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Alejandro Páez Varela

15/08/2016 - 12:05 am

Edomex 2017

No podemos hablar de una normalización democrática en México hasta que Edomex no camine hacia un reverdecer del ciudadano. Urge un cambio ahora mismo, urge meter luz a esa cocina cochambrosa para que salgan las ratas y las cucarachas, y entonces sí, a limpiar. Limpieza profunda. Limpieza de verdad, no complicidad, no lo que hicieron Felipe Calderón y Fox durante 12 años: convivir con las alimañas, darles pancito y quesito para tenerlas de su lado.

Sin transición democrática en Edomex, no hay transición en México. Foto: Cuartoscuro
Sin transición democrática en Edomex, no hay transición en México. Foto: Cuartoscuro

Tengo la convicción de que cualquier reforma en beneficio de la sociedad mexicana será una realidad cuando se refleje en el Estado de México. Importa que ésta, la reforma, pase por la derrota del PRI, que se ha enquistado por 80 años a esa entidad. Pero no es suficiente. Se requiere, como es urgente para todo el país, una acción de fondo para desmontar el sistema que ya no sólo controla el poder público y político sino también los recursos económicos; un sistema que oprime o compra cualquier expresión distinta y que mantiene a un grupo de familias con el control.

Creo que, para 2017, hay posibilidad de encender la luz en Edomex; el foco se fundió hace muchas décadas y sigue así, para conveniencia de un grupo. Hay un nuevo aire de cambio en el país que podría llevar a puerto a una coalición de izquierda o al PAN o a Morena. Tienen esa oportunidad, con un buen candidato. Honestamente no veo al PRD generando sus propias condiciones para abrirse paso en ese cuarto oscuro.

Como sea, cuando suceda, será como cuando entras a una cocina sucia: correrán cucarachas y ratones a sus escondites en cuanto el foco parpadee. Pero, como ya sucedió con Vicente Fox, volverán si el cochambre sigue y si se les perdona. Y si los nuevos inquilinos les perdonan la vida. ¿Quién iba a imaginar en 2000 que ese fiasco de hombre fuera a decir, 15 años después: “Yo soy peñista”? Pues sí, el señorito Fox es peñista. Esa frase, para mí, lo resume a él completamente pero además demuestra el poder corruptor contra el que hay que pelear, como sociedad, para sacar a la casta vividora del Estado de México.

Sin temor a equivocarme, no hay transición completa sin que pase por Edomex.

Uno no dice: “Ya, ya me libré de la gangrena. Sólo me queda en una pierna”. Gangrena es gangrena. El Estado de México sigue en la oscuridad. Esos mexicanos padecen un sistema que promueve la pobreza y la ignorancia para controlar. No digo que no suceda en el resto de México, pero muchos ciudadanos han aprendido a expulsar a aquellos que no cumplen y al menos hay alternancia. Allí están Tamaulipas, Chihuahua, Veracruz y Quintana Roo como ejemplo.

Como digo, es importante que caiga el PRI pero es apenas un paso. Habrá resistencia de cierta prensa y de los poderes económicos –además, claro, de la resistencia de la familia revolucionaria– porque son parte del problema. Pero debe aspirarse a un rescate integral de esa sociedad, la mexiquense, que no solo vive subyugada políticamente: vive en la oscuridad.

Y si alguien, de Eruviel Ávila para abajo, quiere discutir lo de “oscuridad”, que empiece por decirme cuántos asaltos armados suceden a diario en esa entidad. Nadie sabe; o los ciudadanos no sabemos. Y como esas cifras, todas. Oscuridad total. Prensa a modo. Sociedad dormida. Sociedad en llamas –lamentablemente– y dormida.

***

Y cómo no, el amor a la oscuridad.

Porque si le pones luz a las familias revolucionarias (y no sólo del Edomex: todas) sale dinero y lujo por todos lados. Dinero del único que saben generar: el explicable, el que se va a sus cuentas personales.

