EL SEXO HUNDE A LOS POLÍTICOS

22/06/2011 - 12:01 am

En las fotos: el congresista demócrata Anthony Weiner. Fotos tomadas por él mismo en el gimnasio del Congreso. (Utilice las flechas de su teclado para avanzar o retroceder)


Sonata de Strauss

Apenas se diluye el escándalo sexual de un hombre de poder y llega otro más jugoso. La sociedad mexicana se entera por fin de cómo se llama el director del Fondo Monetario Internacional (FMI), no porque haya pedido que desparezca la predominancia del dólar americano, sino porque la mucama de un hotel de Nueva York acusó a Dominique Strauss-Kahn de violación. Este socialista francés era el precandidato más sonado para convertirse en el siguiente presidente de Francia.

En cuanto las autoridades estadounidenses decidieron arrestarlo, los medios hicieron  un festín de su detención. Mientras tanto en Francia las élites políticas e intelectuales  se indignaban asegurando que había algún tipo de complot contra  su compatriota. Se dijo que el gobierno y los medios de Estados Unidos, esclavos de un protestantismo muy afecto al pánico moral, estaban haciendo una tormenta en un vaso de agua.

Sin embargo, poco a poco se esclarecieron las razones por las cuales la policía dio tanto valor a la palabra de la demandante, una mucama de 32 años, originaria de Guinea. El famoso economista cargaba sobre sí varias acusaciones de violencia sexual y hostigamiento: en el 2002 la periodista Tristan Banon acusó a Strauss de violación y un sinnúmero de artículos periodísticos franceses debatían desde hace años su “conocida personalidad de seductor”. El periódico Libération publicó “El único verdadero problema de Strauss-Kahn es su relación con las mujeres. Demasiado apremiante, a veces raya en el acoso. Un defecto conocido por los medios pero del que nadie habla.” Ya preso y con una fianza por pagar de un millón de dólares Strauss-Kahn renunció a su puesto y encontró en su esposa, la millonaria periodista Anne Sinclair a su más feroz defensora.

Millones de personas, con conocimiento y sin él, han opinado en redes sociales sobre este escándalo. Algunos expertos entrevistados aseguran que el politólogo francés sufre de una severa adicción al sexo, que su esposa es una co-dependiente de su marido y que es por ello que lo defiende. Otros simplemente le califican como un hombre de poder, un cínico que durante décadas se ha salido con la suya como otros tantos patriarcas políticos que viven su vida privada y pública al margen de la ley, ejerciendo violencia sexual para ratificar su jerarquía sobre las mujeres.

 

Porque puedo

Tal vez la más insigne frase de Bill Clinton es: “Hice algo por la peor de las razones, sólo porque podía”. Dijo esto con las mejillas enrojecidas y la mirada baja cuando salió a pedir una disculpa pública por su affaire con Mónica Lewinsky. A su lado estaba la poderosa Hillary, asumiendo el papel de la mujer capaz de salvar su matrimonio pese al escarnio público. Bill Clinton nos recuerda que la mayoría de hombres poderosos rompen las reglas una vez que han adquirido un poder inconmensurable, por el simple placer de saberse “invencibles”. Casi todos lo saben, pero pocos intuyen cuando su atrevimiento será el último. Basta recordar “el oso” de Luis Téllez, quien siendo secretario de Comunicaciones y Transportes enviaba correos eróticos a su novia en turno, mientras la esposa lo esperaba en casa. Perdió su puesto, se dice, no por la descubierta infidelidad marital sino por haber roto otro voto de lealtad más valioso en la política: el del partido. Este panista fue despedido porque entre los correos se leía una frase que durante el foxismo resultaba ignominiosa, Téllez aseguraba que “en tiempos de Salinas de Gortari esas cosas no sucederían”.

Raúl Salinas, hermano incómodo del ex presidente de la República, perdió por entregarle su cuerpo, dinero y confianza a María Bernal, una fogosa española que declaró que pasado de copas, su amante, en aquellos tiempos casado, le confesó que asesinaría a Ruiz Massieu.

