minutos se aceleran o se ralentizan según sea la velocidad del observador o la fuerza gravitacional del lugar donde el observador se encuentre. Un gran número de personas hemos visto películas o leído novelas de ciencia ficción donde los personajes viajan a distancias interestelares y aunque se trasladan a sitios a los que la nave se tardaría millones de años para llegar viajando a la velocidad de la luz, los personajes siguen siendo tan jóvenes como cuando partieron, como si el tiempo no hubiera transcurrido para ellos, y no nos parece una incongruencia de la trama, pues hemos oído que el tiempo se ralentiza con la velocidad, según Einstein… pero ¿se entenderá cabalmente el asunto? Porque si esto es así, entonces, no podemos preguntarnos por lo que estará haciendo en este preciso momento una persona que va en avión de una ciudad a otra, pues su tiempo y el nuestro no se corresponden exactamente. Ya sé que esas milésimas de segundo que se desfasan son irrelevantes para la vida, pero no lo son para muchísimos asuntos prácticos como, por ejemplo, la exactitud del Sistema de Posicionamiento Global, mejor conocido como GPS.
Al recordar el camino por el que hemos llegado a nuestra época resulta más claro el relativismo; lo que no resulta claro es que pese a ello muchísimas personas sigan absolutamente convencidas de lo que están convencidas, de que cotidianamente ocurra el choque frontal y brutal de las creencias incompatibles, cuando, si fuéramos congruentes, nos resultaría perfectamente obvio que uno no posee ninguna verdad absoluta, que ninguna de las creencias que uno suscribe tiene ningún apoyo firme, porque, si en efecto, hoy, ni la geometría de Euclides es la única, ni se mantiene firme ninguna postura filosófica, porque todo pensamiento es histórico, o toda verdad es "dependiente del modelo", como dice Stephen Hawking en su libro El gran diseño. Lo que no se entiende es que tantísimas personas sigan defendiendo una idea que ni siquiera es una verdad probada, sino un simple punto de vista: su opinión.
Es extraordinariamente raro que en esta época, caracterizada por la relatividad, sigamos siendo tan feroces al defender nuestro punto de vista y que se dé, como en los viejos tiempos, la actual polarización que hoy nos enfrenta, prácticamente, a todos contra todos. ¿Qué ideas absolutas defienden los bandos que hoy se enfrentan? Porque si admitiera, en serios que las ideas son relativas —como cabría esperar- la conducta lógica que se seguiría sería la del respeto mutuo, la de la negociación, la de la apertura frente al que piensa diferente.
Hoy que sabemos que la verdad es histórica y que todo es relativo, en vez de la pacífica duda, lo que aparece en el mundo es el dogmatismo con el que avanzan por sus rieles absolutos, como locomotoras, los defensores a ultranza de una verdad que consideran no la más acertada, sino la única que merece vivir. Creo que no es el arcoíris la banda cromática que caracteriza a nuestro tiempo, sino un negro negrísimo, un negro resultado de que la sociedad está tan atomizada y tan distantes entre sí los grupos que pese al multicolorido que hay solo se aprecia el abismal vacío que nos separa, negro como el del espacio exterior, un tono más profundo que el de la Edad Media. De cualquier manera: ¡Feliz Navidad!
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