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Adrián López Ortiz

17/03/2017 - 12:30 pm

Sinaloa: la guerra por el territorio

Este jueves fue un día negro para la seguridad de Sinaloa. Y de cierta manera también para la configuración criminal de todo México. Primero, nos amanecimos con un video ciudadano que consigna cómo la policía municipal de Culiacán entrega ocho jóvenes detenidos a un grupo armado. El recién llegado Fiscal General de Sinaloa, Juan José […]

¿Quién manda en Sinaloa? Hoy todo el mundo vive el miedo y la psicosis: las masacres que vienen, la guerra cantada al interior del cártel. Foto: Cuartoscuro

Este jueves fue un día negro para la seguridad de Sinaloa. Y de cierta manera también para la configuración criminal de todo México.

Primero, nos amanecimos con un video ciudadano que consigna cómo la policía municipal de Culiacán entrega ocho jóvenes detenidos a un grupo armado. El recién llegado Fiscal General de Sinaloa, Juan José Ríos Estavillo, confirma dos líneas de investigación: rescate o secuestro. Hasta el momento no hay denuncias de los familiares por lo que apunta a una desaparición forzada.

Y segundo, como si ver a la policía trabajar para el crimen organizado no fuera suficiente, más tarde se hizo público que cinco reos de alta peligrosidad se escaparon del Penal en Culiacán. El más célebre es Juan José Esparragoza Monzón, alias “El Negro” y mejor conocido por ser hijo de “El Azul”, pero también se fueron con él: Alfonso Limón Sánchez, “El Limón”; Jesús Peña Gonzalez, “El 20”; Rafael Guadalupe Felix Núñez, “Changuito Ántrax”, y Francisco Javier Zazueta Rosales, “El Pancho Chimal”.

Todavía no sabemos cómo lo hicieron, pero digamos que, para efectos prácticos, del penal se escapó la élite criminal del Cártel de Sinaloa. Un grupo de reos que hace mucho debía estar en penales de máxima seguridad, pero que vía amparos evitaron trasladados. Los funcionarios del penal se encuentran en calidad de desaparecidos y bajo proceso de investigación, lo que confirma la sospecha de complicidad.

Sobre ambos hechos, hay muchas preguntas en el aire que la autoridad tiene que responder. Y cuanto antes mejor: ¿cómo se escaparon?, ¿los dejaron ir?, ¿qué pasó con los jóvenes entregados?, ¿sabían los jefes de los policías municipales lo que hacían sus elementos? Un largo etcétera con respuestas impresentables.

Amanecí con la misma desazón de aquella mañana en la que supimos de la fuga de Joaquín Guzmán. No podía ser. ¿Quién manda en Sinaloa? Hoy todo el mundo vive el miedo y la psicosis: las masacres que vienen, la guerra cantada al interior del cártel. Porque es obvio que los que salieron van a dar la batalla para restituir los liderazgos cuestionados tras la fractura entre las facciones.

No quiero caer en la especulación sino señalar algunos matices que podrían indicar más relevantes.

Sobre la entrega de los jóvenes por la policía, no es la primera vez que sabemos de este tipo de acciones, pero sí es la primera vez que tenemos un video que lo confirma. Y todavía más relevante, también es la primera vez que la autoridad lo acepta. Una de dos: o lo acepta porque con el video no hay manera de negarlo, o lo aceptan porque va en serio la idea de combatir este tipo de complicidades criminales.

Tal vez la reciente protesta de la policía local contra los mandos militares que llegaron con el Gobierno de Quirino Ordaz se explique en ese comportamiento. La policía de Sinaloa, reprobada, cuestionada y corrompida, vive ahora bajo dos fuegos: el del crimen organizado que la ha usado por años, y el de los mandos militares que tienen ahora el control de la estrategia de seguridad.

Viene días malos para Sinaloa. Con la fuga, la facción Guzmán del Cártel de Sinaloa se reorganiza y robustece de cara a su batalla con Dámaso López. No sabemos que rol jugará la leyenda de Ismael Zambada, a quien nadie toca.

Lo cierto es que hay una batalla enorme por el negocio del cártel más grande de México y sucede en territorio sinaloense. La vemos todos los días en las calles. Es pública. Los ciudadanos somos testigos y, cada vez más, también víctimas. Las “bajas colaterales” se han incrementado de manera preocupante en meses recientes.

Al Gobernador de Sinaloa le urge explicar qué sigue, cuáles son los escenarios. No alcanza con pedir tiempo, los sinaloenses necesitan razones y acciones. Alguien debe poner orden y su Gobierno es el principal responsable de ello.

Difícil de saber, pero una buena noticia es que la vieja estrategia del “pacto” no existe en este gobierno. Porque de existir tal vez no estaríamos viendo este nivel de caos. Pero por otro lado, con el cártel fracturado la idea es inútil: ¿con quién pactas?, ¿quién garantiza el orden? Parece que ninguno.

Mayor razón, entonces, para la firmeza en la estrategia de seguridad y, sobre todo, pare ver acciones contundentes y expeditas desde la Fiscalía. Ríos Estavillo necesita ganar confianza de inmediato, y sólo puede hacerlo si empezamos a ver que la cifra de impunidad se reduzca.

Porque no puede ser que el narco mande en las calles, en los campos y hasta en los penales. Dice Michel Foucault que la maldad humana hace que nada pueda conservarse sin la acción especifica de una razón de Estado que asegure que haya Gobierno.

Si el Gobernador Quirino Ordaz insiste en que hay Gobierno en Sinaloa, es hora de que empiece a demostrarlo.

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.

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