No sólo a los políticos les suceden cosas parecidas, las dos ex esposas del rockero Mick Jagger, Bianca y Jerry se divorciaron de él por su “adicción al sexo”. Jerry, luego de vivir con el Rolling Stone 20 años dijo que su ex era adicto al sexo y ella adicta al amor de Mick. Todas sabían que su estrella era “infiel por naturaleza”, pero pusieron límites a esas infidelidades.

Joaquín Hendricks, siendo gobernador de Quintana Roo conoció a una uruguaya, bailarina de Table Dance en Cancún y comenzó un romance que casi destruye su carrera política. Le costó un millonario divorcio y un escándalo mediático que acalló con miles de dólares en los bolsillos de directivos de medios que de pronto argumentaron que “eran asuntos de la vida privada del gobernador”. Por su parte, Fernando Lugo,  el presidente de Paraguay, presumía de su pasado de sacerdote como argumento de honestidad. Todo su teatro cayó cuando aparecieron una decena de mujeres que fueron sus amantes mientras vestía sotana  y algunas con hijos que llevaban el ADN del cura. Por su parte, Moshé Katsav, ex presidente de Israel, dueño de un discurso de honorabilidad a toda prueba, perdió la sonrisa cuando se difudieron los expedientes de casi una decena de acusaciones de violación sexual, cometidas por él cuando era Ministro de Turismo de su país. Algunas de las víctimas abandonaron las denuncias por amenazas de muerte del político.

 

Infieles y románticos

Acto primero: un sapo cruza las vías del tren sin mirar a los lados, para conocer a una ranita, no sucede nada. Acto dos, el sapo vuelve a cruzar las vías tras la ranita y llega al otro lado sonriente mientras el tren chifla a su lado. Acto tres, el sapo cruza nuevamente, el tren llega por la otra vía y lo parte en dos, la cabeza queda aplastada y el cuerpo sigue brincando. ¿Cómo se llamó la  obra? Nunca pierdas la cabeza por un par de nalgas. Bromas aparte, las y los expertos en sexualidad nos aseguran que sí se puede dividir claramente a los hombres de poder en tres categorías. Los infieles por poder, los sexoadictos y los infieles ocasionales y enamoradizos.

Bill Clinton, Raúl Salinas y Joaquín Hendriks estarían catalogados entre los infieles ocasionales que utilizan su poder como afrodisíaco, al igual que Carlos Salinas, quien estando casado con Cecilia Occelli comenzó un romance con la secretaria técnica de su gabinete económico, Ana Paula Gerard y en cuanto se terminó el sexenio dejó a Cecilia para unirse a la joven amante. José López Portillo pagó caro el romance con Sasha Montenegro, por quien dejó a su esposa. Años más tarde, el ex presidente acusó a Sasha de violencia conyugal y pidió el divorcio.

El príncipe Carlos de Inglaterra hacía llamadas telefónicas de “tono subido y contenido erótico” con su amor de la juventud, Camila Parker, a pesar de estar casado con la adorable Diana de Gales. Hasta cierto grado todos ellos comenzaron una relación erótica porque su posición y poder político se los permitía, pero al final no fueron fustigados socialmente porque el amor había tocado a sus puertas (aunque también tocara fuerte a sus cuentas bancarias).

 

Sexoadictos y el efecto Dios

Con una carrera promisoria para convertirse en el próximo alcalde de Nueva York, el joven congresista  demócrata Anthony Weiner se creyó invencible. Por eso, como quinceañero, mandó desde su teléfono celular fotografías de sí mismo desnudo, y de su entrepierna por sexting.