Le pones luz a su desempeño, y quedan desnudos. La inseguridad, por más que quieran ocultarla, podría estar peor sólo si brincamos a una revuelta civil. La economía parece de guerra: otra vez el país está temblando por el tipo de cambio, por el empleo, por el crecimiento, por la pobreza, por la desigualdad; estamos otra vez esperando esa mañana en la que nos anuncien, como nos han anunciado una y otra vez, que todo se fue al carajo.

Le pones luz a sus gobiernos, y no sale nada: la oscuridad es tan densa como la de un agujero negro, y se traga la luz.

Y temblamos cuando decimos “Donald Trump” porque creemos que nos va a hundir si llega a la Presidencia de Estados Unidos, pero no nos damos cuenta que nuestro propio Donald Trump ya nos hunde ahora, aquí, desde distintas oficinas del gobierno mexicano. Para qué temblar con ese gringo-cara-de-mojón: aquí, ahora mismo, tenemos a nuestros propios Donald Trump –diría mi amigo Jorge Ismael Rodríguez– que tienden muros para resguardarse del resto, que levantan muros para quedarse con todo.

Le pones luz a nuestra propia Historia, y lo que aparece es una lástima: profesores Hank González que se vuelven multimillonarios de la noche a la mañana; jeques mexicanos con aviones privados, llenos de champán; empresas públicas que se hunden a pesar de su riqueza, como Pemex o como la CFE, y un pueblo que aguanta todo mientras lo despojan de todo.

Porque eso somos, estúpidamente: les aguantamos la oscuridad con la que manejan el país y les aguantamos que sólo ellos resuelven, en apenas una generación, el bienestar que no se gastarán sus familias ni siquiera en las diez generaciones que les siguen.

Cómo no, tanto amor a la oscuridad.

En la oscuridad, como ratas, se reparten pastel y cereza. Y ya no dejan ni migajas. Ni seguridad, ni empleos, ni crecimiento, ni nada. Ni aunque sea algo de lo mucho que prometieron. Ni medallas deportivas para adormecer la moral alicaída. Ni transparencia, ni buenos gobiernos, ni honestidad, ni nada. Como el azadón, dirían en mi rancho: todo para acá.

En la oscuridad construyen, con lo de todos nosotros, su propio paraíso. Y somos nosotros los que les financiamos el paraíso y somos nosotros, también, la servidumbre del paraíso.

Cómo no, pues, tanto amor a la oscuridad.

Por eso la urgencia de esconder los datos de la pobreza, de los homicidios, de los secuestros, de los asaltos, de las extorsiones. Por eso la urgencia de esconder sus propiedades y las propiedades de su familia. Mientras más oscuros, más roban; mientras más oscuros, más para ellos.

Y nosotros, que estúpidamente les aguantamos la oscuridad.

***

No podemos hablar de una normalización democrática en México hasta que Edomex no camine hacia un reverdecer del ciudadano, independientemente de los partidos. Urge un cambio ahora mismo, urge meter luz a esa cocina cochambrosa para que salgan las ratas y las cucarachas, y entonces sí, a limpiar. Limpieza profunda. Limpieza de verdad, no complicidad, no lo que hicieron Felipe Calderón y Fox durante 12 años: convivir con las alimañas, darles pancito y quesito para tenerlas de su lado.

Los partidos mexicanos son una decepción y lo sabemos. Todos. No se si Miguel Ángel Yunes –Frankenstein de Calderón– resuelva la vida en Veracruz, por ejemplo. Pero es necesario que los mexiquenses prueben la sensación de decidir su propio futuro. Es necesario democratizar esa sociedad, cautiva de un grupúsculo de abusones.

Hoy más que nunca tengo esa convicción de que cualquier reforma profunda en la sociedad mexicana será una realidad cuando se refleje en el Estado de México.

Mexiquenses: ¡a votar el próximo año! En sus manos estamos todos. No sólo son ustedes los que se salvan: un golpe ciudadano en Edomex traerá esperanza al resto de la Nación.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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