El fracaso de la prensa

12/09/2016 - 12:05 am

–La prensa, de todos modos, es de una estupidez y un conformismo inaguantables, ¿no le parece? –insistió [Houellebecq].
–No lo sé, la verdad, no la leo.
–¿Nunca ha abierto un periódico?
–Sí, probablemente.

–Michel Houellebecq, el personaje, cuestionando a un artista. “El mapa y el terrorio”, de Michel Houellebecq, el escritor.

La prensa “tradicional” no pudo sostener a Peña Nieto. Foto: Cuartoscuro
La prensa “tradicional” no pudo sostener a Peña Nieto. Foto: Cuartoscuro

A principios de 2013, cuando empezaba el sexenio, varios amigos conversamos con mucha preocupación, en distintos momentos, sobre el regreso del PRI en Los Pinos y lo que eso significaría para las libertades ganadas por la prensa en las últimas tres décadas. Los gobiernos del PAN no fueron suavecitos; conforme aprendieron para qué es el dinero (en el sentido del poder corruptor), fueron apretando más con la publicidad como herramienta. Aún así, se había ganado algo y el PRI, o ese PRI que llegaba, ofrecía sólo retroceso. Y así fue.

Sabíamos que Enrique Peña Nieto no iba a cumplir ninguno de los 10 puntos de su presunta “Presidencia democrática”, sobre todo lo relacionado con “transparentar la relación con la prensa”. Con dinero no sólo pones a bailar al perro, dijimos: alimentas, además, la competencia desleal para los medios críticos.

Intuíamos que primero se frenaría el gasto a la prensa “tradicional” para imponerle nuevas reglas y una de esas era que desaparecieran, como lo hicieron casi todos, las mediciones independientes de homicidios que se dieron en el último tramo del sexenio de Felipe Calderón.

–Y van a dar un “golpe de efecto” –dijo un amigo.

Asentimos. Después vendría el despido de Carmen Aristegui… que fue un golpe estúpido en todos los sentidos: la periodista no se quedó sin voz y, todo lo contrario, el abuso atrajo desprestigio nacional e internacional. El golpe a Aristegui y la “casa blanca”, creo, marcaron el inicio prematuro del fin del sexenio de Peña Nieto. Pero en su momento fue un estatequieto para muchos que rechinaron los dientes y agacharon la cabeza.

Ahora viene la segunda parte de lo previsible: la prensa “tradicional” empezará a soltarle la mano a papi conforme se acerca el final del sexenio; tomará casos fuertes y se montará en el reclamo para “enderezarse” frente a la opinión pública. De esa manera podrá llegar con la cara más o menos lavada para recibir al que vengan.

***

¿Hasta dónde habría llegado el desprestigio de esta administración federal si una gran parte de la prensa no hubiera jugado a favor del Presidente? Puesta de otra manera, la misma pregunta: ¿En dónde estarían los niveles de aprobación de Enrique Peña Nieto si los grandes periódicos impresos y las televisoras hubieran al menos publicado algo de temas como la “casa blanca”, Tanhuato, Apatzingán, Tlatlaya e Iguala?

Hoy podemos ver, en algunas portadas, algo sobre los escándalos que marcaron casi cuatro años. Pero cuando el equipo de Carmen Aristegui dio a conocer la casa que Grupo Higa cedió a Angélica Rivera, una mayoría de los impresos nacionales y la televisión sólo difundieron el posicionamiento de Los Pinos. En su momento, los medios oficialistas –que son mayoría– ocultaron Tanhuato, Apatzingán y Tlatlaya, por citar, y hasta ahora sacan algunas cosas, mientras que la “casa blanca” y, más recientemente, el departamento de Miami, fueron asuntos ignorados hasta que no tuvieron más opción que dar alguna versión acotada, o cargada para beneficiar al Gobierno federal.

En el caso Iguala, por otro lado, no hubo ocultamiento: hubo complicidad. La “verdad histórica” fue defendida hasta con película y ríos, lagunas de textos que vincularon a los jóvenes con el crimen organizado, en el mejor de los casos.

Pero poco a poco, los medios han empezado a matizar y a dar cabida a otras versiones. El barco del Presidente se hunde; muchos lo abandonan. La semana pasada, algunos publicaron la condena de la ONU a la violación de los derechos de la periodista despedida por MVS; no dijeron que fue despedida y ni por asomo cubrieron las movilizaciones de esos días, aún cuando el ataque contra Carmen Aristegui impacta a todos.

¿Qué hubiera pasado si esa prensa, pues, cumple con su obligación de informar?

Quizás haya una lección doble. Por un lado, los gobiernos y los políticos mexicanos deberían aprender que esa prensa, a la que tanto dinero le echan, ya no es suficiente para tapar y mentir; para manipular y tergiversar. Por fortuna.

Por otro lado, la prensa “tradicional” debería estar muy preocupada también, y debería aprender de su gran fracaso. No pudo hacer que despegara Peña Nieto y que se sostuviera. Era su gran apuesta y no funcionó.

¿Atenuó en algo, la prensa ”tradicional” mexicana, la caída de Peña Nieto? ¿Puede dársele aunque sea ese crédito? Lo pondría en duda. Creo que hemos conservado la idea de que esa prensa es tan poderosa como, en efecto, lo fue en el pasado. Pero las cosas han cambiado y no sólo en México.

Donald Trump ha amenazado a los grandes consorcios de noticias de Estados Unidos; ha dicho que les podrá límite y que reabrirá leyes que se consideraban un logro de la civilización Occidental porque garantizan el libre ejercicio de las libertades de prensa y civiles. El magnate se les ha puesto de modo: su fortuna está llena de oscuridades, es un misógino y racista de mierda, es un mentiroso y un extremista que polariza y es, en resumen, un suicidio para los estadounidenses.

Y la prensa de Estados Unidos no ha podido bajarlo. Sobre todo porque no es una sola prensa: son muchas prensas y una de ellas apoya abiertamente al embrión de dictador.

Creo que la prensa no es la que conocimos hace poco tiempo. No me toca, al menos aquí, analizar el papel que juegan –tan importante– las redes sociales. En los hechos, ya no tumba o apuntala presidentes o candidatos.

La cantidad de intereses en la prensa en general la está haciendo menos poderosa. Eso creo. Todavía no se dan cuenta todos, pero es así.

“El Bronco” y Javier Corral ganaron con casi toda la prensa local en su contra; ríos de dinero corrieron en las elecciones 2016 de Veracruz, Tamaulipas y Quintana Roo y no hubo manera de contener el cambio. La gente estaba harta y pasó por encima de la prensa.

Quedó probado, pues, que la prensa “tradicional” ya no puede sostener un gobierno malo. Y el PRI probó, espero, que no puede comprar o doblegar a toda la prensa; que el modelo Toluca no aplica en todo el país.

La gran hazaña será en 2017; los gobiernos federal y estatal comprarán prensa y la prensa “tradicional” hará ver a Eruviel Ávila como el gran gobernante de todos los tiempos. Pero si pierden, habrán aprendido por la mala que ya no es posible sostener una mentira. Por la mala, porque no veo cómo mantendrá, el PRI, los bastiones que le quedan y cómo podrá, la prensa “tradicional”, seguir exprimiéndole a la ubre que parece inagotable: la ubre que se alimenta con nuestros impuestos.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx
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