Con una erección visible y sólo una toalla blanca, invitaba en twitter a diferentes mujeres a “conocer la fortaleza de su miembro”. Entre ellas a una joven estudiante a la que seducía y a una actriz porno que ha adquirido renovada fama con el escándalo. Ante la evidencia (se tomaba las fotos con su Blackberry en espejos del gimnasio del Congreso) se vio forzado a renunciar. Su joven esposa, que trabaja para Hillary Clinton, con quien se casó apenas hace un año, está embarazada y lo ha dejado. Algunas fuentes aseguran que Weiner ha dicho que es adicto al sexo y que ama a su esposa.

Esa versión la escuchamos del golfista Tiger Woods, quien luego de un escándalo similar al de Weiner, terminó pasando seis semanas oculto en una clínica de Hattiesburg, el Pine Grove Behavioral Health & Addiction Center, donde se atienden a adictos sexuales. Ellos no están solos, el actor David Duchovny, conocido por las series televisivas Los expedientes X y Californication, confesó ser adicto al sexo (como el personaje de su serie) y no saber medir el riesgo; por eso se internó en una clínica para ser atendido.

El doctor Al Cooper pionero mundial en la investigación del comportamiento sexual y el Internet, describe la adicción al sexo compulsivo, potenciado por Internet y las redes sociales, como la adicción al crack y la cocaína. Según la doctora Stephanie Carnes, hija del famoso sexólogo norteamericano, 6% de la población sufre de adicción sexual compulsiva. Todos los casos diagnosticados revelan a personas que crecieron en hogares severamente disfuncionales. 83 por ciento de los adictos sexuales reconocen que fueron abusados  sexualmente en la infancia y 97% asegura que sufrió abuso  emocional en el hogar, lo cuál, según la doctora Carnes, les impidió desarrollar herramientas para establecer vínculos de intimidad sanos; además limita sus habilidades para inhibir comportamientos destructivos y socialmente inaceptables.

Un 40% de las personas adictas al sexo tienen comportamientos destructivos y sufren de depresión, cuando tienen trabajos de mucho estrés y poder, suelen utilizar el sexo como un relajante, cuando quieren y como quieren; sin medir las consecuencias. Se puede valorar a un adicto al sexo con el test de Carnes  denominado SAST (Sexual Addiction Screening Test). La adicción puede atenuar una sentencia por violación, pero no evitarla.

Muchos hombres pueden asegurar que son adictos al sexo (sólo 20 por ciento de pacientes son mujeres), sin embargo, las características de un adicto son muy específicas:

  • Masturbación compulsiva (en la casa, en la oficina, en el auto).
  • Adicción a la pornografía (Internet lo ha simplificado).
  • Infidelidad crónica.
  • Exhibicionismo y voyeurismo (como las fotos de Weiner).
  • Prácticas sexuales peligrosas y sexo anónimo (en bares y prostíbulos).

 

Las mujeres de los infieles

Mary Archer, Victoria Beckham, Hillary Clinton, Diana de Gales, Prines y Anne Sinclair, y –las primeras veces María Shriver–,  se pararon estoicas al lado de sus maridos a pesar de la flagrante infidelidad. También receptoras del escarnio o la crítica social por disculpar el comportamiento de sus cónyuges, estas mujeres nos recuerdan que los convencionalismos sociales aplican de manera diferente dependiendo del código postal en que se viva. La mayoría protegerán más su posición de poder, el nombre familiar y sus carreras, que los afectos y el pacto matrimonial de fidelidad sexual.

En el caso de María, la primera vez que siendo candidato su Terminator fue acusado de hostigar sexualmente a una joven que trabajaba en una película con él, la heredera del clan Kennedy salió a los medios preguntando: “¿A quién le van a creer? a una mujer que trabajó unos días a su lado o a mi, su esposa que lo conozco y vivo con él hace tantos años”. Los periodistas, sabiendo que María tenía poder y dinero, además de ser periodista, le creyeron a ella y no fue sino hasta hace unos meses que la máscara cayó y ella dejó a Schwarzenegger al descubrir que le había comprado una mansión a su trabajadora doméstica latina y que tenían un hijo juntos (luego se demostró que el niño no era del gobernator).

Silda Wall, la esposa del gobernador Elliot Spitzer, se convirtió en el epítome de la abnegada mártir sufriente del hombre de poder infiel. Luego de que el gobernador de Nueva York (quien en sus tiempos como procurador diera una batalla campal contra la prostitución) fuera descubierto como el Cliente #9 de la agencia Emperors Club VIP, se vio forzado a renunciar por gastar la cantidad de 80 mil dólares en pago a prostitutas durante el lapso de dos años, y por amenazas de llevarlo a juicio. Silda, luego de 33 años de matrimonio y con tres hijas, no solamente lo apoyó, sino recientemente declaró al periodista  Peter Elkind que ella era la culpable de las aventuras sexuales de su marido “porque fui inadecuada, es la tarea de la esposa mantener viva la relación sexual”. Spitzer, reivindicado por el machismo de su mujer, ahora incluso tiene un programa de televisión en que hace análisis político y ya se prepara para volver a la arena electoral.

 

Peligrosos en el poder

Hay una gran diferencia entre unos y otros hombres que utilizan la fama y el poder, político y económico, para seducir y conseguir lo que quieren. Con sus diferencias, hombres como Strauss-Kahn, el basquetbolista Kobe Bryant, el boxeador Mike Tyson, Kalimba, el  cantante venido a menos, tienen serias acusaciones de ejercer violencia sexual, un crimen que debe ser perseguido (aunque haya medios y familias que logren comprar testigos falsos y librar juicios opacos). En ese ámbito les acompaña Daniel Ortega ex presidente de Nicaragua, acusado por su propia hija de  abuso sexual durante la infancia, así como el gobernador Mario Marín, quien en complicidad con su secretario de Gobierno amenazaron a una menor de edad con quien el mandatario sostuvo relaciones sexuales ilícitas.

Entre los más famosos hombres de poder que han cometido delitos sexuales, se encuentra el premier Silvio Berlusconi, fanático de la prostitución y la pornografía quien pagó por tener sexo con una menor de edad llamada Rubi y por lo cuál enfrenta un juicio en Italia, que según sus abogados podría ganar fácilmente. Lo cierto es que los delitos sexuales son culturalmente normalizados en todo el mundo y cuando el violador es un hombre con fama y poder, las probabilidades de que salga libre son inmensas, así como variados los argumentos que se les otorgan para disculpar su comportamiento. Mientras un obrero es encarcelado por pagar por sexo en un prostíbulo de Utah,  el senador Larry Craig  simplemente renuncia cuando un guapo policía, que posa como prostituto en el aeropuerto, recibe un ofrecimiento del político para un quicky en el baño de hombres.

Lo cierto es que la cobertura mediática de estos escándalos sexuales permite enfrentar los prejuicios sociales, las mentiras y los lugares comunes, así como la permisividad que la sociedad otorga a los poderosos para ser juzgados de manera diferente a los demás. El caso de Strauss-Kahn permitió a las mujeres francesas revelar cuán falso es el cliché de que ellas viven en una cultura de lapins chaudes (conejillos calientes) en que la permisividad sexual es un valor asumido alegremente por toda la sociedad. Cuando se le preguntó a la periodista Tristane Banon cómo definiría a su violador, el poderosos Dominique Strauss-Kahn, ella dijo “es un chimpancé en brama y su poder amedrenta a muchas.”

Por su parte, lo que algunos llaman la “cultura puritana” norteamericana ha permitido establecer nuevas leyes y normas sociales que hacen inadmisible el acoso sexual y la violación, sin importar qué tan poderoso sea el hombre que los perpetra. Los juicios contra Berlusconi y contra Strauss-Kahn nos recuerdan que los valores culturales cambian y la violencia sexual sí puede diferenciarse claramente de un arrebato erótico, aunque ambos se den el en ámbito del poder.

 


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